Reciba cordiales saludos amable oyente. Le habla David Logacho, dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el Evangelio según Lucas. En esta oportunidad, el Señor Jesús nos enseñará acerca del peligro de ser tropiezo para otros, del perdón, de la vida de fe, y del servicio.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Lucas 17:1-10. Como antecedente, lo que recoge Lucas en este pasaje bíblico, aconteció durante el tiempo que el Señor Jesús estaba en camino a la ciudad de Jerusalén en donde iba a ser crucificado. Durante su viaje, el Señor Jesús iba acompañado de sus discípulos y de una multitud de gente de diverso trasfondo. Había fariseos, escribas, publicanos y pecadores. El Señor Jesús aprovechó cada oportunidad para enseñar a sus discípulos y a la multitud. Su primer tópico de enseñanza en esta oportunidad es el peligro de ser tropiezo para otros. Lucas 17:1-2 dice: Dijo Jesús a sus discípulos: Imposible es que no vengan tropiezos; mas ¡ay de aquel por quien vienen!
Luk 17:2 Mejor le fuera que se le atase al cuello una piedra de molino y se le arrojase al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos.
Hablando a sus discípulos, el Señor Jesús comienza su disertación estableciendo un hecho. Es imposible que no vengan tropiezos. Cuando el Señor Jesús habla de tropiezos se está refiriendo a la conducta de un discípulo maduro en la fe, que lastima a otro discípulo más tierno que él en la fe. Esto suele ocurrir cuando un creyente maduro en la fe hace algo que para él es legítimo, pero para un creyente tierno en la fe no es legítimo. Hablando de este problema, en lo que tiene que ver con la comida, por ejemplo, Pablo dice lo siguiente en Romanos 14:15. Pero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor. No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por quien Cristo murió.
De esto es lo que está hablando el Señor Jesús. Es algo muy serio esto de ser tropiezo para otros. En tono de solemne advertencia el Señor Jesús dijo: ¡Ay de aquel por quien vienen los tropiezos! Las consecuencias son fatales. Tan fatales, que el Señor Jesús dice que mejor le fuera a la persona que causa tropiezo, que se le atase al cuello una piedra de molino, y se le arrojase al mar. Antiguamente, los granos se molían triturándolos entre dos enormes piedras de forma circular. Una fija y la otra móvil, accionada por bueyes o por asnos. Cada piedra pesaba toneladas. Ya puede imaginar lo que pasaría si una piedra así de enorme se atara al cuello de una persona y se le arrojara al mar. Sería el fin de esta persona. Así de grave es ser tropiezo para los que el Señor Jesús llama los pequeñitos, entendiéndose esto en el sentido de personas que son tiernas en la fe. El segundo asunto que el Señor Jesús trata es el perdón. Lucas 17:3-4 dice: Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale.(A)
Luk 17:4 Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale.
Mirad por vosotros mismos es una expresión que denota: Pongan extrema atención, o fijen su mente en esto que estoy por decir. Lo que está por decir es un principio clave para la vida cristiana. Tiene que ver con el perdón cuando somos ofendidos por alguien. ¿Cuál es la responsabilidad de un creyente que ha sido ofendido por otro creyente, o contra quien otro creyente ha pecado? Lo que normalmente se hace es vivir amargado, guardando rencor en el corazón. Esto es lo que no se debe hacer. Lo que se debe hacer, según lo que ordena el Señor Jesús, tiene dos partes. La primera, reprender al ofensor. El verbo reprender significa confrontar al ofensor con la falta cometida. De esta acción depende la segunda parte del mandato. Si el ofensor reconoce su falta y se arrepiente, la orden del Señor Jesús es: Perdónale. El verbo arrepentirse significa cambiar la mente, en este caso, el ofensor tendría que reconocer que se equivocó al haber ofendido al hermano o al haber pecado contra el hermano. Asumiendo esto, el hermano ofendido está en la obligación de perdonar. El verbo perdonar significa enviar lejos. Es un verbo que está relacionado con lo que debía hacer el sumo sacerdote el día del yom quipur o el día de la expiación. Una parte de la ceremonia era tomar dos machos cabríos y presentarlos delante de Jehová a la puerta del tabernáculo de reunión y echar suertes sobre los dos machos cabríos, una suerte por Jehová, y otra suerte por Azazel. Luego el sumo sacerdote hacía traer el macho cabrío sobre el cual cayó la suerte por Jehová y lo ofrecía en expiación, pero el macho cabrío sobre el cual cayó la suerte por Azazel, se presentaba vivo ante el sumo sacerdote para hacer la reconciliación sobre él, para enviarlo lejos, al desierto. Esto era una figura de lo que Dios hacía con el pecado del pueblo, lo perdonaba, o lo enviaba lejos a un lugar desierto, del cual era imposible que el macho cabrío retorne al campamento. Así debe ser el perdón. Es un compromiso delante de Dios por el cual, la persona ofendida promete no tomar venganza contra el ofensor y tratar al ofensor como si la ofensa nunca hubiera existido. Si el ofensor vuelve a ofender, y una vez confrontado con la ofensa se arrepiente, es necesario perdonarle. Esto se debe repetir tantas veces que exista una ofensa, aún si son siete veces en un solo día. En tercer lugar, el Señor Jesús se refiere a la vida de fe. Lucas 17: 5-6 dice: Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe.
