Los creyentes del Antiguo Testamento no fueron ricos como Abraham, David, Salomón, Josafat, Ezequías, José de Arimatea, Bernabé. Por el contrario, fueron muy pobres. Fueron débiles, soportaron el martirio, experimentaron vituperios y azotes, anduvieron de allá para acá y se cubrieron de pieles de ovejas y de cabras. Esto no significa que se compraron abrigos de pieles finas como la gente de dinero de la actualidad, sino que como no tenían ropa, no les quedó otro recurso, que cubrirse, no vestirse con pieles de ovejas y de cabras. Todos ellos fueron pobres, estuvieron angustiados y fueron maltratados, sin embargo, están en la galería de la fama de los héroes de la fe. La conclusión es muy obvia, ser pobre no es pecado.
Bienvenidos a este su programa “La Biblia Dice Presenta” Soy Nelson Cabrera y hoy, junto a David Platt. Hablaremos más sobre este tema.
Si tienes una Biblia te quiero pedir que me acompañes a 1 Reyes, capítulo 6, ahí vemos a Salomón tomar la riqueza que había heredado de su padre David, y Salomón construye un templo, pero este no es otro edificio más, sino que este es un lugar donde la gloria de Dios morará entre su pueblo, es un lugar que reflejará la gloria de Dios.
Después de que Salomón construyó este templo, Salomón hace una oración realmente maravillosa, él dice: “Jehová Dios de Israel, no hay Dios como tú, ni arriba en los cielos ni abajo en la tierra, que guardas el pacto y la misericordia a tus siervos, los que andan delante de ti con todo su corazón”, eso lo vemos en 1 Reyes 8, versos del 23 al 52 y esa es una oración de dedicación del templo. Y luego, en el verso 62 vemos una celebración enorme. La Biblia la describe de esta manera, 1 Reyes 8:62 dice: «Entonces el rey, y todo Israel con él, sacrificaron víctimas delante de Jehová«. Ahora escuchen el versículo 63: «Y ofreció Salomón sacrificios de paz, los cuales ofreció a Jehová: veintidós mil bueyes y ciento veinte mil ovejas. Así dedicaron el rey y todos los hijos de Israel la casa de Jehová«. «Veintidós mil ciento veinte mil ovejas y cabras». Esas son muchas ovejas y cabras que estás ofreciendo como sacrificio. Esta es una mega fiesta.
«El rey y todos los israelitas dedicaron el templo del Señor» con lo que hicieron, y escuchen esto: «Aquel mismo día santificó el rey el medio del atrio, el cual estaba delante de la casa de Jehová; porque ofreció allí los holocaustos, las ofrendas y la grosura de los sacrificios de paz, por cuanto el altar de bronce que estaba delante de Jehová era pequeño, y no cabían en él los holocaustos, las ofrendas y la grosura de los sacrificios de paz. En aquel tiempo Salomón hizo fiesta, y con él todo Israel, una gran congregación, desde donde entran en Hamat hasta el río de Egipto, delante de Jehová nuestro Dios, por siete días y aun por otros siete días, esto es, por catorce días. Y al octavo día despidió al pueblo; y ellos, bendiciendo al rey, se fueron a sus moradas alegres y gozosos de corazón, por todos los beneficios que Jehová había hecho a David su siervo y a su pueblo Israel» (1 Reyes 8: 64-66).
Ese fue un día increíble. Los opulentos y adinerados muestran la gloria de Dios para que las naciones vean esto y eso es lo que está sucediendo aquí.
Vamos a 1 Reyes 10 y mira lo que sucede. Hay una reina, la reina de Saba, una reina pagana que viene a visitar a Salomón y entonces, «Oyendo la reina de Sabá la fama que Salomón había alcanzado por el nombre de Jehová, vino a probarle con preguntas difíciles. Y vino a Jerusalén con un séquito muy grande, con camellos cargados de especias, y oro en gran abundancia, y piedras preciosas; y cuando vino a Salomón, le expuso todo lo que en su corazón tenía. Salomón le contestó todas sus preguntas, y nada hubo que el rey no le contestase» (1 Reyes 10: 1-3). Escucha los versículos del 4 al 8: «Y cuando la reina de Sabá vio toda la sabiduría de Salomón, y la casa que había edificado, asimismo la comida de su mesa, las habitaciones de sus oficiales, el estado y los vestidos de los que le servían, sus maestresalas, y sus holocaustos que ofrecía en la casa de Jehová, se quedó asombrada. Y dijo al rey: Verdad es lo que oí en mi tierra de tus cosas y de tu sabiduría; pero yo no lo creía, hasta que he venido, y mis ojos han visto que ni aun se me dijo la mitad; es mayor tu sabiduría y bien, que la fama que yo había oído. Bienaventurados tus hombres, dichosos estos tus siervos, que están continuamente delante de ti, y oyen tu sabiduría«.
