Cordiales saludos amable oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy en el libro de Jonás. En su afán por cometer pecado sin ser estorbado por la propia conciencia, el hombre inventa una cantidad de razonamientos, muchos de ellos infantiles por decir lo menos. ¿Se ha encontrado, por ejemplo, con esposos que piensan que no hay problema con ser infieles a sus esposas siempre y cuando no haya testigos del vergonzoso hecho? Sus conciencias están tan endurecidas que piensan que lo malo no es el adulterio sino la presencia de testigos. Lo infantil de este razonamiento radica en pensar que si no veo a ningún conocido alrededor, nadie se va a enterar de lo que estoy haciendo. El hecho que se pasa siempre por alto es que hay alguien que está en todas partes y de quien no podemos escapar de ninguna manera. Ese alguien es la persona de Dios, el Omnipresente ser cuyo ojo está en todas partes en todo momento. Por esto Gálatas 6:7 dice: No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.
Así es amable oyente. Es imposible engañar a Dios. Los esposos se las ingeniarán para engañar a sus esposas viviendo en adulterio, los estudiantes podrán engañar a sus profesores copiando sus exámenes, los ciudadanos podrán engañar a las autoridades tributarias no pagando sus impuestos, los ladrones podrán engañar a los legítimos propietarios robando sus cosas, pero nadie, absolutamente nadie puede engañar a Dios y tarde o temprano el engañador será confrontado con sus hechos. Jesús dijo en Marcos 4:22 Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz.
En el estudio bíblico de hoy vamos a ver a Jonás siendo impulsado por un razonamiento infantil para no cumplir con lo que Dios le había ordenado.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en el libro de Jonás, capítulo 1. Haciendo un poco de memoria, recordemos que en nuestro último estudio bíblico, dejamos a Jonás recibiendo un mandato de parte de Jehová. El mandato era: Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y pregona contra ella; porque ha subido su maldad delante de mí. Ante esta orden, Jonás tenía solamente dos opciones, obedecer e ir a Nínive a predicar como Dios le mandó o desobedecer y hacer cualquier cosa y atenerse a las consecuencias. El texto que tenemos para hoy nos dice lo siguiente en Jonás 1: 3 Y Jonás se levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis, y descendió a Jope, y halló una nave que partía para Tarsis; y pagando su pasaje, entró en ella para irse con ellos a Tarsis, lejos de la presencia de Jehová.
Muy bien, vemos aquí que ante el mandato de Jehová, Jonás eligió la segunda opción, la desobediencia. Se levantó pero no para ir a predicar en Nínive sino para huir de la presencia de Jehová a Tarsis. Jonás se convierte de un profeta comisionado a un profeta que huye. Aquí es donde comenzó la tragedia de Jonás. Jonás hizo algo que un creyente jamás debe hacer: Desobedecer. Desobedecer es lo opuesto de obedecer. Nada brillante, ¿verdad? ¿Qué es entonces obedecer? Existe una variedad de definiciones del verbo obedecer. De entre todas ellas, me gusta una en particular, la del Dr. W. Kroll. Dice sencillamente así: Obedecer es hacer lo que se te pide hacer, el momento que se te pide hacer y siempre con la actitud correcta. Corto, claro y consiso. ¿No le parece? En otras palabras, obedecer significa hacer exactamente lo que se nos pide hacer, sin ninguna variación, sin ninguna tardanza y sin ningún reclamo. Cumplir pero con algo de variación es obediencia parcial. Cumplir pero con atraso es obediencia atrasada, y la obediencia atrasada es pariente cercana de la desobediencia. Cumplir pero quejándose no es obediencia. La obediencia entonces tiene tres factores: cumplimiento cabal, cumplimiento a tiempo y cumplimiento de corazón. La ausencia de cualquiera de estos tres factores arruina nuestra obediencia. En el caso de Jonás, ni siquiera cumplió con el primer factor. Obstinadamente no hizo lo que Dios le pidió hacer. ¿Se ha preguntado alguna vez por qué debemos obedecer? Al menos cuatro razones importantes. Primero, porque confiamos en quien nos pide obediencia. Segundo, porque creemos que habrá buenos resultados por ser obedientes. Tercero, porque respetamos a la autoridad que nos pide obediencia y cuarto porque tememos las consecuencias de la desobediencia. Veamos como Jonás violó