Es muy grato saludarle amable oyente y darle la bienvenida al estudio bíblico de hoy. En instantes más estará junto a nosotros David Logacho para hablarnos acerca de dos eventos importantes que realizó Jesús en el segundo día durante la semana de la pasión. Este estudio bíblico es parte de la serie titulada: Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores, basada en el Evangelio según Mateo.
Qué bendición es para mí estar junto a usted por medio de esta emisora. Que la gracia y misericordia de Dios le acompañen ahora y siempre. Según lo último que estudiamos en el Evangelio según Mateo, luego de un día intensamente vivido, cuando Jesús hizo su entrada triunfal a Jerusalén y con autoridad divina sacó del templo de Jerusalén a los que lo habían convertido en cueva de ladrones, Jesús salió de Jerusalén y fue a Betania, seguramente a la casa de sus amigos sus amigos Lázaro, Marta y María. Al siguiente día, Jesús se encaminó nuevamente a Jerusalén, donde no sólo estaba creciendo la presencia de gente porque se acercaba la fiesta judía de la Pascua, sino también estaba creciendo el odio y rechazo a Jesús por parte de los líderes de la nación de Israel. Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Mateo 21:18-27. En este pasaje bíblico tenemos a Jesús maldiciendo a una higuera y confrontando a los líderes de Israel. Analicémoslo en este orden. Que tal si vamos al primer evento. Primero encontramos el antecedente de la maldición a la higuera. Voy a leer el texto en Mateo 21:18. La Biblia dice: Por la mañana, volviendo a la ciudad, tuvo hambre.
En esto podemos ver la humanidad de Jesús. No olvide que Jesús es 100% hombre y a la vez 100% Dios. Como hombre, aquí lo tenemos experimentando hambre, algo muy propio del ser humano, como Dios, el día anterior, había curado a cuanto cojo y ciego le fue presentado. Luego Mateo nos presenta la higuera que fue maldita. Observe lo que tenemos en Mateo 21:18 en su primera parte. La Biblia dice: Y viendo una higuera cerca del camino, vino a ella, y no halló nada en ella, sino hojas solamente;
Como es natural, Jesús buscó algo para satisfacer el hambre. Sin embargo, Jesús quería utilizar su hambre para dejar una imborrable lección objetiva para Israel y para nosotros. El Evangelista Marcos hace notar que no era tiempo de higos, Jesús y todos los que con él estaban lo sabían, de modo que Jesús sabía de antemano que no encontraría higos en aquella higuera. Sin embargo, acercándose Jesús a la higuera junto al camino, la vio frondosa, pero al mirar si había fruto, como era de esperarse no halló nada. Las condiciones se habían dado para que Jesús enseñe una verdad de valor eterno a partir de este hecho. Permítame leer lo que sucedió a continuación. Jesús habla a la higuera. Se encuentra en la segunda parte de Mateo 18:19. La Biblia dice: y le dijo: Nunca jamás nazca de ti fruto. Y luego se secó la higuera.
No es que Jesús está enojado en contra de la higuera, porque se sintió desilusionado al no encontrar fruto en ella, y por ello maldijo a la higuera. Recuerde que Jesús y los discípulos sabían que no era tiempo de higos. Pero cuando Jesús maldijo a la higuera, estaba enseñando algo importante acerca de Israel en ese tiempo de su existencia y también acerca de nosotros hoy en día. La maldición de Jesús a la higuera, produjo su resultado. Mateo dice: Y luego se secó la higuera. Pero ¿Cuál es la lección objetiva que Jesús quería enseñar? Pues, para eso, usted debe saber que la higuera en la Biblia simboliza a la nación de Israel. Hablando de lo que los enemigos de Israel estaban por hacer a Israel a causa de su pecado, el profeta Joel dijo lo siguiente, según Joel 1:7: Asoló mi vid, y descortezó mi higuera; del todo la desnudó y derribó; sus ramas quedaron blancas. Con esto en mente, la nación de Israel, en ese momento de su historia, en la semana de la pasión, era comparable a una higuera, frondosa y hermosa por fuera, pero vacía de fruto por dentro. Por fuera aparentaba estar saludable, pero por dentro estaba muy enferma, porque no había ningún fruto. Era una higuera que no podía satisfacer el hambre a nadie. Cuando Jesús maldice a la higuera y la higuera se seca, era una forma de decir, así pasará a esta generación en Israel, la cual rechazó a Jesús como el Cristo, no dará fruto jamás, morirá sin dar el fruto que Dios espera de ella. Ahora, ¿sabe una cosa, amable oyente? Lo que Jesús dijo se cumplió a la perfección. La generación que rechazó a Jesús vio con sus propios ojos, como el imperio romano sitió a Jerusalén, mató a millones de judíos y los que sobrevivieron fueron arrojados a los lugares más recónditos del mundo. Eso sucedió en el año 70 DC. Israel no volvió a existir como nación, sino 1878 años más tarde, en el año 1948. Pero también hay una lección para nosotros hoy en día. A Dios no le impresiona lo externo sino lo interno. Dios quiere que estemos dando fruto para él. De nada sirve participar en los ritos vistosos, en las alabanzas refinadas, si nuestra vida está saturada de odio, rencor, malos pensamientos, avaricia y todo lo demás. Volviendo a nuestra historia, veamos cuál fue la reacción de los discípulos de Jesús y cuál fue la respuesta de Jesús ante lo que pasó con la higuera. Leo en Mateo 21:20-22. La Biblia dice: Viendo esto los discípulos, decían maravillados: ¿Cómo es que se secó en seguida la higuera? Respondiendo Jesús, les dijo: De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho. Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.
