Es un gozo saludarle amiga, amigo oyente. La Biblia Dice… le extiende cordial bienvenida al estudio bíblico de hoy. Prosiguiendo con el estudio del libro de Romanos, en la serie que lleva por título: Romanos, la salvación por gracia por medio de la fe en Cristo Jesús, en esta oportunidad, David Logacho nos hablará acerca de la culpabilidad de la humanidad en general, lo cual debería motivar a toda la humanidad a buscar el perdón de sus pecados de parte de Dios.
En nuestro último estudio bíblico vimos que los judíos tienen muchas y variadas ventajas sobre los no judíos, y la mayor ventaja es que a los judíos les fue confiada la palabra de Dios, pero esto no hace que los judíos sean automáticamente declarados justos por Dios. En el estudio bíblico de hoy vamos a escuchar el veredicto final de Dios en cuanto al estado espiritual de todo ser humano antes de recibir a Cristo Jesús como Salvador. Abramos pues nuestras Biblias en el libro de Romanos, capítulo 3, versículos 9-20. Pablo comienza esta porción bíblica haciendo una declaración importante. Romanos 3:9 dice: “¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado.” Sobre la base de lo que Pablo venía diciendo, hace una pregunta: ¿Qué, pues? ¿Somos nosotros judíos, mejores que ellos, los no judíos? Pablo mismo responde afirmando lo que muchos judíos no estaban dispuestos a escuchar. En ninguna manera, dice Pablo. Sí, los judíos tienen ventajas sobre los no judíos, pero eso no significa que sean moralmente y espiritualmente mejores que los no judíos. Tan es así, que Pablo ratifica que ya se ha acusado a los judíos y a los gentiles y el veredicto final de Dios es que tanto judíos como gentiles están bajo pecado. Esta declaración es tan importante, tan contundente, que Pablo debe sustentarla debidamente. Para ello, Pablo echa mano del Antiguo Testamento. Tenemos por tanto la demostración de la declaración importante. Romanos 3:10-18 dice: “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre; quebranto y desventura hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos.” Para demostrar su declaración que judíos y gentiles están bajo pecado, Dios, por medio de Pablo, utiliza su misma palabra que fue entregada a los judíos. Son 14 frases tomadas del Antiguo Testamento que de una manera precisa describen el carácter de toda persona sin Cristo, no importa si se trata de un judío o de un gentil. Número uno, no hay justo ni aun uno. Dios mira el corazón de cada uno de los seres humanos a partir de Adán y Eva y absolutamente nadie, en absoluto es justo delante de él. Número dos, no hay quien entienda. Por su propia voluntad, todos se han vuelto ignorantes en cuanto a su estado espiritual y a la santidad de Dios. Número tres, no hay quien busque a Dios. Esto es consecuencia de lo anterior. Todos buscan lo suyo, todos ven por sus propios intereses. Están imposibilitados de buscar a Dios. Para que puedan ser salvos, Dios tiene que tomar la iniciativa para buscarlos. Número cuatro, todos se desviaron. Por su propia voluntad, todos han dado las espaldas a la verdad. Tal vez unos más que otros, pero todos en alguna medida. Número cinco, a una se hicieron inútiles. Todos juntos se volvieron en contra de Dios al fracasar en glorificar a Dios. Inútiles en cuanto a cumplir con el propósito que Dios tenía para ellos. Número seis, no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Todos son malvados por naturaleza. No existe ni siquiera uno que busque hacer el bien. Número siete, sepulcro abierto es su garganta. Una de las muchas razones para cubrir un sepulcro es evitar el mal olor que despide un cuerpo en descomposición. Un sepulcro abierto es fuente de olor nauseabundo. Pues así es la garganta de la persona que no tiene a Cristo como Salvador. De allí se despiden malos olores como chismes, rumores, insultos, mentiras y en general todos los pecados de la lengua. Número ocho, con su lengua engañan. Esto es producto de lo anterior. La lengua es el órgano que esparce la podredumbre del interior de la persona sin Cristo. De la abundancia del corazón habla la boca. El hombre sin Cristo es experto en engañar para obtener lo que desea. Número nueve, veneno de áspides hay debajo de sus labios. Así como una serpiente inyecta su veneno mortal a la persona a quien muerde, la persona sin Cristo tiene poder para atentar contra el carácter de otra persona por medio de las palabras que salen de su boca. Número diez, su boca está llena de maldición y de amargura. El hombre sin Cristo se deleita con el mal de otros y expresa públicamente su deseo de lo peor para los demás. Su corazón está lleno de