En este día permíteme invitarte a abrir conmigo tu biblia en el libro de Lucas capítulo 10. Antes de comenzar quiero contarte que hace casi 500 años, un monje de 34 años llamado Martin Lutero, clavó en la puerta de la iglesia de Wittenberg las 95 tesis que alteraron por completo el curso de la historia europea. Este momento, marcó el nacimiento de lo que hoy se conoce como la reforma protestante. Y nosotros, queramos o no, somos deudores de esta reforma, que nos invita a reflexionar sobre la Salvación por medio de la gracia, es decir, sólo a través de la fe en Cristo que muestra un evangelio saturado de gracia y centrado en Dios. Lastimosamente, a lo largo de los años, esta concepción ha sido cubierta por enseñanzas centradas en el hombre y sus tradiciones carentes de evangelio.
Así que, querido oyente, hoy te invito a volver al Evangelio, la única verdad eterna. Y a medida que empezamos ese proceso, quiero llamar tu atención hacia la relación entre el Evangelio y el consuelo para los pobres, quiero que pensemos en la belleza de la palabra de Dios y el cuidado a los pobres. Mira, el Evangelio fundado en los corazones de los cristianos crea una preocupación y una compasión por los pobres única, hay una misericordia que viene directamente de Dios a su pueblo, a través del Evangelio que se desarrolla en el mundo, de forma totalmente diferente de cualquier otra causa de justicia social, preocupación o compasión que podamos ver en el mundo. Y quiero que ores para que Dios nos dé ese tipo de misericordia distintiva en nuestro mundo de hoy.
Entonces, hoy quiero que veamos un pasaje familiar de las Escrituras. Estoy convencido de que lo que veremos este día es una de las historias más familiares de todas las Escrituras pero que al mismo tiempo es una de las historias más incomprendidas de las Escrituras, y estoy hablando de la parábola del Buen Samaritano, así que, sin perder más tiempo, vamos a Lucas 10, versículo 25 y leamos lo que dice: Lucas 10 dice: “Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna? un intérprete de la ley, literalmente un abogado que muy seguramente era un experto en la ley de Moisés, la ley del Antiguo Testamento, y de todas las reglas, normas y reglamentos señalados en el judaísmo. Entonces, la imagen de este hombre es la de un docto en la ley de Dios en todos los sentidos, y él se acerca a Jesús y le hace una pregunta para ponerlo a prueba, este hombre dice: “Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?”.¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna? Esta es la pregunta adecuada. No hay una pregunta más importante que responder en este momento. El mundo diría que hay todo tipo de preguntas que necesitan responderse, pero todas ellas están relacionadas con cosas temporales y triviales, son preguntas como: ¿cómo voy a avanzar en mi carrera?, ¿cómo va a hacer mi equipo?, ¿cómo voy a encargarme de esto o de aquello? Ahora, voy a decirte algo que tal vez no te agrade mucho, pero todo ese tipo de preguntas, son preguntas que al adversario le encanta, porque lo único que él quiere es que tengas tu mente y corazón en los afanes del mundo y pierdas de vista las cosas realmente importantes, ¿dónde pasaras tu eternidad? ¿Vas a estar por siempre, en la vida eterna llena de gozo, o vas a estar por siempre en el sufrimiento y la muerte eterna? Entonces, frente a eso, es claro que no hay otra pregunta más importante que hacer y contestar, que: ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna? Y es precisamente sobre esta cuestión que Jesús dice: “¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?» (Lucas 10:26). Jesús responde una pregunta con otra pregunta, y lo hace por una razón, Él dice, tú eres abogado ¿qué dice la ley? A lo cual el hombre responde: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente» (Lucas 10:27) al decir estas palabras, este intérprete de la ley da paso al Shema, el gran mandamiento descrito en Deuteronomio capítulo 6 que continua con las palabras y “amarás a tu prójimo como a ti mismo” este texto también está citando en Levítico capítulo 19, versículo 18 que dice: «Ama a tu prójimo como a ti mismo». En este punto, puedes encontrar que el camino correcto esta descrito en los evangelios, es por ello que Jesús hace la misma pregunta y Él da la misma respuesta.
