Los holocaustos, los genocidios, el mal natural y los tsunamis que han barrido a un cuarto de millón de personas de la noche a la mañana. Todas estas imágenes son resultado de un pecado y la realidad es que cada uno de nosotros hemos cometido miles de pecados. La gravedad del pecado es real en las Escrituras. Por un solo pecado vinieron todas estas cosas, pero es gracias a la misericordia, amor y sobrenatural cuidado que Dios tuvo para con nosotros que ahora ya no sentimos más dolor, es gracias a su amor que ahora podemos tener la certeza que tendremos una gloria venidera.
Ahora, eso no nos debe hacer olvidar que cada uno de nosotros hemos cometido miles de pecados y la gravedad del pecado es real en las Escrituras; por un sólo pecado vinieron todas estas cosas y entonces, cuando Job camina a través del sufrimiento y ve que estos desastres caen sobre su familia, puede no ser directamente consecuente. Al mismo tiempo, hay una relación aquí entre el sufrimiento que Job ha visto, el pecado, los efectos y las consecuencias del pecado en el mundo. Y lo que Eliú está diciendo es: “Job, no dejes que tu sufrimiento y tu experiencia de las consecuencias del pecado te aleje de Dios y no del pecado».
Quiero que pienses sobre esto prácticamente. Tal vez cuando pasas por el sufrimiento no necesariamente es producto de un pecado específico en tu vida. Tal vez algo le pase a tu familia o a tu hijo, tal vez algo te pase a ti. Tal vez eres abusado de alguna manera. Cualquier cosa que pueda ser lastimada, maltratada o alguien más es de alguna manera inocente en algún sentido. No es directamente atribuible a algún pecado en tu vida. Ahora lo que Eliú está diciendo es que, deje que su sufrimiento no sea necesariamente atribuible a un pecado específico en su vida que lo lleve a odiar aún más el pecado y a arrepentirse de cualquier pecado en su vida, a renunciar al pecado en su vida y anhelar ser liberado. Deja que el sufrimiento y todos sus efectos, su gravedad y el dolor que causa te hagan odiar aún más el pecado.
Unos días atrás te conté lo que sucedió con mi casa en Nueva Orleans, la casa se fue debajo del agua. No creo, al menos desde mi punto de vista, que haya algunos detalles en mi vida que causaron que nuestra casa y el resto de casas en Nueva Orleans se hundieran.
Pero si Heather y yo atravesamos ese proceso en el que perdimos todas nuestras cosas materiales y no aprendimos a confiar plenamente en el Señor, entonces hemos perdido parte del diseño de Dios para nosotros en ese sufrimiento. Mira, si tú atravesaste el cáncer y continúas tratando el pecado tan casualmente como lo hiciste antes, entonces te has perdido parte del diseño de Dios para tu cáncer.
Cuando las cosas van mal y no existe una razón para merecerlas; cuando un niño nace con algún tipo de deformidad que le causa gran dolor, cuando un estudiante fallece inesperadamente, cuando alguien es trágicamente asesinado, cuando pasas por un gran dolor, cuando algo va mal en tu vida y te sucede algo que nunca hubieras imaginado que te podría pasar y tú no hiciste nada para merecerlo. En esos casos, deja que ese sufrimiento y todos los efectos de ese sufrimiento te lleven a odiar el pecado y a anhelar ser libre en Cristo. Deja que el dolor te conduzca a Cristo y al Evangelio. Mira, no fue tu pecado el que causó esto sino el pecado en el mundo; permite que esa verdad se impregne en ti y digas: “lo odio, renuncio a él y me arrepiento de cualquier cosa en mi vida que tenga algo que ver con eso”.
