Una de mis responsabilidades como su pastor, creo, es predicar y enseñar de tal manera que esté preparado para adorar a Dios en medio de su sufrimiento. Sé que en este momento hay hombres, mujeres y familias que mientras me escuchan se encuentran atravesando por diversas formas de sufrimiento que ni siquiera puedo imaginar.
Me doy cuenta de que hay personas o familias que están sufriendo en este momento, tal vez por algo reciente o por algo que sucedió hace mucho tiempo y que simplemente no se ha ido. Otros de ustedes supongo que no están familiarizados con el sufrimiento, pero en algún momento sufrirán. La realidad es que el sufrimiento nos llega a todos. El peligro es, ¿cómo sufrimos de tal manera que no maldigamos a Dios, sino que lo bendigamos? ¿Cómo sufrimos de tal manera que no blasfememos a Dios y hablemos mentiras acerca de Él? Mira, cuando estamos sufriendo, es muy fácil que las mentiras sin pretensiones sobre Dios, se arrastren hacia nuestras teologías rápidamente.
Entonces, ¿cómo hablamos la verdad acerca de Dios en medio del sufrimiento?, ¿cómo adoramos a Dios en medio del dolor? Sólo hay un lugar donde podemos encontrar una respuesta a esa pregunta y está en el Evangelio. Entonces, si tiene una Biblia, quiero invitarte a que abras conmigo el capítulo 1 de Job. A lo largo de esta nueva serie vamos a ver el Evangelio y el sufrimiento de la mano de Job. Este es un libro extremadamente relevante en nuestros días; estamos rodeados de enfermedades desenfrenadas: cáncer, sida, etc. Cada día, 30,000 niños en el mundo mueren de inanición, hambre o enfermedades prevenibles además de ver diariamente en las noticias ciclones, terremotos, tornados, huracanes, tiroteos en escuelas y atentados terroristas. Entonces, en medio de todo eso nos hacemos esta pregunta una y otra vez, ¿por qué?
¿Por qué? Esta pregunta se usó 25 veces en el Libro de Job, y quiero advertirle que Job no da respuestas trilladas a esa pregunta. De ninguna manera quiero asumir o tratar de comunicar que este es un tema fácil o que tiene respuestas fáciles. No encontramos eso en el Libro de Job. Estoy convencido de que en el libro de Job encontramos verdades bíblicas sólidas y fundamentales. Y quiero que los estudiemos en las próximas semanas para que estemos lo más preparados posible para adorar a Dios en medio del sufrimiento.
Ahora, quiero que sepas que no podemos estar completamente preparados para el dolor, es más nadie está completamente preparado para ese momento cuando estás sentado en tu escritorio, en un restaurante o manejando hacia tu casa y recibes una llamada en tu teléfono celular y te enteras que algo trágico le ha sucedido a tu cónyuge o a tus hijos. Nadie está completamente preparado para que en medio de una mañana tranquila, en tu control médico, descubras que eres víctima de una enfermedad mortal. O para que mientras paseas tranquilamente seas testigo de algo que nunca podrías haber imaginado: ver a alguien que amas en pleno acto de infidelidad. Esas cosas pasan y ninguno de nosotros está completamente preparado para enfrentarlas.
Un autor lo describió de la siguiente manera, él dijo: “es como saltar a un lago amargo y frío, puedes prepararte todo lo que quieras para lo que sentirás, pero cuando te lanzas, inmediatamente el impacto en tu sistema te quita el aliento”. Y estos momentos son una realidad en todas y cada una de nuestras vidas y quiero prepararte lo mejor posible con las verdades fundamentales de la Palabra de Dios para esos tiempos, tiempos inesperados.
El día de ayer un equipo misionero que voló a Sudáfrica fue víctima de un terrible robo. Ellos son geniales y están compartiendo el evangelio maravillosamente, pero cuando llegaron allí, uno de los conductores que recogió su equipaje, fue bombardeado allí en la carretera y todo el equipaje fue robado. El conductor fue herido y gracias a Dios está a salvo, pero fue un golpe tremendo para ellos.
