Reciba cordiales saludos amiga, amigo oyente. Le habla David Logacho dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy en el Evangelio según Lucas. En esta oportunidad vamos a considerar el pasaje bíblico en el cual Juan el Bautista expresa sus dudas en cuanto al Rey y su reino.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Lucas 7:18-35. A manera de introducción es necesario reconocer que el gran precursor del Señor Jesús, Juan el Bautista, se encontraba en prisión a causa de su vehemente denuncia de la corrupción moral de Herodes Antipas, quien tomó por mujer a su propia cuñada, Herodías. A pesar de estar recluido en una celda, Juan el Bautista estaba bien informado por sus discípulos de todo lo que hacía el Señor Jesús. Esta experiencia no debe haber sido nada fácil para Juan el Bautista, no sólo por las dificultades de tener que vivir como prisionero, sino también por la incertidumbre en cuanto a cuándo se va a manifestar el Señor Jesús como Rey y Mesías de Israel. Después de todo, el mensaje que predicó Juan el Bautista era un llamado de arrepentimiento a la nación de Israel, porque el reino de los cielos se ha acercado. Inclusive Juan el Bautista bautizó en el Jordán al Señor Jesús y lo reconoció como el Cristo, el Mesías de Israel, Aquel ante quien no era digno ni siquiera de desatar la correa del calzado. Juan el Bautista debe haber estado esperando con impaciencia que el Señor Jesús se siente en el trono de David, aplaste al imperio romano, y establezca el reino de los cielos, y entre lo primero que haga sea sacarlo de la cárcel. Pero nada de esto estaba pasando. Más bien parece que todos le habían olvidado incluyendo el Señor Jesús. Todo esto trajo una espesa nube de duda a la vida de Juan el Bautista. La duda no es lo mismo que la incredulidad. La duda es algo que tiene que ver con la mente. No logramos comprender lo que Dios está haciendo o por qué lo está haciendo. La incredulidad es algo que tiene que ver con la voluntad. Rehusamos creer la palabra de Dios y obedecer lo que allí se nos dice. Oswald Chambers dice que la duda no siempre significa que alguien está mal, sino que alguien está pensando. La duda en Juan el Bautista tuvo su origen en las difíciles circunstancias en las que se encontraba tanto físicamente como emocionalmente. En primer lugar, encontramos el encargo de Juan el Bautista. Lucas 7:18-19 dice: Los discípulos de Juan le dieron las nuevas de todas estas cosas. Y llamó Juan a dos de sus discípulos,
Luk 7:19 y los envió a Jesús, para preguntarle: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?
Cuando Juan el Bautista supo de todo lo que el Señor Jesús estaba haciendo tanto en la región de Galilea como en la región de Judea, llamó a dos de sus discípulos y les entregó un encargo. El encargo tenía que ver con que vayan al Señor Jesús y le hagan una sola pregunta. La pregunta era: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro? Esta pregunta se originó en la duda que tenía Juan el Bautista mientras se encontraba en la cárcel. Recuerde que duda no es lo mismo que incredulidad. Juan el Bautista no lograba comprender lo que Dios estaba haciendo ese instante tanto con él mismo como con el Señor Jesús. En ese instante de su vida, Juan el Bautista no sabía que antes de sentarse en el trono de David, el Señor Jesús primero tendría que humillarse hasta la misma muerte. Esto es algo que nosotros lo sabemos, pero Juan el Bautista no lo sabía, y por eso su pregunta, aunque se originó en la duda, no tiene nada de condenable. Tanto es así, que el Señor Jesús no reprochó a Juan el Batista por haber enviado a esos discípulos con esa pregunta. En segundo lugar, encontramos la respuesta del Señor Jesús a la pregunta de Juan el Bautista. Lucas 7:20-23 dice: Cuando, pues, los hombres vinieron a él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, para preguntarte: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?
Luk 7:21 En esa misma hora sanó a muchos de enfermedades y plagas, y de espíritus malos, y a muchos ciegos les dio la vista.
Luk 7:22 Y respondiendo Jesús, les dijo: Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen,(A) los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio;(B)
Luk 7:23 y bienaventurado es aquel que no halle tropiezo en mí.
