Saludos cordiales amiga, amigo oyente. Que gozo compartir con usted estos pocos minutos. Durante el tiempo que el Señor me ha permitido servir en su obra, he sido testigo de cosas y casos increíbles, pero lo que más me ha llamado la atención es la poca importancia que el creyente en general da a la obra del Señor. Esta actitud se manifiesta en una apatía generalizada hacia todo lo que tiene que ver con la iglesia. Como resultado, un buen porcentaje de creyentes apenas asisten a las reuniones dominicales, les cuesta involucrarse en las actividades de la iglesia, ofrenda muy poco y prefiere mantener una distancia prudencial hacia lo espiritual. ¿Sabe una cosa amable oyente? Esta actitud hacia Dios y hacia su obra no es nada nueva. La apatía hacia la obra de Dios existe desde hace miles de años. Pero hubo una época en la cual Dios por medio de sus profetas confrontó esta apatía hacia su obra. Su mensaje lo tenemos en el libro de Hageo. En este libro se fundamenta nuestro estudio bíblico de hoy con David Logacho
Les invito a abrir sus Biblias en el libro de Hageo, capítulo 1 versículo 1 a 4. Hageo es un libro profético, debe su nombre al profeta que recibió el mensaje de Dios y lo anunció al pueblo y sus líderes.
Para estudiar este pasaje, consideraremos la fecha de la profecía, el autor de la profecía, los destinatarios de la profecía, el tema de la profecía y la reprensión de la profecía. No está por demás señalar que profetizar es comunicar algo que ha estado oculto en la mente de Dios, y que en algún momento ha sido revelado o conocido sobrenaturalmente por el profeta con la asistencia del Espíritu Santo.
En cuanto a la fecha de la profecía, la primera frase del versículo 1 dice: “En el año segundo del rey Darío, en el mes sexto, en el primer día del mes” Darío gobernó el imperio persa desde el año 522 AC hasta el año 486 AC, por tanto la profecía de Hageo tuvo lugar en el año 520 AC, en el mes sexto, en el primer día del mes.
Quizás Ud. se estará preguntando: ¿y para qué interesa saber la fecha con exactitud? Bueno, principalmente para enmarcar la profecía dentro del contexto histórico. ¿Cuál era ese contexto? Pues, en el año 539 AC, Ciro, el entonces rey del imperio persa, dio la orden para que los judíos que quieran, retornen de Babilonia a Jerusalén y edifiquen el templo que Nabucodonodor rey de Babilonia lo dejó en ruinas.
Como unas 50.000 personas aprovecharon esta apertura y marcharon hacia Jerusalén. Como en esos tiempos no tenían facilidades de transporte, cubrieron el trayecto a pie, por lo cual se asume que llegaron a Jerusalén en el año 538 AC. Una vez allí, se establecieron lo mejor que pudieron y dos años después que llegaron echaron los cimientos de lo que iba a ser el templo reconstruido. Diríamos entonces que la reconstrucción del templo comenzó el año 536 AC, pero casi tan pronto como se comenzó a reconstruir el templo, los samaritanos presentaron una feroz oposición.
Casi siempre habrá oposición del enemigo cuando alguien trata de hacer la voluntad de Dios. Como resultado de esta oposición, se detuvo la obra. ¿Qué hicieron entonces esos 50.000 judíos que regresaron bajo el liderazgo de Zorobabel, gobernador y Josué sumo sacerdote? Pues se dedicaron a lo suyo. Cada uno se preocupó de su casa, de su familia, de su bienestar de sus posesiones.
Esto me hace pensar en millones de creyentes hoy en día. Están tan preocupados en lo suyo. Lo que más les interesa es su educación, su diversión su amistad y quién sabe que más. Para qué pensar en la obra de Dios, para qué pensar en la iglesia, para qué pensar en los millones que necesitan a Cristo. Habían pasado como 16 años desde que se detuvo la reconstrucción del templo de Jerusalén, y mientras tanto los judíos estaban labrando su propio bienestar, a pesar que el templo estaba abandonado. Todo era ruinas, escombros por todo lado, matorrales por doquier.
En cuanto al autor de la profecía, lo que sigue a lo leímos en Hageo 1:1 dice: “vino para palabra de Jehová por medio del profeta Hageo” Note que el mensaje de Hageo, el profeta, no provenía de Hageo, provenía nada más y nada menos que de Jehová. El texto dice que vino palabra de Jehová. Esto significa que aun las mismas palabras que usó Hageo fueron las palabras que escogió Jehová. Por eso es que las profecías bíblicas se cumplen con total precisión.