Y escucha ahora el versículo 9 donde la reina pagana declara: «Jehová tu Dios sea bendito, que se agradó de ti para ponerte en el trono de Israel; porque Jehová ha amado siempre a Israel, te ha puesto por rey, para que hagas derecho y justicia«. Dios obtuvo la gloria de la boca de una reina pagana por la forma en que había bendecido a David y a Salomón. Y luego llegas al versículo 10: «Y dio ella al rey ciento veinte talentos de oro, y mucha especiería, y piedras preciosas; nunca vino tan gran cantidad de especias, como la reina de Sabá dio al rey Salomón» y esto continúa durante el resto de este capítulo.
Aquí está la imagen, la obediencia a Dios guiando al pueblo a adquirir posesiones en la tierra. Esta es una imagen tan incompleta en muchos sentidos. Ni siquiera hemos visto cómo Dios hizo provisiones para asegurarse de que la prosperidad que dio se comparta con los pobres. Ni siquiera he mirado cómo se abusó de la riqueza, tal vez particularmente en la vida de Salomón y otros reyes de Israel, pero la imagen es que Dios les está dando riquezas y posesiones a medida que lo obedecen. Pero, ¿por qué les está dando posesiones? Pues para establecerlos como un pueblo en una tierra con un templo que muestra la gloria de Dios a todas las naciones que les rodean. Eso es lo que Dios está haciendo a lo largo del Antiguo Testamento.
Ahora, con ese trasfondo, entremos en algunos zapatos de los discípulos de Jesús, y veremos a un rico gobernante de la sinagoga acercarse a Jesús, este hombre se acerca a Él creyendo que, por el hecho de poseer bienes materiales, es un hombre bendecido por Dios.
Mira, la obediencia a Dios llevó a la adquisición de posesiones materiales en el Antiguo Testamento. Esta es la imagen de la bendición de Dios, pero todo lo que Dios les daba, era para reflejar la gloria de Cristo a los demás pueblos. Esa fue la mentalidad con la que el pueblo judío vivía, pero ahora, con la llegada de Jesús, algo cambia. Así que, en este texto vemos a un hombre acercarse a Jesús y él le dice: «¿qué debo hacer para heredar el reino de Dios? Y Jesús mira hacia él y le dice: «Deshazte de todas tus cosas».
Jesús le acaba de decir a uno que fue bendecido por Dios con todas sus cosas que se deshaga de todo; este hombre que tiene tanto que ofrecer al templo, y a este hombre, Jesús le pide deshacerse de todo. Luego, Jesús se vuelve a sus discípulos y les dice: «Es difícil para un hombre rico entrar en el reino de Dios». ¿Ven qué radical cambio fue este? En el Antiguo Testamento, la obediencia a Dios llevó a la adquisición de posesiones en la tierra. En el Nuevo Testamento, la obediencia a Dios nos lleva, no sólo a no adquirir sino a abandonar las posesiones en la tierra. Esto es inaudito, revolucionario, es un cambio radical.
Ahora, Jesús no está diciendo que la riqueza de este hombre no es evidencia de la bendición de Dios, Jesús está diciendo que la riqueza de este hombre es una barrera para la bendición de Dios en su vida, es una barrera para estar cerca del reino, es una barrera para él. Esto es impactante para ti ¿verdad? Esta es una imagen muy diferente a la que estamos acostumbrados a ver en la iglesia contemporánea.
