Cordiales saludos, amiga, amigo oyente. Soy David Logacho dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el evangelio según Juan. En esta oportunidad vamos a considerar la aparición del Señor Jesús a sus discípulos.
Abramos nuestras Biblias en Juan 20:19-29. En este pasaje bíblico tenemos la segunda y tercera aparición del Señor Jesús a sus discípulos. La segunda aparición lo hizo a sus discípulos sin la presencia de Tomás. En la tercera aparición la hizo a sus discípulos con Tomás presente. Vayamos pues a la segunda aparición. Como antecedente, muy temprano a la mañana del primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro junto con otras mujeres para terminar la obra de ungir el cuerpo del Señor Jesús, obra que por la prisa no pudieron terminar José de Arimatea y Nicodemo, el día que el Señor Jesús murió en la cruz del Calvario. El Señor Jesús murió a las 3:00 PM y el día de reposo de gran solemnidad comenzaba a las 6:00 PM. Las mujeres estaban preocupadas en cuanto a cómo quitarían la enorme piedra que bloqueaba la entrada al sepulcro. La sorpresa fue mayúscula cuando al llegar al Sepulcro, notaron que la piedra ya había sido quitada. María Magdalena se apresuró a concluir que alguien debe haberse llevado el cuerpo del Señor Jesús. Presa del pánico, María Magdalena salió a la carrera a buscar a Pedro y a Juan y cuando les halló les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto. Habiendo oído la noticia, Pedro y Juan emprendieron veloz carrera hacia el sepulcro, para averiguar lo que había pasado. Como era más joven, Juan llegó primero, pero no entró al sepulcro, sino que solamente vio que los lienzos estaban puestos allí. Eso significa que estaban intactos, guardando la forma del cuerpo, pero vacíos por dentro. Después llegó Pedro y entró al sepulcro y notó lo que ya había visto Juan, pero además que el sudario que cubría la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte. Juan decidió entrar también al sepulcro y entre los dos, Pedro y Juan examinaron cuidadosamente la evidencia y creyeron que el Señor Jesús había resucitado, pero hasta ese momento no habían podido ver cara a cara al Señor Jesús resucitado. A medida que el día iba pasando, iban llegando noticias de personas que habían visto al Señor Jesús resucitado, como por ejemplo, María Magdalena y los dos discípulos que iban camino a Emaús. A pesar de todo esto, los discípulos, incluidos Pedro y Juan seguían recluidos en un lugar seguro, con la puerta bien cerrada, por el miedo de los judíos. Es en estas circunstancias que ocurrió la segunda aparición. Juan 20: 19-20 dice: Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros.
Joh 20:20 Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor.
¡Qué extraordinario! A la noche del primer día de la semana, el mismo día que el Señor Jesús resucitó de entre los muertos, mientras los discípulos estaban encerrados por el miedo de los judíos, el Señor Jesús resucitado simplemente apareció en medio de ellos y les saludó con el típico saludo: Paz a vosotros, o Shalom en Hebreo. Note que el Señor Jesús resucitado no necesitó que alguien le abra la puerta para entrar al recinto. Simplemente se puso en medio de ellos. Esta es una característica de los cuerpos resucitados. No están sujetos a las leyes naturales. Es muy probable que los discípulos allí reunidos se hayan quedado estupefactos, como en shock, por ver a una persona que no necesitó entrar por la puerta al lugar donde estaban reunidos. Tal vez fue tal el asombro que algunos no reconocieron que se trataba del Señor Jesús. Esto explicaría lo que hizo el Señor después que apareció en medio de ellos. Juan dice que el Señor Jesús les mostró las manos y el costado. Se sobreentiende que se trata de las manos traspasadas por los clavos y su costado abierto por la lanza del soldado romano. Esto sirvió para que todos los discípulos allí reunidos, tengan certeza total en cuanto a que Aquel que estaba en medio de ellos, era el Señor Jesús resucitado. ¿Cuál fue la reacción de esos temerosos discípulos? El texto dice que los discípulos se regocijaron viendo al Señor. Ah.. amigo oyente. El Señor Jesús tiene el poder para transformar a un puñado de temerosos y tristes discípulos en un puñado de valientes y gozosos discípulos. Pero esta aparición no fue sólo para que los discípulos salgan de toda duda en cuando a la resurrección del Señor Jesús. También fue para comisionar a los discípulos. Juan 20:21 dice: Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío.
