Cordiales saludos amable oyente. Es un gozo y un privilegio para mí darle la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el evangelio según Juan. En esta oportunidad vamos a considerar otro testigo que confirma que el Señor Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios. Este testigo no es una persona sino un milagro. El milagro de Caná.
Abramos nuestras Biblias en Juan capítulo 2 versículos 1 a 11. Lo primero que notamos en el relato de este milagro son las circunstancias en la cual ocurrió el milagro. Juan 2:1-2 dice: Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús.
Joh 2:2 Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos.
Cuando el apóstol Juan, testigo ocular del milagro, establece el momento de ocurrencia de este milagro en el tercer día, se está refiriendo al tercer día desde que el Señor Jesús llegó a la región de Galilea. Para entonces ya tenía cinco discípulos, los tres que se unieron a él en Judea, Andrés, Simón Pedro y Juan y los dos que se unieron a él en Galilea, Felipe y Natanael. Juan relata que se celebraba una boda en al aldea de Caná de Galilea. Natanael era originario de esta aldea, según lo que dice Juan 21:2. Todo parece indicar que esta aldea estaba a unos 10 kilómetros al norte de Nazaret, la ciudad donde creció el Señor Jesús. Las bodas en aquellos tiempos podían durar hasta una semana y los gastos corrían a cargo del esposo. Era costoso casarse para el esposo en aquellos tiempos. Pues a esta celebración fue invitada la madre de Jesús. Los lectores del evangelio según Juan, sabían muy bien de quien se trataba, por eso Juan no menciona su nombre. Era María, en quien fue concebido el cuerpo humano del Señor Jesús por el Espíritu Santo, cuando ella era todavía virgen. En segundo lugar encontramos la ocasión para milagro. Juan 2:3 dice: Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino.
María, la madre del Señor Jesús notó en algún momento que escaseaba el vino. Tal vez María era pariente o persona cercana a los contrayentes. El vino era una bebida infaltable en la sociedad judía, no necesariamente para embriagase, sino como una bebida refrescante, para lo cual se diluía el vino en agua en una proporción de hasta 10 a 1. Inclusive, debido al problema de la contaminación del agua, era más saludable beber esta mezcla de vino con agua que agua sola. Cuando María detectó el problema, inmediatamente buscó una solución por su cuenta, tal vez para no poner más carga sobre los contrayentes. María sabía que el Señor Jesús estaba en capacidad de resolver no sólo ese problema, sino de hacer cosas mucho más asombrosas, y por eso se dirigió a él y simplemente le dijo: No tienen vino. En tercer lugar notemos la antesala del milagro. Juan 2:4 dice: Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora.
Para los lectores de la actualidad parece una respuesta áspera y algunos hasta la catalogan como grosera. Pero de ninguna manera amable oyente. La respuesta no es áspera ni grosera. El Señor Jesús no podía tratar mal a su propia madre. La palabra mujer con la cual el Señor Jesús se dirige a su madre, se usaba en aquel tiempo como un título de respecto. Como si hoy dijéramos: Señora. La pregunta ¿Qué tienes conmigo? Denota que todo lo que el Señor Jesús tenía para hacer en este mundo, hasta el mínimo detalle, debía ser lo que su Padre celestial le ordene, no lo que su madre María le ordene. Parece también que María estaba un tanto inquieta en cuanto a cuando llegará el momento cuando el Señor Jesús se manifieste como ese Cristo glorioso, victorioso, que aplaste a los enemigos de Israel, y se siente en el trono como rey para establecer su reino glorioso. Eso explica la respuesta del Señor Jesús en el sentido que aún no ha venido su hora. Antes de la gloria, el Señor Jesús primero tenía que pasar por el profundo valle de la humillación, al punto de ser colgado en una cruz. Veamos cuál fue la respuesta de María. Juan 2:5 dice: Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que os dijere.
Note que en María no existe ningún rasgo de incomodidad o de descontento por lo que le dijo el Señor Jesús. Todo lo contrario, María captó perfectamente lo que le dijo el Señor Jesús, y su respuesta lo confirma. Dirigiéndose a los que servían, les ordenó: Haced todo lo que os dijere. Esta es la actitud que todos deberíamos tener en cuanto a la persona del Señor Jesús. María es un gran ejemplo. La vida tiene sentido en la medida que hagamos todo lo que el Señor Jesús nos diga. En el mundo existen muchas voces que nos invitan a hacer lo que ellos quieren. Algunas de esas voces son de personas importantes. Pero así como los que servían tenían que hacer todo lo que el Señor Jesús les diga, nosotros también debemos hacer todo lo que el Señor Jesús nos diga. Interesante que María se pone por debajo del Señor Jesús y da preeminencia al Señor Jesús. María es importante, pero infinitamente más importante es el Señor Jesús. María mismo lo reconoce. Cuidado amable oyente con poner a María en el mismo plano que el Señor Jesús, o peor todavía en un plano superior al Señor Jesús. Comparar a María con el Señor Jesús sería como comparar la luz de una vela con la luz del sol. En cuarto lugar tenemos la realización del milagro. Juan 2:6-10 dice: estaban allí seis tinajas de piedra para agua, conforme al rito de la purificación de los judíos, en cada una de las cuales cabían dos o tres cántaros.
