Doy gracias al Señor por la oportunidad de compartir este tiempo con usted, amable oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Este estudio bíblico es parte de la serie titulada Gigantes al Acecho. Al hablar de gigantes nos estamos refiriendo a enemigos como el desánimo, la crítica, el chisme, la culpa, el miedo, la soledad, los celos. En nuestro último estudio bíblico vimos cuan poderoso es ese gigante llamado desánimo. Es tan poderoso que ha sacudido países, familias, iglesias, ministerios cristianos y vidas de personas. Todavía retumba en nuestros oídos el triste final de toda una generación de hijos de Israel en el desierto, quienes, en cierta ocasión, presa del desánimo, se rebelaron contra Moisés y Aarón y llegaron a dudar de la persona y propósitos de Dios. En esta ocasión hablaremos de otro poderoso gigante al acecho. Este gigante se llama la crítica.
La crítica puede ser buena o mala. Una crítica buena, también llamada crítica constructiva es aquella que tiene como propósito hacer una evaluación objetiva y razonada de cierto asunto buscando siempre una mejoría de aquello que ha sido materia de la crítica. La crítica constructiva busca construir mas no destruir. Esta crítica constructiva es muy necesaria. Cada uno de nosotros debería tener un espíritu crítico en el buen sentido de la crítica. Es decir, debemos ser capaces de dar una opinión cuidadosa, inteligente y razonada de lo que percibimos con nuestros sentidos. No deberíamos aceptar cualquier cosa sin mayor explicación. No hay nada de malo con realizar una crítica constructiva. Pero existe otro tipo de crítica, que en esencia es mala. Es la crítica destructiva. Aquel que hace una crítica destructiva es el que emite su opinión despiadada, irreflexiva y a menudo prejuiciada en cuanto a cierto asunto o cierta persona. El que hace crítica destructiva lo ve todo negativamente, busca trivialidades y arma con ellas un escándalo mayúsculo. Colecciona todos los errores insignificantes, y basándose en ello se apresta a condenar irreflexivamente. Una persona así se convierte en una persona desconfiada y llega a creer que toda conducta humana está motivada por un interés egoísta de buscar el beneficio propio. Este tipo de persona desconfía de las motivaciones de las demás personas y mira a casi todo con una incredulidad que raya en el desprecio; y muy especialmente hacia aquello que le hacer sentirse o aparecer inferior. Este gigante, llamado crítica destructiva impulsa el descontento, destruye todo lo que halla en su camino y deja atrás un reguero de personas destrozadas. Ahora bien, este poderoso gigante tiene dos caras. Parece que fuera uno solo, pero en realidad son dos, a manera de hermanos gemelos. Uno es el gigante de la crítica destructiva que recibimos de otros y su hermano gemelo es la crítica destructiva que nosotros lanzamos contra otros. En nuestro estudio bíblico de hoy nos limitaremos a esa crítica destructiva que recibimos de otros. Cuando alguien habla mal de nosotros, esto puede destruirnos rápidamente a menos que sepamos como controlar a este gigante. Este gigante siempre anda persiguiéndonos. Si todavía nunca se ha encontrado con él, no dude que en algún momento tropezará con él. Todos los que nos hemos encontrado con este gigante nos hemos sentido lastimados, confundidos, preocupados, indignados, airados. La crítica destructiva nos sacude sin misericordia y nos deja lamiéndonos las heridas, muriéndonos de miedo. Hablando sobre esto, un poema dice lo siguiente: El hombre, con el aliento que le dio el cielo, habla palabras que ensucian la blancura de la vida. Es igual que un asesino, porque igual se mata con la lengua que con un cuchillo. Cuando alguien hable mal de usted, se sentirá como si le traspasaran el alma con un cuchillo. Este gigante se meterá en su vida y enredará todas las cosas. Atacará desde muchos frentes. Serán tiempos de prueba para su alma. No será capaz de entenderlo, se sentirá confundido, frustrado, perplejo y abrumado. Si dejamos que este gigante nos domine, viviremos amargados el resto de nuestros días. La clave está entonces en conquistar a esta poderoso gigante. ¿Cómo hacerlo? Primero, reconociendo que no es del todo extraño que recibamos crítica destructiva, especialmente si estamos esforzándonos por vivir vidas santas delante de Dios o si Dios nos ha puesto en alguna posición de liderazgo. Moisés fue objeto de la crítica destructiva una cantidad de veces. Josué y Caleb fueron objeto de la crítica cuando dieron un buen reporte acerca de lo que vieron en la tierra prometida. David fue objeto de la crítica destructiva tantas veces que perdió la cuenta. En su angustia por la crítica destructiva, exclamó las palabras que se hallan en textos como Salmo 64:1-6. La Biblia dice: Escucha, oh Dios, la voz de mi queja;
Guarda mi vida del temor del enemigo.
