Hola mi amiga, mi amigo, soy David Araya dándole una cordial bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el Evangelio según Mateo, en la serie que lleva por título: Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores. En esta oportunidad, David Logacho nos hablará acerca de lo que se conoce como la agonía del Señor Jesús en el huerto de Getsemaní.
Saludos amable oyente. Es motivo de mucho gozo compartir este tiempo con usted. En nuestro último estudio bíblico, dejamos a Jesús y los once apóstoles ascendiendo la pendiente occidental del monte de los Olivos. El Señor Jesús había anunciado de antemano que esa misma noche, los once se escandalizarán de él y le abandonarán. Pedro y los demás dijeron que aunque les sea necesario morir con él no le negarán. Poco tiempo después se haría evidente lo superficial de aquella promesa. Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Mateo 26 a partir del versículo 36. Lo primero que vamos a notar es el lugar donde el Señor Jesús experimentó su agonía. La primera parte de Mateo 26:36 dice: Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llamaba Getsemaní. Se trataba de un huerto que quedaba en la ladera occidental del Monte de los Olivos. Getsemaní significa: lagar o prensa de aceitunas. Según Juan 18:2 era un lugar muy frecuentado por el Señor Jesús y sus discípulos. Luego notamos los que acompañaron al Señor Jesús en su agonía. Mateo 26, desde la segunda parte del versículo 36 y 37 dice: y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera.
El Señor Jesús ordenó a ocho de los once apóstoles que se sienten allí en el huerto de Getsemaní, mientras él iba a otro lugar no muy distante a orar. Luego escogió a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, es decir a Jacobo y Juan para que le acompañen. ¿Por qué esta decisión? No se puede saber con precisión. Tal vez tiene que ver con la mayor confianza que el Señor Jesús tenía con ese trío. Estando con ellos, el Señor Jesús comenzó a entristecerse y angustiarse en gran manera. Sabiendo lo que estaba por acontecer y sabiendo lo que eso significaba para él, para su Padre celestial, y para la humanidad, el Señor Jesús experimenta profunda tristeza y gran angustia. Aquel que no conoció pecado, estaba pronto a hacerse pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él. Inmediatamente después el Señor Jesús se apartó de sus tres discípulos y se fue a orar sólo. Note lo que aconteció. Leo en Mateo 26:38-41. La Biblia dice: Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.
En algún momento, el Señor Jesús se dirige a Pedro, Jacobo y Juan y les hace saber que su alma está muy triste. Era una tristeza peor que aquella que se siente cuando muere algún ser querido. Una tristeza que es difícil de expresar en palabras. Después, el Señor Jesús pidió a Pedro, Jacobo y Juan que se queden allí donde estaban en el huerto de Getsemaní, velando, en oración con él. Mientras tanto, el Señor Jesús se apartó un tanto de Pedro, Jacobo y Juan, se postró sobre su rostro y se puso a orar. En esa posición de sumisión extrema a la voluntad de su Padre, el Señor Jesús dijo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como tú. Esta oración no tiene nada que ver con una lucha de titanes entre la voluntad del Señor Jesús y la voluntad de su Padre celestial. Fue el mismo Señor Jesús quien dijo lo que Juan registra en su Evangelio, allí en el capítulo 12, versículos 27 y 28 donde dice: Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez.
