Reciba muchos saludos amable oyente. Soy David Logacho dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el evangelio según Juan. En esta oportunidad vamos a considerar los eventos que acontecieron en el último día de la celebración de la fiesta de los Tabernáculos, cuando el Señor Jesús poniéndose en pie y levantando su voz en medio de la multitud hizo una declaración trascendental: Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Con estas palabras, el Señor Jesús estaba refiriéndose al Espíritu Santo que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado. Esta declaración del Señor Jesús desató diversas reacciones entre los que oyeron sus palabras y también entre los líderes de los judíos.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Juan 7:40-53. Permítame leer el pasaje bíblico en Juan 7:40-44. La Biblia dice: Entonces algunos de la multitud, oyendo estas palabras, decían: Verdaderamente éste es el profeta.
Joh 7:41 Otros decían: Este es el Cristo. Pero algunos decían: ¿De Galilea ha de venir el Cristo?
Joh 7:42 ¿No dice la Escritura que del linaje de David, y de la aldea de Belén,(G) de donde era David, ha de venir el Cristo?
Joh 7:43 Hubo entonces disensión entre la gente a causa de él.
Joh 7:44 Y algunos de ellos querían prenderle; pero ninguno le echó mano.
Cuando Juan habla de la multitud, se está refiriendo a los miles de judíos que habían subido a Jerusalén en cumplimiento de lo que la ley demandaba de ellos. Tenían que peregrinar a Jerusalén para celebrar la fiesta de los Tabernáculos. Al oír la invitación pública del Señor Jesús en cuanto a que es necesario creer en él para que del interior corran ríos de agua viva, algunos de la multitud decían: Verdaderamente éste es el profeta. De esta manera estaban identificando al Señor Jesús como aquel profeta de quien habló Moisés en Deuteronomio 18:15 donde dice: Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis;
Estas palabras de Moisés se refieren al Cristo o al Mesías de Israel, de modo que los que pensaban que el Señor Jesús era el profeta, estaban en lo correcto. Otros de la multitud fueron un poco más allá, cuando concluyeron que el Señor Jesús era el Cristo. Estas personas también estaban en lo correcto. Pero el contraste lo pusieron personas en la multitud que tal vez con una mueca de desaprobación decían: ¿De Galilea ha de venir el Cristo? Justificaban su razonamiento citando las Escrituras que afirman que el Cristo tiene que ser del linaje de David y de la aldea de Belén, de donde también era David y por lo que ellos sabían, o les habían contando, el Señor Jesús no cumplía con esto. Lo que ignoraban estas personas es que el Señor Jesús cumplía absolutamente con todo lo que afirman las Escrituras sobre el Cristo y la fama de que era Galileo, se debía simplemente a que creció junto a su madre María, a su padrastro José y a sus medio hermanos, en Nazaret de Galilea. Las apariencias engañan, afirma el dicho. Cuidado con arribar a conclusiones sin conocer todos los detalles. De modo que la multitud estaba dividida con respecto a la persona del Señor Jesús. A esto se refiere Juan cuando dice que hubo entonces disensión entre la gente a causa del Señor Jesús. Una vez más se nota como la gente se polariza con respecto al Señor Jesús. Algunos a favor y otros en contra. Los que estaban en contra, estaban impacientes por arrestar al Señor Jesús para matarle, pero ninguno lo hizo, no por falta de deseo, sino porque todavía no era el tiempo establecido por el Padre para que esto ocurra. En este punto es necesario traer a la memoria el hecho que antes que el Señor Jesús pronuncie sus magistrales palabras invitando a la gente a creer en él, los líderes judíos enviaron a los alguaciles del templo para que le arresten. Los alguaciles fueron al lugar donde se encontraba el Señor Jesús, pero en lugar de arrestarlo, se quedaron extasiados oyendo la palabra del Señor Jesús. Llegó entonces el momento para que los alguaciles den el reporte de su misión. Con esto en mente, permítame leer el texto en Juan 7:45-49 dice: Los alguaciles vinieron a los principales sacerdotes y a los fariseos; y éstos les dijeron: ¿Por qué no le habéis traído?
Joh 7:46 Los alguaciles respondieron: ¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!
Joh 7:47 Entonces los fariseos les respondieron: ¿También vosotros habéis sido engañados?
Joh 7:48 ¿Acaso ha creído en él alguno de los gobernantes, o de los fariseos?
Joh 7:49 Mas esta gente que no sabe la ley, maldita es.