Jesús lo mira y le responde en Lucas 10:28: “Bien has respondido; haz esto y vivirás”. Jesús fue muy específico en cuanto al ganar la vida eterna. El primer paso es amar a Dios con todo lo que tú y yo somos, añadiéndole el amor por nuestro prójimo como a nosotros mismos. Sin embargo, el hombre queriendo justificarse le contesta en Lucas 10:29: ¿Quién es mi prójimo? Pero Jesús, sabiamente le contesta con lo descrito en el versículo 30: “Respondiendo Jesús, le dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto».
Quiero que sepas que la distancia de Jerusalén a Jericó es de 17 millas cuesta bajo, convirtiéndose este en un viaje escabroso, repleto de todo tipo de grietas y hendiduras donde se escondían diferentes bandas de ladrones para asaltar a los transeúntes desprevenidamente. En nuestra historia, este hombre judío bajaba caminando por la calle y sin darse cuenta cae en manos de ladrones, quienes lo despojan, lo golpean y lo dejan medio muerto, literalmente colgando de un hilo por su vida. Ahí sin ropa, sin posesiones, herido, golpeado, con su último aliento. “Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, paso de largo.” (Lucas 10:31), imagínate un Sacerdote que lo mira, y pasa alrededor de él.
La responsabilidad de la ley descrita en Levítico enseña a cuidar de un desconocido que tiene necesidad, este es un hombre que sabe que en Éxodo 23 se habla de que si tu enemigo tiene un burro atascado en una zanja debes ayudar al burro a salir fuera de la zanja. Un sacerdote tenía la responsabilidad de cumplir los deberes primarios sacrificiales en el templo y los levitas debían mantener el templo y hacer una variedad de otras cosas. El versículo 32 dice: “así también un levita” Un levita era básicamente un asistente de sacerdote. Un sacerdote tenía la responsabilidad de los deberes del sacrificio en el templo y el levita cuidaría, mantendría el templo y haría una variedad de otras cosas. Así un levita que también sabe, lo que el sacerdote sabe. “Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole paso de largo” (Lucas 10:32). Este hombre prefirió ignorarlo. Entonces, esta escena nos plantea la pregunta: ¿quién en el mundo cuidará de este hombre?
Justo en este momento Jesús va directo a la yugular y dice en el verso 33: “pero un samaritano”, y tan pronto como vemos esta palabra en la escena, si escuchamos esto con una mentalidad judía del primer siglo, inmediatamente nuestra sangre empieza a hervir. Los samaritanos, eran una cultura odiada por los judíos, durante cientos de años ha existido una profunda división en todos los niveles. Y entonces, aquí en la respuesta de Jesús, se ve primero a un hombre que ha visto pasar a un sacerdote e ignorarlo, se ve a un levita que viene y lo ignora; y ahora, un samaritano cuya herencia le ha enseñado a caminar de largo en una situación así, se queda a ayudar al hombre.
Jesús dice: “pero un samaritano que iba de camino vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia”. Esta cultura, odiada por ellos, hizo lo que el sacerdote y el levita no. ¿Qué hizo él? Lucas 10:34: “y acercándose, vendo sus heridas, echándoles aceite y vino” yo me imagino que esta historia está creando nuevas heridas a medida que este experto de las leyes la escucha. Lucas 10:34 dice: “y poniéndole en su cabalgadura, lo llevo al mesón, y cuidó de él”, el hombre samaritano está tomando de sus propias posesiones, su propia ropa, tal vez cierta reserva que tenía, tal vez rasgándose la manga y vendando la herida de este hombre con su propia ropa vertiendo aceite, este samaritano intentó calmar el dolor, consolar al hombre y prevenir cualquier infección adicional. Pero no sólo hizo eso, sino que él vio que este hombre, tirado en el camino, no era capaz de levantarse, así que, el samaritano lo recogió en brazos y lo puso en su cabalgadura hasta una posada donde podía ser atendido.
