¡Sígueme! Es la bondadosa llamada que Jesús nos hace, ¿has aceptado la llamada de Jesús? ¿Recuerdas cuando Jesús habló con Mateo y le dijo “sígueme”? ¡Si…! los discípulos estaban asombrados de que Jesús haya llamado a Mateo, pero estaban aún más asombrados de que Mateo lo haya seguido, Mateo tenía la mejor vida que te pudieras imaginar, materialmente hablando. Él tenía el mejor negocio, pero Lucas dice: “dejándolo todo le siguió”. Mateo no estaba dispuesto a aferrarse a las cosas de este mundo, al escuchar el llamado de Jesús simplemente lo dejó todo y le siguió. Bienvenidos a este su programa “La Biblia Dice Presenta” soy Nelson Cabrera y esto es de lo que queremos hablar el día de hoy.
A veces solemos tomar a la vida cristiana como un juego con etapas que ganar, y nos catalogamos por niveles, pero lo verdaderamente importante es la pasión y la energía que le pongamos al servir a Cristo.
No digo que todos nosotros estamos en el mismo lugar en nuestra madurez espiritual o que cuando inicialmente venimos a Cristo, sabemos todo lo que sabemos 20 años después. Pero la imagen es clara. Jesús dice varias cosas que debemos hacer para ser sus discípulos. Estos son requisitos básicos para el discipulado y, mientras miramos un pasaje donde Jesús está hablando a una multitud que ha estado siguiéndole en sus propios términos, no puedo evitar pensar que estoy hablando a una multitud de personas que han estado siguiendo a Jesús en sus propios términos. Y hoy quiero invitarte a que te hagas la siguiente pregunta: ¿alguna vez, realmente has ido a Jesús en sus términos?
Todos los sermones de Jesús son directos, Jesús nunca disfrazo su verdad para conseguir seguidores y cuando vuelvo a las raíces del Evangelio me pregunto: ¿en serio este es Jesús invitando a la gente a seguirlo por primera vez?
Entonces hoy quiero pedirte que juntos nos sumerjamos en el Evangelio y veamos los requerimientos de Jesús al momento de seguirlo. Vamos a Lucas capítulo 14, ahí Jesús usa estas frases: “si alguien no hace esto, no puede ser mi discípulo”. Y hoy quiero invitarte a considerar los requisitos que un seguidor de Cristo debe cumplir, son sacrificios del cristianismo. Y quiero invitarlos a escuchar los términos de Jesús y considerar si alguna vez han respondido a Jesús en estos términos. Incluso si has estado en la iglesia por más de 70 años, ¿alguna vez has respondido a Jesús en estos términos?
Término número uno: Jesús requiere amor superior. Lucas capítulo 14, versículo 26 es el primer “si”, Jesús dice: “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo”. ¡Jesús sí que sabe ganarse la atención de los demás! Esas parecen palabras bastante fuertes ¿verdad? Pero ¿qué significa todo eso? ¿Qué está diciendo Jesús cuando dice que aborrezcas a tus padres, hermanos, esposa y a tus hijos?
La semana pasada, cuando leímos este pasaje, algunos de ustedes se confundieron mucho y dijeron cosas como: “se supone que debíamos amar a la gente, que debemos honrar a nuestros padres». ¿Cómo se supone que los aborrezca y los honre al mismo tiempo? Y la verdad es que esa es una buena pregunta. De verdad, ¿cómo se supone que debo aborrecer a mi esposa y a mis hijos? ¿Qué significa esto?
Ahora, antes de empezar a ver lo que Jesús quiere decir, quiero ser muy cuidadoso, no sólo aquí, sino en cada pasaje que estudiamos en esta serie porque existe la peligrosa tentación de que tratemos de suavizar las palabras de Jesús para justificar la forma en que vivimos y esa es una forma muy peligrosa de acercarnos al cristianismo.
Cuando leemos el evangelio decimos cosas como: “Oh, Jesús realmente no quiso decir eso, Él quiso decir esto”. Mira, debemos mirar honestamente las Escrituras para ver exactamente lo que Jesús quiso decir a sus oyentes. Así que vuelve conmigo al capítulo 22 de Mateo. Quiero mostrarte dos pasajes que arrojan luz sobre lo que Jesús está diciendo aquí en el capítulo 14 de Lucas.
Amor superior, Mateo capítulo 22 es una conversación entre Jesús y un maestro experto en la ley. Es un pasaje con el que algunos de ustedes, están familiarizados. Mateo 22, versos del 36 al 40, señala que este maestro en la ley le pregunta a Jesús: «Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas«. Entonces, el primer mandamiento principal en nuestra vida es amar a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, toda nuestra mente y toda nuestra fuerza. Esto desacredita la idea de que hay prioridades en nuestro corazón que no sea Dios. Todos tus afectos deben ser para Dios.
Este es el segundo requerimiento, cuando seguimos a Jesús, su Palabra dice: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Mira, cuando el amor por Dios es supremo en tu vida, el resultado es amor el uno por el otro. El amor mutuo surge del amor ¿por quién? Por Dios. Amar a Dios es supremo. Es un amor superior e irremplazable.
En Mateo capítulo 10, hay un amor que reemplaza a todos los otros amores. Este es un pasaje que es muy similar a lo que estamos viendo en el capítulo 14 de Lucas. Escucha lo que Jesús dice allí. Mateo 10, versículo 37 y 38 dice: «El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí«. Aquí, en el capítulo 10 de Mateo, lo que tienes es una fuerte comparación. Dios dice: tú amor por mí es mucho mayor que tú amor por madre o padre, hijo o hija. Ahora, llevamos ese contexto al capítulo 14 de Lucas y vemos a Jesús usar la palabra “aborrecer”, obviamente esa es una palabra fuerte, incluso un poco ofensiva y no necesitamos tratar de suavizar esta imagen.