Los principales sacerdotes y los fariseos deben haber estado en reunión, esperando con ansiedad ver al Señor Jesús custodiado fuertemente por los alguaciles del templo. Pero qué desilusión para ellos. Aparecieron los alguaciles, pero sin el Señor Jesús. La pregunta para los alguaciles fue: ¿Por qué no le habéis traído? Los alguaciles respondieron con absoluta sinceridad diciendo: ¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre! La semilla de la palabra del Señor Jesús había caído en el terreno fértil de los corazones de los alguaciles. Un delincuente jamás hablaría como habló el Señor Jesús. Tal vez los líderes de los judíos estaban equivocados. Esta respuesta de los alguaciles hizo enfurecer a los principales sacerdotes y a los fariseos, y lo único que pudieron hacer es acusar a esos alguaciles que habían sido engañados por el Señor Jesús. Una vez más se manifestó el prejuicio que los líderes de los judíos tenían en contra del Señor Jesús. No les importaba en absoluto esas palabras del Señor Jesús que robaron el corazón a los alguaciles, sino que simplemente concluyeron que los alguaciles habían sido engañados. Justificaron su conclusión con el argumento que ninguno de los gobernantes había creído en el Señor Jesús, y que los alguaciles no conocían la ley y por tanto eran malditos. Cuando se les acabaron los argumentos para descalificar al Señor Jesús, echaron mano del arma de la ofensa personal contra los alguaciles. Son ignorantes de la ley y por tanto son malditos. Que triste. Los sabios, los expertos en la ley, los nobles, los poderosos, los líderes religiosos, no reconocieron que el Señor Jesús es el Cristo, pero la gente común, la gente sin letras, la gente despreciada reconoció que el Señor Jesús es el Cristo. Algo parecido sucede también hoy en día. La gente común está más dispuesta a recibir a Cristo como Salvador, que la gente importante, la gente poderosa, la gente famosa, la gente pudiente. Por algo las Escrituras dicen lo que encontramos en textos como 1 Corintios 1:26-29 Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles;
1Co 1:27 sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte;
1Co 1:28 y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es,
1Co 1:29 a fin de que nadie se jacte en su presencia.
El sol debe haber estado buscando el ocaso, cuando intervino un hombre llamado Nicodemo. Note lo que sucedió con él. La Biblia dice en Juan 7: 50-52 Les dijo Nicodemo, el que vino a él de noche,(H) el cual era uno de ellos:
Joh 7:51 ¿Juzga acaso nuestra ley a un hombre si primero no le oye, y sabe lo que ha hecho?
Joh 7:52 Respondieron y le dijeron: ¿Eres tú también galileo? Escudriña y ve que de Galilea nunca se ha levantado profeta.
Nicodemo es el mismo fariseo que vino al Señor Jesús de noche, reconociendo que el Señor Jesús debe haber venido de Dios como maestro, porque nadie puede hacer las señales que hizo, si no está Dios con él. Luego de escuchar las palabras del Señor Jesús, según lo que relató Juan en el capítulo 3, Nicodemo debe haber creído en el Señor Jesús como el Cristo o el Mesías de Israel. Esto explica su intervención claramente a favor del Señor Jesús. Fue así como hablando a sus colegas del Sanedrín, Nicodemo les invitó a reflexionar en cuanto al error que estaban cometiendo al juzgar a un hombre antes de oírle y tener en claro lo que ha hecho. En esto se evidencia la hipocresía y falsedad de los miembros del Sanedrín, porque se jactaban de cumplir con la ley que Dios dio a Israel por medio de Moisés pero al juzgar al Señor Jesús antes de oírle y conocer bien lo que ha hecho, estaban violando la ley que tanto decían defender. Los prejuicios en contra del Señor Jesús tenían más peso que la misma ley. Los miembros del Sanedrín no tenían argumento válido para justificar lo que trataban de hacer en contra del Señor Jesús y por tanto recurrieron a la burla en contra de Nicodemo diciéndole: ¿Eres tú también galileo? Los galileos no tenían buena fama en aquel tiempo. Además dieron por sentado que el Señor Jesús no podía el Cristo, ni siquiera profeta, porque según ellos, de Galilea nunca se ha levantado un profeta. Esto también era falso, porque de acuerdo con 2 Reyes 14:25 el profeta Jonás era de Gat-hefer, en la región de Galilea, cerca de Nazaret. Para entonces, debe haber sido ya casi de noche. Juan termina esta parte afirmando que cada uno se fue a su casa. La fiesta de los Tabernáculos había termina
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