Saludos cordiales amable oyente. Es muy grato para mí contar con su sintonía. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. El tema de nuestros estudios bíblicos últimos es la adversidad que de una u otra manera se presenta algún momento en nuestra vida. A estas adversidades las hemos llamado valles, porque en realidad es como descender a un profundo valle. Estamos tratando el valle de la muerte y lo último que vimos fue que la muerte nos confronta con nuestra propia fragilidad y eso no es una experiencia placentera. Es una experiencia dolorosa. También dijimos que la muerte nos causa dolor y que ese dolor puede hacer derretir nuestro corazón para acercarnos más a Dios o puede endurecer nuestro corazón para alejarnos más de Dios. En esta ocasión, hablaremos del beneficio del dolor.
El dolor, amable oyente, es universal y al menos en lo que estamos considerando, resulta de la adaptación a algún tipo de pérdida, bien sea de un ser querido o un empleo, o un negocio, o bienes materiales. Se dice que aún los animales experimentan dolor ante la pérdida de su pareja o de su amo. El dolor lamentablemente es parte de la vida. Aun cuando tratemos de ignorarlo lo mejor que podamos, el dolor siempre estará presente. También, amable oyente, el nivel de dolor que experimentamos ante la muerte de un ser querido está en proporción directa a la calidad de la relación que teníamos con ese ser querido. A mayor calidad de la relación, mayor dolor ante la pérdida. A menor calidad de la relación, menor dolor ante la pérdida. Estoy seguro que Usted, por ejemplo, no habrá experimentado el mismo nivel de dolor cuando murió una persona a quien apenas conocía, que cuando murió un familiar cercano, es decir un padre, una madre, un esposo, una esposa, un hijo, una hija, algún hermano o hermana. Lo que pasa es que con esa persona apenas conocida no tenía una relación de calidad, pero con su familiar cercando tenía una relación muy estrecha, una relación de calidad. De todos modos, el dolor por la pérdida es inevitable, solo que a veces duele más y a veces no tanto, dependiendo del tipo de relación que teníamos con la persona que ha muerto. Pero hagámonos la pregunta: ¿Puede resultar algo bueno del dolor, sin importar cual haya sido la causa de aquel dolor? Bueno, algo hemos insinuado ya cuando señalamos que el dolor puede hacer derretir un corazón para acercarlo a Dios o puede hacer endurecer un corazón para alejarlo de Dios. Esa es la realidad amable oyente. En el Sermón del Monte, el Señor Jesucristo pronunció una bienaventuranza que se inscribe dentro de lo bueno que puede resultar del dolor. Se encuentra en Mateo 5:4. La Biblia dice: Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
Esta declaración parece paradójica. ¿Cómo puede ser bienaventurado o extremadamente feliz, aquel que expresa su dolor por medio del llanto? Bueno, Jesucristo lo dijo, y él no puede decir alo que no sea verídico. La persona que expresa su dolor con llanto, recibirá la consolación que solamente el Señor sabe dar. Claro que el Señor Jesús en este caso se está refiriendo al dolor causado al reconocer nuestra propia pecaminosidad, pero en todo caso, para nuestro propósito, vemos presente el principio que del dolor resulta algo muy positivo. En esencia, amable oyente, el principio en cuestión es este. El dolor causado por cualquier pérdida tiene un efecto positivo si nos conduce a los pies de nuestro amado Salvador. Esa dolorosa sensación de vacío ante la pérdida de algo o de alguien puede ser beneficiosa si ejercitamos la habilidad para transformarla en una fuerza irresistible que nos arrastra a los pies de Cristo Jesús. De esto nos habló el apóstol Pablo cuando en Romanos 5:3-5 dijo lo siguiente: Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia;
Rom 5:4 y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza;
Rom 5:5 y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.