Luk 17:6 Entonces el Señor dijo: Si tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro: Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecería.
La vida cristiana es una vida de fe. Se necesita de fe para usar la riqueza como el Señor Jesús instruyó en el capítulo anterior a este. Se necesita de fe para evitar ser de tropiezo para otros. Se necesita de fe para perdonar de la manera como instruye el Señor Jesús. Fe es lo que más nos hace falta a todos los que somos discípulos del Señor Jesús. Cuánta razón tuvieron los apóstoles al decir al Señor: Auméntanos la fe. Es muy interesante la respuesta del Señor Jesús. En esencia, les dijo que lo que importa no es la cantidad de fe, sino la calidad de la fe. El tipo de fe que necesitaban los apóstoles es comparable al grano de mostaza. En el grano de mostaza, a pesar de su tamaño reducido, se encuentra vida y un enorme potencial de crecimiento. De la misma manera, si nuestra fe es una fe viva, aunque pequeña a un inicio, crecerá y se hará tan fuerte que inclusive hará que un árbol sicómoro obedezca desarraigándose de donde está sembrado y plantándose en el mar. Un desafío para la razón, pero así opera la fe que se ha desarrollado a partir de algo pequeño comparable a un grano de mostaza. En cuarto lugar, el Señor Jesús enseñó sobre el servicio. Lucas 17:7-10 dice: ¿Quién de vosotros, teniendo un siervo que ara o apacienta ganado, al volver él del campo, luego le dice: Pasa, siéntate a la mesa?
Luk 17:8 ¿No le dice más bien: Prepárame la cena, cíñete, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de esto, come y bebe tú?
Luk 17:9 ¿Acaso da gracias al siervo porque hizo lo que se le había mandado? Pienso que no.
Luk 17:10 Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos.
Viviendo siglos después de la abolición de esa institución llamada esclavitud, se nos hace difícil entender los pormenores de la relación entre amo y sus esclavos. Pues, básicamente los esclavos eran de propiedad de su amo. El amo tenía derecho para disponer inclusive de la vida de sus esclavos. Dentro de esto, era normal que cuando un esclavo volvía a la casa de su amo luego de pasar todo el día arando un campo o apacentando ganado, el amo jamás le mostraba una pizca de consideración diciéndole: Pasa, siéntate a la mesa, déjame servirte como si yo fuera tu esclavo. Esto sería inconcebible. Lo propio era que a pesar que el esclavo estaba rendido de cansancio, el amo le diga: Prepárame la cena, una vez que esté lista, pon la mesa para que yo coma y beba. Después que yo haya comido y bebido, entonces tu podrás comer y beber. A los esclavos no les era novedad este trato, porque estaban acostumbrados a esto. Era parte de la cultura. Un amo jamás agradecería a un esclavo por haber hecho lo que se le había ordenado. Difícil entender, pero así era como funcionaba la institución de la esclavitud. Gracias a Dios que en algún momento, la esclavitud fue abolida. El Señor Jesús aplica esta costumbre de la esclavitud, para mostrar cuál debería ser la actitud de los que servimos al Señor. Debemos hacer todo lo que Dios nos ordena, simple y llanamente porque somos sus siervos, sin esperar ninguna consideración, sin esperar ningún trato especial, sin esperar ninguna recompensa. Esto se llama servicio sin interés. Nuestra actitud debería ser lo que el Señor Jesús dijo: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos. Esto es un fuerte llamado de atención a todos los que sienten que Dios les debe algo por estar haciendo algo para él. Dios no debe nada a nadie. Si en algo fuimos utilizados por el Señor, no tenemos por qué sentirnos importantes. Somos simplemente siervos inútiles, porque lo que debíamos hacer, eso hicimos. Toda la honra y la gloria es para el Señor.
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