Es un gozo estar nuevamente junto a usted, amiga, amigo oyente. La Biblia Dice… le extiende cordial bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el libro de Romanos, en la serie que lleva por título: Romanos, la salvación por gracia por medio de la fe en Cristo Jesús. En esta oportunidad, David Logacho nos hablará acerca de la condición espiritual de Israel como nación en la actualidad.
En nuestro estudio bíblico último, vimos que Dios en su justicia ha puesto a la nación de Israel temporalmente a un lado, debido a su incredulidad, y en su lugar, en la presente dispensación de la gracia, Dios está tratando con individuos en particular, no importa si son judíos o gentiles. Esto será así hasta el final de la dispensación de la gracia, cuando Dios en su justicia volverá a tratar con Israel como nación, preparándola para recibir a Cristo Jesús como su Rey, su Mesías, quien vendrá a este mundo a establecer su reino milenial. En el capítulo 10 de Romanos veremos que aunque Dios ya no está tratando con Israel, como nación, sin embargo, Dios está ofreciendo salvación a cada judío en particular, de la misma manera como está ofreciendo salvación a cada gentil en particular. Dicho esto, abramos nuestras Biblias en Romanos capítulo 10. Este capítulo nos muestra con claridad el estado espiritual de Israel como nación en la actualidad, lo cual comenzó cuando Israel rechazó a Cristo Jesús como su Mesías. Lo primero que vamos a notar es el profundo anhelo de Pablo por la salvación de Israel. Romanos 10:1 dice: “Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación.” Dirigiéndose a los creyentes en Roma, Pablo deja mirar algo que estaba muy metido en su corazón. Era un profundo anhelo o deseo por ver la salvación de Israel como nación. Este peso que tenía en su corazón le impulsaba a caer de rodillas y orar a Dios pidiendo que Israel como nación sea salva. Qué magnífico sería que nosotros también tuviéramos un anhelo así de profundo por la salvación de personas. Si tuviéramos el mismo anhelo que Pablo no cesaríamos de anunciar el evangelio a toda criatura. En segundo lugar, Pablo muestra la penosa situación espiritual de Israel como nación, en la actualidad. Romanos 10:2 dice: “Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia.” Pablo está hablando de Israel como nación. En su mayoría, los judíos tienen celo de Dios. Este celo de Dios se demostró mediante un apego legalista a la ley de Moisés, al punto que Jesús les dijo: “!Guías ciegos, que coláis el mosquito, y tragáis el camello!” Además se demostró mediante la persecución a todo aquello que se oponía al judaísmo. En una época de su vida, antes de recibir a Jesús como Salvador, Pablo justamente fue un perseguidor de la iglesia de Cristo. Pero el gran problema del judaísmo, o de Israel como nación era que este celo de Dios es no conforme a ciencia. ¿Qué significa esto? Pues simplemente que el acercamiento de Israel a Dios había desechado lo que Dios mismo había revelado acerca de sí mismo, acerca de su mente y sobre todo acerca de su voluntad mediante la persona de Cristo Jesús. Esto es muy trágico. ¿No le parece? Una persona puede estar convencida de que está haciendo la voluntad de Dios, pero en la realidad estar totalmente fuera de la voluntad de Dios. Esto ocurre cuando se ignora o se desconoce lo que Dios ha revelado sobre sí mismo en su palabra, la Biblia. Es muy peligrosa la tan aceptada forma de pensar que yo me puedo acerca a Dios a mi manera. La única manera válida de acercamiento a Dios es aquella que ha sido claramente establecida en la Biblia, es decir por medio de Cristo Jesús. De otra forma bien podríamos tener celo de Dios pero no conforme a ciencia, tal cual como los judíos de quienes nos habla Pablo. La siguiente pregunta que debemos hacernos sería: ¿En dónde radica el error o el desconocimiento de los judíos? Note lo que dice Romanos 10:3-4 “Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios; porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree.” La justicia de Dios dice: Todo hombre es pecador incapacitado de cumplir con las normas de Dios para ser declarado justo y por tanto necesita por fe recibir a Cristo como su Salvador para poder ser declarado justo. La justicia del hombre dice: yo puedo en mi propia fuerza cumplir con las demandas de Dios para que me declare justo, por tanto lo voy a lograr por medio de cumplir con la ley de Dios. Los judíos incrédulos de la época de Pablo y también los de hoy en día, tienen