Hemos estado viendo algunas advertencias que Jesús nos da con respecto al falso cristianismo que se profesa en nuestra era contemporánea. Y vemos que Jesús nos dice que, este es un camino difícil, muy difícil. No es para aquellos que quieren un pase barato al cielo, así que debemos entregar todo de nosotros a Él. La segunda advertencia de Jesús es: ¡Podemos profesar públicamente lo que no poseemos personalmente! Jesús dice: «Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas» es decir, tienen apariencia de conocer a Cristo, se ven como si tuvieran a Cristo en sus vidas e incluso hablan con Él. Esta es justamente la imagen que tiene lugar a lo largo de los versículos del 21 al 23 de Mateo. ¡Fíjate bien! se dirigen a Dios como “Señor”. Esta es una escena increíble, estas personas están clamando “Señor, Señor”, es evidente la presencia del fervor y la ortodoxia en su declaración. Están reconociendo el Señorío de Jesús. “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?” Entonces, surge la pregunta ¿cómo pueden hacer estas cosas si no conocen a Cristo? ¡No te dejes engañar! A lo largo de las Escrituras, vemos a Dios utilizando a quienes se oponen a él para cumplir con su voluntad. Por ejemplo, la Biblia registra que Dios utilizó a un hombre que se oponía a Él llamado Balaam, y no se detuvo ahí, sino que incluso utilizó a su burro.
Cómo habrás notado este no era un burro salvo, simplemente era un instrumento utilizado por Dios. De la misma manera, podríamos nombrar a Caifás en el capítulo 11 de Juan siendo utilizado para hacer una profecía, ciertos discípulos en Hechos capítulo 19 intentando expulsar demonios, también vemos falsos profetas y falsos Cristos en Mateo 24 que harán señales y maravillas. En consecuencia, todos estos ejemplos citados comprueban una realidad: “muchos están profesando públicamente lo que no poseen personalmente”, es así que, Jesús mira a aquellos que le claman “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre…?” Y les responde citando el Salmo 6: «Apartaos de mí, todos los hacedores de iniquidad”. Entonces, surge la interrogante, ¿cómo sabemos si lo que profesamos públicamente es algo que poseemos personalmente?
¿Cómo podemos saberlo realmente? Jesús mismo tiene la respuesta. En primer lugar, el camino de Cristo siempre es fructífero, Mateo capítulo 7, versículo 16 dice: “Por sus frutos los conoceréis… todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos” lo reconocerás por el fruto, dice el texto. El buen árbol da buenos frutos, mientras que el árbol malo da malos frutos. No por sus regalos, ni las extravagancias que ves; sencillamente por su fruto los reconocerás. Si alguien está siguiendo a Cristo: llevará su justicia, conocerá su amor, tendrá su verdad. Sin lugar a dudas, Cristo siempre da fruto ¡siempre! En consecuencia, si no ves la justicia o el amor de Cristo, si no oyes su verdad, entonces Cristo no está allí, porque Cristo siempre da fruto.
El camino de Cristo siempre es fructífero. Santiago 2 dice: «Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.» (Santiago 2: 14-18, RV60). En segundo lugar, el camino de Cristo siempre es fiel, escucha con atención lo que Jesús dijo a estos falsos maestros en el versículo 21: «No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.» (Mateo 7:21).
¿Oíste eso? Aquel que entrará en el reino de los cielos es el que hace la voluntad del Padre. El factor determinante para la entrada al reino es la obediencia a la voluntad del Señor, este factor separa a los que claman “Señor, Señor” de aquellos que entrarán al reino. Ahora te podrás preguntar, ¿estás diciendo que nuestras obras y nuestra obediencia son parte de la salvación? No, no estoy diciendo eso. Estoy convencido que Jesús es único y suficiente. Ahora quiero ser muy, muy cuidadoso aquí porque en este punto podemos comenzar a distorsionar el Evangelio en algo que no es. En este programa no vamos a sumergirnos a profundidad en la figura de la obediencia en relación con la salvación, pero mantén esta frase en mente «No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos».
Jesús dice “mi camino siempre es fructífero y fiel”, así que, querido oyente si no hay frutos o fidelidad que se manifiesten de tu relación con Cristo, entonces esa relación podría no existir del todo. Podemos profesar públicamente una relación inexistente, esto me atormenta y la vez me pone de rodillas.
Por último, en su tercera advertencia, Jesús nos alerta del peligro de asumir una salvación sin fundamento bíblico, esta es la imagen de los arquitectos. Ambos comparten muchas similitudes, es por eso que Jesús usa esta comparación.
Muchos oyeron las palabras de Cristo, atravesaron por dificultades, se enfrentaron a la misma tormenta e inclusive es posible que el exterior de sus casas haya tenido el mismo aspecto, la única diferencia radica en el fundamento de sus hogares. El fundamento marca la diferencia en esta ilustración. Por un lado, una casa construida sobre la roca y por otro, una casa construida sobre arena inestable. La imagen de estas construcciones representa nuestras vidas y Jesús es claro al plantear una pregunta, ÉL dice: ¿tu vida está construida sobre una roca o está construida sobre arena? Ahora, no olvides el peligro del engaño espiritual, nadie construye una casa sabiendo que va a colapsar. Jesús está hablando con personas que construyeron su casa en la arena, construyeron toda una vida sobre la arena sin notarlo. Y ante eso, Jesús cuestiona: ¿cómo sabes cuándo la casa de tu vida está construida sobre una roca y cuándo está construida sobre arena?
