Es motivo de mucho gozo saludarle amable oyente. Soy David Logacho dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy en el evangelio según Juan. En esta oportunidad vamos a considerar la declaración del Señor Jesús en cuanto a que Él es la luz del mundo.
Si tiene una Biblia, ábrala en Juan 8:12-20. Antes de introducirnos en el estudio de este pasaje bíblico es necesario mencionar que tal vez, en el manuscrito original de este evangelio, este pasaje bíblico haya estado inmediatamente después de Juan 7:52, lo cual indicaría que el pasaje bíblico que tratamos en nuestro estudio bíblico anterior, acerca de la mujer sorprendida en adulterio, fue añadido en algún momento posterior en algunas de las copias de este evangelio. Esto no se puede saber con certeza, de modo que no se puede ser dogmático al respecto. De modo que, el pasaje bíblico que vamos a estudiar en esta ocasión podría haber sucedido en el último día de la fiesta de los Tabernáculos. Durante la fiesta de los tabernáculos, se encendía cuatro grandes lámparas en el patio de las mujeres en el templo en Jerusalén y bajo la luz de estas lámparas, el pueblo celebraba con danzas, y cánticos de alabanza durante toda la noche sosteniendo antorchas en sus manos. Los músicos levitas también participaban. Esta tradición traía a la memoria la columna de fuego que guiaba al pueblo de Israel por el desierto durante la noche una vez que salieron de Egipto hacia la tierra prometida. Así que estaban presentes elementos importantes para lo que el Señor Jesús estaba por declarar, me refiero al estado de esclavitud, la tierra prometida, el desierto, las tinieblas y a la luz. Con esto en mente permítame leer el texto en Juan 8:12. La Biblia dice: Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo;(B) el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
Esta es la segunda ocasión en el evangelio según Juan en la cual el Señor Jesús usa esas dos palabras “Yo soy” las cuales encierran el significado del nombre Jehová, yo soy el que soy. La primera fue en Juan 6:35 en donde el Señor Jesús dijo: Yo soy el pan de vida. En esta ocasión, el Señor Jesús se presenta como la luz del mundo. Esta no es la única ocasión en la cual se identifica al Señor Jesús como la luz. El mismo Juan, refiriéndose al Señor Jesús, dijo: Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo, según Juan 1:9. En un lenguaje figurado, el Señor Jesús hace una analogía entre el sol como luz física del mundo y Él mismo como la luz espiritual del mundo. Luego el Señor Jesús mostró lo que el hombre debe hacer con él siendo que es la luz del mundo. Dijo: El que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Note que el hombre tiene la facultad de permanecer en el estado de tinieblas espirituales o pasar al estado de luz espiritual. Para pasar de un estado a otro es necesario que el hombre siga a la luz. El que me sigue, dijo el Señor Jesús, quien es la luz del mundo, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Seguir a la luz es sinónimo de recibir al Señor Jesús como Salvador. Todo pecador es confrontado a seguir a las tinieblas o a seguir a la luz. Si el hombre decide seguir a las tinieblas y sale de este mundo en esas condiciones, sufrirá eterna condenación en el infierno. Pero si el hombre decide seguir a la luz, en el sentido de recibir al Señor Jesús como Salvador, no andará en tinieblas sino que tendrá la luz de la vida, esto es, vida eterna. El pueblo de Israel estaba en tinieblas, en un sentido figurado, cuando estaba en esclavitud en Egipto, y Dios quiso conducirlos a la tierra prometida, que un sentido figurado simboliza la vida eterna. Durante su peregrinar en el desierto, entre otras cosas, Dios les proveyó de una columna de fuego para guiarlos durante la noche. Para no extraviarse, el pueblo necesitaba simplemente seguir a la luz que despedía la columna de fuego. De esta manera el pueblo llegó a la tierra prometida. Algo semejante sucede en la vida del hombre. En su pecado, está en tinieblas. La voluntad de Dios es que el hombre se salve. Para eso, Dios ha levantado a su Hijo, el Señor Jesús, la luz del mundo, para que todo aquel que en él cree, lo siga, en el sentido de recibirlo como Salvador. Como resultado, el hombre no andará en tinieblas sino que tendrá la luz de la vida, o la vida eterna. ¿Ha seguido a la luz que es el Señor Jesús, amable oyente? Si no lo ha hecho, está en tinieblas, pero si lo hace, no andará en tinieblas sino que tendrá vida eterna, la luz de la vida. Solemnes las palabras de nuestro Señor Jesús. Al oír esto, los fariseos que estaban escuchando al Señor Jesús respondieron lo que Juan recoge en Juan 8:13. La Biblia dice: Entonces los fariseos le dijeron: Tú das testimonio acerca de ti mismo; tu testimonio no es verdadero.(
Los fariseos comprendieron muy bien el significado de las palabras del Señor Jesús cuando dijo: Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. El problema de los fariseos era que no creían en lo que dijo el Señor Jesús. Por eso buscaron algo para desacreditar lo que el Señor Jesús acababa de decir. Básicamente le dijeron: ¿Cómo podemos dar por verídico lo que estás diciendo, si lo único que tenemos es tu palabra? Según nuestra ley, para aceptar algo como verídico es necesario que dos o tres confirmen lo dicho. Por eso le dijeron: Tú das testimonio acerca de ti mismo; tu testimonio no es verdadero. En otras palabras: ¿Dónde está al menos otro más que confirme lo que tú estas diciendo? A este cuestionamiento de los fariseos, el Señor Jesús comenzó diciendo que en realidad, él no necesita de testigos humanos, porque él es Dios y por tanto no puede mentir o engañar en algo que dice. Juan 8:14 dice: Respondió Jesús y les dijo: Aunque yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo, ni a dónde voy.