Ves la imagen aquí, Dios usa el sufrimiento para guiarnos, para enseñarnos a arrepentirnos del pecado y renunciar a él. Deja que el dolor te haga odiar aún más el pecado. Dios usa el sufrimiento de esta manera multifacético para refinar nuestra fe y revelar su gloria para enseñarnos a confiar en Él y mostrarnos que debemos arrepentirnos o renunciar a todo pecado en nuestras vidas. Pero finalmente todo se reduce a esto y aquí es donde Eliú termina. Dios usa el sufrimiento para llevarnos a nuestra recompensa en Él. Mira el capítulo 37, versículo 21 conmigo. Así es como cierra Eliú: «Mas ahora ya no se puede mirar la luz esplendente en los cielos, Luego que pasa el viento y los limpia, Viniendo de la parte del norte la dorada claridad. En Dios hay una majestad terrible. El es Todopoderoso, al cual no alcanzamos, grande en poder; Y en juicio y en multitud de justicia no afligirá. Lo temerán por tanto los hombres; El no estima a ninguno que cree en su propio corazón ser sabio” (Job 37: 21-24). ¿Ves esas imágenes? No puedes mirar el sol. Es demasiado brillante cuando el cielo está despejado. Y del norte, Dios viene en esplendor dorado. Él viene en asombrosa majestad. Esa es la forma en que Eliú pone fin a toda esta discusión. El objetivo y la recompensa de nuestro sufrimiento, es la gloria de Dios.
Lo vemos más claramente, más majestuosamente como resultado del sufrimiento. Nuestra recompensa en el sufrimiento no es que todo lleguen al punto en que está bien. Nuestra recompensa por el sufrimiento no es que todo el dolor con el que hemos luchado desaparece de repente. Nuestra recompensa en el sufrimiento es Dios.
Te recuerdo que este es el Evangelio y el Evangelio significa que no queremos cosas; Queremos a Dios, queremos más y más de Dios, no queremos confort, seguridad, o contentamiento con las cosas de este mundo. Queremos a Dios Él es nuestro tesoro, Él es nuestra recompensa y si el sufrimiento es un medio por el cual podemos conocerlo más, entonces lo adoptamos como un medio para nuestra recompensa. Déjame darte una imagen de esto prácticamente.
Cuando comencé a enseñar en el seminario de Nueva Orleans, mi enseñanza del primer semestre comenzó una semana y media después de que mi padre falleció; y obviamente fue un momento muy sensible en mi vida. Y yo estaba predicando una clase en particular. Era una clase de disciplinas espirituales, lo que significaba que era un pequeño grupo de unas ocho personas sentadas alrededor de la mesa que hablaban durante el semestre sobre disciplinas espirituales. Y había una dama en esa clase que estudiaba consejería allá en el seminario, preciosa dama que el primer día, mientras yo compartía lo que había pasado en mi vida, dijo: «David, quiero que sepas lo que sucedió en mi vida, recientemente”. Ella tenía dos hijas adolescentes y un par de años antes, no recuerdo el tiempo exacto, su marido había salido a cazar con uno de sus amigos, en un bote en el medio del agua. El esposo estaba sentado en la parte delantera del bote y el amigo en la parte trasera y, para hacerles corta la historia, su esposo se puso de pie justo en el momento en que su amigo apuntó con su arma y su esposo terminó siendo asesinado a tiros en ese bote, accidentalmente.
Ella compartió esta historia con nosotros, y no puedo decirte el aliento que me dio verla tan cercana a Dios. Recuerdo el último día que nos reunimos en el semestre cada uno de los estudiantes tuvo la oportunidad de profundizar y compartir su camino de fe y ella fue la última en irse, por lo que compartió su viaje de fe y ella habló sobre lo maravillosa que fue su relación con su esposo. Y lo difícil que fue todo eso en los últimos años. Pero luego ella dijo estas palabras: «Bueno, la conclusión a la que he llegado hoy es esta: vale la pena perder a mi esposo por lo que sé hoy sobre Dios». ¡Woo, Qué declaración! Y voy a ser sincero, cuando la escuché, pensé: ¿Cómo puede decir eso?
