Reciba un cálido saludo, amiga, amigo oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el tema del valle de la muerte. Ya hemos visto que el dolor es quizá el elemento más común dentro del valle de la muerte. Salir victoriosos del valle de la muerte, con todo el dolor involucrado, no es tarea fácil, aun para los que tenemos la esperanza viva de la cual nos habla la Palabra de Dios. Por eso es necesario dar los pasos adecuados para no sucumbir ante el dolor. El primer paso es aceptar la pérdida o separación, como algo real. Negar la realidad no conduce a nada bueno, amable oyente. Dicen que avestruz esconde su cabeza en la arena cuando detecta peligro inminente. Negar la realidad de una pérdida o separación sería como esconder la cabeza en la arena. Nada sacamos con eso. Por el hecho de no querer ver el problema, el problema no va a desaparecer. En el proceso de aceptar la pérdida o separación como algo real ayuda mucho saber que el Señor Jesucristo es el único que sabe exactamente como nos sentimos. Es bueno tener a la mano alguien que sepa comprendernos. También ayuda mucho saber que el amor de Dios es inalterable. Aunque nuestras emociones agitadas por el dolor nos induzcan a pensar que Dios ha dejado de amarnos, debemos aceptar por fe el testimonio de la palabra de Dios cuando dice que nada ni nadie, inclusive la muerte, pueden separarnos del amor de Dios. También ayuda mucho saber que Dios está listo para llevar nuestro dolor sobre sus hombros. En esta ocasión, hablaremos de otra etapa dentro del sendero del dolor.
En nuestro estudio bíblico último, vimos que es importante aceptar la pérdida o separación como algo real. No ayuda en nada negar que se ha sufrido una pérdida o separación de cualquier índole. Ahora bien, el mero hecho de aceptar la realidad de una pérdida no va a eliminar automáticamente el dolor. Todo lo contrario, más bien va a hacernos más sensibles al dolor y ciertamente vamos a experimentar dolor en mayor magnitud. Aquí es justamente donde entra la segunda etapa de la senda por el valle del dolor. Simplemente dice así: Exprese controladamente el dolor que siente. No son pocos los creyentes que piensan que expresar dolor de cualquier forma es sinónimo de inmadurez o falta de fe. Una vez fui invitado al funeral de una hermana en la fe. En la sala de velación estaban los hijos de esta hermana en la fe. Todos ellos eran creyentes gracias a Dios. Algunos de ellos expresaban su dolor con llanto callado. Pero había uno en particular que daba la impresión como que estuviera desconectado de lo que estaba pasando. No es que se estaba riendo o burlándose de los demás, o algo por el estilo, sino simplemente estaba con un semblante estoico, como si fuera de piedra. Tratando de ser de algo de ayuda, le pregunté: ¿Cómo te sientes? Me sorprendió tanto su respuesta. Me dijo: David, por dentro estoy destrozado por la partida de mamá, pero veo aquí tanta gente que no conoce al Señor, que no puedo expresar mi dolor, porque si lo hago, la gente que no conoce al Señor va a pensar que el cristianismo no sirve para nada en la hora de la muerte. Esta fue la ocasión propicia para mostrar a este hermano que expresar el dolor con llanto, no está fuera de lugar de ninguna manera en la vida cristiana. Cuando Pablo habla a los Tesalonicenses sobre el arrebatamiento de la iglesia, dice en una parte lo siguiente: Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Pablo no está diciendo que los creyentes de Tesalónica no debían entristecerse ante la muerte de un ser querido. Tampoco Pablo está diciendo que los creyentes de Tesalónica deberían transformar en un circo las ceremonias fúnebres por sus seres queridos. Pablo dice que está bien para los creyentes entristecerse por los que han muerto, pero la tristeza no debe desbordarse. No debe ser como la tristeza que experimentan los incrédulos quienes no tienen esperanza para el más allá, para la vida después de la muerte. Pero los creyentes tenemos esperanza y esta esperanza nos ayuda a no expresar el dolor descontroladamente, pero no elimina el dolor como para reír en medio de un funeral. Así