Es muy grato saludarle amable oyente. Soy David Logacho, dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el evangelio según Juan. En esta oportunidad vamos a ver la reacción de los judíos al oír que el Señor Jesús es uno con su Padre celestial, y la correspondiente respuesta del Señor Jesús.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Juan 10:31-42. Como introducción, en nuestro último estudio bíblico vimos que los judíos pidieron al Señor Jesús que les diga abiertamente si era el Cristo, porque sus almas estaban turbadas en cuanto a esto. La incredulidad atormentaba sus almas. En respuesta, el Señor Jesús les dijo: Ya lo he dicho, pero ustedes no creen. Las obras que yo hago en el nombre de mi Padre, dan testimonio a favor de lo que les estoy diciendo. La incredulidad de los judíos se debía a que ellos no eran ovejas que pertenecían al Señor Jesús. Por eso no podían oír su voz ni tampoco seguirle. Las ovejas que pertenecen al Señor Jesús, el buen pastor, oyen su voz y le siguen. A estas ovejas, el Señor Jesús les da vida eterna, les garantiza que no perecerán jamás y les asegura que están en su mano, de dónde no existe forma de que sean sacadas. Estas ovejas, que representan a los genuinos creyentes, son dadas por el Padre al Hijo, al Señor Jesucristo y por cuanto el Padre es mayor que todos, nadie las puede arrebatar de su mano. El Señor Jesús concluyó esta parte de su intervención afirmando que él y el Padre son uno. Esto no significa que son la misma persona, sino que son de la misma esencia. En otras palabras, que el Señor Jesús es Dios en persona. Es una afirmación clara y directa de su deidad. ¿Cuál fue la reacción de los judíos al oír esta declaración del Señor Jesús? Note lo que dice Juan 10:31. Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle.
Al oír que el Señor Jesús es uno con su Padre celestial, y entender perfectamente que esto implicaba que el Señor Jesús es Dios, los judíos se indignaron tanto que volvieron a tomar piedras para apedrearle. Esto se debe a que según ellos, el Señor Jesús había blasfemado contra Dios. El castigo para quien blasfemaba contra Dios era la muerte por apedreamiento. Levítico 24:16 dice: Y el que blasfemare el nombre de Jehová, ha de ser muerto; toda la congregación lo apedreará; así el extranjero como el natural, si blasfemare el Nombre, que muera.
Esta no era la primera ocasión que los judíos intentaron apedrear al Señor Jesús, porque ya lo hicieron poco antes, según Juan 8:59, cuando el Señor Jesús dijo: Antes que Abraham fuese, yo soy. ¿Qué es lo que hizo el Señor Jesús ante la feroz arremetida de los judíos? Note lo que dice Juan 10:32. Jesús les respondió: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis?
Los judíos se negaban a reconocer que el Señor Jesús es Dios, pero no podían negar las muchas buenas obras que había mostrado de su Padre, porque habían visto algunas de ellas con sus propios ojos, como por ejemplo, al ciego de nacimiento que recibió la vista por obra del Señor Jesús. Sólo alguien como Dios puede hacer esto. La pregunta del Señor Jesús a los judíos que trataban de apedrearle era por tanto muy lógica. ¿Por cuál de estas obras están tratando de apedrearme? La respuesta de los judíos revela la raíz de su problema. No era un problema intelectual, era un problema espiritual. Simplemente no querían creer que el Señor Jesús es Dios en persona. Observe como respondieron. Juan 10:33 dice: Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia;(C) porque tú, siendo hombre, te haces Dios.
Los judíos estaban plenamente conscientes que el Señor Jesús estaba haciendo buenas obras, obras que solamente Dios las puede hacer. Pero su incredulidad no les permitía aceptar que el Señor Jesús es Dios, y cuando el Señor Jesús declaró que Él y el Padre son uno, lo recibieron como una blasfemia. Para estos judíos, el Señor Jesús no era ni más ni menos que un simple hombre, y por tanto, según su parecer, había blasfemado al considerarse como uno con Dios el Padre, y por tanto Dios en persona. El castigo que merecían los blasfemos era la muerte por apedreamiento. Ante esto, veamos cuál fue la respuesta del Señor Jesús. Se encuentra en Juan 10: 34-38 : Jesús les respondió: ¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois?(D)
Joh 10:35 Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada),
Joh 10:36 ¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy?
Joh 10:37 Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis.
Joh 10:38 Mas si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.
El Señor Jesús no tiene que justificar peor retractarse en absoluto de su declaración, porque Él es Dios. Lo que va a hacer es dejar en claro que en las mismas Escrituras que tanto decían respetar los judíos, se llama dioses a seres humanos. Para eso toma la cita de la primea parte del Salmo 82, en los versículos de 1 al 7, en la cual se usa la palabra dioses para referirse a personas. Ponga atención lo que dice: Dios está en la reunión de los dioses;
En medio de los dioses juzga.
