Es motivo de mucho gozo saludarle amable oyente. Le habla David Logacho, dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el Evangelio según Lucas. En esta oportunidad vamos a estudiar la famosa parábola del sembrador.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Lucas 8:1-15. Este pasaje bíblico tiene dos secciones. La primera es muy corta, entre los versículos 1-3 y tiene que ver con el propósito del ministerio del Señor Jesús y la manera como se financiaba. Lucas 8:1-3 dice: Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él, y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Chuza intendente de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes. Fiel a su propósito de predicar y anunciar el evangelio del reino de Dios, el Señor Jesús iba por todas las ciudades y aldeas. El reino de Dios es el ámbito, o la esfera, visible o invisible, en la cual se reconoce la autoridad y gobierno de Dios. El Señor Jesús no hizo su ministerio solo. Lucas registra que estaba acompañado de sus doce apóstoles, incluido Judas Iscariote, y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades. Como una muestra de su aprecio hacia el Señor Jesús por lo que había hecho con ellas, estas mujeres dedicaron su vida a servir al Señor Jesús. Gran ejemplo para todos nosotros que hemos recibido cuantiosos favores espirituales de parte de nuestro Salvador. Entre estas mujeres, Lucas cita a María Magdalena, quien antes de su encuentro con Jesucristo, estaba poseída por siete demonios, pero fue maravillosamente liberada por el poder del Señor Jesús. Lucas cita también a Juana. Esta mujer era esposa de un personaje importante de la corte de Herodes. También cita a otra mujer que se llamaba Susana, sin mencionar nada sobre ella. Junto a estas mujeres había muchas otras. Una característica muy notoria que Lucas da a conocer es que estas mujeres servían al Señor Jesús con sus bienes. Interesante que como muestra de su aprecio al Señor Jesús, estas mujeres pusieron a disposición del Señor Jesús, no sólo sus vidas, sino también sus bienes. Esta fue la manera como se financiaba el ministerio del Señor Jesús. Maravilloso ejemplo de cómo se debería financiar la obra de Dios, sin importar si se trata de una iglesia o un ministerio Cristiano. La obra de Dios se sostiene con las ofrendas del pueblo de Dios. Muy bien. La segunda sección del pasaje bíblico tiene que ver con la parábola del sembrador. Lucas 8:4-8 dice: Juntándose una gran multitud, y los que de cada ciudad venían a él, les dijo por parábola: El sembrador salió a sembrar su semilla; y mientras sembraba, una parte cayó junto al camino, y fue hollada, y las aves del cielo la comieron. Otra parte cayó sobre la piedra; y nacida, se secó, porque no tenía humedad. Otra parte cayó entre espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron. Y otra parte cayó en buena tierra, y nació y llevó fruto a ciento por uno. Hablando estas cosas, decía a gran voz: El que tiene oídos para oír, oiga. Como Dios en forma humana, el Señor Jesús no se dejaba impresionar de la gran multitud que se había reunido para escucharle. El Señor Jesús conocía los corazones de cada persona que allí estaba y sabía que no todos estaban allí con un corazón dispuesto para recibir su palabra. Por eso les propuso una parábola. Una parábola es un relato real o ficticio pero bien conocido por los oyentes, del cual se puede obtener una lección espiritual. En este caso, la parábola tiene que ver con la agricultura. El sembrador simboliza al Señor Jesús o a cualquier otro mensajero de Dios. La semilla simboliza el mensaje del evangelio. El terreno simboliza el tipo de corazón de cada persona. El fruto simboliza la salvación y sus incomparables beneficios. Una mirada rápida a la parábola muestra que sólo uno de los cuatro tipos de terrenos produjo el fruto esperado. Los discípulos del Señor Jesús no comprendieron el significado de la parábola y por tanto pidieron al Señor Jesús una explicación. Note la respuesta del Señor Jesús. Se encuentra en Lucas 8:9-15. La Biblia dice: Y sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Qué significa esta parábola? Y él dijo: A vosotros os es dado conocer los misterios de reino de Dios; pero a los otros por parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan. Esta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Dios. Y los de junto al camino son los que oyen, y luego viene el diablo y quita de su corazón la palabra, para que no crean y se salven. Los de sobre la piedra son los que habiendo oído, reciben la palabra con gozo; pero estos no tienen raíces; creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan. La que cayó entre espinos, éstos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto. Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia. El terreno duro representa a la persona que oye la palabra, pero inmediatamente permite que el diablo retire la semilla. Este terreno es duro porque está junto al camino y la gente camina sobre él. Un corazón también puede endurecerse espiritualmente por las cosas del mundo que la gente deja entrar a través de sus sentidos y de esto se aprovecha Satanás para quitar cualquier cosa que tenga que ver con la palabra de Dios. El terreno sobre la piedra representa al que oyendo el mensaje responde rápidamente movido por la emoción, pero este aparente interés se va desvaneciendo y en algún momento desaparece. Es como la planta que brota, pero como la tierra no es profunda no tiene mucha raíz y cuando calienta el sol, inmediatamente se seca. Esto tiene que ver con las pruebas que sobrevienen a la persona que hace esa decisión puramente emocional. Las pruebas fortalecen las raíces de un verdadero creyente, pero las pruebas también hacen evidente la superficialidad de la raíz de un falso creyente. Cuando es probado dice: Antes de recibir a Cristo estaba mejor que ahora, así que adiós con todo esto de seguir a Cristo. El terreno con espinos representa a la persona que oyendo el mensaje, aparentemente recibe a Cristo, pero sigue viviendo como vivía antes de recibir a Cristo. Es como un sembrío que tiene plantas y maleza. La maleza crece más que las plantas y termina por ahogar a las plantas. El triste final es que no existe ningún fruto. Esto nos lleva a pensar en tantas personas que supuestamente han recibido a Cristo como Salvador, pero siguen viviendo en mentiras, en odios, en venganzas, en inmoralidad y en todo lo que hacían antes de recibir a Cristo. Esto es como la maleza que ahoga a la planta y por tanto no produce fruto. No se trata de un verdadero creyente sino de un falso creyente que afirma de labios para afuera ser creyente, pero sus frutos proclaman a gritos que es un falso creyente. Por sus frutos los conoceréis dijo el Señor Jesús. El buen terreno, o el terreno fértil representa a la persona que es sensible a su necesidad espiritual y oyendo el mensaje de salvación, recibe a Cristo de corazón, y su vida da un giro de 180 grados, no por una carnal fuerza de voluntad, sino por la obra del Espíritu Santo en su vida. Es la persona que ha llegado a ser una nueva criatura en Cristo. Este creyente lleva mucho fruto. El fruto es evidencia de que se trata de un genuino creyente. De modo que, tenemos cuatro tipos de terrenos, el duro, el superficial sobre la roca, el que está lleno de maleza y el buen terreno. Sólo uno de estos terrenos permite que la semilla germine, crezca y produzca fruto. Se trata del buen terreno. En los otros tres terrenos no se produce fruto. La clave es el fruto. El fruto indica el tipo de terreno. El verdadero creyente no es salvo por producir fruto, sino produce fruto por ser salvo. No somos salvos por buenas obras, sino para buenas obras. El fruto del cual habló el Señor son las buenas obras. Aquí es donde se hace inevitable la pregunta amable oyente. ¿A qué tipo de terreno corresponde su corazón? Sea honesto respondiendo esta pregunta. Si su corazón es como un terreno duro, a usted ni le va ni le viene lo que dice Dios en su palabra. Si su corazón es como un terreno superficial sobre la roca, tal vez alguna vez se emocionó mucho y dijo que había recibido a Cristo como Salvador, pero tan pronto vinieron las pruebas, se echó atrás y ya no quiere saber nada sobre el Señor. Si su corazón es como un terreno con maleza, usted afirma ser creyente, pero su estilo de vida es un desastre, porque vive como si fuera un incrédulo. No se auto engañe, usted no es un verdadero creyente. En su vida no se ve el fruto que debe producir un genuino creyente. Lo deseable es que su corazón sea como terreno fértil, en el cual la palabra de Dios que ha sido plantada ha germinado, ha crecido y ahora está produciendo el fruto de un estilo de vida transformado por el poder del Espíritu Santo. ¿Es posible tener un corazón como terreno fértil? Ciertamente. Ese es el permanente desafío que nos presenta Dios en su palabra.
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