Es un gozo saludarle amable oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy en el libro de Santiago. Quiero agradecer a los amigos oyentes que nos apoyan con sus oraciones y sus ofrendas. Que Dios en su gracia les recompense con abundancia. Según cuenta la historia, una de las actividades de Napoleón Bonaparte antes de partir a lo que se conoce como la campaña rusa, fue reunirse con una dama de la nobleza francesa, a quien quería impresionar contándole con jactancia algunos detalles de la próxima campaña militar. Esta dama quiso frenar en algo el ímpetu arrogante de Napoleón Bonaparte y le dijo: Señor, el hombre propone pero Dios dispone. A lo cual Napoleón Bonaparte respondió con jactancia: Madam, en mi caso, yo propongo y también yo dispongo. Unos pocos meses más tarde, Dios vindicó su soberanía dando a Napoleón una humillante retirada, la pérdida de la corona, la pérdida de su ejército y la pérdida de su libertad. Cuan peligroso es jactarse amable oyente. Es probable que usted no haya cometido actos de jactancia como el de Napoleón Bonaparte, pero no se apresure a la conclusión que la jactancia no tiene parte en su vida, porque Santiago nos va a hablar de una jactancia muy sutil con la cual todos, cual más cual menos, tenemos problema.
Si tiene una Biblia, ábrala en el libro de Santiago, capítulo 4 versículos 13 a 17. En este pasaje bíblico tenemos la descripción del jactancioso, el descuido del jactancioso y el desafío al jactancioso. Comenzamos considerando la descripción del jactancioso. Santiago 4:13 dice: ¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos;
El jactancioso no es solamente aquel que como Napoleón Bonaparte deliberada y arrogantemente pone a Dios fuera de sus planes. El jactancioso es además aquel que involuntariamente o inconscientemente pone a Dios fuera de sus planes. El que quizá por costumbre vive su vida sin siquiera detenerse a pensar en Dios. El que es dueño de sus actos, el que trata a Dios con indiferencia. Santiago describe al jactancioso con cuatro características. Primero, piensa que tienen derecho de estar donde quiera. Hoy y mañana iremos a tal ciudad. Segundo, piensa que tiene derecho de vivir lo que quiera. Estaremos allá un año. Tercero, piensa que tiene derecho de hacer lo que quiera. Y traficaremos y cuarto, piensa que tienen derecho de ganar lo que quiera. Cuan parecido a nuestra propia experiencia en algún momento de nuestra vida, ¿verdad? ¿Acaso nosotros también no pensamos que tenemos derecho de estar donde queramos? ¿Acaso nosotros también no pensamos que tenemos derecho de vivir donde queramos? ¿Acaso nosotros también no pensamos que tenemos derecho de hacer lo que queramos? ¿Acaso nosotros también no pensamos que tenemos derecho para ganar lo que queramos? No nos auto engañemos amable oyente, nosotros también hemos manifestado jactancia al pretender manejar nuestra vida a nuestro propio gusto. Algunos quizá dirán: Pero ¿acaso el hombre no tiene derecho a la libre determinación? Bueno, considere lo que dice 1 Corintios 6:19 ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?
Los creyentes no nos pertenecemos a nosotros mismos, pertenecemos a aquel quien pagó el precio para comprarnos, al Señor Jesucristo. Nuestra vida por tanto no es nuestra. No podemos hacer lo que queramos con ella. Somos del Señor, no nos jactemos al manejar nuestra vida a nuestro antojo. 2 Corintios 5:15 dice: y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.
De modo que, amable oyente, conducir nuestra vida como queramos, independientemente del Señor es jactancia y el que lo hace es jactancioso. Una vez que hemos considerado la descripción del jactancioso, consideremos el descuido del jactancioso. El jactancioso, amable oyente, no toma en cuenta algo muy importante. Santiago 4:14 dice: cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece.
