Navidad está aquí una vez más. Es el tiempo ideal para hacer memoria de lo grandioso de la encarnación del Hijo de Dios en la persona de Jesús. En esta ocasión, David Logacho nos guiará en la revisión de los eventos alusivos al nacimiento de Jesús, relatados por el médico-historiador Lucas.
La tendencia natural del hombre es olvidar las cosas importantes. Cuán bueno es por tanto, llegar a épocas como la Navidad, en la cual podemos refrescar en nuestra mente lo que sucedió cuando el eterno Hijo de Dios se hizo hombre en la persona de Jesús. Dejemos que Lucas, el médico-historiador nos marque el paso para esta grata recordación.
El texto aparece en el segundo capítulo del evangelio según Lucas. Lo primero que tenemos es el marco histórico del evento. Lucas 2:1-2 dice: «Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado. Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria.»
Eran los días previos al nacimiento de Jesús. El Dios soberano, estaba moviendo los hilos invisibles de las circunstancias, para que se cumpla su palabra infalible. Quien regía el mundo conocido de esa época era el emperador Augusto César. La historia secular nos dice que se llamaba Caius Octavius, hijo adoptivo y primer heredero de Julio César. Antes y después de la muerte de Julio en el año 44 AC, el gobierno Romano sufrió constantes luchas de poder. Octavio ascendió a la in disputada supremacía en el año 31 AC, al derrotar a su último rival, Antonio en la batalla de Actium.
En el año 29 AC el senado Romano declaró a Octavio como primer emperador. Dos años más tarde se le confirió el título de «Augusto», que significa exaltado, y por tanto digno de ser venerado como si fuera dios. Reinó hasta su muerte a los 76 años, en el año 14 DC. Fue este personaje quien promulgó el edicto que todo el mundo fuese empadronado. El empadronamiento comprendió varios censos. Duró 14 años aproximadamente.
El primer censo se realizó cuando Cirenio era gobernador de Siria, la provincia Romana que incluía gran parte del territorio que una vez perteneció a los hijos de Israel.
De un análisis del relato del nacimiento de Jesús según el evangelio de Mateo y en el evangelio de Lucas, juntamente con los datos de la historia romana secular, se puede llegar a establecer que el nacimiento de Jesús debió haber sido no antes del año 6 AC y no después del año 4 AC.
Muy bien, continuemos con el relato del nacimiento de Jesús.
En segundo lugar tenemos las circunstancias del evento. Lucas 2:3-5 dice: «E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad. Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David; para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta»
Entre los requisitos del primer censo, estaba el que los empadronados debían estar en las ciudades de donde eran oriundos sus antepasados. Tanto José como su prometida, la virgen María, desposada con él eran descendientes de la tribu de Judá y de la casa de David, por tanto tenían que ir a Belén, la ciudad de David. Algo importante es notar lo cuidadoso que es Lucas al señalar que la virgen María estaba desposada con José. José y la virgen María no habían vivido maritalmente todavía.
Lucas dice también que la virgen María estaba encinta. Su concepción fue una obra sobrenatural del Espíritu Santo y el poder del Altísimo, quien le cubrió con su sombra. José y la virgen María en días de dar a luz, tuvieron que viajar una distancia de más de cien kilómetros, por terreno montañoso, para cubrir el trayecto entre Nazaret y Belén. No habrá sido nada fácil en esos tiempos sin medios de transporte como los que conocemos hoy en día, y en el estado de gestación de María la virgen.
En tercer lugar tenemos el evento central, el nacimiento de Jesús. Lucas 2:6-7 dice: «Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.»
Jamás dejaré de maravillarme de la grandeza y soberanía de nuestro Dios. Él es el Amo de todo lo que pasa en la tierra. Fíjese Usted en esto. Siglos antes, el profeta Miqueas anunció que el Cristo, o el Mesías, o el Ungido, nacería en Belén de Judea. Miqueas 5:2 dice: «Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad.
Jesús el Cristo, debía nacer en Belén de Judea. Pero había un problema. José y la virgen María, ya en días de dar a luz, estaban residiendo en Nazaret, a más de cien kilómetros de distancia de Belén. Era necesario hacer algo para que tengan que ir a Belén. Dios puso en el corazón de Augusto Cesar el empadronamiento y Dios hizo que para empadronarse cada uno vaya a la ciudad de sus ancestros. De esta manera José y la virgen María fueron prácticamente obligados a viajar a Belén. Dios manejó los tiempos con asombrosa precisión. Sólo cuando María llegó a Belén, llegó también el momento para dar a luz. De esta manera se cumplió la profecía en Miqueas.
Jesús nació en Belén aunque la virgen su madre pasó todo el embarazo en Nazaret. El texto dice que la virgen María dio a luz a su hijo primogénito. Esto significa que Jesús fue el primero de varios hijos que tuvo María. Los demás hijos de María fueron engendrados por su esposo José. Mateo 12:46 dice: «Mientras él aún hablaba a la gente, he aquí su madre y sus hermanos estaban afuera, y le querían hablar.»