Joh 2:7 Jesús les dijo: Llenad estas tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba.
Joh 2:8 Entonces les dijo: Sacad ahora, y llevadlo al maestresala. Y se lo llevaron.
Joh 2:9 Cuando el maestresala probó el agua hecha vino, sin saber él de dónde era, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo,
Joh 2:10 y le dijo: Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora.
En el lugar donde se celebraba la boda había seis tinajas de piedra para agua, que se utilizaban para que los judíos puedan cumplir con uno de sus ritos que se llamaba purificación. Para esto se usaba agua aplicada en baños o rociamientos. En cada tinaja cabían dos a tres cántaros. Un cántaro tenía la capacidad de 10 galones. Es decir que en cada tinaja cabían 20 o 30 galones. Estamos hablando de 120 a 180 galones en total en las seis tinajas. Esto es bastante amable oyente. Comienza a realizarse el milagro. El Señor Jesús ordena a los siervos que llenen las seis tinajas de agua. Obedeciendo a la orden del Señor Jesús, los siervos llenaron las tinajas hasta arriba. Estaban repletas. Una vez hecho esto, en un instante, toda el agua de las tinajas se convirtió en vino. El Señor Jesús entonces ordenó: Sacad ahora y llevadlo al maestresala. El maestresala era una persona de confianza de los contrayentes, quien se ocupaba de los detalles de la boda. Los siervos obedecieron nuevamente al Señor Jesús y llevaron al maestresala lo que habían sacado de las tinajas. El maestresala probó lo que le habían traído los siervos, el agua convertida en vino, y sin saber de donde lo habían sacado, aunque obviamente los siervos sabían de dónde lo habían sacado, llamó al esposo, quien pagaba los gastos de la boda, y presentó su formal reclamo. Le dijo: ¿Cómo puede ser esto? Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora. Esta declaración cumple con dos propósitos importantes para el milagro. Por un lado, era genuino vino, por otro lado era vino de la mejor calidad. Sólo alguien como el Señor Jesús pudo haberlo hecho. En este milagro, el Señor Jesús manifiesta su poder creativo. Sólo Dios puede crear. La composición química del agua no tiene nada que ver con la composición química del vino. Sólo alguien que tenga poder para crear puede convertir agua en vino. El milagro comprueba que el Señor Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, Dios mismo. Este milagro es otro testigo para confirmarlo. Algo que no se puede pasar por alto es que en la Biblia el vino simboliza gozo. Por decirlo así, cuando se acabó el vino en la fiesta de bodas en Caná de Galilea, se acabó el gozo. El Señor Jesús hizo el milagro de convertir el agua en vino y de esa manera volvió el gozo a las bodas en Caná. La vida de una persona incrédulo es una vida incolora, inodora e insabora, como el agua. Necesitan el gozo, pero no ese gozo pasajero que puede otorgar la borrachera, o el dinero o el placer o la fama, sino el verdadero gozo, el gozo interminable que resulta de tener al Señor Jesús como Salvador. Si nunca ha recibido al Señor Jesús como su Salvador, hágalo hoy mismo. Su vida será transformada así como transformada fue el agua en vino. Juan termina su relato mostrando el epílogo del milagro. Juan 2:11 dice: Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él.
Juan dice que este milagro, convertir agua en vino, fue el principio de señales o milagros que hizo el Señor Jesús, para manifestar su gloria, o para demostrar que es el Cristo, el Hijo de Dios, Dios mismo. Los cinco discípulos que le acompañaban, Andrés, Simón Pedro, Juan, Felipe y Natanael, creyeron en él. Esto no significa que hasta antes del milagro no creían en él, sino que viendo el milagro, su creencia se hizo más fuerte. Este comentario final que hace Juan echa por tierra las fábulas, inventadas por hombres acerca que el Señor Jesús hizo otros milagros antes del que hemos estudiado. No hay tal amado oyente. No preste atención a esas fábulas. Convertir agua en vino en las bodas de Caná fue el primer milagro que hizo el Señor Jesús.
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