Es motivo de mucho gozo para mí, saludarle amable oyente y darle la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Seguimos estudiando el Evangelio según Mateo, en la serie que lleva por título: Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores. En instantes más nos acompañará David Logacho para hablarnos acerca de la exhortación de Jesús a los fariseos que a pesar de toda la evidencia a favor, negaron que Jesús es el Cristo, el Mesías de Israel.
Gracias por la oportunidad de compartir este corto tiempo junto a usted amable oyente. En el estudio del Evangelio según Mateo, llegamos a una parte crucial en el ministerio de Jesús, cuando Jesús confrontó a los fariseos por su grave pecado de atribuir a Satanás, el poder que Jesús utilizaba para echar fuera demonios. Luego Jesús confirmó que él era el Cristo, el Mesías de Israel por medio de las obras que realizaba en el poder del Espíritu Santo. Jesús se comparó a alguien que tiene poder para atar al hombre fuerte, es decir a Satanás y entrar a sus dominios para arrebatar sus bienes. Acto seguido, Jesús condenó la conducta de los fariseos, mostrando que por el hecho de haber atribuido a Satanás el poder con el que hacía sus milagros, los fariseos habían blasfemado contra el Espíritu Santo. Ese pecado no les será perdonado ni en ese siglo ni en el venidero. Este es el antecedente de lo que vamos a estudiar en esta oportunidad. Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Mateo 12 a partir del versículo 33. Aquí tenemos a Jesús mostrando cual era el origen del problema de los fariseos lo cual les condujo a cometer el pecado de blasfemar contra el Espíritu Santo. Permítame leer los versículos 33 a 37. La Biblia dice: O haced el árbol bueno, y su fruto bueno, o haced el árbol malo, y su fruto malo; porque por el fruto se conoce el árbol ¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas. Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.
Los fariseos sabían que Jesús estaba haciendo algo bueno al echar fuera los demonios, pero obstinadamente estaban acusando a Jesús de hacer algo malo. Jesús está mostrando lo absurdo de esta acusación, y en cierto sentido les está diciendo: Recapaciten, si un árbol es bueno, el fruto es bueno, si un árbol es malo, el fruto es malo, porque la calidad del fruto corresponde a la calidad del árbol. Si lo que yo hago al echar fuera demonios es bueno, entonces yo debo ser bueno, pero ustedes me están acusando de ser malo. Luego Jesús pone el dedo sobre la llaga al hacer notar a los fariseos que los malos son ellos, porque sus frutos son malos. Son una generación de víboras. Esto significa una descendencia venenosa, malvada. El problema de los fariseos era su malvado corazón. Eran malos por naturaleza. Por eso es que no podían hablar lo bueno. Jesús procede entonces a mencionar la famosa frase: Porque de la abundancia del corazón habla la boca. Lo que esto significa es que un corazón lleno de bondad se manifiesta en palabras de gracia y justicia, pero por contraste, un corazón lleno de maldad se manifiesta en blasfemias, insultos y ofensas. Lo que uno habla es lo que uno es, amable oyente. Esto sirve de base para lo que dijo Jesús a continuación: Pero yo les digo que en el día del juicio todos tendrán que dar cuenta de toda palabra ociosa que hayan pronunciado. El día del juicio se refiere al momento cuando Dios juzgue las obras de los incrédulos. En este día del juicio, todos tendrán que rendir cuentas a Dios aún de cosas que parecen tan insignificantes, como un desliz de la lengua, pues a esto es lo que se refiere la expresión palabra ociosa. Siendo así, cuan terrible será lo que espera a los fariseos quienes abierta y desafiantemente pronunciaron palabras de blasfemia contra el Espíritu Santo. Con razón que Jesús dijo a estos fariseos que este pecado no les será perdonado ni en este siglo ni en el venidero. Las palabras amable oyente, indican la calidad de la persona. Por eso Jesús dijo: Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado. Una manera de decir: Las palabras que pronuncias te absuelven o te condenan. Si Usted, amable oyente, constata que de su boca están saliendo constantemente malas palabras, o palabras que ofenden, o mentira, o engaño, entonces debe saber que su corazón es malo y desesperadamente necesita la limpieza que únicamente la sangre de Cristo puede otorgar. No corra el riesgo de ser condenado por su propia boca. Pero a pesar de la manera muy clara como Jesús confrontó a los fariseos, estos no dieron su brazo a torcer acosando a Jesús. En esta ocasión, los escribas y fariseos van a conminar a Jesús a que haga alguna señal sobrenatural. Veamos como Jesús manejó la situación. Voy a leer el pasaje bíblico en Mateo 12:38-40. La Biblia dice: Entonces respondieron algunos de los escribas y de los fariseos, diciendo: Maestro, deseamos ver de ti señal. El respondió y les dijo: La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches.
