El crecimiento es parte fundamental de la experiencia de todo ser vivo. Los que somos padres, nos hemos deleitado al ver nacer a nuestros hijos. Ese pedacito de gente, tan frágil y hermoso nos llenaba de felicidad el corazón. El solo recuerdo me embarga de ternura el corazón.
Pero ese gozo incomparable podría transformarse en mortal angustia, si con el paso del tiempo descubriésemos que nuestros hijos no estuvieran creciendo.
Damos por sentado que todo niño recién nacido debe crecer. Los laboratorios farmacéuticos aprovechan el deseo de los padres de ver crecer a sus hijos y producen todo tipo de vitaminas para acelerar o motivar el crecimiento. Es que sencillamente no se puede concebir que un ser vivo no crezca.
Pues bien, en el plano espiritual ocurre exactamente lo mismo. El hijo de Dios es un ser vivo, espiritualmente hablando, además de físicamente hablando, por supuesto. Es natural por tanto que ese recién nacido ser espiritual también experimente un proceso de crecimiento espiritual. Si este crecimiento espiritual está ausente, algo raro está pasando en ese ser espiritual.
Ahora bien, el crecimiento espiritual de los hijos de Dios no es opcional. Consideremos por tanto el mandato a crecer. Para eso, permítame leer 2ª Pedro 3:17-18 donde dice: “Así que vosotros, oh amados, sabiendo de antemano, guardaos, no sea que arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza. Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.”
En lugar de caer de su firmeza, los creyentes deben crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Note la conjugación del verbo crecer en el texto leído. Está en tiempo presente, voz activa, modo imperativo. Esto significa que todo creyente está en la obligación de crecer en todo momento, en la gracia y conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
La gran pregunta es entonces: Si Usted es un hijo de Dios, ¿Está creciendo en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo? Si no lo está haciendo, está en desobediencia a lo que dice la palabra de Dios. Pero ¿Qué significa esto de crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo? Pues, tiene que ver con hacer uso eficaz de todo lo que nos ha dado Dios por gracia en Cristo Jesús. Dios no nos ha dado solamente la salvación o la entrada al cielo. Juntamente con eso, Dios nos ha dado cantidad de otras cosas, que si no las aprovechamos, las estaremos desperdiciando. Dios nos ha dado, sólo para citar un ejemplo, poder sobre el pecado. Si no aprovechamos esta obra de gracia de Dios, nuestra vida puede llegar a estar muy comprometida con el pecado.
Crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, tiene también que ver con llevar nuestra relación íntima con Jesucristo, a planos cada vez más altos. ¿Conozco hoy a Jesucristo, más de lo que le conocí ayer, o la semana pasada, o el mes pasado, o el año pasado? Si mi conocimiento de él es mínimo y no se incrementa en el transcurso del tiempo, no estoy creciendo en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. De modo que, crecer espiritualmente es un mandato, no una opción.
En segundo lugar, consideremos la meta del crecimiento. Todo proceso de crecimiento tiene su meta. Las plantas crecen hasta producir su fruto. Entonces decimos que esa planta ha llegado a la madurez.
La vida auténticamente cristiana tiene también su meta, su estado de madurez. El apóstol Pablo lo puso en magistrales palabras en Gálatas 4:19 donde dice: “Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros” ¿Hasta dónde debo crecer espiritualmente? ¿Cuál es la meta de mi crecimiento espiritual? Pues, hasta que Cristo sea formado en mí.
El apóstol Pablo padecía intensamente, tratando de llevar a otros a esta maravillosa meta. Pero, ¿Qué significa que Cristo sea formado en nosotros? Es un concepto hermoso.
Significa semejanza a Cristo. Significa que Cristo se vea en mí. Significa que cuando otros me ven, vean a Cristo en mí.
Otra gran pregunta: ¿Cuánto de Cristo ve la gente en mí? Mi propósito en la vida auténticamente cristiana debería ser que yo piense como Cristo, hable como Cristo, viva como Cristo. Que ame lo Cristo ama y que odie el pecado como Cristo lo odiaba. Es una meta elevada, pero hacia eso debo canalizar todo mi esfuerzo mientras viva en este mundo.
