Saludamos a nuestros amables oyentes, les damos una cordial bienvenida y les invitamos a un nuevo estudio bíblico en el libro de Nehemías. En instantes más estará junto a nosotros David Logacho para hablarnos de la confesión de pecado por parte de la nación de Israel.
Para ubicarnos mejor dentro del contexto de nuestro estudio, hemos vista ya, como Nehemías concluyó la obra de reedificación de los muros de la ciudad de Jerusalén. Pero esto no era para Nehemías un fin en si mismo, sino sólo un medio para conseguir la reedificación de muros espirituales que habían sido derribados por el pecado en la vida del pueblo de Israel. La reedificación de muros espirituales, ha sido descrita como un avivamiento. El avivamiento tuvo su lugar cuando la Palabra de Dios fue expuesta de una manera clara al pueblo. El pueblo entendió la Palabra y la aplicó a su vida. Dentro de este proceso, llegaron a conocer que en el día 15 del mes Séptimo, debían celebrar la fiesta de los tabernáculos. Esta fiesta duraba 7 días, en los cuales todo israelita tenía que vivir en tabernáculos hechos de ramas de árboles. Mientras duró la fiesta, cada día se leyó la Palabra de Dios al pueblo. La fiesta terminó el 22 del mes séptimo, pero la Palabra de Dios seguía obrando en el pueblo. Dos días más tarde, el 24 del mes séptimo, el pueblo se reunió, todos estaban en ayunas, con sacos de cilicio y tierra sobre sí. A estas alturas del evento, se habían separado ya de las uniones ilícitas con los extranjeros y mientras se leía la Palabra de Dios el pueblo confesaba su pecado a Dios. Una vez arreglado el pecado, el pueblo pudo adorar a su Dios. Notemos que la confesión de pecado precedió a la adoración. Dios no acepta la adoración cuando hay pecado oculto en el corazón del hombre. Saúl es un claro ejemplo de alguien que pretendió adorar a Dios guardando pecado en su corazón, por esto, Samuel le dijo: «Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, ¿cómo en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios y el prestar atención que la grosura de los carneros» Ud. igualmente, podrá orar hermosas palabras, predicar fabulosos mensajes, hacer todo tipo de buenas obras, dar dinero a la iglesia, etc., pero si su corazón oculta pecado, su adoración jamás llegará al Trono de la Gracia. Una vez que el pueblo, en el ámbito individual confesó su pecado, llegó el momento de confesar el pecado en el ámbito nacional y parte de esta confesión será el tema de nuestro estudio bíblico de hoy. Si tiene su Biblia a la mano, le ruego abrirla en el capítulo 9 de Nehemías, versículos 4 a 6. La oración de confesión de la nación de Israel abarca desde los versículos 4 a 38. Esta es una de las más hermosas oraciones que se encuentran en la Biblia y ciertamente sirve de modelo para nuestras oraciones de confesión. Toda la oración puede ser dividida en tres partes. La adoración, la alabanza y la aceptación de la culpa. En este estudio bíblico nos concentraremos únicamente en la adoración. Veremos la preparación para la adoración y la persona adorada. Al hablar de la preparación para la adoración, como señalamos en la Introducción, fue necesario un arrepentimiento por el pecado, una separación del pecado y una confesión personal del pecado. Cumplidos estos requisitos, tenemos entonces lo que dice Nehemías 9:4-5: «Luego se levantaron sobre la grada de los levitas, Jesúa, Bani, Cadmiel, Sebanías, Buni, Serebías, Bani y Quenani y clamaron en voz alta a Jehová su Dios» Recordemos que se había construido una plataforma de madera en la cual había un púlpito, de modo que los que subían a la plataforma, podían fácilmente ser vistos por el pueblo que estaba a su alrededor. A este lugar suben 8 levitas quienes claman en alta voz a Jehová Dios. Por favor note que está por iniciarse una oración de confesión. La oración está siendo dirigida directamente a Dios. No a un sacerdote o a cualquier otro intermediario. Este principio tiene aún vigencia en la actualidad. Los pecados deben ser confesados a quien ofende el pecado y quien puede perdonar el pecado. Marcos 2:7 dice: «¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?» Estas son las palabras con las cuales algunos escribas cuestionaron la