Un cálido y fraternal saludo amable oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Con esta entrega terminamos esta corta serie sobre los momentos difíciles que la vida nos depara. A estos momentos difíciles les hemos llamado valles. El último valle que hemos tratado es el valle de la muerte. Este valle contiene los obstáculos más difíciles. La mayoría de nosotros, hasta cierto punto, podemos ingeniarnos para salir airosos del valle de la duda, del valle de la depresión y del valle de la calamidad, pero se nos hace harto difícil salir del valle de la muerte. La razón fundamental es porque el valle de la muerte está caracterizado por el dolor lacerante. El dolor por la pérdida de un ser querido no se elimina de un momento a otro. No se ha inventado todavía, y creo que no se inventará jamás, algún compuesto químico que tal vez inyectado en el torrente sanguíneo nos quite el dolor en el alma por la partida de una persona amada. El dolor no puede ser ignorado. La única manera posible de salir victoriosos del dolor es por medio de caminar por sus sendas. En esta ocasión, hablaremos acerca de cómo ayudar a una persona que está transitando por la senda del dolor.
En nuestros estudios bíblicos últimos, nos hemos ocupado de las etapas que debemos transitar en la senda del dolor. La primera etapa fue aceptar la pérdida o la separación como algo real. Esto tiene que ver con salir del estado de shock que se produce tan pronto nos enteramos de la muerte de un ser querido y con tomar plena conciencia que ese ser querido ya no está más en este mundo. Este reconocimiento produce un profundo dolor. La segunda etapa fue expresar el dolor de una manera controlada. Llorar por ejemplo, no es sinónimo de falta de fe o debilidad espiritual en el creyente que está sufriendo por la muerte de una persona amada. Recuerde que Jesús lloró por la muerte de su amigo Lázaro. Cuánto más nosotros ante la muerte de alguien que amamos. El llanto desfoga la angustia interior que causa el dolor. Es como una válvula de escape para la presión que surge de las emociones por la partida de un ser querido. La tercera etapa es aprender a vivir sin la presencia de la persona que ha muerto. Esto es un proceso que toma tiempo y bastante esfuerzo. Ha sido comparado con el niño que está aprendiendo a caminar. Primero se darán pasos vacilantes como reintegrarse al trabajo, participar en reuniones familiares o de amigos, cultivar algún hoby. Luego los pasos serán más firmes, como establecer metas para el futuro, involucrarse en el servicio a otros. Todo este proceso toma tiempo amable oyente. Se dice que no menos de unos tres meses y aún hasta tres años, dependiendo de cada circunstancia en particular. Pero es necesario atravesar por todas estas etapas para salir victorioso de este valle de dolor. Si usted pensaba que Dios le iba a anestesiar para no sentir dolor jamás ni cuando muera un ser querido, me temo que estaba confiando en algo que Dios jamás ha prometido a nadie. Lo que sí nos ha prometido Dios es estar siempre cerca de nosotros mientras transitamos por la senda del dolor. Pensando en Jehová, David dice lo siguiente en Salmo 23: Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento. La presencia de Dios en la senda del dolor garantiza la victoria para el alma que sufre. Pero en todo este proceso, es importante la ayuda que la persona que sufre puede recibir de otras personas que ya han transitado por la senda del dolor. Por eso, permítame terminar esta serie, sugiriendo algunas pautas para los que queremos ayudar a los que sufren por el dolor ante la muerte de un ser querido. Lo primero que viene a la mente es sugerir que evitemos condolencias que en lugar de consolar más bien acentúan el dolor en la persona que está sufriendo. Por ejemplo, personas bien intencionadas, pero mal informadas, que dicen algo como esto: Ya no llore, porque los que somos de Dios tenemos esperanza aún en la muerte. Otros dicen: Ya no llore, porque la persona que murió está mucho mejor que lo que nosotros estamos aquí. Otros dicen: Ya no llore, Dios está en control de todo y Él sabe lo que está haciendo cuando ha permitido que pase lo que le está pasando. Frases como estas, aunque son verídicas y probablemente bien intencionadas, sin embargo no ayudan en nada a la persona que está soportando intenso dolor por la muerte de un ser querido. El problema con frases como estas, es que tienen como intención que la persona que está sufriendo reprima su dolor, o peor aún que niegue lo que está sintiendo realmente. Lo único que se logrará con esto es prolongar la angustia en la persona que sufre de intenso dolor por la muerte del ser amado. Acto seguido, me gustaría sugerir que no hay mejor forma de consolar a la persona que sufre que aquella que se encuentra en Romanos 12:15. La Biblia dice: Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran.