Los discípulos de Juan el Bautista cumplieron al pie de la letra con el encargo que les dio su maestro. Al encontrarse con el Señor Jesús le preguntaron: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro? El Señor Jesús no respondió con un discurso teológico, sino que simplemente, en ese mismo instante hizo uso de su poder divino para sanar a muchos de todo tipo de enfermedades y plagas, para liberar a muchos de los demonios que les atormentaban y para dar vista a muchos ciegos. Una vez que terminó este despliegue inusitado de poder sobrenatural, el Señor Jesús tomó la palabra y simplemente dijo a los discípulos de Juan el Bautista: Hagan saber a Juan el Bautista lo que acaban de ver y oír. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio. ¿Por qué actuó de esta manera el Señor Jesús? Pues para que Juan el Bautista sepa de primera mano, por medio de sus discípulos, que el Señor Jesús es el Rey, el Cristo, el Mesías, porque en Él se manifiesta todo lo que el Antiguo Testamento profetizó en cuanto a lo que iba a hacer el Cristo cuando venga. Las obras sobrenaturales que realizó el Señor Jesús eran las credenciales que autenticaban al Señor Jesús como el Cristo, o el Mesías, o el Rey de Israel. Note lo que dice Isaías 61:1 El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos,(A) a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel;
Pero además, el Señor Jesús añadió una frase muy significativa para Juan el Bautista: Bienaventurado es aquel que no halle tropiezo en mí. Esto no es un reproche para Juan el Bautista, sino palabras de ánimo en medio de su terrible situación por estar preso. Es como si el Señor Jesús le dijera: Si pones tu mirada en tus circunstancias terminarás lleno de dudas, pero si pones tu mirada en mí, o no hallas tropiezo en mí, serás bienaventurado, o super dichoso, a pesar de tus circunstancias. En tercer lugar, tenemos la evaluación del Señor Jesús sobre la vida y ministerio de Juan el Bautista. Lucas 7:24-35 dice: Cuando se fueron los mensajeros de Juan, comenzó a decir de Juan a la gente: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?
Luk 7:25 Mas ¿qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que tienen vestidura preciosa y viven en deleites, en los palacios de los reyes están.
Luk 7:26 Mas ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta.
Luk 7:27 Este es de quien está escrito:
He aquí, envío mi mensajero delante de tu faz,
El cual preparará tu camino delante de ti.(C)
Luk 7:28 Os digo que entre los nacidos de mujeres, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él.
El Señor Jesús esperó que los discípulos de Juan el Bautista se vayan para hablar bien de Juan el Bautista. Parece que las palabras no fueran suficientes para alabar la vida y ministerio de Juan el Bautista: Entre los nacidos de mujeres, no hay mayor profeta que Juan el Bautista. Pero además, el Señor Jesús dijo algo que tiene que ver con todos los que somos parte del reino de Dios. El más pequeño en el reino de Dios es mayor que Juan el Bautista. ¿En qué sentido? Juan el Bautista fue solamente un precursor del Señor Jesús quien anunciaba el reino de Dios. En cambio los creyentes somos hijos de Dios y además amigos del Rey, según Juan 15:15. Al oír lo que dijo el Señor Jesús, algunos decidieron someterse al bautismo de Juan el Bautista. Esto es lo que tenemos en cuarto lugar. Lucas 7:29-30 dice: Y todo el pueblo y los publicanos, cuando lo oyeron, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan.
Luk 7:30 Mas los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos, no siendo bautizados por Juan.(D)
La gente común y corriente, el pueblo y los publicanos, reconocieron su pecado, o justificaron a Dios, y se bautizaron con el bautismo de Juan, pero la gente especial, los escribas y fariseos, no reconocieron su pecado o desecharon los designios de Dios respecto de ellos mismos, y rehusaron ser bautizados con el bautismo de Juan. Al ver esto, el Señor Jesús pronunció su evaluación de lo que pasó. Lo hizo comparando con algo que era común en su tiempo. En quinto lugar tenemos lo absurdo de la conducta de los escribas y fariseos. Lucas 7:31-35 dice: Y dijo el Señor: ¿A qué, pues, compararé los hombres de esta generación, y a qué son semejantes?
Luk 7:32 Semejantes son a los muchachos sentados en la plaza, que dan voces unos a otros y dicen: Os tocamos flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no llorasteis.
Luk 7:33 Porque vino Juan el Bautista, que ni comía pan ni bebía vino, y decís: Demonio tiene.
Luk 7:34 Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: Este es un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores.
Luk 7:35 Mas la sabiduría es justificada por todos sus hijos.
El pecado de incredulidad volvió ciegos a los escribas y fariseos. Rechazaron el mensaje de Juan el Bautista, porque ni comía pan ni bebía vino, acusándolo que estaba endemoniado, pero también rechazaron el mensaje del Señor Jesús, el Hijo del Hombre, a pesar que comía pan y bebía vino, acusándolo de ser amigo de publicanos y pecadores. Las malas obras de los escribas y fariseos mostraba que no tenían ninguna relación con la sabiduría.
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