Qué gusto es estar nuevamente con Usted para juntos disfrutar de unos pocos minutos alrededor de la palabra de Dios. En instantes más estará con nosotros David Logacho para continuar con el tema de la familia cristiana y dentro de ello, del amor que un esposo debe tener hacia su esposa.
Hemos venido tratando el tema de la familia cristiana. La familia cristiana gira alrededor de Cristo. El amor que tiene Cristo por la iglesia es el modelo del amor de un esposo hacia su esposa. Si todos los que somos casados amáramos a nuestras esposas, así como Cristo amó a la iglesia, nuestros hogares serían poco menos que perfectos. No habría jamás desacuerdos, no habría jamás peleas, no habría jamás celos, no habría jamás infidelidades, no habría jamás divorcios. Pero cuando los esposos fallamos en amar a nuestras esposas así como Cristo amó a la iglesia, lo más probable es que en nuestros hogares haya conflictos, peleas, gritos, sospechas, celos, infidelidad, divorcio. En nuestro estudio bíblico último, vimos que el amor de Cristo a la iglesia, en primer lugar, fue un amor sacrificial. Cristo se dio a sí mismo a la iglesia. Los esposos debemos amar a nuestras esposas al punto de sacrificarnos por ellas. Esto significa que debemos morir a nuestros propios intereses para dar paso a los intereses de nuestras esposas. En segundo lugar, el amor de Cristo a la iglesia fue un amor santificador. Cristo buscó santificar y purificar a la iglesia con su preciosa sangre. Los esposos también debemos santificar y purificar a nuestras esposas, apartándolas del mundo y limpiándolas constantemente por medio del ministerio de la palabra de Dios en sus vidas. Manifestar este amor sacrificial y santificador no es algo que se produce naturalmente en los esposos. Por eso el apóstol Pablo ordena a los esposos amar a sus esposas. Para amar de esta manera es necesario que el amor de Dios se haya manifestado en los esposos. Esto se logra cuando los esposos reciben a Cristo como su Salvador personal. Solo así los esposos están en posibilidad de demostrar un amor sacrificial y santificador hacia sus esposas. Esto fue lo que aprendimos en nuestro estudio bíblico último. Hoy vamos a ver que además de sacrificial y santificador, el amor de Cristo a la iglesia fue, en tercer lugar, sustentador. ¿Qué queremos decir con esto? Pues que el esposo, por amor, está dispuesto a sustentar totalmente a su esposa. Mire lo que dice Efesios 5:28. “Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama” Todos nosotros cuidamos y sustentamos a nuestros cuerpos. La negligencia en el cuidado del cuerpo es señal de algún grave trastorno de la personalidad de un individuo. Si el cuerpo necesita comer, lo alimentamos. Si el cuerpo necesita abrigo, lo abrigamos. Si el cuerpo necesita descanso, descansamos. Somos muy diligentes en proveer a nuestros cuerpos de lo que necesitan, aun yendo, a veces, al extremo de dar a nuestros cuerpos más de lo que realmente necesitan. Sino, ¿por qué hay personas obesas?. Dieron más alimento que el necesario al cuerpo. Pues bien, el amor que un esposo manifiesta a su esposa debe ser un amor sustentador o un amor que se manifiesta en proveer todo lo que la esposa necesita. Las esposas tienen necesidades espirituales. Nosotros los esposos somos los llamados a satisfacer esas necesidades. ¿Cuándo fue la última vez que compartió alguna verdad espiritual con su esposa, amigo oyente? Además de necesidades espirituales, las esposas tienen necesidades emocionales. Algo que las esposas buscan con afán en sus esposos es seguridad. Pero a veces los esposos no nos damos cuenta de ello. Pensamos que nuestras esposas son como nosotros, rudos, fuertes, que podemos sobrevivir sin mucho problema sin que alguien nos diga que nos ama. Pero no es así. Las esposas necesitan sentirse amadas. Las esposas necesitan constante reafirmación de que son amadas por sus esposos. Por eso los esposos, al menos una vez al día deberíamos decir a nuestras esposas que las amamos entrañablemente. No seamos como un amigo mío a quien su esposa le reclamó diciendo: Mi amor, ¿Por qué no me dices que me amas? A lo cual mi amigo, frunciendo el ceño respondió: Porque ya te dije en la ceremonia de bodas y si cambio de opinión te lo haré saber de inmediato. ¡Qué vergüenza! Observe lo que dice Colosenses 3:19: “Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas” La palabra que se ha traducido como “ásperos” literalmente significa “amargos” Los esposos no debemos ser amargos con nuestras esposas. Si Usted que es casado no dice al menos una vez por día a su esposa que la ama, Usted es amargo con su esposa. Los esposos debemos ser tiernos, amables, amorosos