Nuevamente llegamos hasta usted para compartir algo mas del interesante tema que estamos desarrollando “La obra de Jesucristo después de su ascensión, por medio del Espíritu Santo” en contados instantes David Logacho estará frente a este micrófono para seguir compartiendo con nosotros este estudio.
I. Introducción. Saludos y bienvenida. Estudio del libro de Hechos en la serie: La obra de Jesucristo después de su ascensión, realizada mediante el Espíritu Santo. En lo que va del estudio de este interesante libro del Nuevo Testamento hemos llegado al tercer viaje misionero de Pablo. En nuestro último estudio bíblico dejamos a Pablo en Efeso ocupado en la obra en aquella populosa metrópoli en la provincia romana de Asia. El resultado fue maravilloso pero no estuvo exento de los ataques de Satanás. Sobre esto último trata el estudio bíblico de hoy. Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Hechos 19 a partir del versículo 23.
II. Lo primero que notamos es el comienzo del disturbio en Efeso. Hechos 19:23-27 dice: Hubo por aquel tiempo un disturbio no pequeño acerca del Camino. Porque un platero llamado Demetrio, que hacía de plata templecillos de Diana, daba no poca ganancia a los artífices; a los cuales, reunidos con los obreros del mismo oficio, dijo: Varones, sabéis que de este oficio obtenemos nuestra riqueza; pero veis y oís que este Pablo, no solamente en Efeso, sino en casi toda Asia, ha apartado a muchas gentes con persuasión, diciendo que no son dioses los que se hacen con las manos. Y no solamente hay peligro de que este nuestro negocio venga a desacreditarse, sino también que el templo de la gran diosa Diana sea estimado en nada, y comience a ser destruida la majestad de aquella a quien venera toda Asia, y el mundo entero.
Durante el tiempo que Pablo y sus colaboradores estuvieron en Efeso, hubo un ataque muy fuerte de Satanás a la obra de Dios en esa ciudad. Lucas lo define como un disturbio no pequeño acerca del Camino. Esto significa una conmoción, una revuelta de consideración en contra del Cristianismo. En aquellos tiempos al Cristianismo se le conocía como El Camino. La revuelta se originó cuando un platero, cuyo nombre era Demetrio, quien tenía un lucrativo negocio vendiendo templecillos de Diana hechos de plata, reunió a los artesanos que diseñaban esos templecillos de Diana y a los obreros que los fabricaban, y con mucha vehemencia les habló sobre un peligro que se cernía sobre todo el floreciente negocio. Los templecillos de Diana eran pequeñas urnas con la figura de la diosa Diana en su interior, todo hecho en plata. Los que compraban estos templecillos de plata los llevaban al templo donde se adoraba a Diana para que sean bendecidos. No olvide que en Efeso estaba el fastuoso templo en honor a Diana, la diosa de la fertilidad, una enorme estructura que se consideraba como una de las siete maravillas del mundo. Demetrio puso el grito en el cielo acerca de la amenaza que según él, representa Pablo y el Cristianismo para el jugoso negocio que aprovechaba del sentimiento religioso de la gente incrédula, no sólo en Efeso sino en toda la provincia romana de Asia. El enfado de Demetrio se debió a que a sus oídos llegó la noticia que en toda Asia, Pablo había apartado a muchas gentes con persuasión, diciendo que no son dioses los que se hacen con las manos. Note como todas las imágenes con tinte religioso que el hombre se fabrica, son dioses con de minúscula, dioses falsos. Eso es lo que predicaban Pablo y los suyos. Esto es lo que molestó a Demetrio. Furioso exacerbó los ánimos de sus oyentes apelando a su enraizado fervor pagano y a su codicia material. Les dijo: No solamente hay peligro de que este nuestro negocio venga a desacreditarse, sino también que el templo de la gran diosa Diana sea estimado en nada y comience a ser destruida la majestad de aquella a quien venera toda Asia y el mundo entero. ¡Vaya! ¡Qué labioso el tipo! La diosa Diana para los romanos o Artemisa para los griegos, en Efeso y en el resto de Asia Menor, fue adorada principalmente como una diosa de la tierra y la fertilidad. Las estatuas la muestran con múltiples protuberancias redondas en su pecho. Antes se creía que eran pechos, o senos, pero ahora se cree que representan testículos de toro. Cierto que muchos en Efeso y Asia adoraban esta extraña imagen, pero de ninguna manera en todo el mundo, pero cuando los ánimos están exaltados se echa mano de la exageración para echar más leña a la hoguera. Veamos qué sucedió después. En segundo lugar tenemos el disturbio en su apogeo. Hechos 19:28 dice: Cuando oyeron estas cosas, se llenaron de ira, y gritaron, diciendo: ¡Grande es Diana de los efesios!
Demetrio consiguió lo que quería. Ahora todo el gremio de los plateros de Efeso estaba enardecido y en su furia, tal vez salieron a las calles gritando a voz en cuello: ¡Grande es Diana de los efesios! Esto me hace pensar en la cantidad de manifestaciones públicas que constantemente tenemos que sufrir los que habitamos en la mayoría de las grandes ciudades en América Latina. Las calles se cierran con barricadas y neumáticos ardiendo, la policía trata de dispersar la manifestación con chorros de agua y gases lacrimógenos, los manifestantes responden lanzando piedras y bombas incendiarias caseras y por un buen tiempo todo es confusión y desorden. Pues algo así debe haber sucedido en Efeso con el gremio de los plateros. Veamos qué sucedió después. En tercer lugar tenemos a la turba dirigiéndose al teatro en Efeso. Hechos 19:29-31 dice: Y la ciudad se llenó de confusión, y a una se lanzaron al teatro, arrebatando a Gayo y a Aristarco, macedonios, compañeros de Pablo. Y queriendo Pablo salir al pueblo, los discípulos no le dejaron. También algunas de las autoridades de Asia, que eran sus amigos, le enviaron recado, rogándole que no se presentase en el teatro.
