Es un gozo saludarle amiga, amigo oyente. Bienvenida, o bienvenido al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando la mayordomía cristiana y más concretamente, por ahora, la mayordomía del dinero y los bienes materiales. En cuanto a esto, hemos estado estudiando la forma como debemos honrar al Señor con nuestros bienes. En esta ocasión vamos a continuar mirando más cosas sobre este importante asunto.
No es extraño encontrar creyentes que piensan que tienen tan poco para dar al Señor, que es mejor no dar nada. De esta manera se pierden el privilegio de dar al Señor lo que tengan, no importa si es dinero o bienes, o tiempo o la vida misma. Muchas veces Dios no nos da más de lo que tenemos porque Él sabe que no haríamos buen uso de esos recursos. Más aún, el dinero y los bienes materiales que actualmente están a nuestra disposición son una especie de prueba que Dios nos ha dado para ver cuan bien lo administramos. Dios realmente pone en nuestras manos cierta cantidad de dinero o determinados bienes materiales para ver qué es lo que hacemos con ellos. Esa es justamente la lección de esa hermosa parábola de Lucas 16:1-8 donde leemos lo siguiente: Dijo también a sus discípulos: Había un hombre rico que tenía un mayordomo, y éste fue acusado ante él como disipador de sus bienes.
Luk 16:2 Entonces le llamó, y le dijo: ¿Qué es esto que oigo acerca de tí? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás más ser mayordomo.
Luk 16:3 Entonces el mayordomo dijo para sí: ¿Qué haré? Porque mi amo me quita la mayordomía. Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza.
Luk 16:4 Ya sé lo que haré para que cuando se me quite de la mayordomía, me reciban en sus casas.
Luk 16:5 Y llamando a cada uno de los deudores de su amo, dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi amo?
Luk 16:6 El dijo: Cien barriles de aceite. Y le dijo: Toma tu cuenta, siéntate pronto, y escribe cincuenta.
Luk 16:7 Después dijo a otro: Y tú, ¿cuánto debes? Y él dijo: Cien medidas de trigo. El le dijo: Toma tu cuenta, y escribe ochenta.
Luk 16:8 Y alabó el amo al mayordomo malo por haber hecho sagazmente; porque los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz.
Interesante parábola, ¿No le parece amable oyente? El Señor Jesús no está alentando la mentira ni la corrupción, ni el fraude, ni cualquier otra forma de inmoralidad. Lo que está enseñando el Señor Jesús en esta parábola ha sido hermosamente explicado por William MacDonald en su libro titulado: El Verdadero Discipulado, y con mucho gusto comparto con usted. Dice así, y lo cito textualmente: Existe solamente una cosa por la que se alaba al mayordomo injusto y eso es que este personaje de la parábola hizo planes para su futuro. Es decir, que dio los pasos necesarios para asegurarse que tendría amigos después que cese su mayordomía. El mayordomo injusto actuó para el después en lugar de satisfacer solamente su necesidad inmediata. El mayordomo injusto no sacrificó el futuro en el altar del presente. Este es el punto central de la parábola. Por eso el Señor Jesús añadió lo que encontramos en Lucas 16:9-13 donde leemos: Y yo os digo: Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas eternas.
Luk 16:10 El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto.
Luk 16:11 Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero?
Luk 16:12 Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?
Luk 16:13 Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.