A pesar de todos los milagros que ya había hecho Jesús, algunos de los escribas y de los fariseos tuvieron la osadía de pedir una señal, dando a entender que si Jesús hiciera algo espectacular tal vez creerían que él es el Cristo o el Mesías de Israel. Pero la falacia de estos escribas y fariseos quedó al descubierto porque Jesús ya había hecho muchas señales y los escribas y fariseos no habían creído que él era el Cristo o el Mesías de Israel. Una señal más no iba a ablandar esos corazones endurecidos por la incredulidad. Jesús sabía que los fariseos estaban pidiendo señal solamente para satisfacer su curiosidad, no para creer en él. El hombre siempre ha sido así. El hombre dice: Si lo veo, lo creo, pero Dios se opone a esta forma de pensar del hombre. Dios dice: primero cree y después verás. Como dijo a Tomás: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron. Jesús no accedió al pedido de los escribas y fariseos porque provenía de una generación mala y adúltera. Esto significa una descendencia impía e infiel hacia Dios. La única señal que Jesús proporcionará a estos escribas y fariseos es la señal del profeta Jonás. Esto tiene que ver con su propia muerte, sepultura y resurrección. La experiencia de Jonás en el vientre del gran pez por tres días y tres noches y su posterior liberación era un cuadro de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Esta sería la última y final señal de Jesús para confirmar que él es el Cristo o el Mesías de Israel. Pero a pesar de que esta señal fue dada, los escribas y fariseos del tiempo de Jesús, y la nación de Israel en general, no creyeron que Jesús es el Cristo, el Mesías de Israel, y como sabemos, el reino de los cielos fue pospuesto hasta la segunda venida de Cristo. La dureza del corazón de los escribas y fariseos les hace acreedores de un severo juicio por parte de Dios. Sobre esto habló Jesús en Mateo 12:41-45. La Biblia dice: Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás, y he aquí más que Jonás en este lugar. La reina del Sur se levantará en el juicio con esta generación, y la condenará; porque ella vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y he aquí más que Salomón en este lugar. Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla. Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí; y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada. Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero. Así también acontecerá a esta mala generación.
Cuando Nínive escuchó la predicación de Jonás, quien fue vomitado por un gran pez, luego de haber estado tres días y tres noches en su vientre, Nínive se arrepintió de corazón, pero lo inaudito es que la generación del tiempo de Jesús que escuchó la predicación de Jesús, no se arrepintió, a pesar que Jesús es más grande que Jonás en todo sentido. Jesús hizo obras mucho más maravillosas que lo que vivió Jonás en el gran pez. Por este motivo Nínive condenará a la gente del tiempo de Jesús en el juicio. Cuando Salomón vivía y su sabiduría se esparció por todo el mundo conocido de esa época, hubo una mujer que vino de muy lejos, la reina de Sabá, quien vino desde el Sur, para oír la sabiduría de Salomón, pero lo inaudito es que cuando Jesús estaba en Israel, los escribas y fariseos no le dieron ninguna importancia a pesar que Jesús es absolutamente más sabio que Salomón. Por eso, la reina de Sabá se levantará en el juicio y condenará a la gente del tiempo de Jesús. Los escribas y fariseos del tiempo de Jesús se creían muy íntegros y morales, pero no se daban cuenta que espiritualmente estaban en bancarrota. Les había sucedido algo que Jesús lo compara a un hombre endemoniado, a quien de alguna manera le expulsan el demonio. Una vez fuera, el demonio anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla. En esas condiciones, el demonio reflexiona sobre su estado y dice: No puedo seguir así, volveré a mi casa de donde salí. Una vez que llega a su casa, es decir al hombre de donde había salido, la encuentra desocupada, barrida y adornada. Al mirar esto, el demonio va y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y habiendo entrado en la casa, se instalan allí, y el resultado es que el estado espiritual de ese pobre hombre, llega a ser peor que cuando tenía un solo demonio. Eso es exactamente lo que había pasado con los escribas y fariseos del tiempo de Jesús. Jesús dijo: Así también acontecerá a esta mala generación. Se habían esforzado por ajustarse a estrictas normas morales. Eran como una casa barrida y adornada, pero lamentablemente desocupada. Esto hizo que los poderes malignos más tenebrosos, vayan y ocupen esa casa desocupada. Por eso es que los escribas y fariseos del tiempo de Jesús se opusieron tan tenazmente a Jesús. La mera reforma moral externa, no garantiza paz espiritual interna, amable oyente. Lo que hace falta es que la casa no esté desocupada sino ocupada por Cristo Jesús. Esto se logra cuando el pecador reconoce su pecado y recibe a Cristo Jesús como su Salvador para ser perdonado de su pecado. Quiera Dios que su vida no sea una casa desocupada amable oyente.
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