Ya no eran sólo los del gremio de plateros quienes estaban enardecidos. El conflicto creció y ahora toda la ciudad de Efeso se llenó de confusión. De alguna manera querían deshacerse de Pablo y los Cristianos. Fue así como a una se lanzaron al teatro, no sin antes arrebatar o llevar en contra de su voluntad a Gayo y Aristarco, varones macedonios, colaboradores de Pablo. Cuando Pablo supo lo que estaba pasando quiso enfrentarse al populacho en el teatro. Felizmente, los discípulos no le dejaron. En esto se manifestó la providencia de Dios, porque hubiera sido algo muy riesgoso para Pablo. Inclusive algunas de las autoridades de Asia, las cuales apreciaban a Pablo y la obra que estaba haciendo, le enviaron recado, aconsejándole y hasta rogándole que no se presente en el teatro. Note como el mensaje de Pablo no sólo fue recibido por gente del pueblo sino también por gente que estaba en autoridad. En cuarto lugar tenemos los hechos en el teatro. Hechos 19:32-41 dice: Unos, pues, gritaban una cosa, y otros otra; porque la concurrencia estaba confusa, y los más no sabían por qué se habían reunido. Y sacaron de entre la multitud a Alejandro, empujándole los judíos. Entonces Alejandro, pedido silencio con la mano, quería hablar en su defensa ante el pueblo. Pero cuando le conocieron que era judío, todos a una voz gritaron casi por dos horas: ¡Grande es Diana de los efesios! Entonces el escribano, cuando había apaciguado a la multitud, dijo: Varones efesios, ¿y quién es el hombre que no sabe que la ciudad de los efesios es guardiana del templo de la gran diosa Diana, y de la imagen venida de Júpiter? Puesto que esto no puede contradecirse, es necesario que os apacigüéis, y que nada hagáis precipitadamente. Porque habéis traído a estos hombres, sin ser sacrílegos ni blasfemadores de vuestra diosa. Que si Demetrio y los artífices que están con él tienen pleito contra alguno, audiencias se conceden, y procónsules hay; acúsense los unos a los otros. Y si demandáis alguna otra cosa, en legítima asamblea se puede decidir. Porque peligro hay de que seamos acusados de sedición por esto de hoy, no habiendo ninguna causa por la cual podamos dar razón de este concurso. Y habiendo dicho esto, despidió la asamblea.
En el teatro se reunió la asamblea. A gritos unos decían una cosa. A gritos también, otros decía otra cosa. Como siempre, la mayoría no sabía por qué estaban allí. Todo era confusión y desorden. En eso, a alguien se le ocurrió escuchar lo que un tal Alejando tenía que decir. Los judíos estaban muy de acuerdo con eso porque Alejandro era judío. Así que a empellones le llevaron adelante. Una vez allí, Alejandro hizo señas con su mano para que la asamblea haga silencio y pueda hacer su defensa. De algún modo la asamblea reconoció que Alejandro era judío y esto les exasperó en grado sumo. Seguramente en su confusión la asamblea pensaba que todo lo que estaba pasando era culpa de los judíos. Así que, toda la asamblea a una se puso a gritar por dos horas seguidas: ¡Grande es Diana de los efesios! Luego de todo este desorden intervino una autoridad, un escribano, quien haciendo callar a la asamblea les dijo: Varones efesios: ¿y quien es el hombre que no sabe que la ciudad de los efesios es guardiana del templo de la gran diosa Diana, y de la imagen venida de Júpiter? Este hombre se refería a esa imagen extraña que tal vez fue esculpida en un meteorito, con esa cantidad de protuberancias en su pecho. Dialogando consigo mismo, este hombre añadió: Puesto que esto no puede contradecirse, es necesario que se tranquilicen todos y que no hagan nada en forma precipitada. Además, este hombre hizo notar que por la conmoción la asamblea estaba haciendo algo ilegal al traer al teatro a hombres que jamás habían blasfemado o hecho sacrilegio contra la diosa Diana. Pablo y los suyos jamás habían atacado a la diosa Diana. En todo caso, dijo el escribano, si Demetrio y los que están con él quieren denunciar a alguien, deben canalizar la acusación por el órgano regular, pidiendo audiencia y solicitando la intervención de los procónsules. Luego podrían convocar a una asamblea legítima parea conocer y resolver cualquier asunto que fuere. Pero si siguen haciendo lo que estaban haciendo, había el peligro que las autoridades romanas acusen a las autoridades locales de Efeso de que están sublevándose, porque la asamblea no era legal y no tenía pies ni cabeza. La asamblea comprendió bien lo que decía el escribano y se tranquilizó. De esta manera, el escribano despidió la asamblea. Este episodio fue lo último que experimentó Pablo en Efeso. En nuestro próximo estudio bíblico veremos qué es lo que hizo Pablo.
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