Note como el Señor Jesús confirma que aunque él mismo da testimonio de sí mismo, sin embargo, su testimonio es absolutamente verdadero. ¿Por qué? Pues porque él es Dios en forma humana. Como Dios el Señor Jesús sabe que vino del Padre y también sabe a donde va, a su Padre. Los fariseos dudaban de la palabra del Señor Jesús porque ellos no sabían que había venido del Padre y que se iba al Padre. Los fariseos estaban tratando al Señor Jesús como si fuera un hombre común y corriente. No sabían que el Señor Jesús es Dios en forma humana. Por eso el Señor Jesús les dijo lo que aparece en Juan 8:15 Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie.
Como hombres, los fariseos juzgaban según el razonamiento humano, pero el Señor Jesús no es hombre, de modo que no juzga a nadie según el razonamiento humano o la carne. Pero ya que los fariseos estaban demandando de más de un testigo, el Señor Jesús va a mostrar a su otro testigo. Esto vemos en Juan 8:16-18. La Biblia dice: Y si yo juzgo, mi juicio es verdadero; porque no soy yo solo, sino yo y el que me envió, el Padre.
Joh 8:17 Y en vuestra ley está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero.
Joh 8:18 Yo soy el que doy testimonio de mí mismo, y el Padre que me envió da testimonio de mí.
Allí están los dos testigos que tanto querían los fariseos. El Señor Jesús y su Padre quien le envió. Por tanto su juicio, o lo que dijo acerca de que Él es la luz del mundo, es absolutamente verdadero. La misma ley que Dios dio a Israel por medio de Moisés afirma que el testimonio de dos hombres es verdadero. El Señor Jesús dio testimonio de sí mismo y esto se confirma por testimonio que sobre el Señor Jesús dio Su Padre, quien le envió. Al oír esto, los fariseos argumentaron que no veían al Padre sobre quien hablaba el Señor Jesús. Juan 8:19 dice: Ellos le dijeron: ¿Dónde está tu Padre? Respondió Jesús: Ni a mí me conocéis, ni a mi Padre; si a mí me conocieseis, también a mi Padre conoceríais.
Los fariseos pensaba que el Señor Jesús estaba hablando de su padre biológico, por eso le hicieron la pregunta: ¿Dónde está tu Padre? La respuesta del Señor Jesús fue contundente. Les dijo básicamente: Como a mí no me conocen, no pueden conocer tampoco a mi Padre, porque si a mí me conociesen, conocerían también a mi Padre. En otras palabras, conocerme a mí es lo mismo que conocer al Padre. Ignorarme a mí es lo mismo que ignorara al Padre. Otra forma de decir: El Padre y yo somos uno. Juan nos muestra como terminó esta parte del encuentro del Señor Jesús con los fariseos. Juan 8:20 dice: Estas palabras habló Jesús en el lugar de las ofrendas, enseñando en el templo; y nadie le prendió, porque aún no había llegado su hora.
Todo sucedió en uno de los atrios del templo donde estaba el lugar de las ofrendas, se refiere al atrio de las mujeres. Los fariseos y otras personas estaban totalmente indignados por lo que el Señor Jesús estaba diciendo y lo que más querían era arrestarlo y entregarlo para que sea ejecutado, pero nadie lo hizo, no por falta de deseo, sino porque aún no había llegado la hora para que eso suceda. Todo lo que pasaba con el Señor Jesús estaba cuidadosamente diseñado por su Padre celestial. Terminando ya, amable oyente, el Señor Jesús es la luz del mundo. Si el pecador desea salir de las tinieblas espirituales y entrar a la luz de la vida, necesita seguir a la luz del mundo, en el sentido de recibir al Señor Jesús como su Salvador. Si todavía no lo ha hecho, hágalo hoy mismo y tendrá la luz de la vida, como dijo el Señor Jesús.
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