este pensamiento muy enraizado en su mente y por eso dice Pablo que no se han sujetado a la justicia de Dios. Lo que no logran reconocer los judíos incrédulos es que el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree. La ley de Dios es la herramienta utilizada por Dios para demostrar cuan santo es él y cuan incapaz es el hombre para cumplir con las justas y santas demandas de Dios para poder ser declarado justo, y para demostrar que la única manera de ser declarado justo por Dios es mediante la fe en Cristo Jesús, quien murió como sustituto del pecador. El fin de la ley es Cristo significa entonces que la fe en Cristo como Salvador y Señor pone fin a la inútil búsqueda de justicia propia por parte del pecador. El pecador que reconociendo su pecado y su incapacidad de satisfacer las justas demandas de Dios, recibe a Cristo Jesús por la fe como su personal Salvador ha alcanzado la justicia de Dios. Reacios a recibir a Cristo Jesús por la fe como su Salvador, los judíos como nación fallaron en alcanzar la justicia de Dios y por ese motivo Israel como nación fue puesta a un lado por Dios. En la siguiente sección, me refiero a Romanos 10:5-hasta la primera parte del versículo 8, encontramos lo que Dios había revelado en el Antiguo Testamento en cuanto a la justicia del hombre y a la justicia de Dios. En el versículo 5 tenemos a la justicia del hombre. Dice así: “Porque de la justicia que es por la ley Moisés escribe así: El hombre que hace estas cosas, vivirá por ellas.” Pablo está citando a Moisés, según Levítico 18:5 donde dice: “Por tanto, guardaréis mis estatutos y mis ordenanzas, los cuales haciendo el hombre, vivirá en ellos. Yo Jehová.” Esta es la esencia misma de la ley. Haz esto y vivirás. El problema es que ningún ser humano está en capacidad de cumplir con todo lo que Dios exige en la ley. La ley justamente tiene el propósito de demostrar que el hombre no está en capacidad de cumplir con la ley. Fue por eso que Dios proveyó otra manera de ser justificado o declarado justo por Dios. Es lo que Pablo llama la justicia de Dios o la justicia que es por la fe. Romanos 10: desde el versículo 6 hasta la primera parte del versículo 8 dice lo siguiente: “Pero la justicia que es por la fe dice así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo); o, ¿quién descenderá al abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos). Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón.” La justicia de Dios, o la justicia que es por la fe depende del testimonio que Dios ha dejado en su palabra, en el Antiguo Testamento, en los escritos que con tanto celo guardaban los judíos. Pablo está citando a Moisés, quien en Deuteronomio 12:11-14 enfatiza el hecho que Dios ha dejado un testimonio que el hombre tiene la responsabilidad de creer. Dice así: “Porque este mandamiento que yo te ordeno hoy no es demasiado difícil para ti, ni está lejos. No está en el cielo, para que digas: ¿Quién subirá por nosotros al cielo, y nos lo traerá y nos lo hará oír para que lo cumplamos? Ni está al otro lado del mar, para que digas: ¿Quién pasará por nosotros el mar, para que nos lo traiga y nos lo haga oír, a fin de que lo cumplamos? Porque muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas.” Moisés está hablando de la ley, por supuesto, pero Pablo toma las palabras de Moisés, y de una manera magistral, bajo la inspiración del Espíritu Santo, las aplica a Cristo. Cristo ya descendió del cielo como Dios en forma de hombre, Cristo ya ascendió del abismo, en su resurrección, como vivo de entre los muertos. Cristo está presente, Cristo está cercano. Sobre esta verdad gira todo el testimonio del evangelio. El evangelio está cerca para todo judío y para todo gentil. El evangelio está listo para que el hombre lo tome en sus labios y lo reciba en su corazón. Sobre esto justamente tratará nuestro próximo estudio bíblico. Por ahora amigo oyente, ¿Ha decidido ya, echar mano de la justicia de Dios por medio de recibir por la fe a Cristo Jesús como su Salvador personal? ¿No le parece que ya es suficiente el tratar de alcanzar su propia justicia por medio de hacer buenas obras, o por medio de cumplir con alguna ley? El testimonio de Dios está cerca de usted, lo único que tiene que hacer es dar el paso de fe y recibir a Cristo como su personal Salvador. No espere más, no cometa el mismo error que arrastró a la nación de Israel a ser puesta a un lado por Dios. Reciba a Cristo hoy.
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