Saludos cordiales amable oyente. Es un gozo compartir este tiempo con usted. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el tema de la mayordomía cristiana y dentro de ello, hemos llegado a la mayordomía de la familia. En su soberana voluntad, Dios ha puesto al padre de familia como el mayordomo de la familia. La familia pertenece a Dios y como mayordomo, el padre de familia se encarga de administrarla de la mejor manera posible. Como mayordomo, el padre de familia deber ser un profeta en la familia, es decir quien comunica la voz de Dios a la familia. También debe ser un sacerdote, es decir quien presenta delante de Dios a la familia. También debe ser un líder, es decir quien con amor define la dirección que debe seguir la familia. Además debe ser un entrenador, es decir quien fundamentado en la palabra de Dios, enseña a los hijos a enfrentar la vida en el temor de Dios. En esta ocasión trataremos sobre otra función importante del padre como mayordomo de la familia.
Hasta donde hemos avanzado sobre el tema de la mayordomía de la familia, hemos visto que el padre, como mayordomo de la familia deber ser un profeta, sacerdote, líder y entrenador. En esta ocasión consideraremos una función más. El padre de familia también debe ser un modelo en la familia. Cuando hablo de modelo, no me estoy refiriendo a uno que modela ropa de algún diseñador famoso, sino uno que por su ejemplo de vida motiva a los miembros de la familia a imitarlo. Hoy en día, se ve una escasez de modelos dignos de ser imitados. En alguna ocasión se hizo una encuesta en una escuela secundaria para saber que modelo imitaban los estudiantes. Nadie, absolutamente nadie, respondió diciendo que le gustaría ser como su padre. Todos querían ser como algún cantante popular, o como algún actor o actriz, o como algún político importante, o como algún banquero exitoso. ¿Cuál será la razón para esto? Muy probablemente por el pobre modelo que estamos siendo los padres. Por eso, amable oyente, es imperativo que los padres seamos un buen modelo para los miembros de nuestra familia, de modo que los hijos puedan decir sin recelo: Cuando sea grande me gustaría ser como mi padre. ¿Cómo llegar a ser un buen modelo en la familia? Permítame sugerir algunas pautas para conseguirlo. En primer lugar, tratando de imitar a Cristo. Esa fue la meta suprema del apóstol Pablo. En 1 Corintios 11:1 dijo lo siguiente: Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo. Si nuestras vidas están orientadas a vivir como Jesús vivió, seremos sin duda buenos ejemplos a seguir por los miembros de nuestra familia y al igual que Pablo, el apóstol, no nos ruborizaremos al decir a los demás: Sed imitadores de mí. En Filipenses 3:17, Pablo también dijo: Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros.
En segundo lugar, dejando que la palabra de Dios more en nuestras vidas. Colosenses 3:16 dice: La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales.
La palabra de Dios, amable oyente, no es solamente para que adorne la biblioteca de la casa o para sacarla a pasear cada domingo cuando vamos al templo. Dios nos ha dado su palabra para que more en abundancia en nosotros, esto significa que la palabra de Dios debe radicarse para siempre en nuestra mente. Morar significa eso, radicarse para siempre, en contraste con una visita temporal. Para que la palabra de Dos more en abundancia en nosotros, necesitamos dar algunos pasos importantes. Son cinco como los dedos de la mano. Número uno, oír al palabra de Dios cuando alguien la lee en público o en algún programa radial como este. Número dos, leer la palabra de Dios. Número tres, estudiar la palabra de Dios, buscando entender su contenido. Número cuatro, meditar en la palabra de Dios, para que vaya moldeando nuestro carácter y número cinco, memorizando la palabra de Dios para que esté a flor de labios cuando la necesitemos. En la medida que nos sometamos a estos pasos, veremos que la palabra de Dios estará morando en abundancia en nosotros. En tercer lugar, procurando poner en práctica lo que conocemos de la palabra de Dios. La triste realidad de muchos creyentes hoy en día es que la palabra de Dios está almacenada en la mente pero no produce ningún resultado en la vida práctica. Hace algún tiempo atrás estaba dialogando con un pastor de una iglesia muy grande de la ciudad de Quito, Ecuador, y por alguna razón salió en la conversación alguien que era muy conocido de los dos y que se congregaba en esa iglesia. Cuando le pregunté acerca de este hermano, el pastor hizo una pausa y luego dijo: Si esta persona viviera solamente un 5% de lo que sabe de la Biblia, sería el mejor creyente de mi congregación. Yo me preguntaba, ¿cuántos de nosotros seríamos catalogados de la misma manera? Conocemos mucho de la Biblia, podemos citar de memoria no sólo textos aislados sino capítulos enteros y aún libros completos de la Biblia, pero nuestras vidas están vacías de poner en práctica lo que conocemos. Pero mire lo que dice Dios en su palabra. Leo en Santiago 1:22 Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.
