Saludos cordiales amable oyente. Sea bienvenida, o bienvenido al estudio bíblico de hoy. Muchas gracias por su gentil sintonía. Gracias por sus oraciones y sus ofrendas, sin lo cual sería imposible llevar a cabo esta obra del Señor. Todos nosotros tenemos gigantes que enfrentar en nuestro diario vivir. ¿Cuál es el gigante o a lo mejor los gigantes que ha tenido que enfrentar? Bueno, hemos señalado ya que esos gigantes pueden ser el desánimo, la crítica, el temor, el chisme, la culpa, la dureza de corazón, el complejo de inferioridad, los celos, la soledad, los malos entendidos, la enfermedad y el resentimiento. ¿Ha logrado conquistar a estos gigantes? Quiera el Señor que sí. En nuestros estudios bíblicos anteriores hemos planteado algunas sugerencias para evitar que estos gigantes nos dominen. En el estudio bíblico de hoy, vamos a tratar sobre otro poderoso gigante llamado mal genio. ¿Es usted una persona de mal genio? ¿Conoce a alguien que es de mal genio? Pues siga con nosotros porque tenemos algo importante para compartir con usted.
El mal genio o mal carácter se define como la propensión a explotar ante la más mínima provocación. ¿Conoce a personas que, como afirma el popular dicho, se enojan hasta porque ven volar a una mosca? Pues, esas personas son las que tienen mal genio. Son personas que si usted dice o hace algo, inmediatamente se sienten aludidos y ofendidos e inician un escándalo de grandes proporciones. Personas que se molestan por todo. Por el alto costo de la vida, por lo aburrido de su trabajo, por lo insoportable del clima, por lo abusivas que son las personas, por lo malo que es el gobierno, por el equipo de fútbol que pierde un partido y tantas cosas más. Personas así casi siempre andarán con su ceño fruncido y alguna palabra hiriente en la punta de la lengua. La palabra de Dios cataloga a una persona así como una persona rencillosa, lo cual a su vez significa inclinada a las rencillas o a las peleas. Note por ejemplo lo que dice Proverbios 26:21: El carbón para brasas, y la leña para el fuego;
Y el hombre rencilloso para encender contienda.
Muy interesante lo que dice este proverbio. Compara al hombre rencilloso con el carbón y la leña. Así como el carbón y la leña sirven para encender fuego, el hombre rencilloso enciende pleitos en dondequiera que se encuentra. Ahora note, aunque tanto el hombre como la mujer pueden ser rencillosos, la Biblia habla más de la mujer rencillosa que del hombre rencilloso. No sabemos por qué, el Señor lo sabe. Por ejemplo Proverbios 21:9 dice: Mejor es vivir en un rincón del terrado
Que con mujer rencillosa en casa espaciosa.
El terrado hace referencia a un rincón en el techo de una casa. Según lo que dice este proverbio, es preferible vivir en un rincón de un techo con una esposa no rencillosa que en un gran palacio pero con una esposa rencillosa. Sobre el mismo asunto mire lo que dice Proverbios 21:19 Mejor es morar en tierra desierta
Que con la mujer rencillosa e iracunda.
