Introducción. Saludos y bienvenida. Estudio de Hechos en la serie titulada: La obra de Jesucristo después de su ascensión, realizada por medio del Espíritu Santo. En nuestro último estudio bíblico vimos que el procurador romano de Judea, Félix dejó a Pablo bajo custodia en el pretorio de Herodes en la ciudad de Cesarea, en espera de una comparecencia una vez que vengan de Jerusalén sus acusadores. En el estudio bíblico de hoy veremos como fue la comparecencia de Pablo ante Félix. Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Hechos capítulo 24. Lo primero que tenemos aquí son los preparativos para la comparecencia de Pablo ante Félix. Hechos 24:1 dice: Cinco días después, descendió el sumo sacerdote Ananías con algunos de los ancianos y un cierto orador llamado Tértulo, y comparecieron ante el gobernador contra Pablo.
Tal como lo prometió, el tribuno romano en Jerusalén, Claudio Lisias debe haber informado al Sanedrín que Pablo había sido llevado ante Félix en Cesarea y que si querían acusarlo debían ir allá. Con inusitada rapidez, el sumo sacerdote Ananías con algunos de los ancianos, pero no con todo el Sanedrín, armaron viaje a Cesarea, llevando consigo a un cierto orador llamado Tértulo, quien actuaría como abogado de la parte acusadora. Tértulo era judío porque más adelante se refirió a la ley de Moisés como su ley, pero por el nombre debe haber tenido también la ciudadanía romana. Aparentemente el sumo sacerdote Ananías y sus aliados confiaban mucho en la elocuencia de este orador para dar más peso a su acusación contra Pablo. El trámite para la audiencia y el tiempo de viaje de los que venían de Jerusalén, debe haber tomado cinco días. De manera que, con la pompa que se estilaba en esos tiempos, Félix tenía ante sí a Pablo, el acusado, y a Ananías, algunos ancianos y Tértulo su vocero, los acusadores. En segundo lugar tenemos la intervención de la parte acusadora en la comparecencia. Hechos 24: 2-9 dice: Y cuando éste fue llamado, Tértulo comenzó a acusarle, diciendo: Como debido a ti gozamos de gran paz, y muchas cosas son bien gobernadas en el pueblo por tu prudencia, oh excelentísimo Félix, lo recibimos en todo tiempo y en todo lugar con toda gratitud. Pero por no molestarte más largamente, te ruego que nos oigas brevemente conforme a tu equidad. Porque hemos hallado que este hombre es una plaga, y promotor de sediciones entre todos los judíos por todo el mundo, y cabecilla de la secta de los nazarenos. Intentó también profanar el templo; y prendiéndole, quisimos juzgarle conforme a nuestra ley. Pero interviniendo el tribuno Lisias, con gran violencia le quitó de nuestras manos, mandando a sus acusadores que viniesen a ti. Tú mismo, pues, al juzgarle, podrás informarte de todas estas cosas de que le acusamos. Los judíos también confirmaban, diciendo ser así todo.
Como es natural, quien primero tomó la palabra es la parte acusadora por medio de Tértulo. Su intervención contiene una florida introducción, la acusación en sí mismo y un pedido para que Félix investigue a Pablo. Vayamos por partes. Haciendo honor a su fama de orador, Tértulo echa flores a Félix. Se refiere a que gracias a Félix el imperio, al menos en aquella región, gozaba de gran paz, lo cual es una gran mentira por la violencia que reinaba en esa zona. Fíjese solamente las seguridades que tuvieron que tomarse para trasladar a Pablo de Jerusalén a Cesarea. Luego dijo que muchas cosas son bien gobernadas por la prudencia de Félix. Es otra mentira porque Félix estaba muy lejos de ser prudente. Uno de los historiadores de su tiempo afirmó que Félix era un vulgar rufián. En el colmo de la lisonja, Tértulo por poco besa los pies de Félix diciendo: Lo recibimos en todo tiempo y en todo lugar, oh excelentísimo Félix. Me imagino que Félix debe haber recibido muy bien la adulación porque era corrupto hasta la médula. Dicho eso, Tertulo pasó a concretar la acusación contra Pablo, no sin antes echar más flores cuando dijo: Pero por no molestarte más largamente, te ruego que nos oigas brevemente conforme a tu equidad. Se trataba de una acusación triple. Primero en el plano personal. Tértulo acusó a Pablo de ser una plaga, o una peste que contagia y mata a la sociedad. Esto es muy insultante, pero seguramente Pablo debe haberlo tomado no como una ofensa personal sino como una ofensa contra el Señor Jesucristo, a quien Pablo servía. Era una acusación falsa puesto que Pablo comunicaba un mensaje de vida, un mensaje transformador, no un mensaje de muerte. Segundo, era una acusación en el plano político. Tértulo acusó a Pablo de ser promotor de sediciones entre todos los judíos por todo el mundo, y cabecilla de la secta de los nazarenos. Esta era una acusación por demás seria. Los romanos no toleraban el más mínimo indicio de rebelión contra el imperio dominante. Si se comprobara esta acusación, Pablo hubiera sido ejecutado.