Pablo está hablando de un carácter a toda prueba en este pasaje bíblico. Un carácter maduro, un carácter cristiano. Pero mire atentamente de donde resulta este carácter a prueba de fuego. Pablo dice: sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia. La tribulación es el terreno fértil donde crece y se fortalece esa planta apetecida llamada carácter maduro. No estamos sugiriendo que los creyentes debemos ser sádicos en el sentido que hallamos placer en el sufrimiento. No. No se trata de esto. Lo que estamos diciendo es que cuando el dolor por alguna pérdida toca la puerta de nuestra existencia, no debemos ignorarlo. Está allí, tenemos que reconocerlo, tenemos que abrirle la puerta, pero no vamos a permitir que ese dolor por más intenso que sea nos domine y llegue a ser el amo y señor de la casa que es nuestra vida. Lo que vamos a hacer es usar ese dolor como terreno fértil para que nuestro carácter se haga más semejante al carácter de Cristo. Cuando somos confrontados con el dolor, nuestra primera reacción es sentirnos maniatados, paralizados. Se nos hace muy difícil reconocer que ese mismo dolor que tanto nos incomoda puede ser lo que nos impulsa a alturas inexploradas de comunión con nuestro Señor. Un hombre que se llamaba Edward Judson dijo lo siguiente sobre esto: El éxito y el sufrimiento están unidos vital y orgánicamente. Si usted tiene éxito sin haber sufrido, es porque otra persona ha sufrido en lugar de usted. Interesante, ¿no le parece, amable oyente? Ciertamente de las espinas de dolor causado por el sufrimiento brotan hermosas rosas rojas de éxito. El dolor no necesariamente debe aplastarnos, el dolor es terreno fértil para hacer crecer el carácter. Una de las frases favoritas del famoso cantante italiano de ópera Enrico Caruso era: Para ser grande es necesario sufrir. Esta fue la experiencia personal de Caruso. Después de años de tribulación y graves dificultades, Caruso finalmente llegó al pináculo de la fama. Su privilegiada voz comunicaba no sólo hermosa música sino algo más. Un crítico de la música de ópera escribió lo siguiente sobre él. Tiene una voz amorosa, pero no sólo su voz es amorosa, porque todo él es amoroso. ¿Ve usted amiga, amigo oyente? La tribulación forma el carácter maduro de una persona. Hace algún tiempo atrás estaba tratando de arreglar un daño menor en la guitarra de mi hijo. Para reparar el daño era necesario aflojar las cuerdas de la guitarra. Cuando aflojé todas las cuerdas de la guitarra, no se podía sacar en absoluto ningún acorde melodioso de aquella guitarra. Pero luego de repararla, puse la tensión adecuada en cada una de las cuerdas y de esa guitarra brotó una hermosa melodía. Esto me hizo pensar en mi propia vida, amable oyente. Mi vida es como esa guitarra, no me refiero a los achaques de la vejez, que son inevitables, sino al tema de la tensión en las cuerdas. Cuando las cuerdas no tienen tensión, mi vida no produce un solo acorde melodioso, pero cuando el Señor, trae dolor a mi vida, por la pérdida de alguna naturaleza, ya sea la muerte de un ser querido o algún tipo de fracaso, en los negocios, los estudios, el deporte, lejos de desanimarme debo pensar más bien que Dios está afinando las cuerdas de mi vida, porque Dios quiere sacar de mi una suave melodía para su propia gloria. No hay razón entonces para renegar contra Dios o para enojarnos contra Dios o para resentirnos contra Dios. Lo único que Dios está haciendo es afinarnos lo necesario para que seamos instrumentos útiles en sus manos. Como verá, el dolor no es del todo malo. No es placentero ciertamente, pero tampoco es malo, porque del dolor puede salir la energía suficiente para arrastrarnos a los pies de nuestro amado Salvador. Si está experimentando dolor por algún motivo en este instante, yo le animo a mirar el dolor como un aliado suyo, no como un enemigo. Yo lo he probado y funciona. Si funciona conmigo, ¿Cómo no va a funcionar con usted también?
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