Reciba cordiales saludos amiga, amigo oyente. Soy David Logacho, dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy en el evangelio según Juan. En esta oportunidad vamos a considerar el último diálogo entre Pilato y el Señor Jesús, previo a la entrega para ser crucificado.
Abramos nuestras Biblias en Juan 19:8-16. En este pasaje bíblico tenemos el último diálogo entre Pilato y el Señor Jesús. Después de este diálogo, Pilato entregó al Señor Jesús a los principales sacerdotes y al pueblo en general, para que sea crucificado. En nuestro último estudio bíblico, vimos que por tres ocasiones Pilato afirmó la inocencia del Señor Jesús, sin embargo, por la presión de los principales sacerdote y los alguaciles, cerró sus ojos a la justicia y prefirió agradar al populacho, diciendo: Tomadle vosotros y crucificadle: porque yo no hallo delito en él. Tratando de tranquilizar la atribulada conciencia de Pilato, los judíos le respondieron: Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios. En lugar de tranquilizarse, Pilato se angustió más, al oír de los judíos que el Señor Jesús se había atribuido el ser Hijo de Dios. Por eso Juan relata lo que tenemos en Juan 19:8. La Biblia dice: Cuando Pilato oyó decir esto, tuvo más miedo. Pilato ya tenía miedo por estar entregando a la muerte a una persona inocente, pero su miedo se acrecentó sobre manera cuando oyó a los judíos decir que el Señor Jesús estaba siendo acusado de hacerse a sí mismo Hijo de Dios. Puede ser que Pilato hubiera detectado ya algunos rasgos fuera de lo natural en el Señor Jesús, lo que confirmaría lo que los judíos acababan de decirle. Siendo así era natural que Pilato quiera indagar un poco más en la vida del Señor Jesús. Esto explica la pregunta que hizo al Señor Jesús. Juan 19:9 dice: Y entró otra vez en el pretorio, y dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú? Note el afán de Pilato por saber el origen del Señor Jesús. ¿Cuál fue la respuesta del Señor Jesús, el resto del versículo 9 dice: Mas Jesús no le dio respuesta. ¿Por qué el Señor Jesús no respondió a la pregunta de Pilato? Muy probablemente porque el Señor Jesús ya sabía que cualquier respuesta que diera no iba a hacer cambiar a Pilato. Pilato había decidido ya entregar a un inocente para cuidar sus propios intereses. Se acabaron las oportunidades para Pilato. Ante el silencio del Señor Jesús, Pilato trató de amenazarlo echando mano de su autoridad como procurador romano. Juan19:10 dice: Entonces le dijo Pilato: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para soltarte? Reacción típica de un prepotente. Pilato pensaba que era suprema autoridad. Con justa razón el Señor Jesús no respondió la pregunta de Pilato en cuanto a de dónde era, porque un prepotente como Pilato no iba a aceptar jamás que el Señor Jesús es Dios en forma humana. Pilato se creía el dueño de la vida y del destino de todo ser humano, no sólo del Señor Jesús. Pues, Pilato necesitaba una lección acerca de quien es en verdad la autoridad máxima. Juan 19:11 dice: Respondió Jesús: Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada desde arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene. Pilato tenía autoridad ciertamente, pero esta autoridad no provenía de la persona que lo nombró para ese cargo, o de la persona a quien Pilato tenía que rendir cuentas. La autoridad que tenía Pilato en realidad provenía de arriba, una manera de decir de Dios. Dios es la máxima autoridad. Los que tienen autoridad en la tierra, han sido puestos por Dios, para cumplir con su plan soberano. Romanos 13:1-2 dice: Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridades sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos. Es Dios quien puso en autoridad a Pilato en ese instante de la historia de la humanidad, para cumplir con lo que Dios había planificado desde la eternidad pasada. Pilato tenía que saber que no es el dueño de todos y de todo. Con esto en mente, el Señor Jesús dijo a Pilato que el que le ha entregado a Pilato, mayor pecado tiene. ¿A quien se estaba refiriendo el Señor Jesús con estas palabras? Pues son tres las posibilidades. Podría ser al sumo sacerdote Caifás, él fue la persona que envió al Señor Jesús ante Pilato. O podría ser Judas Iscariote, aquel que traicionó al Señor Jesús y lo vendió por treinta piezas de plata. O podrían ser los judíos, como nación, porque a pesar de todas las evidencias que tuvieron para saber que el Señor Jesús es el Cristo, el Mesías, el Rey de Israel, sin embargo de ello, lo rechazaron y estaban a punto de llevarlo a la cruz. Todo lo que estaba sucediendo en esos trágicos momentos, desde la traición de Judas, pasando por el interrogatorio de Anás, luego el interrogatorio de Caifás, después el interrogatorio de Herodes y por último el interrogatorio de Pilato, fue parte del soberano plan de Dios, pero todas estas personas no fueron meros instrumentos en la mano de Dios, sino que voluntariamente participaron en los eventos relatados por Juan. Por tanto todos tienen culpa. Sin embargo, más culpa que Pilato la tienen los que le entregaron a él, sea quien sea. El que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene, dijo el Señor Jesús. Parece ser que Pilato ligeramente comprendió que la persona que estaba por ordenar que sea crucificada, tal vez sea algo más que lo que su acusadores afirmaban, y atormentado por