La gente del mundo toma estrictas medidas a fin de proveer para el mañana. Del único futuro que se preocupan es de su vejez y sus años de jubilación. Por eso trabajan diligentemente para asegurarse una situación cómoda cuando ya no sean capaces de trabajar en una forma rutinaria. Nada dejan de lado en tratándose de asegurar su porvenir. En este aspecto, los no creyentes son más sabios que los creyentes. Porque el futuro del creyente, amable oyente, no está en la tierra sino en el cielo. Este es el asunto clave de todo. El futuro para el que no es creyente está entre ahora y la tumba, pero para el creyente el futuro es la eternidad con Cristo. Podemos decir entonces que la parábola enseña que el no creyente es más sabio o precavido en sus preparativos para su futuro en la tierra que el creyente en sus preparativos para su futuro en el cielo. Las riquezas injustas son el dinero y los bienes materiales. No son injustas porque han sido mal habidas, son injustas en el sentido que tienen un valor muy inferior a lo que es espiritual y eterno. Esta riqueza injusta, el dinero y los bienes materiales, sin embargo, puede ser usada para ganar almas para Cristo. Las personas que ganamos para Cristo por el uso sabio del dinero y los bienes materiales mientras estamos aquí en la tierra son llamados nuestros amigos. Algún día nosotros también seremos privados de nuestra mayordomía, no necesariamente por ser malos mayordomos, sino porque se ha acabado el tiempo para ejercer la mayordomía. Cuando ello suceda, los amigos ganados por el correcto uso de nuestro dinero y bienes materiales servirán como un comité de bienvenida para recibirnos en las moradas eternas. Esta es la manera como los fieles mayordomos planean para el futuro, no gastando su dinero y bienes materiales en la estéril búsqueda de seguridad en la tierra, sino en un apasionado esfuerzo por verse rodeados de amigos en el cielo quienes fueron ganados para Cristo a través de su dinero. Dinero que fue transformado en Biblias, Nuevos Testamentos, porciones, tratados y otra literatura cristiana. Dinero que fue utilizado para sostener misioneros y otros obreros cristianos. Dinero que ayudó a financiar ministerios radiales como tantas otras actividades cristianas. En suma, dinero que fue usado para esparcir el evangelio por cualquier método. La única manera en que podemos depositar nuestros tesoros en el cielo es invirtiendo en algo que va a ir al cielo. Cuando el creyente ve que sus posesiones materiales pueden ser invertidas en la salvación de preciosas almas, pierde su amor por las cosas. El lujo, la riqueza y el esplendor material le resultan baladíes. Está más interesado en ver que las riquezas injustas, por obra de la alquimia divina se transforma en adoradores al Cordero por la eternidad. Todos los diamantes, rubíes y perlas, todas las cuentas bancarias, todas las pólizas de seguro, todas las mansiones, yates, autos que se usan para nuestro beneficio perecen con el uso, pero cuando son utilizadas para Cristo, rinden dividendos por la eternidad. La forma como administramos lo material es una prueba de nuestro carácter. Por eso dice el Señor: El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto. Aquí, lo muy poco es la mayordomía de lo material. Los que son fieles son aquellos que usan estas cosas para la gloria de Dios y bendición de los demás. Los injustos son los que usan sus posesiones para la comodidad, el lujo y los placeres egoístas. Si no se puede confiar en un hombre en lo muy poco, es decir lo material, ¿Cómo se le puede confiar en lo que es más, es decir en lo espiritual? Las posesiones terrenales no son verdaderas riquezas. Su valor es finito y temporal. Los tesoros espirituales son las verdaderas riquezas. Su valor no se puede medir y jamás se acaba. El hombre que no es fiel en el manejo de los bienes materiales, no puede esperar que Dios le conceda prosperidad espiritual en su vida o tesoros en los cielos. Lo material no es nuestro, pertenece a Dios. Si hemos demostrado ser incompetentes en el manejo de la propiedad de Dios, no podemos esperar el acceso a las verdades más profundas de la palabra de Dios en esta vida o ser recompensados en la próxima. Hasta aquí lo dicho por William MacDonald. El dinero y los bienes materiales nos han sido encomendados por Dios para ver como los administramos amable oyente. Si lo guardamos o lo usamos para nosotros mismos, somos malos administradores y consecuentemente habremos demostrado que no estamos en capacidad de que se nos confíe algo más importante que eso. Quiera el Señor que usted, amable oyente, sea buen mayordomo del dinero y los bienes materiales.
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