Damos gracias a Dios por el privilegio que nos brinda al estar junto a usted por medio de esta emisora amiga. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando la primera epístola de Pablo a los Corintios en la serie titulada: Un mensaje oportuno para una iglesia en crisis. En esta oportunidad, David Logacho nos hablará sobre la cadena de autoridad en la iglesia local.
Luego de tratar el importante asunto de cómo manejar situaciones que no han sido específicamente legisladas en la Biblia, Pablo va a enfrentar otro problema que estaba afectando a la iglesia en Corinto. Para comprender la problemática, es necesario tomar en cuenta las condiciones que prevalecían en Corinto en esos días. Corinto era una ciudad muy disoluta. De entre todas las ciudades donde estuvo Pablo, tal vez Corinto fue la ciudad donde había más inmoralidad. La prostitución era una práctica muy difundida y aceptada entre los corintios. Una característica muy notoria de toda prostituta era andar con su cabeza descubierta, para que los hombres vean que la tenía rapada, mientras que las mujeres de bien siempre andaban con su cabeza cubierta con un velo. La llegada del Cristianismo a Corinto trajo cambios radicales a tantas mujeres que hasta ese momento habían vivido bajo la esclavitud del paganismo. Pero en algún momento, las mujeres creyentes comenzaron a descuidar las costumbres de su época, como esto de cubrirse la cabeza con un velo. Mujeres así razonaban y decían: Todos somos uno en Cristo, Pablo mismo nos ha enseñado que en la nueva creación no hay varón ni mujer, de modo que ¿Por qué nosotros las mujeres tenemos que cubrirnos la cabeza con un velo, mientras los hombres no? Así que, algunas mujeres creyentes comenzaron a andar con la cabeza descubierta. Esto trajo preocupación a los creyentes de Corinto e hicieron la pregunta a Pablo. Antes de dar su respuesta, Pablo primero hace una introducción. 1 Corintios 11:2 dice: «Os alabo, hermanos, porque en todo os acordáis de mí, y retenéis las instrucciones tal como os las entregué.» Es un buen comentario sobre un aspecto de la conducta de los corintios. Se acordaban de Pablo y más importante, se acordaban de las enseñanzas que les entregó. No de todas, pero sí de algunas. Antes de refutar algo, Pablo tenía la costumbre de alabar por algo. Los pastores tenemos la tendencia de mirar solamente lo negativo de los creyentes. Pero debemos también mirar y alabar lo positivo. Ahora Pablo tiene el derecho de refutar lo que está mal. Para ello, va a manifestar un mandato. Lo primero que notamos es el fundamento para el mandato. 1 Corintios 11:3 dice: «Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo» Antes de expresar el mandato, Pablo pone un fundamento para su mandato. Así debe ser siempre. Poco ayuda hacer cosas que no se sabe por qué se las hace. Por supuesto que en Cristo no hay ningún tipo de discriminación. Todos somos iguales ante Dios, porque todos estamos en Cristo. Gálatas 3:28 dice: «Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.» Pero esta igualdad ante Dios, no anula la cadena de autoridad que es necesaria en el mundo. Para que pueda existir cualquier sociedad, no importa si se trata de la nación o de cualquiera de sus instituciones, o de la familia, o de la iglesia local, es imprescindible el principio de autoridad y sumisión. Si no hubiera esto, todo sería un caos. Siempre debe haber alguien que es cabeza y alguien que se somete a esa cabeza. Para sorpresa de muchos, esto abarca inclusive a la Deidad. Hablando a los corintios, Pablo les alabó por algunas cosas que estaban haciendo bien, pero había otras que no estaban haciendo bien, como esto de desconocer la cadena de autoridad. Pablo por tanto les hace saber que en primer lugar, Cristo es la cabeza de todo varón. Cristo es el Señor y el varón debe estar sometido a él. En segundo lugar, el varón es la cabeza de la mujer. Dios ha establecido que el varón sea la cabeza y que la mujer se someta al varón. Si alguien no está de acuerdo con esto, que se arregle con Dios, porque es él quien así lo ha decidido. En tercer lugar, Dios es la cabeza de Cristo. Con esto se cierra el círculo. Aún en la Deidad, uno, el Padre, es cabeza y otro, el Hijo, se somete al Padre. Esto ilustra perfectamente que ser cabeza no denota superioridad en ningún sentido. El Padre y el Hijo están en el mismo nivel en cuanto a esencia divina, pero el Padre es cabeza y el Hijo se somete a él. De la misma manera, el varón y la mujer están en el mismo nivel en cuanto a esencia. El varón no es superior ni la mujer inferior. Simplemente, Dios ha decidido que el varón sea la cabeza y que la mujer se someta al varón. Así que, debemos desterrar de nuestra mente la falsa noción que el varón, por ser la cabeza, es más que la mujer o que la mujer, por no ser la cabeza es menos que el varón. Otro asunto que es importante mencionar, es que la cadena de autoridad de la que Pablo está hablando se aplica primeramente en la iglesia local y en otros pasajes bíblicos se ve que también se aplica en el hogar cristiano. Es en estas dos únicas instituciones en las cuales se aplica esta cadena de autoridad. La Biblia no ordena que esta cadena de autoridad se aplique en la infinidad de otras instituciones que existen en el mundo. Así que no hay problema con mujeres que sean presidentes de un país, o gerentes de un banco o directoras de un ministerio, etc. De modo que el fundamento para el mandato que Pablo está por dar tiene que ver simplemente con una cadena de autoridad que es vital para la buena marcha de la iglesia local. Inmediatamente después, Pablo va a expresar el mandato. 