que, amable oyente, expresar el dolor con lágrimas, en una manera controlada, es legítimo para el creyente. No es en ninguna manera sinónimo de inmadurez espiritual o falta de fe. El llanto es beneficioso para el corazón adolorido, amable oyente. El llanto actúa como una válvula de escape para desfogar la angustia interior que resulta del dolor. No crea el dicho popular que los machos nunca lloran. No es verdad. Pero además del dolor, pueden haber también otras emociones en la persona que ha sufrido alguna pérdida o separación significativa. Puede ser que haya tristeza, ira, culpa, ansiedad, soledad, fatiga, desánimo, duda. Procure identificar estas emociones en su ser y expréselas de una manera adecuada. Quizá podría hablar de eso con Dios en oración. Dígale a Dios que se siente triste por la ausencia de su ser querido. Dígale a Dios que está enojado por lo que ha pasado, inclusive admita que siente ira contra la persona que murió porque le ha dejado con un vacío tan grande que no sabe como llenarlo. Así es, no esconda nada. Dígale a Dios que se siente culpable por alguna situación particular. Dígale a Dios que se siente solo, cansado, desanimado, con duda. Enfrente estas emociones. No las esconda. Si las esconde, estas emociones van a fermentar dentro de usted y algún momento van a explotar dejando muertos y heridos en el camino. Mucho bien haría a las personas que piensan que los creyentes no deben llorar cuando muere un ser querido, el pensar que la Biblia registra que el Señor Jesús como varón de dolores y experimentado en quebranto, expresó con llanto sus emociones. Cuando murió Lázaro, María vino en llanto y se postró a los pies de Jesús diciendo: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano. ¿Será que Jesús reprendió a María por llorar? Será que Jesús dijo a María: Mujer de poca fe, ¿Por qué lloras? Nada de esto. Ponga atención a lo que dice el texto en Juan 11:33-36 Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió,
Joh 11:34 y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve.
Joh 11:35 Jesús lloró.
Joh 11:36 Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba.
Esta fue la reacción de Jesús, amable oyente. Jesús expresó con llanto el dolor que sentía dentro, aún sabiendo que en cuestión de instantes, iba a resucitar a su amigo Lázaro. Si Jesús lloró por un amigo que murió, cuánto más nosotros por un ser querido que muere. Jesús también se entristeció en gran manera muchas veces, no sabemos si al punto de derramar lágrimas, pero ciertamente expresó su dolor de una manera controlada. Todo esto, amable oyente, para reforzar la idea que expresar las emociones mediante el llanto o alguna otra forma controlada de expresión, es algo legitimo para el creyente y de ninguna manera afrenta a Dios o es sinónimo de inmadurez espiritual o de falta de fe o de esperanza. Pero es apropiado también señalar que el desborde descontrolado de las emociones no es una conducta apropiada para un creyente. Está bien derramar lágrimas por el dolor que causa la separación temporal de un ser querido, pero de allí a rasgarse las vestiduras y poner ceniza sobre la cabeza, al puro estilo de los israelitas del Antiguo Testamento hay mucha diferencia. La diferencia radica esencialmente en la esperanza que tenemos los creyentes y la desesperanza que tienen los incrédulos. Para el creyente, la muerte, aunque causa dolor, sin embargo no es el fin de todo, porque está la esperanza de volver a ver al ser querido en la gloria, pero para el incrédulo, la muerte es el fin de su oportunidad para arreglar el problema de pecado con Dios y esto significa la entrada a la condenación eterna. Aunque el incrédulo no sepa de esto en detalle, instintivamente sabe que la muerte es el comienzo de separación eterna y esto le arrastra a expresar su dolor en una forma descontrolada. En conclusión, amable oyente, el transitar por el sendero del dolor, implica una capacidad para expresar el dolor controladamente. No es malo llorar, malo es no llorar, porque las emociones están contenidas y pueden causar mucho daño.
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