Los discípulos de Jesús no captaron la lección objetiva sobre la higuera que fue maldita, sino que se fijaron solamente en la manera instantánea que se secó la higuera una vez que fue maldita. La respuesta de Jesús fue que cuando el hombre pide a Dios con fe aquellas cosas que son la voluntad de Dios, no sólo es posible hacer secar a una higuera, sino hacer cosas mucho más maravillosas como que un monte se quite de un lugar y sea arrojado al mar. Por eso Jesús dijo: Todo lo que pidiereis en oración creyendo, lo recibiréis. Estas palabras de Jesús han sido muy mal entendidas y aplicadas por los defensores del evangelio de la prosperidad, quienes tomándose de estas palabras, afirman que con tal de pedir a Dios con fe, cualquier cosa que sea, Dios está en obligación de concederlo. Si usted por ejemplo quiere un auto último modelo, sólo pida a Dios con fe, y Dios tiene que dárselo obligatoriamente. Pero la Biblia no dice esto. La Biblia dice que si pedimos a Dios con fe por aquellas cosas que de antemano sabemos que son la voluntad de Dios, Dios lo dará. No es cuestión de pedir cualquier cosa para satisfacer nuestros deseos egoístas. Es cuestión de conocer a Dios tan íntimamente mediante su palabra y su Espíritu, de modo que podamos discernir sin sombra de duda la voluntad de Dios. Al pedir a Dios con fe por estas cosas, Dios lo hará. Muy bien. Para demostrar lo vacía de frutos que agradan a Dios, que estaba la nación de Israel, Jesús tuvo un enfrentamiento con los líderes de la nación de Israel. Este es el segundo evento que Jesús vivió el segundo día de la semana de la pasión. El relato se encuentra en Mateo 21:23-27. La Biblia dice: Cuando vino al templo, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se acercaron a él mientras enseñaba, y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿y quién te dio esta autoridad? Respondiendo Jesús, les dijo: Yo también os haré una pregunta, y si me la contestáis, también yo os diré con qué autoridad hago estas cosas. El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo, o de los hombres? Ellos entonces discutían entre sí, diciendo: Si decimos, del cielo, nos dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis? Y si decimos, de los hombres, tememos al pueblo; porque todos tienen a Juan por profeta. Y respondiendo a Jesús, dijeron: No sabemos. Y él también les dijo: Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas.
Jesús aprovechó la presencia masiva de la gente para enseñar en el templo. En eso, se le acercó la flor y nata de la sociedad judía. Los principales sacerdotes, los líderes religiosos y los ancianos del pueblo, los líderes políticos. La inquietud que tenían era sencilla: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te dio esta autoridad? Seguramente se referían a los milagros que hacía Jesús y sobre todo al episodio cuando Jesús sacó a los mercaderes del templo el día anterior. Si Jesús hubiera respondido esta pregunta, hubiera tenido que decir que lo hacía con la autoridad de Dios, como anteriormente lo había afirmado, pero eso hubiera permitido que los líderes de Israel tengan motivo para acusarle de blasfemia y condenarlo a muerte. Pero sabiamente, Jesús respondió proponiendo un trato: Si ellos respondían su pregunta, Jesús también respondería la de ellos. La pregunta de Jesús era: El bautismo, o el mensaje, de Juan el Bautista, ¿de dónde era? ¿del cielo, es decir de Dios, o de los hombres? Esto les hizo pensar mucho a los líderes de Israel. Si decían que el mensaje de Juan el Bautista vino del cielo o de Dios, estarían obligados a admitir que Jesús es el Cristo, porque eso fue lo que anunció Juan el Bautista. Si decían que el mensaje de Juan el Bautista vino de los hombres, estarían poniéndose en contra de Juan el Bautista y eso les causaría problemas, porque la gente mayoritariamente tenía a Juan el Bautista por profeta. Optaron por lavarse las manos y hacerse los que no sabían. Por eso, respondieron a Jesús diciendo: No sabemos. Como no respondieron la pregunta, Jesús también les dijo: Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas. Lo que acaba de hacer Jesús es demostrar que los líderes de la nación de Israel no tenían autoridad alguna para examinar a Jesús. El pecado de ellos era la falta de fruto que agrade a Dios. Por eso de antemano ya habían decidido rechazar a Jesús como el Cristo, o el Mesías de Israel y solamente estaban buscando una justificación para matarlo.
Leave a comment