Saludos cordiales mi amiga, mi amigo. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Este estudio bíblico es parte de la serie titulada: Gigantes al Acecho. Todos nosotros tenemos que enfrentar gigantes en nuestra propia vida. Cuando hablo de gigantes me estoy refiriendo a acciones o actitudes en nosotros mismos que amenazan con hacernos daño si no nos sometemos a ellas. En nuestros últimos estudios bíblicos dentro de esta misma serie hemos hablado ya de algunos de estos gigantes, el gigante del desánimo, el gigante de la crítica y el gigante del temor. En el estudio bíblico de hoy hablaremos sobre otro gigante. Este gigante se llama el chisme.
Muchos gigantes acechan nuestra vida y no nos permiten disfrutar a plenitud de lo que Dios nos ha prometido en su Palabra. Ya hemos hablado acerca de los gigantes del desaliento, la crítica y el temor. Otro de los gigantes más comunes con los cuales debemos tratar se llama chisme. Todos nosotros somos acosados insistentemente por este poderoso gigante. Es tan fácil caer en los chismes. Cuántas veces no nos habremos arrepentido de haber soltado algo que no debió haber salido de nuestra boca. Con razón que Carlos Spurgeon solía decir: No me gusta en absoluto que la gente me cuente sus secretos, simplemente porque me es muy difícil guardarlos. Creo que cada uno de nosotros podríamos pronunciar un sonoro Amén a este dicho de Spurgeon. No me gustan los chismes, pero como me entretienen, decía un amigo mío. Otro amigo mío decía: Las únicas veces que no me atrae un chisme es cuando ese chisme es sobre mí. El gigante del chisme se parece mucho al gigante de la crítica, porque ambos se basan en conjeturas carentes de veracidad. Con el gigante del chisme sucede algo interesante, es esto: Puede ser que sepamos cuál es la realidad de los hechos, pero cuando lo contamos a otros lo hacemos de tal forma que exageramos esos hechos para hacer daño a la persona de quien estamos chismeando. En realidad, amable oyente, si permitimos que este gigante nos tome por el cuello, no tardaremos en convertirnos en incurables chismosos. Ahora bien, ¿Por qué es tan nocivo esto del chisme? Bueno, porque Dios nos ha ordenado no chismear. Levítico 19:16 dice: No andarás chismeando entre tu pueblo. No atentarás contra la vida de tu prójimo. Yo Jehová.
Interesante que el andar chismeando es un atentado contra la vida del prójimo. Por andar en chismes, ponemos en peligro la vida misma de otra persona. ¿Se puede imaginar? A veces, la lengua causa más daño que un puñal. Por esto el sabio Salomón habló bastante sobre el mal uso de la lengua, dentro de ello, el chisme. Note lo que dice Proverbios 11:13 El que anda en chismes descubre el secreto;
Mas el de espíritu fiel lo guarda todo.
Note que aquí se contrasta al chismoso con el de espíritu fiel. Andar chismeando es un atentado a la fidelidad que nos debemos el uno al otro. Actuando con necedad, el chismoso descubre algo que debía ser guardado en secreto, en cambio, el de espíritu fiel protege lo que está en secreto. Esto no tiene nada que ver con ocultar pecados, sino con personas que hablan de cosas que no saben y dicen cosas que no son verdad para lastimar a otros. Proverbios 20:19 dice: El que anda en chismes descubre el secreto;
No te entremetas, pues, con el suelto de lengua.
Esta es una descripción precisa de cómo actúa el chismoso. El chisme ha sido causa de peleas y distanciamiento de los mejores amigos. Sobre esto, Proverbios 16:28 dice: El hombre perverso levanta contienda,
Y el chismoso aparta a los mejores amigos.
Muchas veces encontramos que nuestro mejor amigo nos pone una cara larga. No logramos descubrir la razón. Una probable razón es que nuestro mejor amigo tal vez escuchó algún chisme sobre nosotros y ese chisme está separando a dos grandes amigos. Es muy fácil caer en el chisme. Ponga atención a lo que dice Proverbios 18:8 Las palabras del chismoso son como bocados suaves,
Y penetran hasta las entrañas.
