Hay algo con lo que quiero empezar el día de hoy, hombres, esposos, padres, nuestras familias, nuestros hogares son demasiado importantes. Son eternamente importantes y oro para que estés animado, oro para que tengas el desafío de encontrar el favor de Dios y experimentar su sabiduría en tu hogar. Valora el tesoro que es tu esposa y alimenta el don en tus hijos. Dios te los ha dado para hacer que tu vida cuente al demostrar que en la presencia de Dios su Espíritu fluye de ti, avanzando en el reino y el Evangelio de Dios, multiplicando la gloria de Dios de una manera que las generaciones a partir de ahora, canten alabanzas a Dios como resultado de la manera en que has guiado a tu familia. Esta es la imagen del Evangelio y la masculinidad.
Antes de empezar este nuevo estudio quiero pedirte que entremos en un momento de oración. Quiero invitar a hombres, esposos, padres y hombres solteros que, en los siguientes momentos, te inclines ante Dios y si de pronto estás con tu esposa o tus hijos ora con ellos, siéntanse libres de hacerlo. Quiero invitar a las mujeres a orar por los hombres. Quiero que entreguemos nuestras vidas a Él, esto es lo esencial aquí. Dios ha confiado en los hombres para dirigir el hogar. Quiero que oremos para que Dios levante una comunidad de fe dominada por hombres que se describen en el Salmo 128 así que te pido que te rindas a Dios, y le digas:
Dios te necesito por el poder de tu Evangelio para convertirme en el hombre que deseas que sea. Para moldearme al esposo, al padre que deseas que sea. Me entrego a ti y oro para que lo hagas por el poder de tu Evangelio. Padre, oramos en estos momentos, Dios, en respuesta a tu Palabra revelada, Dios derrama tu gracia sobre los hombres. Dios, sabemos que no podemos estar a la altura de esta imagen por nuestra cuenta. Sabemos que tenemos cosas en nuestro pasado que hemos hecho como hombres, esposos, padres, que no te han traído gran honor. Dios temblamos ante ese pensamiento y oramos para que tu gracia nos prepare. Dios, oro para que estas verdades penetren en nuestros corazones y nos moldeen. Permítenos ser hombres bendecidos por tu nombre, favorecidos ante ti y felices en ti porque te tememos, caminamos en tus caminos y experimentamos tus promesas en nuestros hogares. Amén.
Bien, hoy quiero invitarte a vivir para la gloria de Dios y ser hombres que viven para la gloria de Dios, así que, ven conmigo al capítulo 7 de 1 Corintios. Y mientras vamos al capítulo 7 de 1 de Corintios, te quiero contar que hemos estado compartiendo acerca de cómo el Evangelio influencia grandemente en nuestras familias. Y hoy vamos a sumergirnos en el Evangelio y el divorcio. Y sé que tan pronto como pronuncio la palabra divorcio, la simple mención de la palabra conlleva un gran peso para muchas personas.
Estoy seguro que casi todas nuestras vidas han sido afectadas de alguna manera por el divorcio, ya sea personal, directamente en nuestras familias, entre amigos o en la iglesia y también sé que tan pronto como digo la palabra divorcio, todo tipo de emociones: sentimientos de dolor, pérdida, tragedia, decepción, ira, remordimiento, culpa, todas esas emociones recorren entre nosotros. Hay pocas cosas que son más dolorosas que el divorcio. Y no creo que se pueda sobrestimar las consecuencias del divorcio en nuestra cultura. De hecho, incluso daría un paso más profundo y diría que se ha sobrestimado el predominio y efecto del divorcio en la iglesia. Y sé que este es un tema particularmente delicado.
La verdad es que estoy intranquilo con este tema y hay dos razones por las cuales me siento así. Lo primero, no me gusta porque vivimos en una cultura donde el divorcio es muy fácil. Con eso no me refiero a que no sea difícil o que no sea costoso, pero puede que no haya otro momento de la historia donde nos haya resultado más fácil divorciarnos que hoy; puedes conectarte en línea, pagar un costo mínimo y hacer esto a través de Internet, puedes hacerlo a través de la computadora, puedes hacerlo hoy, mañana, cuando desees, es fácil. Vivimos en una cultura lista para el divorcio. Y estoy incómodo porque quiero pastorearte, no lastimarte y sé que todo este asunto descubre heridas recientes, heridas viejas y heridas actuales, y una parte de mí desea que podamos dividirnos en dos grupos y hablar sobre el divorcio: un grupo de personas que están casadas que no han experimentado el divorcio y las otras personas que han experimentado el divorcio aun cuando la Palabra de Dios los ha formado. La verdad es la misma, pero la forma de comunicar esa verdad sería muy diferente si estuviera hablando de uno en uno, dependiendo del trasfondo de cada uno y obviamente, este lujo no nos lo podemos dar.
