Cordiales saludos amable oyente. Soy David Logacho, dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el evangelio según Lucas. En esta oportunidad tenemos al Señor Jesús anunciando una vez más su muerte y resurrección y devolviendo la vista a un ciego.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Lucas 18:31-43. En la primera parte de este pasaje bíblico tenemos al Señor Jesús anunciando una vez más su inminente muerte en Jerusalén y su resurrección. Lucas 18:31-32 dice: Tomando Jesús a los doce, les dijo: He aquí subimos a Jerusalén, y se cumplirán todas las cosas escritas por los profetas acerca del Hijo del Hombre.
Luk 18:32 Pues será entregado a los gentiles, y será escarnecido, y afrentado, y escupido.
Luk 18:33 Y después que le hayan azotado, le matarán; mas al tercer día resucitará.
Si damos un rápido vistazo al pasaje bíblico anterior, notaremos que los discípulos del Señor Jesús estaban pensando en recompensas por su noble gesto de dejar sus posesiones y seguir al Señor Jesús. Mientras los discípulos tenían su mente en las recompensas, el Señor Jesús tenía su mente en su inminente muerte. Por eso, tomó a los doce y una vez más les anunció sobre su muerte y resurrección. Lo que estaba por pasar, no sería un accidente en su vida, sino el cumplimiento de lo que los profetas habían escrito en el Antiguo Testamento. El Señor Jesús utiliza una vez más el título Hijo del Hombre para hablar de sí mismo. Este título hace referencia a la profecía de Daniel 7:13-14. La Biblia dice: Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre,(I) que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él.
Dan 7:14 Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran;(J) su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido.
El Señor Jesús es aquel que en la profecía de Daniel aparece como un hijo de hombre que viene con las nubes, y a quien el Padre, el Anciano de días, le entrega dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvan. Su dominio es por la eternidad, nunca pasará y su reino será uno que no será destruido Esto es exaltación a lo sumo, pero toda exaltación está precedida de humillación. La humillación del Señor Jesús implicaba ser entregado a los gentiles, ser escarnecido y afrentado y escupido. Implicaba también que después que le hayan azotado, iba a ser muerto. El Señor Jesús está anunciando de antemano, todo lo que poco tiempo después tuvo que experimentar en lo que se conoce como su pasión y su muerte en la cruz. Pero la muerte no iba a salir victoriosa. El Señor Jesús anunció también que iba a resucitar al tercer día. El Padre iba a aceptar el sacrificio de su Hijo por el pecado del mundo y en prueba de ello, el Hijo iba a resucitar de entre los muertos. Esto también aconteció exactamente como el Señor Jesús lo anunció. Pero ¿Cuál fue la reacción de sus discípulos cuando oyeron lo que el Señor Jesús les anunció? Note lo que dice Lucas 18:34 Pero ellos nada comprendieron de estas cosas, y esta palabra les era encubierta, y no entendían lo que se les decía.
Los discípulos oyeron las palabras del Señor Jesús, pero les pasó lo que afirma el popular dicho. Les entró por una oreja y les salió por la otra. En esencia, no entendieron nada de lo que dijo el Señor Jesús. ¿Por qué? Pues, porque lo que dijo el Señor Jesús les estaba encubierto. ¿Cómo es esto? Bueno, no se trata de alguna obra sobrenatural para que no entiendan. Lo que pasa es que la mente de los discípulos estaba totalmente ocupada en los beneficios que ellos esperaban obtener una vez que el Señor Jesús se proclame como Rey de Israel. Estaban obsesionados con esto. Esto es lo que impedía que los discípulos entiendan lo que el Señor Jesús les dijo. Lo mismo suele suceder con algunos creyentes, amable oyente. Cuando están obsesionados con algo, no necesariamente algo malo, se vuelven ciegos a cualquier cosa que dice Dios en su Palabra. Es una situación muy peligrosa. La segunda parte de este pasaje bíblico tiene que ver con la sanidad de un ciego. Lucas 18:35-43 dice: Aconteció que acercándose Jesús a Jericó, un ciego estaba sentado junto al camino mendigando;
Luk 18:36 y al oír a la multitud que pasaba, preguntó qué era aquello.
Luk 18:37 Y le dijeron que pasaba Jesús nazareno.
Luk 18:38 Entonces dio voces, diciendo: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!
Luk 18:39 Y los que iban delante le reprendían para que callase; pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!
Luk 18:40 Jesús entonces, deteniéndose, mandó traerle a su presencia; y cuando llegó, le preguntó,
Luk 18:41 diciendo: ¿Qué quieres que te haga? Y él dijo: Señor, que reciba la vista.
Luk 18:42 Jesús le dijo: Recíbela, tu fe te ha salvado.