Luego de reiterar en el saludo, el Señor Jesús prosiguió encomendando o encargando una misión por demás importante para sus discípulos: Como me envió el Padre, así también yo os envío. Esto es maravilloso. La comisión no fue sólo para los once apóstoles, ni sólo para los diez apóstoles, porque Tomás no estaba allí como veremos más adelante. Esta comisión fue para todos los discípulos. En esencia, el Señor Jesús estaba diciendo que así como él fue enviado por su Padre para cumplir con su voluntad, el Señor Jesús también está enviando a todos sus discípulos, para cumplir su voluntad. Esta es una comisión solemne. Todos los creyentes debemos cumplir con esta comisión. Pero cuando el Señor Jesús comisiona a alguien para alguna misión especial, él mismo se encarga de habilitar o capacitar para cumplir con la misión. Esto es justamente lo que tenemos en Juan 20:22-23. La Biblia dice: Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo.
Joh 20:23 A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos.
La comisión que recibieron los discípulos del Señor Jesús era solemne, pero imposible de llevarse a cabo sin la obra sobrenatural del Espíritu Santo. Por eso, el Señor Jesús sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A través del Espíritu Santo, los discípulos podrán llevar a cabo la comisión que se les había encomendado. La comisión tiene que ver en esencia con anunciar el glorioso evangelio del Señor Jesús. A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos. Remitir pecado es lo mismo que perdonar pecado. Estas palabras del Señor Jesús han sido muy mal interpretadas para justificar la falsa doctrina que solamente determinadas personas tienen el poder para perdonar pecados. No hay tal amable oyente. Sólo Dios puede perdonar pecados. Lo que el Señor Jesús dijo en esencia significa que cuando un creyente impulsado por el Espíritu Santo declara a una persona que sus pecados serán perdonados si recibe a Cristo como Salvador, esos pecados serán efectivamente perdonados por Dios cuando la persona recibe a Cristo como Salvador. De la misma manera, si un creyente impulsado por el Espíritu Santo declara a una persona que sus pecados no serán perdonados si no recibe a Cristo como Salvador, esos pecados efectivamente no serán perdonados por Dios cuando la persona salga de este mundo. Nuestra solemne comisión es anunciar el evangelio, amable oyente, en el poder del Espíritu Santo. Una vez que el Señor Jesús ascendió al cielo y descendió el Espíritu Santo, todo creyente recibe el Espíritu Santo el momento que recibe a Cristo como Salvador, de modo que hoy en día ya no es necesario que el Señor Jesús tenga que soplar el Espíritu Santo a nadie. Peor todavía, es realmente grotesco que una persona, que supuestamente tiene lo que llaman unción, sople para que un auditorio de incautos reciban el Espíritu Santo, como suele suceder en algunos círculos de la iglesia evangélica de hoy en día. Se asume que después de comisionar a sus discípulos el Señor Jesús debe haber desaparecido de en medio de los discípulos de la misma manera como apareció. Entre los discípulos no estaba Tomás. Note la reacción de Tomás cuando le contaron lo que había sucedido. Juan 20:24-25 dice: Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino.
Joh 20:25 Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. El les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré.
Tomás era como muchos de nosotros. Propensos a ver para creer. O si no veo no creo. Por eso, cuando oyó de los otros discípulos que habían visto al Señor Jesús resucitado, la respuesta de Tomás fue: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré. El Señor Jesús estaba por dar una lección a Tomás y por medio de él a nosotros. Consideremos por tanto la tercera aparición. Esta vez con Tomás presente. Juan 20:26-31 dice: Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros.
Joh 20:27 Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
Joh 20:28 Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!
Joh 20:29 Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.
Había pasado una semana desde la aparición del Seños a sus discípulos. Los discípulos, esta vez con Tomás entre ellos, estaban otra vez reunidos en el mismo lugar donde habían estado una semana atrás. En algún momento, apareció de pronto el Señor Jesús en medio de ellos, estando las puertas cerradas. Nuevamente les saludó: Paz a vosotros, Shalom. Esta vez el Señor Jesús se dirigió a Tomás y le dijo: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano y métela en mi costado. Luego vino la reprensión necesaria a Tomás: No seas incrédulo, sino creyente. Interesante, ver para creer es lo mismo que incredulidad. Creer para ver es lo mismo que ser creyente. Reconociendo su craso error, Tomás exclamó: ¡Señor mío, y Dios mío! Como que faltaban palabras a Tomás para poner en alto al Señor Jesús. La respuesta del Señor Jesús fue: Porque me has visto, Tomás, creíste. Bienaventurados o super dichosos aquellos que no vieron, y creyeron. ¿En cuál grupo se encuentra Usted, amable oyente? Entre los que quieren ver para creer o entre los que creen para ver. Recuerde lo que pasó con Tomás.
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