Ante Dios, amable oyente, lo que cuenta no es necesariamente cuánto sabemos de la Biblia sino cuánto de lo que sabemos estamos viviendo en la práctica. Hay ocasiones cuando nos escudamos detrás del «no puedo» para justificar nuestro incumplimiento con algo que sabemos que debemos hacer. Pero esa excusa es puesta en evidencia cuando la misma Biblia nos dice que antes de que Dios nos pida hacer cualquier cosa, Él primeramente nos capacita para poder hacerlo. Dios jamás nos va a pedir hacer algo que no estamos en capacidad de cumplir. Un gran predicador solía decir: Si Dios me pidiera que vuele, antes me hubiera dado alas para poder hacerlo. Esto es verdad amable oyente. Dios nos ha dado el poder del Espíritu Santo para cumplir con todo lo que Él nos ha pedido hacer. Filipenses 2:13 dice: porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.
En cuarto lugar, orando con fervor. La oración es poderosa, amable oyente. No sólo porque hace que las cosas sucedan sino porque cuando estamos en la presencia del Señor nos vamos transformando de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor. Cuando Moisés hablaba con el Señor, dice el libro de Éxodo, que salía de la presencia de Dios con su rostro reluciente, un hermoso cuadro de la transformación que todos podemos experimentar cuando nos encontramos a solas con Dios. Los padres de familia debemos ser hombres de oración, amable oyente, sólo así seremos buenos modelos en la familia. En quinto lugar, debemos confrontar con decisión las faltas en los miembros de la familia. Los hijos no vienen a este mundo con un deseo de ser piadosos. Todo lo contrario, vienen a este mundo con la semilla de pecado por lo cual desde muy tiernos se manifiesta en ellos mucho de lo que la carne es capaz de producir. Los padres somos los que debemos confrontar la conducta equivocada y con ayuda de la palabra de Dios y del poder de Dios. En el Antiguo Testamento encontramos un caso triste de un sumo sacerdote a quien le faltó decisión para confrontar a sus hijos impíos, Se trata de Elí. El libro de 1 Samuel dice que los hijos de Elí eran hombres impíos, y no tenían conocimiento de Jehová. Entre sus fechorías estaba el profanar las ofrendas que el pueblo traía a Jehová y la inmoralidad grosera con las mujeres que velaban a la puerta del tabernáculo de reunión. Elí sabía de todo esto, pero dice el texto sagrado que en lugar de confrontar y corregir, Elí, en un tono paternal, les decía: ¿Por qué hacéis cosas semejantes? No hijos míos, porque no es buena fama la que yo oigo. Esto es todo lo que hacía ante la gravedad de las faltas de sus hijos. Todo se redujo a una tibia exhortación que no producía cambio alguno en la conducta de sus hijos. Dios se encargó de castigar a Elí y a sus malvados hijos. El castigo para Elí fue porque sus hijos habían blasfemado a Dios, y él no los había estorbado. Cosa seria es dejar que los hijos hagan lo que quieran, amable oyente. Si queremos ser un buen modelo en la familia debemos procurar confrontar y corregir la mala conducta de los miembros de la familia. Como vemos amable oyente no es cosa fácil ser un buen modelo en la familia, pero tampoco es imposible. Dios nos ha dado la capacidad para lograrlo. Si conoce a Dios de manera personal porque ha recibido a Cristo como Salvador, está en capacidad de ser un buen modelo en la familia, pero si todavía no conoce a Dios en forma personal, porque nunca ha recibido a Cristo como Salvador, jamás logrará ser un buen modelo en la familia, al menos en los términos que Dios lo espera. Si ese es su caso no tarde más en recibir a Cristo como Salvador para dar el primer paso hacia ser un buen modelo en la familia.
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