Hay una forma de abordar el divorcio que es preventiva y hay una forma de abordar el divorcio que es redentora y reparadora, por lo que el desafío es cómo hacer ambas cosas con una variedad de circunstancias diferentes. Entonces, oremos para que Dios, en los siguientes programas, por su gracia nos ayude a: ver, escuchar y entender su Palabra tal como se aplica a cada una de nuestras vidas en las diferentes circunstancias hoy representadas.
Entonces, escuchemos 1 Corintios capítulo 7, versículo 10. Este es Pablo escribiendo: «Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido; y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer. Y a los demás yo digo, no el Señor: Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone. Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos. Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios«(1 Corintios 7: 10-15).
Lo que Pablo hace en 1 Corintios 7 es que cita a Jesús en los Evangelios y por eso quiero que regreses conmigo al capítulo 19 de Mateo. Hay tres Evangelios que mencionan las palabras de Jesús sobre el divorcio: Mateo 19, Marcos capítulo 10 y Lucas capítulo 16. Es muy probable que Pablo cite Lucas capítulo 16, versículo 18, Marcos capítulo 10 versículo 1 al 12 o el capítulo 19 de Mateo. Y la razón por la que vamos a ver a Mateo es porque hay algo aquí que no se ve en Marcos y Lucas. No significa que estas son historias diferentes o contradictorias. Significa que son descripciones diferentes. Jesús dice las cosas un poco diferentes en diferentes lugares, pero son las mismas verdades. Vamos a ver Mateo capítulo 19, versículo 3. Escucha lo que sucedió allí: «Entonces vinieron a él los fariseos, tentándole y diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa Él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, ¿y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre. Le dijeron: ¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla? Él les dijo: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así. Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera. Le dijeron sus discípulos: Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse» (Mateo 19: 3-10).
Ahora aquí, en este pasaje, Jesús elude las citas de dos pasajes diferentes en el Antiguo Testamento. Así que quiero que me sigas y vengas conmigo al capítulo 24 de Deuteronomio. Es el quinto libro de la Biblia. Todas las preguntas que guía la conversación en Mateo capítulo 19 son cuando un grupo acude a Jesús y pregunta si es lícito que un hombre se divorcie de su esposa por cualquier razón y el trasfondo es el capítulo 24 de Deuteronomio, la ley de Dios aquí. Y hacen preguntas sobre lo que permite la ley de Dios. Y creo que eso es significativo. Mientras encuentres el capítulo 24 de Deuteronomio solo como una nota al margen, ¿por qué esta es una pregunta que lamentablemente no estamos haciendo hoy en la iglesia? Lamentablemente no estamos preguntando qué dice la ley de Dios. Con demasiada frecuencia estamos eludiendo la ley de Dios y diciendo bien, ¿qué dice la ley del gobierno sobre el divorcio? Y si la ley del gobierno dice que está bien, entonces sí, por supuesto, está bien, pero necesitamos ver qué dice la ley de Dios y esa es la pregunta que nos estamos haciendo: ¿qué dice la Palabra de Dios sobre el divorcio? No qué dice nuestra cultura o qué dice el mundo. ¿Qué dice la Palabra?
Deuteronomio capítulo 24 esto es lo que sucedió en el Antiguo Testamento. Este es Moisés hablando. Él dice: «Si un hombre». Deuteronomio capítulo 24, versículo 1: «Cuando alguno tomare mujer y se casare con ella, si no le agradare por haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá carta de divorcio, y se la entregará en su mano, y la despedirá de su casa«. Puedes regresar y leer eso para comprender toda la cadena de eventos allí mismo: «porque es abominación delante de Jehová, y no has de pervertir la tierra que Jehová tu Dios te da por heredad«(Deuteronomio 24: 4). Así que ese es el contexto que lleva a este pasaje en Mateo 19. Sigue girando a tu izquierda y verás el lugar donde Jesús cita, en su discusión, sobre el divorcio.
Génesis capítulo 2, primer libro en la Biblia. Este es un pasaje que hemos visto en numerosas ocasiones en esta serie. Génesis capítulo 2 versículo 24. Esto es tan fundamental. Lo que estaba sucediendo aquí, no es solo una buena historia sobre la creación. Estaba sentando las bases para todo lo que estaba por venir. La imagen completa que tenemos en el resto de las Escrituras está enraizada aquí en Génesis 2:24. Él dice, citando Génesis 2:24 «Por esta razón, un hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su esposa, y se convertirán en una sola carne».
¿Lo ves? Desde el principio de la Biblia, hasta el final, el deseo de Dios es mantener a la familia unida. Así que espero que puedas acompañarnos en el transcurso de esta serie para conocer que dice el evangelio acerca del divorcio. Que Dios te bendiga.
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