Damas y caballeros, la única forma en que pueden decir eso es, si Dios es el objetivo de tu salvación y no los lujos que este mundo tiene para ofrecer. Solo si Dios es el objetivo de tu salvación y el Evangelio está en tu corazón, podrás lograrlo. Ahora, tal vez tu te preguntes: ¿Qué tiene que ver el Evangelio con eso? Y ante eso yo te diré que, no puedes decir eso si el Evangelio no está en ti. Vamos a Isaías 53 y leamos, esto dice: «Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados» Ahora bajemos unos cuantos versos, llegamos a Isaías 53 verso 10, esto dice: “Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento”. El propósito de Dios es hacer que él sufra, pero no te pierdas lo que dice después: “Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada”. ¿Lo ves? Después del sufrimiento de nuestra alma, vemos la luz y estamos satisfechos.
Esta es la imagen de la cruz; el sufrimiento no es el final, Dios es el final. Cuando caminan por el sufrimiento tan difícil, tan doloroso como lo es, las lágrimas se derraman en el medio; pero tú sabes que por el poder de Cristo en la cruz y por el sufrimiento que Él soportó, ahora nosotros tenemos vida eterna. Al final de nuestro sufrimiento no es nada comparado con la gloria venidera. Todo ese dolor terminará y ya habrá más dolor ni lágrimas, y veremos su luz y estaremos satisfechos en Él. Ese es el Evangelio y ese es el propósito de Dios en medio del sufrimiento.
Malcom Muggeridge lo dijo mejor. Él dijo: «Contrario a lo que podría esperarse, miro hacia atrás en experiencias que en ese momento parecían especialmente desoladoras y dolorosas con particular satisfacción. De hecho, puedo decir con total sinceridad que todo lo que he aprendido en mis 75 años en este mundo, todo lo que realmente ha mejorado e iluminado mi existencia ha sido a través de la aflicción y no a través de la felicidad. Esto, por supuesto, es lo que la cruz significa y es la cruz más que cualquier otra cosa lo que me ha llamado inexorablemente a Cristo». J.I. Packer dijo: «A menudo es el caso, como todos los santos saben, que la comunión con el Padre y el Hijo es más vívida y dulce, y la alegría cristiana es mayor cuando la cruz es más pesada».
Y hoy quiero que nos reunamos para contemplar la cruz cuando pensamos en el propósito de Dios en nuestro sufrimiento. Sé que hay personas que no conocen el propósito de Dios en el sufrimiento porque no conocen la cruz y es una realidad para su vida. Y sin la cruz, el sufrimiento no tiene sentido, pero con la cruz todo cobra significado. Ahora, antes de despedirme, quiero que escuches esto: el Dios del universo derramó sufrimiento sobre su Hijo, Jesucristo, Dios derramó todos los efectos de tu pecado en su Hijo para que puedas ser liberado del pecado y de los efectos del sufrimiento por toda la eternidad.
Que puedas conocer a Dios es el final de tu sufrimiento para que puedas tener una relación con Dios y tengas la esperanza de no tener más pecado, tristeza, enfermedad o dolor algún día. Y quiero invitarte, si nunca has confiado en Jesús y en la cruz, quiero invitarte a decir, sólo un minuto, a decir en tu corazón por primera vez esta noche que confías en Jesús y en la obra de la cruz para perdonarte y limpiarte de tus pecados, dándote vida eterna. Quiero instarte a hacer eso para confiar en Él. No te permitas vivir un segundo más sin confiar en Él.
Y quiero invitarte a reflexionar sobre el trasfondo de la cruz. Considera el propósito de Dios y el sufrimiento de su Hijo y llévalo a lo que Dios pueda estar haciendo en tu vida mientras caminas por el sufrimiento.
Bien, ¿qué te parece si oramos? Padre, te alabamos por tu propósito en el sufrimiento. Te alabamos por tu propósito en la cruz. Padre, te pido para que la gente que me escucha por primera vez, confíe en Jesús; confía en su vida, su muerte y su resurrección. Padre, te pido para que reveles tu gloria y nos enseñes a confiar en ti para que nos permitas arrepentirnos y renunciar a todos los pecados en nuestras vidas. Dios llévanos al punto en el que te anhelemos más que a cualquier otra cosa. Danos un vistazo de tu propósito y de la cruz. Oramos por tu propósito en nuestras vidas, especialmente cuando caminamos por el sufrimiento. En el nombre de Jesús. Amén.
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