Hay dos factores resumidos en el versículo 24 y repetidos de una manera diferente en el versículo 26. Jesús afirma: «cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca». Entonces, dos requerimientos son necesarios. En primer lugar, “oye estas palabras” el camino de Cristo depende de escuchar y recibir su Palabra. Ahora, no lo pases por alto, Jesús no está diciendo que las personas que construyen sus casas sobre la arena no tienen una base. Ellos también tienen una base, simplemente es una mala base. Es decir, todas estas personas religiosas de Mateo capítulo 7 tienen una base, pero no está fundamentada en la Palabra de Cristo, se basan en normas, opiniones, pensamientos, reglas y regulaciones externas que han construido. Todo ello se ha convertido en el fundamento de sus vidas, y defienden la errónea idea de que para llevar honor a Dios es necesario cumplir con todas estas normas externas. Ciertamente en sus fundamentos hay hilos de la Palabra de Dios por algunas partes, pero están llenos de tradiciones, opiniones, pensamientos y prácticas de hombres. En consecuencia, Jesús dice que este fundamento es inestable como la arena.
Ahora, quiero detenerme aquí por un momento y hacerte una pregunta, ¿crees que es posible que en pleno siglo XX, hayamos tomado hilos de la Palabra de Dios y los hayamos unido con nuestros pensamientos, tradiciones, estándares e ideas, y hayamos puesto todo junto bajo la etiqueta“ si haces estas cosas, estarás bien con Dios”? Permíteme decirte que creo que es completamente posible y estoy convencido que lo hemos hecho.
¿Has escuchado cómo hablamos de la salvación dentro del evangelio, hoy en día? Decimos cosas como: “Acepta a Jesús en tu corazón, invita a Cristo a tu vida, haz que Jesús sea el Señor” Y permíteme decirte que ninguna de estas frases tiene sustento bíblico ¡ninguna! Por lo tanto, esto debería alarmarnos, ya que hablamos del tema más importante que determinará nuestros destinos eternos, usando frases que ni siquiera están en las Escrituras.
Sin lugar a dudas, no encontrarás un lugar en las Escrituras donde alguien diga que inclinar la cabeza, cerrar los ojos y repetir una oración te salvará. ¡No lo encontrarás! Hemos tomado el Evangelio y hemos sustituido el lenguaje, los pensamientos y las prácticas, a una versión que no se muestra en las Escrituras. La realidad es que el Evangelio nos enfrenta cara a cara con la ley de Dios, nos confronta con el Señorío de Cristo.
Las buenas nuevas nos desafían a todos y cada uno de nosotros con la profundidad de nuestra pecaminosidad ante Dios, nos confrontan con nuestra innegable necesidad de Cristo, su muerte en una cruz para llevar la ira de Dios sobre sí mismo y la necesidad de su resurrección para proporcionar la victoria sobre el pecado y la muerte en la tumba. Este es el verdadero Evangelio aquel que nos confronta con la exigencia de arrepentimiento, de apartarnos del pecado y volvernos a Cristo. Estas sí son las verdades bíblicas, sin embargo, el evangelismo moderno las ha puesto de lado y ha construido un evangelio en la arena que hunde y desilusiona a millones de almas.
El evangelismo bíblico implica luchar con la profundidad de la pecaminosidad de nuestra alma, clamando a Dios porque nos damos cuenta que no tenemos absolutamente ningún otro lugar a donde acudir. El evangelismo puro no ve a Jesús como alguien que está rogando por entrar a tu vida, sino que mira a Jesús como aquel infinitamente digno de toda gloria y obediencia total e inmediata. De igual manera, no defiende el hecho de repetir una oración y luego continuar con la vida como si nada hubiera pasado, sino que exige una obediencia radical a Cristo, no obstante, la realidad es que hemos asumido una salvación sin fundamento bíblico.
Entonces, ¿Te das cuenta de la seriedad del asunto?, ¿escuchas lo que Jesús está diciendo? hay un camino que conduce a la destrucción, todo árbol que no da fruto es cortado y arrojado al fuego, Mateo capítulo 7, verso 23 dice: “Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” y el verso 27 dice: “y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina”.
Por favor, no pases por alto esto, ¡tu decisión tendrá consecuencias eternas! Es por ello, que necesitamos asegurarnos de no asumir la salvación sin una base bíblica. Las palabras de Cristo en las Escrituras son sumamente claras. La salvación bíblica, el camino de Cristo dependen de su Palabra y no únicamente de escucharla, sino también de obedecerla, el versículo 21 es muy claro en ello. Mantén en tu mente, lo que Jesús dijo allí: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace”. Esto es lo que marca la diferencia entre el hombre que construyó sobre la roca y aquel que construyó sobre la arena, pero no lo olvides ambos escucharon la Palabra. Esperamos que puedas acompañarnos en nuestro próximo programa, donde estaremos hablando más sobre la necesidad de fundamentar nuestra vida cristiana en la roca. Que Dios te bendiga.
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