Cada palabra dicha por los profetas fue lo que Dios quiso que dijeran. Hageo el profeta fue sólo el medio por el cual Jehová comunicó su pensamiento. En cuanto a los destinatarios de la profecía. Hageo 1:1 continúa diciendo: “a Zorobabel hijo de Satatiel, gobernador de Judá, y a Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote”
En esta ocasión, Jehová dirige su mensaje a los líderes del pueblo Zorobabel era el líder político, fue nieto de Jeconías o Joaquín, el que era rey de Judá cuando Nabucodonosor llevó al pueblo judío en cautividad. Josué era el líder religioso, hijo de Josadac de la línea del sumo sacerdocio.
En cuanto al tema de la profecía, Hageo 1:2 dice: “Así ha hablado Jehová de los ejércitos, diciendo: Este pueblo dice: No ha llegado aún el tiempo, el tiempo de que la casa de Jehová sea reedificada”
El tema de la profecía tiene que ver con la apatía que tenía el pueblo judío hacia la obra de Dios, específicamente hacia la reconstrucción del templo. Los judíos estaban diciendo: No es tiempo todavía de reconstruir el templo, sigamos en lo nuestro, algún día nos ocuparemos en reedificar la casa de Jehová.
¿No le parece una actitud similar a la de muchos hoy en día? Ellos también dicen: Todavía no es el tiempo de ocuparse en la obra de Dios, no es el tiempo de involucrarse en la obra de la iglesia, no es el tiempo de dedicar esfuerzo y energía a la obra de Dios, ya llegará el día cuando me dedique a hacer la voluntad de Dios.
En cuanto a la reprensión de la profecía, la tenemos en Hageo 1:3-4. Dice así: “Entonces vino palabra de Jehová por medio del profeta Hageo, diciendo: ¿Es para vosotros tiempo, para vosotros, de habitar en vuestras casas artesonadas, y esta casa está desierta?” La reprensión de Jehová a los líderes del pueblo, se hace por medio de tres preguntas que obligan una respuesta negativa.
Primera: ¿Es para vosotros tiempo para vosotros? La respuesta obvia es no. Ya no es tiempo para gastar en nosotros mismos. El tiempo que tenemos es de Dios. Antes quizá gastamos tiempo en nosotros mismos, haciendo lo que nos venía en gana, pero esto fue antes, ahora ya no es tiempo para nosotros mismos sino tiempo para hacer la voluntad de Dios.
La segunda: ¿Es para vosotros tiempo de habitar es vuestras casas artesonadas? La respuesta obvia es no. Ya no es tiempo para rodearnos de lujos y comunidades. Los judíos en la época de Hageo gastaron 16 años de sus vidas para edificar sus casas. Sus viviendas las hicieron sin escatimar recursos con tal de que se vean fastuosas. Eran casas artesonadas o cubiertas de madera. En ese tiempo la madera era un material caro, tenían que importarlo del Líbano, pero eso no fue obstáculo para que ellos cubrieran paredes y techos de sus casas con este caro material.
Jehová les esta diciendo: ¿Es tiempo de desperdiciar recursos económicos en cosas de lujo?
La tercera: ¿Es para vosotros tiempo de que la casa de Jehová esté desolada? Que ironía. Los judíos no escatimaron esfuerzo alguno para vivir en casas de lujo, mientras la casa de Jehová estaba en ruinas. ¿Es tiempo para seguir así? La repuesta es no. Igual es hoy en día. Si Ud. es un creyente, ya no es tiempo para gastar el tiempo de Ud. mismo. Ya no es tiempo para rodearse de lujos a pesar de que la obra de Dios está en ruinas. Ya no es tiempo para que la casa de Dios esté asolada.
¿Cómo esta su vida en este instante? ¿Esta Ud. preocupándose en lo suyo, gastando el tiempo en sus cosas y olvidando la obra de Dios? ¿Está Ud. esforzándose hasta lo sumo para rodearse de comodidad a pesar que su iglesia no tiene ni para pagar el alquiler del local donde se reúne? ¿Está Ud. rodeándose de lujos a pesar que los pastores de su iglesia no tiene ni lo indispensable para satisfacer las necesidades básicas de sus familias?
Ya no es tiempo de vivir para nosotros mismos, es tiempo de vivir para la obra de Dios. Cuantas iglesias se debaten en la más triste miseria, cuántos pastores tienen que trabajar horas extras para llevar el pan a su mesa, cuántos misioneros están pensando seriamente en retornar a sus lugares de origen porque los hermanos no ofrendan. Cada uno está en lo suyo, buscando su comodidad, preocupados solamente por lo material. Ya no es tiempo de gastar en nosotros mismos. Es tiempo de gastar en la obra de Dios.
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