con nuestras esposas. Ya es hora mis queridos esposos que nos quitemos esa expresión de limón exprimido que a veces nos ponemos y pongamos expresión de ternura, amabilidad, cariño hacia nuestras esposas. No importa que la vida se haya puesto cuesta arriba. Un ceño fruncido lo único que va a lograr es hacer más lúgubre el panorama y hasta afectará nuestra salud. En cambio, un rostro afable a pesar de las dificultades inyecta de por sí cierto grado de optimismo. Por experiencia propia sé que no es fácil. Para nosotros esposos, la tendencia natural es andar con el ceño fruncido. Pero recordemos que somos nuevas criaturas en Cristo y que por tanto tenemos todo el poder y la capacidad para ser tiernos con nuestras esposas. ¿Aún si la esposa no responde con ternura? Preguntará alguien. Sí, amigo oyente. Aún si nuestras esposas son amargas con nosotros, nosotros debemos ser tiernos con ellas. No olvide que el amor de un esposo a su esposa no depende de cómo la esposa trata al esposo. Cuando hablaba sobre esto de ser tierno con su esposa, a un amigo mío, quien tenía serios problemas matrimoniales, me dijo: Es que mi naturaleza es ser seco. No me nace naturalmente expresar mis emociones. Me siento ridículo con solo pensar que voy a ir con un ramo de flores a mi esposa para decirle que le amo. No puedo hacer algo así. Yo le respondí: No es que no puedes. Lo que pasa es que tu orgullo es tan grande que te lo impide. En realidad deberías decir: No quiero hacerlo, mas no, no puedo hacerlo. No nos escudemos amigo oyente, en el así soy y así voy a morir. Esto no es otra cosas sino una hábil excusa para esconder nuestro orgullo. El mundo por supuesto, va en contra de la idea de ser tierno con la esposa. Especialmente entre nosotros los Latinoamericanos, alguien, no sé quien, o a lo mejor es algo que lo llevamos en los genes, pero nos han metido en la cabeza que el esposo debe ser el macho, el que tiene un amor en cada puerto, el que grita más alto en la familia, el que tiene el derecho para maltratar a todos en la casa. Esto es una farsa. Para el mundo será aceptable pero para Dios es rebelión total contra su voluntad para el matrimonio y la familia. La palabra de Dios dice por tanto a los maridos: No seáis ásperos con vuestras esposas. Tratadlas como a vaso más frágil. Además de necesidades espirituales y emocionales, las esposas tienen necesidades físicas. El proveedor para satisfacer las necesidades físicas de la esposa es el esposo. Él es el directamente responsable de proveer para la comida, la vivienda, el vestido, y cualquier otra necesidad material de la esposa y la familia en general. No son pocos los casos que conozco, en los cuales el marido se queda en casa mirando la televisión y tomando cerveza, mientras la esposa se rompe trabajando en una fábrica o una oficina o un almacén. Cómo se ha distorsionado el plan de Dios. Desde el mismo origen del hombre y la mujer, la idea del Creador fue que sea el esposo quien se encargue de proveer para satisfacer todas las necesidades físicas de la esposa. Fue al esposo a quien Dios dijo: Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra. El amor del esposo hacia la esposa es un amor sustentador. Efesios 5:29-30 continúa diciendo: “Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida como también Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos” Esposos, el negarse a satisfacer las necesidades espirituales, emocionales y físicas de nuestras esposas es equivalente a cometer un suicidio. Es atentar contra nosotros mismos. Es como si Cristo, de pronto, decidiera no darnos su consuelo, su amor, su gracia, su perdón, su paz, su gozo, etc. Algo imposible que suceda, así como imposible debería ser que un esposo se niegue a satisfacer todas las necesidades de su esposa. Hemos visto una característica más del amor de un esposo hacia su esposa. Vemos que la demanda de Dios es muy elevada. Cuán lejos estamos de cumplir con lo que Dios demanda de nosotros. Pero lejos de desanimarnos, debemos redoblar esfuerzos para amoldarnos a las exigencias de Dios. No será fácil pero tampoco imposible, siempre y cuando dependamos del poder del Espíritu Santo para hacerlo. No olvide amable oyente, que este poder está disponible para todos aquellos que hemos recibido a Cristo como Salvador. Si Usted no lo ha hecho todavía, hágalo hoy mismo. De esta manera el amor de Dios se derramará sobre Usted y Usted comenzará a manifestar esa faceta sustentadora del amor hacia su esposa. En nuestro próximo estudio bíblico examinaremos una característica más del amor de un esposo hacia su esposa. Espero que Usted nos acompañe.
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