Luk 18:43 Y luego vio, y le seguía, glorificando a Dios; y todo el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a Dios.
Antes de analizar este interesante episodio, es necesario mencionar que tanto Mateo como Marcos registran también este hecho en sus evangelios. Sin embargo, el relato en el evangelio según Mateo difiere con los relatos de Marcos y Lucas en dos asuntos. El primero, en que Marcos y Lucas hablan de un ciego, mientras que Mateo habla de dos ciegos. El segundo en que Marcos y Lucas hablan de que el milagro ocurrió a la entrada de Jericó, mientras que Mateo habla de que ocurrió a la salida de Jericó. No se trata de errores. Recuerde que los relatos en los evangelios son complementarios, no copias. La explicación es que en realidad fueron dos ciegos, como registra Mateo, pero sólo uno de ellos hizo el ruego al Señor Jesús. Además, en aquel tiempo había dos ciudades contiguas con el nombre de Jericó. La una era antigua y la otra nueva. El lugar donde ocurrió el milagro era a la salida de la vieja Jericó, lo cual al mismo tiempo era la entrada a la nueva Jericó. Muy bien. Con esto en mente, entonces, los dos ciegos estaban sentados junto al camino mendigando. Esto es un preciso cuadro de todo ser humano en su estado natural en este mundo. Está ciego espiritualmente, postrado y en bancarrota espiritual. En esencia, destituido de la gloria de Dios como dice Pablo en Romanos 3:23. Los ciegos no podían ir al Señor Jesús, pero el Señor Jesús pasó cerca de ellos. Al oír el murmullo de la multitud que acompañaba al Señor Jesús, los ciegos preguntaron de qué se trataba. La respuesta que recibieron fue que quien pasaba era Jesús nazareno. Esto fue lo que agitó la fe de estos dos ciegos. De alguna manera, los ciegos sabían que Jesús nazareno es el Cristo, el Mesías, el Rey de Israel. Por eso uno de ellos comenzó a gritar: Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí. Al llamar a Jesús, Hijo de David, estaban reconociendo que Jesús es el Mesías y que por tanto tenía el poder para devolverles la vista. Los ciegos también apelaron a la misericordia del Señor Jesús. Esta intervención imprevista de los ciegos incomodó a la gente que acompañaba al Señor Jesús, de modo que reprendieron a los ciegos pidiendo que se callen. Pero el ciego que rogaba no cesó en su clamor, antes, con más ímpetu gritaba: Hijo de David, ten misericordia de mí. Esto tocó el corazón del Señor Jesús y detuvo su marcha. Acto seguido, pidió a sus discípulos que traigan a su presencia a los dos ciegos. La fe de estos ciegos comenzó a hacer efecto. La fe verdadera no se fija en los obstáculos, sino en Aquel que es más grande que los obstáculos. La gente puso obstáculos, pero la fe de los ciegos no se detuvo ante esos obstáculos. Una vez que los ciegos fueron traídos a la presencia del Señor Jesús, los ciegos oyeron la pregunta que debe haber sido como música a sus oídos. El Señor Jesús dijo: ¿Qué quieres que te haga? Los ciegos tenían muchas necesidades. De hecho, vivían mendigando, pero su necesidad más importante era recibir la vista. No les interesaba ninguna otra cosa, sino recibir la vista. Por eso, en respuesta a la pregunta del Señor Jesús, dijeron: Señor, que reciba la vista. Señor significa el amo, el dueño. Es un título de deidad. La respuesta del Señor Jesús fue: Recíbela, tu fe te ha salvado. Qué maravilla. Es el fruto de la fe. Con la vista restaurada, los ciegos no se fueron a buscar la diversión que nunca tuvieron. Para ellos, no había cosa mejor que seguir a aquel que les devolvió la vista. El texto dice que seguían al Señor Jesús glorificando a Dios. Esto motivó que todo el pueblo dé alabanzas a Dios. El nombre de Dios fue glorificado. Si jamás ha recibido a Cristo como su Salvador, en un sentido espiritual, Usted es como uno de esos ciegos, sentado, mendigando junto al camino en este mundo. No vale la pena que siga en esas condiciones. ¿Por qué no se arma de la misma fe que tuvieron estos ciegos y clama a Dios por misericordia? Dígale a Dios que reconoce que es un pecador, que está en peligro de recibir condenación eterna. Dígale que reconoce que el Señor Jesús murió en lugar de Usted para recibir el castigo que Usted merece y en un acto de fe, reciba a Cristo como Salvador. En respuesta, Dios le dará el mejor regalo que puede haber. El regalo de la salvación. Esa es la promesa de un Dios que no puede faltar a sus promesas.
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