Mira, no se puede garantizar la seguridad en Sudáfrica, la verdad es que no se puede garantizar la seguridad en ningún lado. Y estoy seguro que lo que acabo de mencionar servirá para que algunos digan: “es por eso que no voy a ir a una misión, porque no es seguro”. Bueno, eso muestra la locura de nuestro pensamiento porque creemos que nuestras cosas aquí nos tienen a salvo y la realidad es que Dios es nuestra única seguridad, Él es soberano sobre la zona rural de Sudáfrica de la misma manera que es soberano sobre cada uno de los lugares más remotos y peligrosos del mundo. Y la realidad es que puede ser en un viaje de negocios, en una misión o en nuestro patio trasero cuando atravesemos por momentos de sufrimiento. Entonces, ¿cómo podemos estar listos?
Bien, quiero que vayamos a Job 1 y 2 y veamos lo que las Escrituras nos enseñan. Ahora puedo parecer un poco cansón, pero quiero que leamos estos dos primeros capítulos. La única manera que podemos conocer a nuestro creador y la forma en que podemos prepararnos para el sufrimiento es a través de leer las verdades eternas de la Palabra de Dios. Sé que muchos de nosotros hemos escuchado algo de eso en conferencias y prédicas, pero quiero que escuchemos las palabras exactas de Dios como una base para lo que vamos a ver en esta serie.
Ahora, no sabemos exactamente quién escribió el Libro de Job, ni cuándo fue escrito. Lo que sí sabemos es que, probablemente Job vivió en el segundo milenio a. C. alrededor de la época de otros patriarcas como Abraham, Isaac y Jacob, así que, ese es el período de tiempo que tenemos.
Bien ahora si leamos Job capítulo 1. La Biblia dice: «Hubo en tierra de Uz un varón llamado Job; y era este hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal. Y le nacieron siete hijos y tres hijas. Su hacienda era siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas asnas, y muchísimos criados; y era aquel varón más grande que todos los orientales. E iban sus hijos y hacían banquetes en sus casas, cada uno en su día; y enviaban a llamar a sus tres hermanas para que comiesen y bebiesen con ellos. Y acontecía que habiendo pasado en turno los días del convite, Job enviaba y los santificaba, y se levantaba de mañana y ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque decía Job: Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado contra Dios en sus corazones. De esta manera hacía todos los días. Un día vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás. Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: De rodear la tierra y de andar por ella. Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde? ¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra. Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia. Dijo Jehová a Satanás: He aquí, todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él. Y salió Satanás de delante de Jehová. Y un día aconteció que sus hijos e hijas comían y bebían vino en casa de su hermano el primogénito, y vino un mensajero a Job, y le dijo: Estaban arando los bueyes, y las asnas paciendo cerca de ellos, y acometieron los sabeos y los tomaron, y mataron a los criados a filo de espada; solamente escapé yo para darte la noticia. Aún estaba éste hablando, cuando vino otro que dijo: Fuego de Dios cayó del cielo, que quemó las ovejas y a los pastores, y los consumió; solamente escapé yo para darte la noticia. Todavía estaba éste hablando, y vino otro que dijo: Los caldeos hicieron tres escuadrones, y arremetieron contra los camellos y se los llevaron, y mataron a los criados a filo de espada; y solamente escapé yo para darte la noticia. Entre tanto que éste hablaba, vino otro que dijo: Tus hijos y tus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en casa de su hermano el primogénito; y un gran viento vino del lado del desierto y azotó las cuatro esquinas de la casa, la cual cayó sobre los jóvenes, y murieron; y solamente escapé yo para darte la noticia. Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró, y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito. En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno» (Job 1: 1-22).