Psa 64:2 Escóndeme del consejo secreto de los malignos,
De la conspiración de los que hacen iniquidad,
Psa 64:3 Que afilan como espada su lengua;
Lanzan cual saeta suya, palabra amarga,
Psa 64:4 Para asaetear a escondidas al íntegro;
De repente lo asaetean, y no temen.
Psa 64:5 Obstinados en su inicuo designio,
Tratan de esconder los lazos,
Y dicen: ¿Quién los ha de ver?
Psa 64:6 Inquieren iniquidades, hacen una investigación exacta;
Y el íntimo pensamiento de cada uno de ellos, así como su corazón, es profundo.
Todos los hombres y mujeres que han hecho algo de bueno por el Señor, han sido víctimas de la crítica destructiva. Pero nadie ha sufrido tanta crítica destructiva como el Señor Jesús. Él fue criticado por comer con pecadores, fue criticado por echar fuera demonios, fue criticado por haber sanado a un hombre en un día de reposo, fue criticado por enseñar con autoridad, fue criticado por perdonar pecados. Así que, no piense que usted es la única víctima de la crítica destructiva. Es natural que los hijos de Dios seamos objeto de la furia del enemigo. Segundo, agradezca al Señor por la crítica destructiva en su contra. Esto suena extraño, pero cuando considera a la crítica destructiva como una oportunidad para crecer espiritualmente, estará dispuesto a agradecer al Señor por ello. Quizá cuando más rápidamente creció David en su relación con el Señor, fue cuando se encontró en la hoguera encendida por sus críticos. Tercero, no se esfuerce por dar su merecido a quien ha lanzado la critica destructiva en contra suya. Si está a su alcance el desmentir la crítica destructiva, hágalo, pero no tome la justicia en su propia mano para vengarse de quien ha hecho crítica destructiva en su contra. Ni siquiera piense por un momento en contrarrestar la crítica destructiva en su contra por medio de criticar destructivamente a la persona que le ha criticado. Es mejor poner todo en la mano del Señor y confiar en que Él castigará a os que le han criticado injustamente. Romanos 12:19 dice: No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.
Cuarto, no permita que la crítica destructiva altere su estilo de vida, si está haciendo bien las cosas, por supuesto. El que critica para destruir busca justamente eso, destruir. Si se desanima y se abandona a usted mismo y piensa que lo mejor es no hacer nada para no se objeto de una crítica destructiva, habrá sido derrotado por ese gigante de la crítica destructiva. A pesar de lo que digan sus críticos, si sabe que está limpio delante del Señor de cualquier cosa que haya sido acusado injustamente, siga adelante con fe y determinación. Recuerde que los que hemos sido víctimas de la crítica destructiva hemos sido personas que estamos caminando hacia la madurez en nuestra vida cristiana. Esto me trae a la mente un pasaje de El Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes. Un día, Sancho Panza, su fiel escudero, se quejó de que los perros les ladraban. El Quijote le respondió: No te preocupes Sancho Panza, si los perros ladran, eso significa que estamos caminando. Así es mi querido amable oyente. Si está siendo víctima de la crítica destructiva, eso significa que está caminando hacia la madurez. Deje que los perros que critican para destruir sigan ladrando. Quinto, dependa del Señor para que Él proteja su integridad. Deje que el Señor luche por usted. Salmo 3:3 dice: Mas tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí;
Mi gloria, y el que levanta mi cabeza.
Si en su propia fuerza se embarca en desvanecer las críticas destructivas en su contra, terminará frustrado y mal herido. Mejor es confiar en el Señor. Él sabe hacerlo bien. Espero amable oyente que estas ideas sean de ayuda para conquistar al gigante de la crítica destructiva en nuestra vida.
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