Ahora quiero ser cuidadoso aquí porque creo que la mayoría de los temas que vemos cuando se trata de posesiones y ofrendas en el Antiguo Testamento reaparecen y se reafirman de diferentes maneras en el Nuevo Testamento. Y, por si crees que me caí de un camión y perdí de vista de lo que es real en las Escrituras, quiero traer a alguien que me ayude un poco aquí. Un tipo llamado Craig Blomberg, él escribió un gran libro llamado “Ni pobreza ni riquezas: toda la teología bíblica de las posesiones materiales”. Quiero que escuches lo que dice, él dice: «El Nuevo Testamento llevó adelante los principales principios del Antiguo Testamento con una omisión visible. Nunca en el Nuevo Testamento nunca prometió la riqueza material como una recompensa garantizada por la obediencia espiritual. La recompensa material por la piedad o por la obediencia nunca reaparece en las enseñanzas de Jesús y, de hecho, se contradice explícitamente en todo momento».
Esta es una imagen del Antiguo Testamento: la obediencia a Dios conduce a la adquisición de posesiones en la tierra para que construya un lugar que muestre la gloria de Cristo a las naciones, pero esa es una imagen que no se transmite en el Nuevo Testamento. Es por eso que fue impactante, sorprendente, y realmente escandaloso escuchar a Jesús decir esto en Marcos 10. Estoy convencido de que es escandaloso hablar así en la iglesia contemporánea; no es una cosa popular o una cosa común escuchar que nuestra riqueza son una barrera para entrar en el reino de Dios. Y que, si queremos ser obedientes a Dios, abandonemos nuestras posesiones en esta tierra, eso no va muy bien hoy, ese tipo de mensajes no se reciben bien hoy, ¿sabes por qué? Porque en nuestra cultura de iglesia contemporánea estoy convencido de que aún estamos viviendo sobre los principios del Antiguo Testamento y la importancia de tener posesiones.
Ahora, es por eso que necesitábamos sumergirnos en la Palabra de Dios. Porque necesitamos ver un espejo de la forma en que abordamos las posesiones hoy. La iglesia de hoy, ha tomado una teología que prevalece en nuestra cultura que dice que la riqueza es una imagen de la bendición de Dios en nuestras vidas que se nos da para que tengamos más y más. ¿Quieres una prueba de ello? Sólo el año pasado, los cristianos en América gastaron más de 10 mil millones de dólares en edificios de iglesias. Diez mil millones de dólares. Toma todas las propiedades inmobiliarias de las iglesias institucionales y tendrás más de 250 mil millones de dólares. Decimos cosas como: “Dios nos ha dado cosas así que construyamos lugares para su gloria tal y como sucedió en el Antiguo Testamento”, pero déjame decirte algo: en la actualidad, tú eres el templo de Dios. Esta es una imagen radicalmente diferente. No son sólo edificios de iglesias. Los edificios de la iglesia son el reflejo de la mentalidad materialista que plaga nuestros corazones. Creemos que cada pocos años necesitamos una casa más grande, un auto mejor, más ropa, más posesiones, más artilugios, más productos electrónicos.
Acaso ¿No queremos ser como los héroes de la fe en el Antiguo Testamento? Porque yo sí quiero, quiero estar en línea con Abraham, Isaac, Jacob, David y Salomón, pero quiero estar en línea con el corazón que tenían estos hombres, no con la cantidad de dinero que poseen, porque si nuestro anhelo es ser como: Abraham, Isaac o Jacob únicamente por su dinero, pues entonces no vamos a estar en la línea de Jesús. Y no es que todo en el Antiguo Testamento fuera nulo y malo, es sólo que es un pacto diferente. En el Antiguo Testamento Dios estaba estableciendo un pueblo, una nación para mostrar su gloria, pero ahora, desde la llegada de Jesús, es una imagen radicalmente nueva. En lugar de dar posesiones de Dios sobre un lugar que mostraría su gloria entre las naciones ahora Dios está dando posesiones para construir un pueblo que lleve su gloria a las naciones. Esto es muy diferente.
Entonces, ¿por qué no tomamos el dinero, la riqueza y las posesiones que Dios nos ha dado, y lo llevamos a las naciones?, ¿por qué no salimos a mostrar la gloria de Cristo?, ¿por qué no damos comida a las personas que se mueren de hambre?, ¿por qué no traemos huérfanos y viudas a nuestros hogares y nos convertimos en ese Templo que evidencia la gloria de Dios?
Entonces, ¿somos un pueblo que toma nuestras posesiones y las abandonamos por el bien de llevar la gloria de Cristo a las naciones? Y lamentablemente debo responder que no, no es así como trabajamos. Así no es como pensamos.
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