Ahora vamos al siguiente capítulo, dice: “Aconteció que otro día vinieron los hijos de Dios para presentarse delante de Jehová, y Satanás vino también entre ellos presentándose delante de Jehová. Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondió Satanás a Jehová, y dijo: De rodear la tierra, y de andar por ella. Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal, y que todavía retiene su integridad, aun cuando tú me incitaste contra él para que lo arruinara sin causa? Respondiendo Satanás, dijo a Jehová: Piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida. Pero extiende ahora tu mano, y toca su hueso y su carne, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia. Y Jehová dijo a Satanás: He aquí, él está en tu mano; mas guarda su vida. Entonces salió Satanás de la presencia de Jehová, e hirió a Job con una sarna maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza. Y tomaba Job un tiesto para rascarse con él, y estaba sentado en medio de ceniza. Entonces le dijo su mujer: ¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete. Y él le dijo: Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios.” (Job 2: 1-10).
Ahora, quiero pedirte que me acompañes a orar: Dios, oramos para que nos ayudes esta noche a comprender las verdades que se expresan en esta imagen de Job. Dios te pedimos especialmente por los hermanos y hermanas que están atravesando diversos tipos de sufrimiento. Y oramos por cada uno de nosotros mientras nos preparamos para cualquier sufrimiento. Señor, enséñanos cómo bendecirte y adorarte y no maldecirte o blasfemarte en medio del sufrimiento. En el nombre de Jesús oramos. Amén.
Dos imágenes, tres conclusiones. Quiero mostrarte dos retratos: el sufrimiento de Job y como la soberanía de Dios se muestran claramente en Job 1 y 2. Y luego quiero que los juntemos a la luz del Evangelio y veamos tres implicaciones para nuestras vidas cuando viene al sufrimiento. Así que comenzaremos con la primera imagen.
El sufrimiento de Job. Cuatro verdades sobre el sufrimiento que surgen muy claramente de Job 1 y 2 y que las estudiaremos a lo largo de esta serie:
Número uno, el sufrimiento a menudo no se merece, a menudo es inmerecido. Ahora quiero ser cuidadoso aquí porque cuando miras las Escrituras, verás muchas veces una relación entre nuestro pecado y nuestras luchas, nuestro pecado y nuestro sufrimiento. Si un esposo le es infiel a su esposa, entonces eso obviamente le afectará a él, va a afectarle a ella, a los niños y va a afectar a la familia en general, ese es el resultado de ese pecado. Cuando te comprometes o me comprometo en una relación con Dios en pureza o en santidad, hay efectos al caminar por ese camino. Pero cuando llegas al Libro de Job, vemos un tipo de sufrimiento diferente. De hecho, el autor hace grandes esfuerzos para asegurarse de que no estemos viendo el sufrimiento como una consecuencia de algo. El autor aborda el sufrimiento que parece inmerecido, injusto e injustificado.
Hay tres momentos diferentes que describen a Job, los vemos en los versos 1 y 8 del capítulo 1, y en el capítulo 2, versículo 3. En esos versos Job es descrito con cuatro características: varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal.
Eso no quiere decir que sea perfecto, recuerda que sólo hay uno que es perfecto en las Escrituras y ese es Cristo, pero la imagen que se muestra de Job es la de integridad. Job camina de una manera completa con Dios, integridad y rectitud. Job camina de acuerdo con los caminos de Dios, él está caminando según Su Palabra. Él teme, venera, ama, honra a Dios y evita el mal, evita incluso la apariencia del mal.
Job 1 versículos 4 y 5 dicen: “E iban sus hijos y hacían banquetes en sus casas, cada uno en su día; y enviaban a llamar a sus tres hermanas para que comiesen y bebiesen con ellos. Y acontecía que habiendo pasado en turno los días del convite, Job enviaba y los santificaba, y se levantaba de mañana y ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque decía Job: Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado contra Dios en sus corazones. De esta manera hacía todos los días”. Mira cómo él dirige a su familia. Cuando sus hijos están de fiesta, Job se levantaba temprano para ir y ofrecer un sacrificio, no por su pecado o por un pecado específico, sino sólo en caso de que sus hijos hayan pecado.
Job mantenía una vida temerosa del Señor, él era un hombre justo e íntegro así que eso deshace por completo la idea de que el sufrimiento es producto de un mal comportamiento.
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