Tan pronto Jesús nació, fue envuelto en pañales por su madre María. La palabra que se ha traducido como pañales, significa las tiras de tela que se usaban para envolver a un recién nacido con la finalidad de evitar que se haga daño a sí mismo con las uñas en la sensible piel de la cara o los ojos. Se argumentaba que esta forma de envolver a los recién nacidos les ayudaba a fortalecer las costillas.
Con esto María está demostrando ser una madre sensible a la necesidad de su hijo y Jesús está demostrando ser tan humano como cualquier otro ser humano que ha nacido en este mundo. Pero algo que pone a Jesús en un pedestal imposible de ser superado, es que siendo Dios hombre, y sobre eso, siendo el Rey de Israel, sin embargo, tuvo que ser acostado en un pesebre, por cuanto no había lugar para ellos en el mesón.
Esto muestra lo humilde que fue la entrada de Jesús a este mundo. A pesar de lo grande y a pesar de ser hijo del Altísimo, no nació en un palacio, no se anunció su nacimiento con trompetas al unísono, no se lo acostó en una cuna de oro, no se cubrió su cuerpo con finas y costosas mantas. Nada de eso, cuando Jesús nació, sus compañeros fueron el frío, el viento, las estrellas, los animales, el pesebre, la tela común que usaba el pueblo para los recién nacidos.
Qué ironía, el autor y dueño del universo, naciendo de esta manera tan, pero tan humilde. Se cumple lo que de él dijo el apóstol Pablo en 2ª Corintios 8:9 donde dice: «Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.»
Así es, Jesús se hizo pobre para que Usted sea rico. Jesús se hizo pecado para que Usted sea librado del pecado. Jesús probó la muerte para que Usted pruebe la vida, Jesús fue desamparado de su Padre para que Usted sea amparado por su Padre. Maravilla de maravillas. Cuando Jesús nació, no había lugar para él en el Mesón. Así también, no hay lugar hoy en día para Jesús en el corazón de mucha gente. A lo suyo vino, mas los suyos no le recibieron, es el testimonio de la palabra de Dios acerca de Jesús. Fue la triste realidad en su nacimiento y es la triste realidad de muchos hoy en día.
En cuarto lugar, tenemos el anuncio del evento. Lucas 2:8-12 dice: «Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó e resplandor, y tuvieron gran temor. Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.»
Los primeros que supieron del nacimiento de Jesús no fueron los personajes importantes de la época. No… ellos estaban muy ocupados en sus propios asuntos. Los primeros que supieron del nacimiento de Jesús fueron unos rústicos pastores que batallaban contra el sueño mientras cuidaban sus ovejas en los campos de Belén. El anuncio estuvo rodeado de magnificencia. La gloria de Dios, o la shekina, hizo que la negra noche se transforme en pleno día. Los pastores estaban muy asustados, pero el temor cambió en confianza cuando comprendieron el anuncio del ángel.
El ángel traía noticias que de buenas producen profundo gozo en el corazón del pueblo. Ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. Jesús es el Salvador. Su nombre significa eso. Jesús es el Cristo, el tan esperado y anhelado Mesías de Israel. Jesús es el Señor, el mismo Jehová en forma humana. Luego el ángel entrega una señal a los pastores. La señal es que el recién nacido Jesús estará envuelto en pañales, y acostado, no en cuna de oro, sino en un pesebre.
Los pastores confirmaron lo que anunció el ángel. El eterno Hijo de Dios, el Cristo, el Mesías, el Ungido se había hecho humano en la persona de ese frágil ser, Jesús. Son buenas noticias que llenan de gozo el corazón de cualquier persona en cualquier época. ¿Se llena de gozo su corazón al saber que el Hijo de Dios vino a este mundo en la persona de Jesús? Si esto no trae gozo genuino a su corazón, es que probablemente no comprende lo que Jesús significa para la seguridad y bendición eterna de su alma.
Por último tenemos la alabanza por el evento. Lucas 2:13-14 dice: «Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!»
Cuando nació Jesús no hubo alabanza humana, pero hubo alabanza celestial. Un coro de ángeles entonó el Gloria in Exelsis Deo. Las razones para esta alabanza son obvias. Dios estaba abriendo la puerta para que haya paz en la tierra y Dios estaba manifestando su buena voluntad para con los hombres.
Qué bueno es recordar esto en esta Navidad. Si Usted jamás ha recibido a Jesús como su Salvador, todavía no se ha beneficiado de la venida del Hijo de Dios a este mundo en la persona de Jesús. No siga despreciando la mayor obra jamás realizada por Dios. Hoy mismo, abra su corazón a Jesús y recíbalo como su Salvador.
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