Cordiales saludos amable oyente. Le habla David Logacho dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el evangelio según Lucas. En nuestro último estudio bíblico vimos a Juan el Bautista predicando un mensaje de arrepentimiento para perdón de pecado. Este arrepentimiento tiene que ver con un cambio de la forma de pensar en cuanto al pecado y en cuanto a la santidad de Dios y como consecuencia de esto, un cambio de conducta. Los que oyendo este mensaje de Juan el Bautista lo recibían, en el sentido de creerlo, eran bautizados por Juan. Juan el Bautista debe haber predicado este mensaje con tanta pasión, con tanto fervor, que multitudes salían de las ciudades contiguas al desierto de Judea donde Juan el Bautista estaba predicando. Juan el Bautista era el predicador más famoso de aquel tiempo. Si Juan el Bautista hubiera estado buscando fama, podríamos decir que ya la había conseguido. Tanto es así, que muchos de sus seguidores estaban convencidos que Juan el Bautista era el Mesías, el Cristo, el Ungido. De ser otro, Juan el Bautista se hubiera sentido muy complacido de que la gente piense que él es el Cristo, el Mesías, el Ungido. Pero Juan el Bautista no. Inclusive cuando más tarde el ministerio de Jesús estaba creciendo como espuma, y el de él estaba declinando, sin un ápice de envidia, Juan el Bautista dijo lo que tenemos en Juan 3:30 Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe.
En el pasaje bíblico que vamos a estudiar hoy, tenemos a Juan el Bautista aclarando las cosas, Juan el Bautista sufriendo las consecuencias de su predicación, y Juan el Bautista bautizando al Señor Jesús.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Lucas 3:15-22. En la primera parte de este pasaje bíblico tenemos a Juan el Bautista aclarando las cosas en cuanto a su verdadera identidad. Lucas 3:15-18 dice: Como el pueblo estaba en expectativa, preguntándose todos en sus corazones si acaso Juan sería el Cristo,
Luk 3:16 respondió Juan, diciendo a todos: Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.
Luk 3:17 Su aventador está en su mano, y limpiará su era, y recogerá el trigo en su granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará.
Luk 3:18 Con estas y otras muchas exhortaciones anunciaba las buenas nuevas al pueblo.
Al ver y oír lo que Juan el Bautista predicaba en el desierto con tanta pasión, la gente se hacía una pregunta para sus adentros. La pregunta era: ¿No será este el Cristo, el Mesías prometido a Israel? De alguna manera, Juan el Bautista supo sobre esta inquietud del pueblo y resolvió aclarar el asunto. En su aclaración se hace evidente el ministerio de Juan el Bautista. Él era solamente la voz que preparaba el camino de otro mucho más importante que él. Esto es digno de resaltar en Juan el Bautista. No es fácil reconocer que no somos los mejores sino que hay otros mejores que nosotros. Para reconocer esto se requiere de genuina humildad. Juan el Bautista tenía esta humildad y por eso reconoció que él no es nada en comparación con Aquel que está por manifestarse. Dijo que no era digno de desatar la correa de su calzado. La forma de manifestar la abismal diferencia entre Juan el Bautista y el Señor Jesús es llena de significado. Juan el Bautista en esencia dijo: Mi mensaje es de Dios, pero lo único que yo puedo hacer con los que creen en lo que yo predico es sumergirles en agua. El verbo bautizar significa sumergir. Pero Aquel cuyo camino Juan el Bautista estaba preparando, es tan poderoso que va a bautizar no en agua sino en Espíritu Santo y fuego. Aquí encontramos la mención de dos bautismos. El bautismo en el Espíritu Santo y el bautismo en fuego. El Señor Jesús realiza ambos. En cuanto al bautismo con el Espíritu Santo, una vez resucitado, poco antes de ser llevado de regreso a la gloria de su Padre, el Señor Jesús dijo a sus discípulos lo que Lucas recoge en Hechos 1:4-5. La Biblia dice: Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre,(B) la cual, les dijo, oísteis de mí.
Act 1:5 Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo(C) dentro de no muchos días.
En cumplimiento a este pedido del Señor Jesús, una vez que él fue llevado a la gloria de su Padre, los discípulos se reunieron en un aposento alto en la ciudad de Jerusalén. Para entonces se celebraba la fiesta judía de Pentecostés. Fue en ese momento cuando ocurrió lo que Lucas relata en Hechos 2:1-4. La Biblia dice: Cuando llegó el día de Pentecostés,(A) estaban todos unánimes juntos.
Act 2:2 Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados;
Act 2:3 y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos.
Act 2:4 Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.
Los discípulos fueron bautizados con el Espíritu Santo por el Señor Jesucristo. El resultado de esta obra sobrenatural fue la formación de la iglesia de Cristo. El apóstol Pablo lo explica en 1 Corintios 12:13. La Biblia dice: Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.