rencor y lo manifiesta públicamente. Número once, sus pies se apresuran para derramar sangre. La persona sin Cristo está predispuesta a llevar su odio a lo más lejos posible, inclusive considera la posibilidad de atentar contra la vida de otra persona. Todo asesinato se origina en un corazón saturado de odio. Número doce, quebranto y desventura hay en sus caminos. Al estar separados de Dios experimenta en su vida todo tipo de males y desastres. Está imposibilitado de ver la maravillosa mano de Dios en bendición. Número trece, no conocieron camino de paz. En su pecado, el hombre sin Cristo no tiene la más mínima posibilidad de obtener paz. Mientras sea enemigo de Dios no puede tener paz ni con Dios, ni consigo mismo ni con otros. Número catorce, no hay temor de Dios delante de sus ojos. Como desprecia y desconoce a Dios, no se preocupa de las cosas que pueden ofender a Dios. Esto le hace pensar y actuar sin ningún respeto hacia Dios. A través de estas características, Dios se ha encargado de poner al desnudo a toda persona sin Cristo. Es muy posible que usted, amable oyente, no sea culpable de todo lo que encierran estas catorce características de la persona sin Cristo, pero con tal que una sola característica se cumpla en usted, ya es motivo suficiente para que como dijo Pablo, quede bajo pecado. Cuanta razón tiene Dios al afirmar que no hay justo ni aun uno. Luego de demostrar la culpabilidad de la humanidad entera, Pablo va a reconocer que algún interlocutor anónimo podría rebatir su razonamiento, diciendo que todo lo dicho aplicaría solamente a los judíos quienes recibieron la ley de Dios por medio de Moisés. Pablo responde a esta inquietud en Romanos 3:19 donde dice: “Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios.” Efectivamente, todo lo que la ley dice, lo dice específicamente a los que están bajo la ley, y como ellos no pueden cumplir con lo que la ley demanda, están bajo el justo juicio de Dios, pero no sólo ellos, sino también la humanidad entera, judíos y no judíos. Por eso el texto leído dice: Para que toda boca se cierre y todo el mundo, note, todo el mundo, quede bajo el juicio de Dios. Por decirlo así, Dios tomó a los judíos como una muestra de la humanidad para demostrar que así como ellos han fracasado en cumplir con la ley de Dios, la humanidad entera también ha fracasado en cumplir con la ley de Dios. Permítame una ilustración para aclarar este asunto. Digamos que un científico quiere hacer un análisis químico del agua de un gran lago. Lo que hará es tomar una muestra del agua del lago, llevará la muestra a un laboratorio y determinará la composición química de esa pequeña muestra. Una vez hecho el análisis, el científico sabrá la composición química de todo el agua de la laguna. El científico no necesita analizar cada mililitro de agua del lago para determinar la composición química del lago. Lo que es la muestra es el resto. De igual modo, los judíos fueron una muestra de la humanidad. Al ser examinados por Dios en su condición espiritual, demostraron ser todo lo que esas catorce características afirman. Esto significa que el resto de la humanidad es lo mismo en el sentido espiritual delante de Dios. Esto es lo que Pablo quiere decir cuando afirma que todo el mundo queda bajo el juicio de Dios. Lo que pasa es que la ley de Dios jamás tuvo el propósito de salvar a nadie por medio de que se la cumpla. La ley de Dios tuvo un propósito totalmente contrario. La ley de Dios tuvo el propósito de condenar a todo el mundo. Eso es lo que dice Romanos 3:20 donde leemos: “ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.” Es inútil entonces pretender ser declarado justo por Dios mediante el cumplimiento de la ley de Dios. Dios mismo ha dicho que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él. La ley tuvo el propósito de enseñar al hombre que es pecador por naturaleza. Por medio de la ley de Dios, el hombre en general, no sólo el judío, aprende que es imposible cumplir por su propio esfuerzo las justas demandas de Dios para poder ser declarado justo. A esto se refiere Pablo cuando habla de que por medio de la ley es el conocimiento del pecado. Es posible amado oyente que usted se sienta mejor que todos los demás seres humanos sobre la faz de la tierra, pero aún si ese fuera el caso, estaría muy lejos aún de lo que Dios exige para poder declararle justo. Es mejor reconocer que por su propio mérito no puede cumplir con las justas demandas de Dios y confiar en ser declarado justo por Dios por medio de los méritos de Cristo Jesús, nuestro Salvador.
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