Cordiales saludos, mi amigo, mi amiga oyente. Soy David Logacho dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el Evangelio según Lucas. En esta oportunidad, el Señor Jesús desnuda una vez más, la hipocresía religiosa de los fariseos.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Lucas 16:14-18. Este pasaje bíblico contiene básicamente tres reclamos que el Señor Jesús hace a los fariseos. El primer reclamo es por su hipócrita avaricia. Lucas 16:14-15 dice: Y oían también todas estas cosas los fariseos, que eran avaros, y se burlaban de él.
Luk 16:15 Entonces les dijo: Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación.
Después de su magistral enseñanza sobre el buen uso de la riqueza, el Señor Jesús dijo: Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas. Al decir esto, el Señor Jesús puso su dedo sobre la llaga, porque los fariseos eran esclavos de la riqueza. Todo lo que pensaban y hacían tenía como propósito obtener riqueza, no necesariamente para gastarla, sino más bien para guardarla. Esto se llama avaricia. Es el desmedido afán por acumular riqueza para guardarla. Según la torcida forma de pensar de los fariseos, mientras más riqueza tenga guardada una persona, más favorecida por Dios es esa persona. No es de sorprenderse por tanto, que cuando oyeron al Señor Jesús decir que no se puede servir a Dios y a las riquezas, se burlaron de él. Lucas deja en claro que los fariseos eran avaros. Su dios era la riqueza. La riqueza puede ser un siervo dócil, cuando se lo usa de la manera que Dios ordena en su palabra, o puede ser un amo cruel, cuando se lo usa de la manera que los fariseos lo estaban usando. Cuando el Señor Jesús los confrontó con esta realidad, los fariseos respondieron con burlas contra él. Cuando alguien se burla normalmente es porque reconoce su falta, pero se niega a enmendarla. Esto explica el fuerte reclamo que el Señor hizo a los fariseos. Les dijo: Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos, delante de los hombres. Esto es justamente lo que hacían los fariseos, se esforzaban por proyectar una imagen inmaculada delante de los hombres. A través de su forma de hablar, de su forma de vestir, de su forma de andar, de su forma de actuar, querían que la gente les catalogue como santos puros y perfectos. A personas así, el Señor Jesús les dice: Mas Dios conoce vuestros corazones. A los hombres podemos impresionar con una buena fachada, pero no a Dios, porque Dios no sólo ve la fachada sino lo está detrás de la fachada. Dios conoce vuestros corazones, dijo el Señor Jesús, y lo que Dios veía en los corazones de los fariseos no era nada honorable. El Señor Jesús les dijo por tanto: Lo que los hombres tienen por sublime delante de Dios es abominación. ¡Qué fuerte! Pero que veraz. Los hombres que miraban a los fariseos pensaban que los fariseos eran algo sublime, algo honroso, algo digno de admiración. Pero Dios que no ve sólo lo externo sino también lo interno, llega a la conclusión que los fariseos eran abominación a Dios. Cuidado amable oyente con esconder la bajeza de su corazón detrás de una fachada de falsa piedad. Tal vez logre engañar a los hombres, pero de ninguna manera podrá engañar a Dios, porque Dios conoce lo que está en el corazón. El segundo reclamo del Señor Jesús a los fariseos fue por su obstinada negativa a reconocer que el reino de los cielos estaba entre ellos. Note lo que dice Lucas 16:16-17 La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él.(B)
Luk 16:17 Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley.(C)
Al referirse a la ley y los profetas, el Señor Jesús estaba hablando de todo lo que nosotros conocemos como el Antiguo Testamento. Desde Génesis hasta Malaquías se extiende un hilo dorado que conduce a la persona del Señor Jesús. Juan el Bautista fue el profeta que tuvo el privilegio de anunciar a todo Israel que es necesario arrepentirse porque el reino de los cielos se había acercado. El Rey estaba ya en el mundo, el reino de los cielos estaba a punto de establecerse. A partir de ese momento, el reino de Dios fue anunciado, no sólo por Juan el Bautista, sino también por el mismo Rey, el Señor Jesús, y más tarde por los discípulos del Señor Jesús. Al escuchar el mensaje, todos se esfuerzan por entrar en él. Esto significa que todos están ansiosos por entrar en el reino de Dios. Esto de ninguna manera significa que