cada uno de estos razonamientos. Primero, Jonás no confió en Dios quien le dio el mandato de ir a predicar a Nínive. Jonás pensó que Dios se había equivocado al pedirle que fuera a predicar arrepentimiento a una nación que estaba en contra de Israel. Quizá Jonás pensó que lo que debería haber hecho Dios es acelerar el castigo a Nínive en lugar de darles una oportunidad para el arrepentimiento. La desobediencia de Jonás probó que aunque era profeta, no confiaba del todo en los propósitos de Dios. Segundo, Jonás pensó que jamás habría un buen resultado de obedecer a lo que Dios le pidió hacer. Quizá su corazón estaba lleno de odio hacia los habitantes de Nínive y pensaba que si les predicaba y se arrepentían, eso no sería bueno para su nación, Israel. Como no veía buenos resultado de obedecer decidió desobedecer. Tercero, Jonás no respetó la autoridad de Dios sobre su vida. No le importó que quien le dio la orden es el Todopoderoso Dios. Mostró su irrespeto desobedeciendo. Cuarto, Jonás no tuvo ningún temor de las consecuencias de su desobediencia. Ni siquiera pensó en ello. Como muchos hoy en día, desobedeció a Dios haciendo caso omiso de las exhortaciones y ejemplos que encontramos en la palabra de Dios. Como vemos, Jonás violó todos y cada uno de los motivos por los cuales debemos obedecer a Dios. El resto de la historia es la consecuencia de su decisión voluntaria de desobedecer. Jonás estaba tan cegado en su desobediencia que cometió un error infantil, huir de la presencia de Dios. ¿Quién puede huir de la presencia de Jehová? Jonás lo pretendió. Dice el texto que se levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis. Jonás pensaba que había un lugar en el mundo donde no estaba Dios. Ese lugar era Tarsis. Para un israelita en aquel tiempo, Tarsis era como el fin del mundo. Físicamente Tarsis quedaba al sur de España, cerca del estrecho de Gibraltar, a unos 3200 KM. de Palestina. Jonás ignoró cantidad de pasajes bíblicos que indican que es imposible huir de Jehová, porque él está en todas partes. Salmo 139:7 dice: ¿A dónde me iré de tu Espíritu?
¿Y a dónde huiré de tu presencia?
No existe lugar en el universo donde no esté la atenta mirada del Señor. Usted tiene que saber que allí donde usted piensa que está en secreto, junto a usted está la persona de Dios, siendo testigo de cada detalle de lo que usted hace. Guiado por este razonamiento infantil, Jonás viajó hacia Jope, el puerto en el mar Mediterráneo. Allí encontró una nave que justo partía hacia Tarsis. Preguntó cuando costaba el pasaje y viendo que tenía suficiente dinero, compró su boleto, subió a bordo y hacia Tarsis se ha dicho, bien convencido que allí no estaría la presencia de Jehová. Tal vez usted también amigo oyente está rumbo a su propio Tarsis. Ha escuchado la voz de Dios por medio de su Palabra y sabe que tiene que hacer determinada cosa o tiene que dejar de hacer determinada cosa, o que tiene que dejar cierto hábito pecaminoso, pero obstinadamente está desobedeciendo a Jehová. Claro, siempre habrá una buena razón para no hacer lo que Dios demanda de usted. Si él le ha llamado a servirle, a lo mejor usted está diciendo: Pero Señor, no tengo tiempo, no soy preparado, de qué viviría mi familia y tantas otras cosas más y mientras tanto sigue en su viaje huyendo hacia su Tarsis. No piense que podrá escapar de Dios. Algún día tendrá que enfrentarlo cara a cara. O a lo mejor, Dios le ha hablado por medio de su palabra acerca de algún pecado que solamente usted y Dios saben que usted lo comete, pero usted lo hace a solas, pensando que nadie se va a enterar. Sepa que lo único que ha hecho es lo mismo que Jonás, pretender huir de la presencia de Jehová. Es imposible que lo consiga. Abandone hoy mismo aquel pecado, sabiendo que es más vergonzoso que lo sepa Dios que lo sepa el hombre. A lo mejor, amable oyente, todavía se resiste a recibir a Cristo como su Salvador. Ya ha escuchado y entendido el Evangelio, pero piensa que primero debe gozar un poco más del pecado en su vida y que cuando sea viejo se ocupará de buscar a Dios. Pensando así, lo único que está haciendo es huir de la presencia de Dios. Deje de correr, pare de huir, venga a Cristo hoy mismo, crea en él, recíbalo como Salvador. Él está presto para darle descanso y perdón total de sus pecados.
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