En su ignorancia, Tértulo acusó a Pablo de ser cabecilla de la secta de los nazarenos. Para Tértulo el Cristianismo era una secta del judaísmo, la secta de los nazarenos por el hecho que reconocía a Jesús de Nazaret como Rey y Señor. Tercero, era una acusación en el plano religioso. Tértulo acusó a Pablo de profanar el templo. Profanar significa tratar algo sagrado como si fuera algo común. Esta era una acusación también falsa porque en ningún momento Pablo profanó el templo de Jerusalén. Tértulo mencionó en son de queja que los judíos prendieron a Pablo y quisieron juzgarlo conforme a la ley de Moisés, pero eso no fue posible porque intervino el tribuno Claudio Lisias, quien con gran violencia arrebató a Pablo de sus manos y mandó a los judíos que acudan a Félix para acusar a Pablo. Finalmente, Tértulo pidió que investigue a Pablo para confirmar todas las acusaciones que había hecho contra Pablo. El sumo sacerdote Ananías, con algunos de los ancianos, sumisamente asentía con la cabeza todo lo que decía Tértulo, diciendo ser así todo. Felix percibió que la parte acusadora había dicho todo lo que tenía que decir y creyó conveniente dar la oportunidad a Pablo para que se defienda. La defensa de Pablo aparece en Hechos 24:10-21 dice: Habiéndole hecho señal el gobernador a Pablo para que hablase, éste respondió: Porque sé que desde hace muchos años eres juez de esta nación, con buen ánimo haré mi defensa. Como tú puedes cerciorarte, no hace más de doce días que subí a adorar a Jerusalén; y no me hallaron disputando con ninguno, ni amotinando a la multitud; ni en el templo, ni en las sinagogas ni en la ciudad; ni te pueden probar las cosas de que ahora me acusan. Pero esto te confieso, que según el Camino que ellos llaman herejía, así sirvo al Dios de mis padres, creyendo todas las cosas que en la ley y en los profetas están escritas; teniendo esperanza en Dios, la cual ellos también abrigan, de que ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos. Y por esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres. Pero pasados algunos años, vine a hacer limosnas a mi nación y presentar ofrendas. Estaba en ello, cuando unos judíos de Asia me hallaron purificado en el templo, no con multitud ni con alboroto. Ellos debieran comparecer ante ti y acusarme, si contra mí tienen algo. O digan éstos mismos si hallaron en mí alguna cosa mal hecha, cuando comparecí ante el concilio, a no ser que estando entre ellos prorrumpí en alta voz: Acerca de la resurrección de los muertos soy juzgado hoy por vosotros.
Pablo no arroja flores a Félix como lo hizo Tértulo, sino simplemente reconoce que por muchos años ha sido juez y por tanto Pablo se siente con buena disposición para hacer su defensa. La defensa de Pablo es sencilla pero efectiva. No habían pasado sino 14 días desde que llegó a Jerusalén, a adorar, no a sublevarse contra el imperio romano. En catorce días es imposible que se organice una sublevación contra Roma, como acusó Tértulo. Durante este tiempo, Pablo no estaba disputando con nadie, ni incitando un amotinamiento ni en el templo, ni en las sinagogas, ni en la ciudad. En lugar de ser un sedicioso, Pablo confesó a Félix que según el Camino, es decir según la fe Cristiana, la cual los judíos la llaman herejía, sirve al Dios de sus padres, el mismo Dios que adoran los judíos, creyendo todas las cosas que están escritas en los textos sagrados, la ley y los profetas. Pablo indicó que tiene la misma esperanza en Dios que tienen los judíos, en cuanto a la resurrección de los muertos, tanto de los justos como los injustos. Pablo demuestra su extrema sagacidad, en el buen sentido, al introducir nuevamente el tema de la resurrección en su defensa. Esto le garantizaba apoyo de los fariseos del Sanedrín, y repudio de los saduceos del Sanedrín. Esta fe de Pablo le permitía vivir con una limpia conciencia, sin ofender ni a Dios ni a los hombres. Fue así como pasados algunos años, Pablo confiesa que fue a Jerusalén a hacer limosnas a su nación, y a presentar ofrendas conforme a la ley de Moisés. Luego informa a Félix que justamente estaba cumpliendo con su propósito en el templo, habiendo cumplido con todos los ritos necesarios, sin hacer alboroto, cuando unos judíos de Asia lo identificaron y lo prendieron. Pablo tenía toda la razón al decir a Félix que sus acusadores deberían ser estos judíos de Asia, mas no el sumo sacerdote y algunos de los ancianos. Más aún, el mismo sumo sacerdote y algunos de los ancianos pueden testificar que no encontraron nada digno de muerte cuando lo investigaron en el seno del Sanedrín en Jerusalén. Ellos también podrán testificar que ante el Sanedrín, Pablo puso en claro que el único motivo para ser juzgado era su convicción en cuanto a la resurrección. Los argumentos de Pablo fueron en extremo convincentes y por tanto ahora le tocaba a Félix tomar una decisión. Esto será el tema de nuestro próximo estudio bíblico.
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