Pero si mi vida está caracterizada por la ira violenta, la preocupación, el vocabulario soez, el chisme, el orgullo, la inmoralidad y cualquier otro tipo de mal, pues la gente no verá a Cristo en mí. ¿Qué es lo que la gente está viendo en Usted? Quiera Dios que lo que está viendo sea a un Cristo en pequeño.
La meta del crecimiento es que Cristo sea formado en nosotros. Hablando de cómo se manifiesta el crecimiento en Cristo, el Dr. Horacio Bonar dijo lo siguiente.
El hombre exaltará a su Maestro en proporción a su crecimiento en gracia, hablará menos de lo que está haciendo él mismo y llegará a ser cada vez más y más pequeño en su propia estima, como la estrella de la mañana, que se desvanece cuando el sol brilla en toda su fuerza.
Qué interesante. Juan el Bautista lo dijo muy bien cuando pronunció esas memorables palabras en Juan 3:30: “Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe”.
A veces nos interesa levantar más nuestra propia imagen que la imagen de Cristo que llevamos dentro. Buscamos que la gente nos rinda honores y olvidamos que el único que merece honores es Cristo Jesús quien mora en nosotros. No olvidemos jamás que la meta del crecimiento espiritual es que Cristo sea formado en nosotros.
Hemos considerado el mandato a crecer y la meta del crecimiento.
Por último, consideremos la manera de crecer. La palabra de Dios es clara cuando afirma que el crecimiento viene de Dios.
Hablando a un grupo de creyentes que estaban muy ocupados en levantar su propia bandera partidista, Pablo les dirigió las palabras que aparecen en 1ª Corintios 3:4-7 donde dice: “Porque diciendo el uno: Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois carnales? ¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor. Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento.”
El hombre, por más ilustre que sea, no puede jactarse de producir crecimiento. El crecimiento viene de Dios. Pero para que esto se produzca, el hombre tiene que asirse firmemente a la cabeza que es Cristo.
Note lo que dice Colosenses 2:18-19 “Nadie os prive de vuestro premio, afectando humildad y culto a los ángeles, entremetiéndose en lo que no ha visto, vanamente hinchado en su propia mente carnal, y no asiéndose de la Cabeza, en virtud de quien todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios.”
Para crecer con el crecimiento que da Dios es necesario asirse de la Cabeza que es Cristo. Otra gran pregunta sería: ¿Cómo puedo asirme de la Cabeza que es Cristo? La respuesta es triple.
Por un lado, atesorando la palabra de Dios en el corazón. La Biblia es al espíritu del hombre, como la comida es al cuerpo del hombre. Observe lo que dice 1ª Pedro 2:2 “desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación”.
La leche espiritual no adulterada es la palabra de Dios. Es el alimento que necesitan los niños recién nacidos espiritualmente, para crecer hacia la meta de manifestar a Cristo en sus vidas. ¿Está Usted alimentándose de esta leche espiritual no adulterada? No estoy hablando de esa lectura rápida y sin mayor atención que muchos de nosotros solemos practicar casi por costumbre.
Estoy hablando de un estudio serio, consciente y sistemático de la palabra de Dios. Si Usted no invierte tiempo diariamente en la palabra de Dios, no piense que logrará crecer en la vida cristiana. Nos asimos de la Cabeza que es Cristo, atesorando la palabra de Dios en nuestros corazones. Además de esto, nos asimos de la Cabeza que es Cristo, acudiendo constantemente a Dios en oración.
La oración es al espíritu del hombre como la respiración es al cuerpo del hombre. Si Usted me demuestra que puede vivir sin respirar, me demostrará también que puede vivir sin orar.
Mateo 21:22 dice: “Y todo lo que pidieres en oración, creyendo, lo recibiréis” Ore a Dios por crecimiento espiritual, por discernimiento espiritual y hágalo con fe, creyendo que lo recibirá, y Dios se encargará de contestar su oración.
Finalmente, nos asimos de la Cabeza que es Cristo, por medio de poner en práctica lo que hemos aprendido de la palabra de Dios. Efesios 4:15 dice: “sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo” Seguir la verdad en amor significa practicar lo que Dios dice en su palabra. Según lo que dice el texto recientemente leído, esto redundará en crecimiento en la cabeza que es Cristo.
En conclusión, la vida auténticamente cristiana, está caracterizada por el crecimiento espiritual. ¿Está Usted creciendo espiritualmente? Si no lo está, entonces Usted no está en el camino de la vida auténticamente cristiana.
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