deidad del Señor Jesucristo, pero en su cuestionamiento, vemos que solamente Dios es quien puede perdonar el pecado y es justamente por esto que la confesión debe dirigirse únicamente a Dios, más no a un sacerdote. Son los levitas quienes claman a Dios para confesar el pecado de la nación. Los levitas son descendientes de la tribu escogida de Dios para el servicio a Dios en el templo. Ellos eran los más indicados para confesar a Dios el pecado de la nación toda. Después de los preparativos para la adoración tenemos la persona que se adora. Nehemías 9:5-6 dice: «Y dijeron los levitas Jesúa, Cadmiel, Bani, Hasabnías, Serebías, Hodías, Sebanías y Petaías: Levantaos, bendecid a Jehová vuestro Dios desde la eternidad hasta la eternidad; y bendígase el nombre tuyo, glorioso y alto sobre toda bendición y alabanza. Tú solo eres Jehová, tú hiciste los cielos, y los cielos de los cielos, con todo su ejército, la tierra y todo lo que está en ella, los mares y todo lo que hay en ellos; y tú vivificas todas estas cosas, y los ejércitos de los cielos te adoran» En la adoración notamos que ésta se dirige a Dios. Hubo una posición de reverencia para adorar a Dios. El pueblo estaba quizá sentado y la orden fue: De pie, levantaos. Luego viene una exaltación a la persona de Dios. Dice bendecid a Jehová vuestro Dios desde la eternidad hasta la eternidad. Cuando bendecimos a Dios reconocemos su grandeza y su majestad. Dios es digno de ser bendecido, ha sido bendecido desde la eternidad pasada y será bendecido por la eternidad futura. La obligación del hombre es bendecir el nombre de Dios. Cuan fatuo y necio es el hombre cuando se atreve a blasfemar contra un nombre que ya es bendito desde la eternidad y lo será por la eternidad. Cualquier bendición queda corta ante la majestad de Dios, él está más allá de toda bendición y cualquier alabanza no es lo suficiente para Dios porque él está más allá de toda la alabanza. ¿Tiene la costumbre de adorar así el nombre de Dios cuando ora? La adoración a Dios no es una opción para el creyente. El texto dice: bendecid su nombre. Adorar a Dios es una obligación que no debe ser descuidada. Después de exaltar la persona de Dios se exalta el poder de Dios. Primeramente se pone a Jehová aparte de todo otro ser del cielo o de la tierra. Tú solo eres Jehová dice el texto. O tú eres el único que existe por sí mismo. De nadie se puede afirmar esto, sólo de Jehová. Luego se exalta el poder de Jehová. La creación es una de sus obras que revela el potencial de su poder. Él hizo los cielos, esto significa que él hizo el universo, con sus miles de millones de estrellas, galaxias, planetas, etc. Salmo 33:6 dice: «Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejercita de ellos por el aliento de su boca». Sí, Jehová simplemente habló y todo el universo surgió de la nada. Además del universo, Jehová hizo los cielos de los cielos, con todo su ejército. Esto se refiere a la morada de Dios con todos los seres angelicales que moran en ese lugar. También hizo la tierra y todo lo que en ella está. Esto se refiere a todas las formas de vida existentes en la tierra. Además hizo los mares y todo lo que hay en ellos. Su poder creativo trajo a la existencia las innumerables formas de vida en los océanos, desde los minúsculos seres hasta las enormes ballenas, todo fue hecho por Dios. A más de crear todas estas cosas, Dios vivifica todas estas cosas. En otras palabras, el poder de Dios mantiene todo lo creado con vida y en un orden perfecto. Él se encarga de que los satélites naturales giren alrededor de los planetas, que los planetas giren alrededor del sol y que las galaxias no se salgan de sus órbitas. Él se encarga de que los protones y neutrones se mantengan juntos en el núcleo del átomo, que los electrones giren en torno a ese núcleo y que los átomos formen moléculas para constituir todo lo que nuestros ojos ven. Todo lo hizo Dios y lo mantiene en orden con su poder. Este es el Dios que tenemos y el único que merece ser adorado. ¿Se ha humillado Ud. delante de tan excelso ser? Si no lo ha hecho hoy mismo reconozca que El es el único digno de recibir toda la alabanza y la honra.
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