Pero Juan el Bautista dijo que además de bautizar con el Espíritu Santo, el Señor Jesús iba a bautizar en fuego. ¿A qué se refiere esto? Pues no se refiere a las lenguas repartidas, como de fuego que se asentaron sobre cada uno de los discípulos en el aposento alto cuando fueron bautizados con el Espíritu Santo. Se refiere a lo que el mismo Juan el Bautista dijo cuando afirmó: Su aventador está en su mano, y limpiará su era, y recogerá el trigo en su granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará. Esto habla de juicio amigo oyente. El Señor Jesús realizará este bautismo cuando venga por segunda vez a este mundo. Entonces actuará como un agricultor que toma su aventador para separar el grano de la paja. El grano simboliza a los creyentes. Estos serán preservados, la paja simboliza a los incrédulos. Estos sufrirán pena de eterna perdición y en su tiempo serán arrojados al lago de fuego que arde con azufre. De esta manera Juan el Bautista puso en claro quién es él y a quien estaba preparando el camino. Lucas dice que con estas y otras muchas exhortaciones anunciaba las buenas nuevas al pueblo. Luego Lucas prosigue a mostrar el precio que Juan el Bautista tuvo que pagar por ser un fiel ministro de Dios. Lucas 3:19-20 dice: Entonces Herodes el tetrarca, siendo reprendido por Juan a causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano, y de todas las maldades que Herodes había hecho,
Luk 3:20 sobre todas ellas, añadió además esta: encerró a Juan en la cárcel.(F)
Este evento en la vida de Juan el Bautista ocurrió algún tiempo después, cuando ya el Señor Jesús se había manifestado. Predicar la palabra de Dios de la forma que a Dios le agrada tiene su precio. Algunas veces el precio es la burla y el desprecio de la gente. Otras veces es la persecución y ciertamente, como en el caso de Juan el Bautista, otras veces es el martirio. En el caso de Juan el Bautista, se ganó el odio del tetrarca Herodes Antipas, porque Juan el Bautista le confrontaba con el pecado de adulterio con Herodías, quien era cuñada de Herodes Antipas la cual era mujer de Felipe, hermano de Herodes Antipas. La perversidad de Herodes Antipas le condujo a encerrar en la cárcel a Juan el Bautista. Tristemente, Juan el Bautista nunca salió de esa cárcel. Mateo registra que en aquella cárcel, Herodes Antipas hizo decapitar a Juan el Bautista. El pasaje bíblico que estamos estudiando el día de hoy, termina con el relato de Juan el Bautista bautizando al Señor Jesús. Lucas 3:21-22 dice: Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió,
Luk 3:22 y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.(G)
Aunque el Señor Jesús no tenía ningún pecado de qué arrepentirse, porque Él es Dios, sin embargo fue bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán como una forma de identificación con el mensaje que Juan el Bautista predicaba. Él era la persona de quien Juan el Bautista hablaba cuando predicaba y decía que estaba preparando el camino de otro más poderoso que él, de quien no era digno de desatar la correa de su calzado. Lucas registra que cuando el Señor Jesús fue bautizado oraba. La oración es un tema recurrente en el relato de Lucas en su evangelio. Orando, el Señor Jesús muestra la absoluta dependencia de su Padre en absolutamente todo lo que hacía. Lucas dice que orando Jesús, el cielo se abrió. Acto seguido, descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal como paloma. Al mismo tiempo se oyó una voz desde el cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia. Qué interesante. Con ocasión del bautismo del Señor Jesús, se hizo presente la deidad completa, el Padre, dando testimonio sobre su hijo, el Hijo siendo bautizado y el Espíritu Santo descendiendo en forma corporal sobre el Hijo. Pero no sólo esto, sino también el Padre testificó sobre lo que significa para Él su hijo. En primer lugar es amado. En segundo lugar, es la persona en quien el Padre tiene complacencia. De esta manera el Padre nos comunica la absoluta certeza de que en su Hijo, la humanidad entera encuentra a un perfecto Salvador. Esta es una de las tres veces en las cuales el Padre dio un testimonio audible sobre la perfección de su Hijo. La otra es cuando momentáneamente se manifestó la gloria del Señor Jesús en el monte de la trasfiguración y la restante, durante lo que se conoce como la semana de la pasión cuando fue crucificado. Por estar en el Hijo, cuando lo recibimos como nuestro Salvador, nosotros los creyentes somos aceptados por el Padre, porque el Hijo es amado del Padre y el Padre tiene complacencia en su Hijo. Hermosa realidad para los que ya somos creyentes. Si usted todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, hágalo hoy mismo y será uno con Aquel en quien el Padre halla complacencia.
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