La palabra en Lucas 10, versículo 35 continua y dice: “Otro día al partir, sacó dos denarios y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese”. Esto es increíble, él hace lo necesario para asegurarse de que este hombre este bien. Incluso prometiendo regresar por él para cuidarlo cuando vuelva. En este punto, el experto en la ley es sorprendido en silencio, Jesús lo mira y dice: «¿Quién pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?» (Lucas 10:36).
En este punto, Jesús ha invertido totalmente la cuestión, ha cambiado la pregunta completamente. Este experto en la ley estaba tratando de determinar que será clasificado como un prójimo para que él pueda saber de quién tiene que cuidar y Jesús da la vuelta a la pregunta en su cabeza y dice: “no se trata de como determinar quién es tu prójimo. Se trata de definir lo que significa ser un prójimo”. ¿Ves? Es un cambio importante. No se trata de determinar que es un prójimo sino de definir lo que significa ser el prójimo que cuida de los que necesitan. Jesús hace esta pregunta, y la responde en el versículo 37: “Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo”. En una corta historia, Jesús no sólo ha destrozado a la élite religiosa, sino que sorprendió a los maestros religiosos al darse cuenta de que hay un amor que reemplaza el conocimiento, la posición y el estado religioso, hasta ese momento conocido por este experto en la ley.
Ahora ¿Cuál es el punto de esta historia? Hay una historia de la interpretación cuando se trata de esta parábola, muchos han hecho con esta parábola, lo mismo que con otras; toman cada uno de los detalles he intentan hacerla reposarla en algo diferente; es una cosa peligrosa hacer esto con las parábolas, pues es totalmente arbitrario. Una de las interpretaciones más populares sobre este tema, es aquella en la que se menciona que el hombre que fue robado, es visto como un pecador que es golpeado por su pecado y el Samaritano es Jesús quien viene a él. El sacerdote y el levita representan la ley y los sacrificios que ya no son suficientes para salvar. Pues sólo Jesús puede salvar, y en la historia, Jesús viene, y lo lleva a la posada. La posada es la iglesia, el lugar donde son atendidos los creyentes. Muchos han llegado a plantear que las dos monedas de plata representan el bautismo y la cena del Señor, como sacramentos en la iglesia para ayudar a la atención de la persona y así sucesivamente. Ahora bien, esto es muy arbitrario, no es una forma sabia o responsable de interpretar las parábolas. Pero incluso si no vamos por ese camino, esta historia es tan familiar para nosotros que pensamos automáticamente: “he oído esto antes, ¡Esta es una historia que trata de ayudar a otras personas!, de cuando ves a alguien en necesidad, de cuando alguien tiene hambre y le das comida y si alguien esta alado de la carretera, lo ayudas”. Muchos de los que me oyen han pensado eso, sin embargo, lo que quiero que veas, no es sólo una historia de brindar ayuda a otras personas, aquí hay algo más profundo.
Esta historia es contada dentro de un contexto, y este contexto marca el inicio con una pregunta que viene incluso antes del querer saber quién es el prójimo. La última pregunta en este pasaje es: ¿qué es lo que debo hacer para heredar la vida eterna? Pregunta que precipita la discusión que conduce a esta historia, la cual no está aislada del contexto que la precede, necesitamos reconocer que esto no es sólo una historia de ayudar a otras personas, esta es una historia sobre la necesidad de un corazón nuevo. Y es precisamente de eso de lo que hablaremos a lo largo de esta serie, y hoy te invito a que nos acompañes cada día para juntos aprender lo que la Biblia dice. Que Dios te bendiga.
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