Cuando una persona se goza, los que le rodean deben gozarse también con ella. Cuando una persona manifiesta su tristeza o su dolor con llanto, los que le rodean también deberían manifestar su dolor o su tristeza de alguna manera, con llanto si se puede. Esto fue justamente lo que hizo el Señor Jesús cuando se encontró con sus amigos de Betania, quienes estaban en medio del fuego del dolor por la muerte de Lázaro. Al ver el cuadro de dolor, el Señor Jesús no pensó que esa gente estaba haciendo algo malo al llorar. Tampoco dijo a María: No llores, ¿Acaso no sabes que todas las cosas que pasan a los creyentes ayudan a bien?. Nada de esto. Escuche lo que el Señor dijo a María, según Juan 11:33-35. La Biblia dice: María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano.
Joh 11:33 Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió,
Joh 11:34 y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve.
Joh 11:35 Jesús lloró.
Esto es llorar con los que lloran. Esta acción del Señor Jesús debe haber traído un gran consuelo a los hermanos de Lázaro y a todos los que estaban llorando por su muerte. Pensar que el Dios hecho hombre estaba llorando con ellos. Pensar que el Dios hecho hombre sabía como ellos se sentían y manifestaba ese dolor con llanto, esto debe haber traído gran consuelo para ellos. Las palabras, amable oyente, por más bíblicas y llenas de verdad que sean y por más bien dichas que sean, no ayudan mucho a consolar a una persona que está en las primeras etapas de la senda del dolor. Lo que sí ayuda es que acerquemos nuestro hombro a la persona que sufre para que esta persona llore en nuestro hombro y nosotros también lloremos con ella. Lo que sí ayuda es que estemos cerca, simplemente para hacer acto de presencia y escuchar. Lo que sí ayuda es sentarnos en silencio junto a la persona que intentamos consolar. La persona que está en el crisol del dolor sabe que cualquier cosa que digamos, no va a cambiar la realidad de lo que está viviendo. Por eso, lo que puede ayudar a una persona que está sufriendo por la partida de un ser querido es que sus acciones manifiesten la idea de: Hey, yo estoy aquí para acompañarte en la senda del dolor. Esto se puede complementar perfectamente con formas prácticas de solidaridad. A lo mejor dando atención a pequeñas cosas que la persona que sufre no está en capacidad de hacer. Hace algunos años atrás, mi esposa tuvo que someterse a una delicada intervención quirúrgica y a raíz de eso tuvo que permanecer hospitalizada un par de semanas. Tanto ella, como la familia en general, estábamos atravesando por intenso dolor. La pérdida de salud ciertamente produce dolor físico, pero también dolor emocional. Los familiares y hermanos de la iglesia hicieron lo posible por mitigar ese dolor. Nos dijeron cosas muy lindas, y todas ellas basadas en la Biblia. Pero nada nos ayudó tanto a sobrellevar el dolor como por ejemplo, las hermanas de la iglesia que iban cada día a nuestra casa a cocinar para la familia. Nada nos ayudó tanto a aliviar el dolor, como las hermanas de la iglesia que iban a limpiar la casa y cuidar a los niños. Las cosas prácticas dicen más que los buenos discursos, amable oyente. Igual es con el consuelo para personas que están sufriendo intenso dolor por la muerte de un ser querido. Las palabras no ayudan mucho, pero si se va más allá de las palabras a las acciones de solidaridad, entonces, eso sí trae oportuno consuelo. Qué tal por ejemplo, si usted se ofrece a cuidar a los hijos pequeños, o a limpiar la casa, o a cortar el pasto, o a hacer compras. Esto dice más que las meras palabras. A lo mejor ese será el momento para hablar de la esperanza que tenemos, de lo bien que está la persona que ha partido de este mundo, de la fidelidad de Dios, del control que Dios tiene sobre todas las cosas, de la pureza de propósito en todo lo que Él hace. Usted puede ser alguien que ayuda a los que están atravesando por el camino del dolor. Si ha caminado antes por la senda del dolor, entonces usted está en condiciones inmejorables para ayudar a otros a transitar por la misma senda. Espero que aproveche su oportunidad de ser alguien que consuela con sabiduría.
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