la ley que Dios dio a Israel por medio de Moisés, haya sido anulada. No puede ser así, porque más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley. En otras palabras, es más fácil que el cielo y la tierra desaparezcan, a que el más pequeño punto de la ley de Dios sea anulado. Es justamente la ley que Dios dio a Israel por medio de Moisés, lo que muestra a todo pecador que es imposible cumplir con las demandas de Dios para acercarse a Dios. Esto fue el propósito principal de la ley. La ley es como un guía que conduce al pecador a poner su fe en Cristo, cuando el pecador reconoce que por su propia fuerza es imposible ser aceptado por Dios. En otras palabras, la ley nos dice de lo que estamos enfermos, pero no tiene poder para curarnos. Sólo la obra de Cristo en la cruz del Calvario es lo que hace posible que pecadores podamos ser aceptados por Dios, cuando confiamos en Cristo como Salvador. Los fariseos voluntariamente ignoraron la presencia del Rey en su medio, y de esa manera rechazaron a su Rey y eventualmente lo entregaron para ser crucificado. El tercer reclamo que el Señor Jesús hace a los fariseos es por su vida de inmoralidad en lo sexual. Note lo que dice Lucas 16:18 Todo el que repudia a su mujer, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada del marido, adultera.(D)
Cuando el Señor Jesús vino a este mundo por primera vez, encontró un cuadro desgarrador en cuanto a la integridad del matrimonio. Aplicando mal el pasaje bíblico en Deuteronomio 24:1-4, los judíos que vivían en el tiempo del Señor Jesús estaban casándose y divorciándose cuantas veces querían. Deuteronomio 24:1-4 no ordena el divorcio y el nuevo matrimonio. Note lo que dice este pasaje bíblico: Cuando alguno tomare mujer y se casare con ella, si no le agradare por haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá carta de divorcio,(A) y se la entregará en su mano, y la despedirá de su casa.
Deu 24:2 Y salida de su casa, podrá ir y casarse con otro hombre.
Deu 24:3 Pero si la aborreciere este último, y le escribiere carta de divorcio, y se la entregare en su mano, y la despidiere de su casa; o si hubiere muerto el postrer hombre que la tomó por mujer,
Deu 24:4 no podrá su primer marido, que la despidió, volverla a tomar para que sea su mujer, después que fue envilecida; porque es abominación delante de Jehová, y no has de pervertir la tierra que Jehová tu Dios te da por heredad.
Algunos rabinos del tiempo del Señor Jesús estaban enseñando que con tal de entregar una carta de divorcio, un hombre podía divorciarse de su esposa las veces que quiera para volver a casarse las veces que quiera, pero si uno mira bien lo que dice Deuteronomio 24:1-4 encontrará que lo que está prohibiendo Dios es que si una mujer ha sido repudiada por su marido y se casa con otro hombre, y este hombre también la repudia, la mujer no puede volver a casarse con el primer marido que le repudió. Esto era considerado como abominación delante de Jehová. Esto es todo lo que enseña este pasaje bíblico. No está ordenando el divorcio de ninguna manera. La Biblia más bien afirma que Dios aborrece el divorcio. Malaquías 2: 16 dice: Porque Jehová Dios de Israel ha dicho que él aborrece el repudio, y al que cubre de iniquidad su vestido, dijo Jehová de los ejércitos. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales.
Divorciarse por cualquier causa es pecado, amable oyente. Los fariseos estaban divorciándose por cualquier causa y volviéndose a casar. Al hacerlo estaban pecando contra Dios y además estaban fomentando el adulterio en Israel. El Señor Jesús dijo por tanto que si un hombre se divorcia de su esposa, se entiende por cualquier causa, y se casa con otra mujer, tanto él, como la mujer con quien se casa, están en adulterio. Esto debe haber caído como un balde de agua fría sobre los fariseos, porque iba en contra de lo que ellos enseñaban y practicaban. El matrimonio es una institución creada por Dios que debe mantenerse hasta que la muerte los separe. En el Evangelio según Mateo, el Señor Jesús parece insinuar que la única causal válida para un divorcio es cuando uno de los cónyuges pretende vivir en fornicación, pero aún en este caso, el divorcio no es ordenado por Dios y por ende, el nuevo matrimonio. Como creyentes, nuestro compromiso debe ser la preservación del matrimonio.
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