1 Corintios 11:4-6 dice: «Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta su cabeza. Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta su cabeza; porque lo mismo es que si se hubiese rapado. Porque si la mujer no se cubre, que se corte también el cabello; y si le es vergonzoso a la mujer cortarse el cabello o raparse, que se cubra.» El punto que Pablo trata de comunicar es que la cadena de autoridad establecida por él mismo en la iglesia local, debe, de alguna manera, manifestarse visiblemente en la iglesia local. En cuanto a los varones, ésta es la manera como ellos hacen visible su sumisión a su cabeza que es Cristo. Pablo dice: Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta afrenta su cabeza. Orar y profetizar, son actividades que normalmente se realizan en el lugar donde ser reúne la iglesia local. Profetizar, hoy en día, se debe entender en el sentido de proclamar la palabra de Dios. En el texto aparece por dos ocasiones la palabra cabeza. En el primer caso, la palabra cabeza se usa en el sentido literal, para referirse a la parte superior del cuerpo. En el segundo caso, la palabra cabeza se usa en un sentido figurado para referirse a la persona que está en autoridad sobre el varón, en este caso, la persona de Cristo. Tenemos entonces que el varón manifiesta que está bajo la autoridad de Cristo en la iglesia local, por medio de quitar de su cabeza cualquier cosa que tenga sobre ella. Si no lo hace, afrenta a su cabeza que es Cristo. El verbo afrentar es la traducción de un verbo griego que literalmente significa: Avergonzar o deshonrar. Es algo muy serio afrentar o avergonzar o deshonrar a la persona de Cristo en la iglesia local. Esta es la razón por la cual, casi sin excepción, los hombres automáticamente se quitan cualquier cosa que tienen sobre su cabeza tan pronto entran al local donde se reúne una iglesia. Es la forma de anunciar públicamente: Yo me someto a la autoridad de Cristo. Ahora veamos cómo la mujer manifiesta públicamente esta cadena de autoridad. Dice el texto que por contraste, toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta su cabeza. El contraste es obvio. El hombre descubre su cabeza para no afrentar a su cabeza que es Cristo, mientras que la mujer cubre su cabeza para no afrentar a su cabeza que es el varón. Cuando una mujer se cubre en la iglesia local está reconociendo que en la iglesia local está bajo la autoridad del varón. Una mujer que rehúsa cubrirse la cabeza en la iglesia local, afrenta, o avergüenza o deshonra su cabeza que es el varón. Una conducta así por parte de una mujer sería equivalente a haberse rapado la cabeza. En aquella época, solamente las prostitutas que ejercían el sacerdocio en el templo de Diana aparecían en público con la cabeza rapada. Por eso es que no se cubrían la cabeza. Si la cabeza está cubierta, no se podría ver que estaba rapada. Aparecer rapada en público sería muy humillante para una mujer creyente, porque se le confundiría con una sacerdotisa del culto inmoral a Diana. A esto hace referencia Pablo cuando dice: Porque si la mujer no se cubre, que se corte también el cabello; y si le es vergonzoso a la mujer cortarse el cabello o raparse, que se cubra. En lo que resta del pasaje bíblico, Pablo va a dar sus razones para esta práctica. Esto será motivo de nuestro próximo estudio bíblico. Mientras tanto, debe estar claro en nuestra mente, que tanto en la iglesia local, como en el hogar cristiano, existe una cadena de autoridad establecida por Dios. Esta cadena de autoridad contempla que Cristo es la cabeza de todo varón, el varón es la cabeza de toda mujer y Dios es la cabeza de Cristo. Esta cadena de autoridad en la iglesia local se manifiesta públicamente por medio de que el varón se descubre la cabeza para no afrentar a su cabeza que es Cristo, mientras que la mujer se cubre la cabeza para no afrentar a su cabeza que es el varón. Esto es lo que Pablo enseñó a la iglesia en Corinto.
Antes de despedirnos queremos agradecerle por su sintonía y además le invitamos a visitar nuestra página en Internet y nos haga llegar sus comentarios acerca del programa y además conozca la respuesta a la PREGUNTA DEL DÍA ¿Cómo pudo decir Pablo, en Hechos 20:22 que iba a Jerusalén sin saber lo que allá le iba a acontecer, si el Espíritu Santo le anunció que iba a ser entregado en manos de los gentiles, según Hechos 21:11? Nuestra dirección en la Internet es: labibliadice.org Hasta la próxima y que Dios le bendiga ricamente.
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