El jactancioso descuida la fragilidad de la vida. Ni usted ni yo sabemos si el día de mañana vamos a estar en este mundo. Es más, ni siquiera sabemos si la hora siguiente o el minuto siguiente o el segundo siguiente vamos a estar todavía en este mundo, ¿cómo nos atrevemos a asegurar que mañana vamos a estar en tal o cual lugar? Para ilustrar la fragilidad de la vida, Santiago la compara con la neblina. ¿Cuál es la característica de la neblina? Aparece por un poco de tiempo y luego así como aparece se desvanece. Así es nuestra vida amable oyente. Somos tan pasajeros. Por eso Proverbios 27:1 dice: No te jactes del día de mañana;
Porque no sabes qué dará de sí el día.
Job, el campeón de la paciencia tenía un claro concepto de esto. Job 7:7 dice: Acuérdate que mi vida es un soplo,
Y que mis ojos no volverán a ver el bien.
David también tenía un concepto equilibrado de la fragilidad de la vida. En Salmo 39:5 dice lo siguiente: He aquí, diste a mis días término corto,
Y mi edad es como nada delante de ti;
Ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive. Selah
No hay duda, nadie puede garantizar estar con vida el día de mañana. Absurdo es entonces decir mañana voy a tal o cual lugar o volveré de tal o cual lugar en un año, o mañana voy a hacer tal o cual cosa. Una vez que hemos considerado la descripción del jactancioso y el descuido del jactancioso, consideremos el desafío del jactancioso. Santiago va a desafiar al jactancioso con las palabras de los versículos 15 a 17. El versículo 15 de Santiago 4 dice: En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello.
En lugar de jactarse del día de mañana, disponiendo del mañana a nuestro antojo, deberíamos decir primeramente: Si el Señor quiere viviremos. Esto comunica una dependencia hacia Dios para la duración de nuestra vida en este mundo. Dios es el dueño de nuestra vida, él sabe cuando vamos a salir de este mundo. Si el Señor quiere estaremos mañana en este mundo, si él no quiere nuestros ojos no verán el día de mañana. No demos por sentado que mañana viviremos. No nos jactemos del día de mañana. Además de esto, deberíamos decir: Si el Señor quiere haremos esto o aquello. Esto comunica una dependencia hacia Dios para las actividades que vamos a hacer. No nos jactemos haciendo lo que nos venga en gana. Tomemos en cuenta la voluntad de Dios para lo que vayamos a hacer. Recuerde que pertenecemos al Señor, recuerde que nuestra vida es de él y por tanto lo que hagamos debe ser lo que él quiera. Dios no está en contra de planificar el futuro. Lo que está mal y es jactancia es planificar el futuro independientemente de la voluntad de Dios. Es necesario indicar que la frase: Si Dios quiere significa una convicción fuerte de que estamos dispuestos a aceptar todas las circunstancias fuera de nuestro control como la manifestación soberana de la voluntad de Dios. Si Dios quiere no indica duda de estar en la voluntad de Dios, sino confianza en que si él hace algo inesperado es que él está guiando en otra dirección. Continuando con el desafío, Santiago amonesta al jactancioso con las palabras del versículo 16 de Santiago 4. La Biblia dice: Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala;
Los creyentes jactanciosos, se sentían orgullosos de manejar su vida a su antojo. Santiago les exhorta a dejar a un lado esta jactancia, porque es mala. Para terminar su desafío, Santiago deja unas palabras majestuosas. Santiago 4:17 dice: y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.
Los creyentes a quienes se dirige Santiago llegaron a saber que manejar su vida a su antojo es malo. Por contraste, llegaron también a saber que lo bueno es manejar su vida en la voluntad de Dios, en dependencia de Dios. Este conocimiento les comprometía a vivir lo que sabían. Si se negaban a vivir conforme a lo que acababan de llegar a saber era pecado. Así es en las cosas de Dios amable oyente. Cuando llegamos a saber intelectualmente lo que es bueno, y no lo hacemos estamos pecando. Uno puede pecar por hacer lo que no es bueno, pero también puede pecar por no hacer lo que es bueno. La jactancia es muy peligrosa. Tomemos muy en serio el desafío de Santiago al jactancioso. Siempre dependamos del Señor para todos nuestros actos. Somos de su propiedad y debemos hacer siempre su voluntad.
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