Psa 82:2 ¿Hasta cuándo juzgaréis injustamente,
Y aceptaréis las personas de los impíos? Selah
Psa 82:3 Defended al débil y al huérfano;
Haced justicia al afligido y al menesteroso.
Psa 82:4 Librad al afligido y al necesitado;
Libradlo de mano de los impíos.
Psa 82:5 No saben, no entienden,
Andan en tinieblas;
Tiemblan todos los cimientos de la tierra.
Psa 82:6 Yo dije: Vosotros sois dioses,(A)
Y todos vosotros hijos del Altísimo;
Psa 82:7 Pero como hombres moriréis,
Y como cualquiera de los príncipes caeréis.
Cuando en esta porción bíblica aparece la palabra dioses se refiere a jueces y además jueces injustos. Se les llama dioses porque eran hombres respetados a pesar de su injusticia, y también porque eran personas que recibieron autoridad de Dios para ejercer como jueces. Por eso el Señor Jesús dijo: ¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije dioses sois? El Señor Jesús entonces hace una reflexión sobre este asunto. Si en las Escrituras se llamó dioses a quienes vino la palabra de Dios, es decir a los jueces, con cuanta más razón se puede llamar Dios a quien el Padre santificó y envió al mundo. El Señor Jesús se refería a sí mismo. De modo que los judíos no tenían razón válida alguna para apedrear al Señor Jesús, porque no había cometido de ninguna manera el delito de blasfemia, como ellos pensaban. Si el Señor Jesús no hubiera hecho las obras que le ordenó su Padre, los judíos estarían en todo su derecho de apedrearle cuando afirmó ser el Hijo de Dios, o Dios mismo. Estaría bien que no crean en Él. Pero por el hecho que el Señor Jesús hacía las obras que le ordenó su Padre, al ver estas obras, los judíos podían saber a ciencia cierta que el Padre está en Él y Él en el Padre. En otras palabras, que el Señor Jesús es Dios. Los judíos se quedaron sin argumentos para justificar su deseo de apedrear al Señor Jesús, aparte de la incredulidad por supuesto. Juan registra lo que sucedió después. Juan 10:39 dice: Procuraron otra vez prenderle, pero él se escapó de sus manos.
Ciegos de odio e incredulidad, los judíos procuraron arrestar al Señor Jesús. Pero ese no era el lugar ni el momento para hacerlo. Por este motivo los judíos no pudieron cumplir con su objetivo. La vida del Señor Jesús estaba en la mano de su Padre, no en la mano de los judíos y el Padre había determinado que su hijo sea arrestado en el huerto de Getsemaní y en la semana en la cual se celebraba la fiesta judía de la Pascua. Juan simplemente dice que el Señor Jesús se escapó de las manos de los judíos. ¿Cómo lo hizo? No se sabe y no vale la pena especular. El capítulo termina mostrando lo que el Señor Jesús hizo una vez que escapó de las manos de los judíos. Juan 10:40-42 dice: Y se fue de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde primero había estado bautizando Juan;(E) y se quedó allí.
Joh 10:41 Y muchos venían a él, y decían: Juan, a la verdad, ninguna señal hizo; pero todo lo que Juan dijo de éste, era verdad.
Joh 10:42 Y muchos creyeron en él allí.
El Señor Jesús se fue a un lugar seguro, algo distante de Jerusalén y no volvería a Jerusalén sino hasta el día que hizo su entrada triunfal, en el primer día de la semana de la pasión. Juan identifica el lugar diciendo que estaba al otro lado del Jordán, donde primero había estado bautizando Juan, se refiere a Juan el Bautista, esto es en Betábara. Podemos decir que el Señor Jesús terminó su ministerio público en el mismo lugar donde comenzó. Estando allí y mientras llegaba el momento para su crucifixión, el Señor Jesús se ocupó en enseñar a la gente que venía a él. Eran muchos. Los que le oían lo comparaban con Juan el Bautista y llegaban a la conclusión que aunque Juan el Bautista no hizo ningún milagro o señal, sin embargo, todo lo que dijo sobre el Señor Jesús era verdad. Esto es un gran elogio para Juan el Bautista. Su vida estuvo dedicada no a engrandecerse a sí mismo sino a engrandecer al Señor Jesús. Muchos de los que acudieron a oír al Señor Jesús creyeron en él y fueron salvos. ¿Y Usted, amable oyente? ¿Ha creído en él? Si lo ha hecho, ¿Lo ha recibido como su Salvador? Hágalo hoy mismo si todavía no lo ha hecho.
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