su conciencia procuraba dejar en liberta al Señor Jesús. Note lo que dice la primera parte de Juan 19:12. Desde entonces procuraba Pilato soltarle. Debe haber sido tenaz el conflicto interno que experimentaba Pilato. Por un lado estaba la evidencia que mostraba que el Señor Jesús no había cometido delito alguno, por otro lado estaba la presión de los judíos que a gritos clamaban que crucifique al Señor Jesús. A lo mejor Pilato estaba por inclinarse a favor del Señor Jesús cuando los judíos pusieron sobre la mesa un razonamiento contundente para decidir la situación. La segunda parte de Juan 19:12 dice: pero los judíos daban voces, diciendo: Si a éste sueltas, no eres amigo de César; todo el que se hace rey, a César se opone. ¡Vaya! Que descarada hipocresía. Pero todo valía con tal de obtener la decisión de Pilato en cuanto a ordenar que el Señor Jesús muera crucificado. Lo que pasa es que los líderes judíos despreciaban hasta lo máximo al emperador romano, a César, título de los emperadores romanos, porque simplemente era la cabeza visible del imperio que tenía bajo sus botas al pueblo judío. Sin embargo, con tal de obtener la autorización de Pilato para crucificar al Señor Jesús, aquí los tenemos como fervorosos defensores del mismísimo César a quien tanto odiaban. Por eso fue que dijeron a Pilato: Si a éste, refiriéndose despectivamente al Señor Jesús, sueltas, no eres amigo de Cesar. Esto debe haberse clavado como un puñal en el corazón de Pilato. Lo que menos quería Pilato es que los judíos le acusen ante Cesar de no ser su amigo. Pero los judíos tenían más armas para obtener lo que buscaban. Dijeron al pusilánime Pilato: Todo el que se hace rey, a César se opone. Pilato no quería ser acusado de haber dejado pasar por alto una probable rebelión contra el emperador romano. Esto fue lo último que motivó a Pilato a cumplir con lo que se había propuesto. Entregar al Señor Jesús para que sea crucificado. Veamos lo que pasó. Juan 19:13-16 dice: Entonces Pilato, oyendo esto, llevó fuera a Jesús, y se sentó en el tribunal en el lugar llamado el Enlosado, y en hebreo Gabata. Era la preparación de la pascua, y como a la hora sexta. Entonces dijo a los judíos: ¡He aquí vuestro Rey! Pero ellos gritaron: ¡Fuera, fuera, crucifícale! Pilato les dijo: ¿A vuestro Rey he de crucificar? Respondieron los principales sacerdotes: No tenemos más rey que César. Así que, entonces lo entregó a ellos, para que fuese crucificado. Tomaron, pues, a Jesús, y le llevaron. De ninguna manera Pilato quería ser contado entre los que no son amigos de César, peor todavía, ser acusado de no haber hecho nada con alguien que estaba siendo acusado de autoproclamarse un rey político de los judíos. Acusación falsa por supuesto, porque jamás el Señor Jesús pretendió derrocar al imperio romano y proclamarse un rey político. De modo que, Pilato se hizo de oídos sordos a la voz de su conciencia y decidió por fin actuar entregando al Señor Jesús para que sea crucificado. Para esto sacó del pretorio al Señor Jesús y lo llevó a un lugar llamado el Enlosado, tal vez por el material que se usaba en el piso. Los judíos conocían a este lugar como Gabata en hebreo. Este era el lugar donde se levantaba el tribunal, lugar donde se sentaba la autoridad romana para administrar justicia. Juan dice que era el día de la preparación de la pascua. Este día comenzó a la seis de la tarde del día anterior y terminaba a las seis de la tarde de ese mismo día. A la tres de la tarde de este día se tenía la costumbre de sacrificar el cordero pascual, para comerlo asado en la cena pascual. Juan dice también que era la hora sexta, en la manera romana de contabilizar las horas del día. De modo que sentado en el tribunal, Pilato se dispuso a emitir sentencia. Conforme a su carácter, Pilato no se perdió la oportunidad de burlarse tanto del Señor Jesús como también de los judíos. En son de burla dijo a los judíos: ¡He aquí vuestro Rey! Esta no es la primera vez que Pilato afirma que el Señor Jesús es Rey. Claro que lo hacía para mofarse de él, pero en el fondo, estaba afirmando una verdad incontrastable, porque en realidad el Señor Jesús es Rey. La reacción de los judíos y el pueblo que los acompañaba fue concluyente. Todos gritaban: ¡Fuera, fuera, crucifícale! Escuchando este clamor, Pilato hizo una pregunta: ¿A vuestro Rey he de crucificar? Pilato estaba burlándose de los judíos. Esto explica la reacción de ellos. Los principales sacerdotes dijeron algo que les condenó para siempre. No tenemos más rey que César. De esta manera, la nación entera de Israel, por medio de sus líderes, los principales sacerdotes, rechazó oficialmente al Señor Jesús como su Mesías, o el Cristo o el Rey de Israel, y en su lugar escogieron a un mero hombre, al emperador romano, el César. Pocos años más tarde recibieron las consecuencias de esta fatal decisión, porque el César a quien escogieron como Rey, dio órdenes para sitiar Jerusalén y arrasarla con todo lo que allí había. Siempre será trágico rechazar al Señor Jesús amable oyente. Oyendo estas palabras, Pilato no tuvo más que hacer sino entregar al Señor Jesús para que sea crucificado. Juan dice por tanto que tomaron al Señor Jesús y lo llevaron al lugar donde iba a ser crucificado. En nuestro próximo estudio bíblico veremos como se dieron los hechos.
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