Está por demás cualquier comentario, para saber que realmente es terrible vivir junto a una persona de mal genio. Ahora escuche lo que dice Proverbios 27:15 Gotera continua en tiempo de lluvia
Y la mujer rencillosa, son semejantes;
Algo que me fascina del libro de Proverbios es la forma tan pintoresca de algunas de sus comparaciones. Si alguna vez ha vivido en una casa con goteras, sabrá cuán molestosas son. Allí está durmiendo plácidamente. Afuera está lloviendo. De pronto oye el inconfundible ruido de gotas de agua que se estrellan sobre algún lugar de su dormitorio. Tas, tas, tas…Con la esperanza que la gotera no esté sobre su cama se levanta, busca una cubeta y pone allí justo donde caen las molestosas gotas para evitar que el agua moje todo su dormitorio. Regresa a su cama esperando que va a volver a dormirse, pero el molestoso goteo no le deja dormir. Se las ingenia para atenuar el ruido. Trata diversas formas, pero sin éxito, el ruido de la gotera sigue allí. Cansado y derrotado vuelve a su cama. Ni bien comienza a conciliar el sueño, el ruido ensordecedor de su despertador le anuncia que es hora de levantarse. Sale de mal genio de su cama y en la ofuscación del momento en medio de la tenue penumbra del amanecer mete accidentalmente su pié desnudo en la cubeta donde recogió el agua de la gotera. El frío y el mal genio le provoca una reacción violenta. La cubeta sale volando por los aires. El desastre es total. Es terrible tener una gotera en la casa. Pues bien, igual de terrible es tener una esposa de mal genio según el proverbio que leímos. Ahora bien, el gigante del mal genio es muy hábil para tenernos dominados. Cuando alguien nos hace notar que tenemos mal genio, casi instintivamente buscamos una excusa para justificar nuestro mal genio. Algunos dirán mientras se levantan de hombros: Es que soy así, así he nacido y así he de morir. Otros dirán, es que he tenido una vida dura, con muchos problemas, por eso soy así y no puedo cambiar. No faltarán los que digan: Tengo derecho a estar mal genio, porque así todos me tendrán temor y me respetarán. Si pensamos que algunas de estas excusas son válidas para manifestar mal genio, significa que estamos dominados por el gigante del mal genio. ¿Qué hacer para conquistar a este gigante? En primer lugar, reconocer que Dios no nos ha puesto en este mundo para que andemos de mal genio. En Juan 10:10 el Señor Jesús dijo que Él ha venido al mundo para que los que le seguimos vivamos en abundancia. El mal genio o el mal carácter o el ser rencilloso, como quiera que se lo llame, dista mucho de la vida abundante que el Señor quiere que tengamos. En realidad un creyente mal genio es una afrenta para aquel que vino a darnos vida en abundancia. Si padece de mal genio, amable oyente, no eche mano de ninguna excusa para justificar su mal genio. En humildad reconozca que a causa de su mal genio no está viviendo como Dios quiere que viva y además está haciendo miserable la vida de los que están a su alrededor. En segundo lugar, debe reconocer que el mal genio no se cambia de la noche a la mañana. No es cuestión de revestirse de fuerza de voluntad y hacer la firme promesa de que a partir de determinado momento en adelante va a dejar de ser mal genio. Es posible que a fuerza de voluntad logre estar de buen genio mientras no suceda algo que lo saque de casillas, pero muy pronto reconocerá que la fuerza de voluntad no es tan fuerte como parece para hacernos cambiar el carácter. Por eso, en tercer lugar, dependa del poder del Espíritu Santo para dejar de ser mal genio. El poder del Espíritu Santo se manifiesta en los creyentes llenos del Espíritu Santo. El ser lleno del Espíritu Santo es resultado de conocer y obedecer la palabra de Dios. Por tanto, si quiera dejar de ser mal genio, debe comenzar a invertir más tiempo en la lectura, el estudio y la meditación de la palabra de Dios, acompañándolo en oración. En la medida que sepa lo que Dios dice en su Palabra y lo aplique a su diario vivir estará lleno del Espíritu Santo y en esas condiciones su vida manifestará lo que la Biblia llama el fruto del Espíritu. Veamos que comprende el fruto del Espíritu Santo. Gálatas 5:22-23 dice: Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
Gal 5:23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.
Imagínese una persona que manifiesta amor en lugar de indiferencia, gozo en lugar de tristeza, paz en lugar de ansiedad, paciencia en lugar de explotar ante la más mínima situación adversa, benignidad en lugar de una disposición a la maldad, bondad en lugar de aspereza, fe o confianza en lugar de incertidumbre o desconfianza, mansedumbre en lugar de agresividad, templanza en lugar de ir a cualquier extremo. Esta persona es en realidad todo lo contrario a una persona mal genio, ¿no le parece? Claro que sí. Pero ¿En dónde comenzó todo? Pues en ser lleno del Espíritu Santo. Dominar al gigante del mal genio no es asunto fácil amable oyente, demanda gran esfuerzo e parte del creyente y eso da resultado única y exclusivamente cuando el Espíritu Santo otorga el poder para hacerlo. De modo que, amable oyente, si ha permitido que el gigante del mal genio domine su vida, hoy mismo debe comenzar la batalla para destronarlo. No será fácil, pero tampoco imposible con la ayuda del Señor.
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