El Señor Jesús no estaba luchando contra la voluntad de su Padre celestial porque el Señor Jesús vino justamente al mundo con el propósito de ser el perfecto sacrificio por el pecado del hombre. Su obediencia a la voluntad de su Padre celestial era la forma de glorificar a su Padre celestial. Así que, cuando el Señor Jesús oró a su Padre diciendo: Si es posible pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero sino como tú, no estaba pidiendo a su Padre celestial que le libre de ir a la cruz, porque él vino al mundo justamente para ir a la cruz. ¿Entonces qué es lo que estaba diciendo? Permítame citar lo que William McDonald dice al respecto: Se trata de una oración retórica, esto es, que no era una oración con la finalidad de recibir una respuesta sino con la finalidad de enseñar una lección. El Señor Jesús estaba diciendo: Padre mío, si existe otra manera por la cual pecadores impíos puedan ser salvos, aparte de que yo vaya a la cruz, muéstralo este momento. Pero de todas maneras, quiero que se sepa que no deseo nada que sea contrario a tu voluntad. ¿Cuál fue la respuesta del Padre celestial? Ninguna, el cielo se quedó en silencio. Este silencio elocuente nos muestra que no existe otra manera para que Dios declare justos a pecadores culpables, aparte de la muerte de Cristo en la cruz. Un perfecto y santo Salvador, muriendo como nuestro Sustituto. Después de orar así, el Señor Jesús fue a sus discípulos, a Pedro, Jacobo y Juan, y los halló durmiendo. Despertando a Pedro le dijo: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Luego les exhortó a velar y orar, para que no entren en tentación, por cuanto el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. Qué lamentable. Mientras el Señor Jesús clamaba al Padre celestial con el rostro a tierra, los discípulos dormían. Este cuadro me hace meditar mucho en mi vida de oración. Cuántas veces me ha vencido el sueño cuando debía haber estado orando. La manera de evitar entrar en tentación, o caer en el pecado, es por medio velar y orar. El espíritu a la verdad está dispuesto, pero esto no es suficiente para no entrar en tentación, porque hace falta velar y orar. No debemos confiar en nuestra carne, o en nuestra propia capacidad para mantenernos libres de caídas, porque la carne es débil. Dicho esto, el Señor Jesús se apartó de Pedro, Jacobo y Juan para ir otra vez a orar. Note lo que dice Mateo 26:42-43. Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. Vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño.
En su segunda oración, el Señor Jesús ratifica su total y absoluta sumisión a la voluntad de su Padre celestial. El Señor Jesús está diciendo: Siendo que es imposible salvar al pecador aparte de que yo muera en la cruz, estoy totalmente dispuesto a hacer tu voluntad. Cuando este y otros pasajes bíblicos hablan de la copa se refiere a la suma o al total de los padecimientos que implicaba el hecho que el Hijo de Dios, sin pecado, tomase sobre sí el pecado de la humanidad, incluyendo la necesaria, aunque temporal separación del Padre celestial. Esto era repugnante a la naturaleza humana del Señor Jesús, pero se sometió voluntariamente a ello. Después de orar, el Señor Jesús, volvió hacia donde estaban Pedro, Jacobo y Juan, y nuevamente les halló durmiendo. El texto dice que los ojos de ellos estaban cargados de sueño. Esta vez, el Señor Jesús no les dijo nada. Anteriormente ya les había alertado sobre la necesidad de velar y orar para no entrar en tentación. El Señor Jesús simplemente fue a orar por tercera vez. Note lo que dice Mateo 26:44. La Biblia dice: Y dejándolos, se fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras.
La oración del Señor Jesús siempre giraba alrededor de cumplir con la voluntad de su Padre celestial. Una vez que el Señor Jesús terminó de orar en el huerto de Getsemaní, volvió a sus discípulos para despertarlos, porque había llegado el momento para que sea entregado a traición. Observe lo que dice Mateo 26:45-46. Entonces vino a sus discípulos y les dijo: Dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. Levantaos, vamos; ved, se acerca el que me entrega.
Los discípulos estaban durmiendo, el Señor Jesús se aproxima a ellos y les dice: Ustedes están durmiendo y descansando, y no se dan cuenta que ha llegado ya la hora para que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de pecadores. Por tanto levántense, vamos, vean que se acerca el que me entrega. En nuestro próximo estudio bíblico nos ocuparemos de lo que aconteció a continuación. Mientras tanto, medite en todo lo que tuvo que pasar el Señor Jesús para poder ser nuestro perfecto Salvador. Agradézcale por ello. Medite también en la necesidad de velar y orar para no entrar en tentación. De otra manera seremos fácilmente arrastrados por lo que nos demanda nuestra vieja naturaleza.
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