¡Cómo nos divierten los chismes! Salomón los compara como bocados de delicioso manjar, pero ¡Qué consecuencias más desastrosas! Dice el texto que son peor que un puñal que penetra hasta las entrañas. Cuidado con los chismes amable oyente. No sea que estemos apuñalando a alguien sin saberlo. Es fácil descubrir como hiere un chisme. Todo lo que tenemos que hacer es recordad cómo nos dolió la última vez que oímos un chisme acerca de nosotros mismos. Cómo se incrustó ese aguijón donde más nos duele. Cómo nos lanzó a ese estado de desesperanza. Quizá nos preguntamos: ¿Cómo es posible que alguien sea capaz de hacer algo semejante? Así es exactamente como sienten otros cuando escuchan un chisme que nosotros hemos repetido. Bueno, con todo lo que hemos dicho, seguramente usted tendrá un cuadro bastante completo de lo bajo y ruin que es este gigante llamado chisme. Ahora viene la mejor parte. ¿Cómo podemos evitar que este maléfico gigante nos siga dominando? ¿Cómo lograr conquistarlo? Primero, debemos tratarlo como lo que es, es decir, como un pecado. Muchas personas no miran al chisme como algo bajo y sucio, sino que lo cubren con un manto de falsa piedad. Lo consideran como una pequeña debilidad o un hábito malo pero nada serio o toman la actitud de si todos lo hacen entonces por qué no yo. Con ideas como estas sobre el chisme, nunca lograremos conquistarlo. Lo que necesitamos es encararlo honestamente y considerarlo como un pecado. Segundo, ya que estamos de acuerdo en que el chisme es pecado es necesario confesarlo como tal delante de Dios. Deberíamos decir a Dios algo como esto: Señor, reconozco que he sido un chismoso. Reconozco que el chisme es un pecado y por tanto ha ofendido tu santidad. Cuando tratamos al chisme de esta manera, podremos descansar en promesas como la que encontramos en 1 Juan 1:9 donde dice: Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.
Tercero, debemos inmediatamente abandonar el chisme. Proverbios 28:13 dice: El que encubre sus pecados no prosperará;
Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.
Si queremos en verdad conquistar al gigante llamado chisme, no es suficiente con reconocer al chisme como pecado y confesarlo como tal delante de Dios. Además se necesita de un acto voluntario por el cual decidimos dejar a un lado totalmente el chisme. Federico el Grande, rey de Rusia, ha dejado una lección sobre esto. En alguna ocasión recibió en su despacho a una distinguida dama de su imperio. Vengo a contarle que mi esposo me trata muy mal, dijo la dama. El rey sin inmutarse replicó. Ese no es asunto mío, madam. La dama entonces añadió: Pero… también habla muy mal de usted. Nuevamente el rey sin inmutarse respondió: Si es así, no es asunto suyo madam. Qué bueno sería que nosotros mostráramos la misma decisión para no andar en chismes. Cuando rendimos nuestra voluntad a Cristo, Él puede cumplir su voluntad en nosotros. Filipenses 2:13 dice: porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.
Cuando entregamos a Dios nuestra voluntad, él cambiará nuestra conducta. Debemos decir al Señor: Por la gracia de Dios no voy a ser más la clase de gente que hiere a las personas recibiendo o propagando chismes. Cuarto, cuando alguien venga a usted con un chisme, córtelo con cortesía, recuerde que el mal no radica solamente en ir a otros con el chisme, sino también el recibir chismes de otros. Una buena manera de hacerlo es diciendo a la persona que trae el chisme algo como esto: Antes que continúes, quiero que sepas que yo voy a verificar lo que me digas con la persona aludida. ¿Tendrías algún problema si le digo que has sido tú quien me lo ha contado? El chismoso normalmente no querrá que se revele su nombre y así usted logrará no recibir más chismes de él. Quinto, antes de hablar algo sobre otro, para evitar caer en el chisme, hágase esta pregunta: ¿Podría decir esto aún si la persona de quien se trata estuviera presente? Si la respuesta es sí, entonces, adelante, lo que diga no será un chisme, pero si la respuesta es no, y aun así, usted lo dice, habrá caído en el chisme. Sexto, ore constantemente al Señor, pidiendo poder para no caer en el chisme. David oraba de esa manera según Salmo 141:3 Pon guarda a mi boca, oh Jehová;
Guarda la puerta de mis labios.
Es preferible morderse los labios antes que soltar un chisme. Si somos diligentes en poner en práctica estos principios habremos conquistado al gigante del chisme.
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