Creo que lo que Jesús está comunicando es claro; el amor por Él es tan supremo, que cualquier otro amor le queda muy pequeño, incluso el amor por nuestra propia familia. En comparación con el amor por Cristo, nosotros, los seres humanos podemos llegar a odiar a las personas que amamos y eso no quiere decir que no los amamos, lo que quiere decir es que, cuando el amor por Dios es supremo y el amor por Dios cautiva nuestros corazones, ¿qué tipo de amor mostramos a nuestros padres? ¿El amor de quién? Pues el amor de Dios, el amor de Cristo en nosotros. Y ese es el mismo amor que damos a todos nuestros seres queridos.
Ahora, leamos Efesios capítulo 5, versículo 25, esto dice: «Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella”. Entonces, ¿cómo haces esto si el amor por Cristo no es supremo en tu vida? La verdad es que no puedes, es imposible. Pero ese amor sólo comienza con el amor por la supremacía de Cristo, solamente cuando nuestros corazones están conquistados y cautivados por un afecto superior en Dios, podremos amar a nuestra esposa o esposo como Dios nos pide hacerlo.
Lamentablemente, incluso en nuestras propias iglesias sabemos muy poco de este tipo de amor. Basta con escuchar la forma en que hablamos entre nosotros cuando decimos: “tengo que estar en la iglesia, tengo que llevar a mis hijos a la iglesia, tengo que orar, tengo que estudiar la Biblia”. Damas y caballeros, esto no es cristianismo, el cristianismo no consiste en la obediencia a regañadientes a Cristo, esa no es manera de amar. ¿De dónde sacamos la idea de que el cristianismo es una obediencia a regañadientes? Ese no es el cristianismo bíblico, el cristianismo bíblico ve la supremacía de Cristo y está tan cautivado con Él, tan atraído hacia Él que nuestro amor por Él impulsa todo lo que hacemos. Es un amor superior que cambia nuestra perspectiva sobre todo en este mundo.
Entonces la pregunta que tienes ante ti a la luz del versículo 26 en el capítulo 14 de Lucas es: ¿amas a Cristo? ¿Quieres a Cristo y lo amas con todo tu corazón, tu alma y tu mente? No estoy preguntando si vas a la iglesia, no estoy preguntando si lees tu Biblia, si oras o si enseñas la Biblia, si haces esto o lo otro o si estás criando bien a tus hijos. Estoy preguntando si realmente amas a Cristo.
Esta es la imagen del amor superior que hace que cualquier otro amor no tenga comparación alguna. Estoy convencido de que hoy en nuestra cultura idolatramos a nuestros hijos, a nuestros matrimonios, a nuestras relaciones sexuales, a nuestros padres, a nuestras familias y a nuestros amigos hasta el punto en que Jesucristo obtiene los restos de nuestros afectos y eso no es cristiano. Ni siquiera puedes ser un discípulo de Jesús si ese es el caso. Ser un discípulo de Jesucristo significa abandonar todas las relaciones y vivir en pos de una relación íntima con Él.
¿Quieres saber cómo se ve esto prácticamente? John Bunyan es un buen ejemplo de ello. Él vivió en un tiempo en el que no era fácil ser un seguidor de Cristo, y más difícil aun, ser un predicador del Evangelio de Cristo. Y él predicó aun cuando le dijeron que, si no dejaba de predicar, seria encarcelado. Él y su familia apenas tenía suficiente para comer, uno de sus hijos era ciego, y era él quien los sostenía. John sabía que, si era encarcelado, causaría un gran daño a su familia. Entonces, ¿qué haces cuando te enfrentas a esa decisión? ¿Sigues predicando? John Bunyan decidió continuar y fue encarcelado, entonces él escribió desde su celda: «La separación con mi esposa y mis cuatro hijos a menudo ha sido para mí como la extracción de carne de mis huesos. A menudo me vienen a la mente las muchas dificultades, miserias y deseos con los que mi pobre familia se enfrentaría, especialmente mi pobre niño ciego que está más cerca de mi corazón que todo lo que tengo. Pero, sin embargo, dijo Bunyan, sin embargo, debo aventurarme todo con Dios».
¿Lo ves? Reunirse con Jesús no es nada seguro ni reconfortante, pero Él es bueno. Pregúntale a los primeros cristianos si estar con Jesús era seguro.
Cuando la epidemia de la viruela apareció en el Imperio Griego, cientos de miles de personas murieron, luego, durante el primer siglo, la viruela avanzó hasta el Imperio Romano. La gente conocía de la enfermedad y tenían miedo a la muerte, si alguien era visto con viruela, aún si se tratase de un miembro de la familia, era apartado fuera de la casa, pero los cristianos seguían a este hombre llamado Jesús y Él tocaba a los enfermos, así que pensaron: “nosotros también tenemos que hacer algo” y comenzaron a servir y ministrar a las personas que tenían la viruela.
Dionisio, un Obispo de Alejandría, escribió sobre los primeros cristianos, él dijo: “haciendo caso omiso de los peligros de hacerse cargo de los enfermos que asistían con sus necesidades para ser ministrados por ellos, muchos, aun cuando estaban completamente sanos, quedaban infectados por las enfermedades de la gente y alegremente aceptaban sus dolores”. Ahora te pregunto: ¿estar con Jesús es seguro, es reconfortante? Por supuesto que no, pero Él es bueno, Él es el rey.
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