Qué bueno es estar junto a usted mi amiga, mi amigo. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando la primera epístola de Pablo a los Corintios, en la serie que lleva por título: Un mensaje oportuno para una iglesia en crisis. En esta ocasión, David Logacho nos mostrará lo que debe hacer la iglesia local cuando uno de sus integrantes persiste en vivir en pecado.
El Nuevo Testamento enseña con demasiada claridad que la iglesia de Cristo es la casa de Dios y como tal debe ser santa. Santidad tiene que ver con estar apartado del pecado pero dedicado a Dios.
Por supuesto que posicionalmente todo creyente ya es santo delante de Dios por la obra que hizo Cristo Jesús a favor del creyente, pero todo creyente debe demostrar en la práctica lo que ya es posicionalmente delante de Dios. Esto se conoce como santidad práctica.
Esta es la razón para que en el Nuevo Testamento encontremos textos como 1 Pedro 1:24-26 donde dice: «como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.»
Este mandato es pisoteado con demasiada frecuencia en muchas iglesias locales. La iglesia local en Corinto no fue la excepción. Veamos de qué se trata. Para ello, abramos nuestras Biblias en 1 Corintios 5:1-5.
En este pasaje bíblico tenemos el terrible problema en la iglesia en Corinto, la tibia posición de la iglesia en Corinto y la terminante postura del apóstol Pablo en cuanto a la iglesia en Corinto.
Vayamos a lo primero. El terrible problema en la iglesia en Corinto. 1 Corintios 5:1 dice: «De cierto se oye que hay entre vosotros fornicación, y tal fornicación cual ni aun se nombra entre los gentiles; tanto que alguno tiene la mujer de su padre.»
Leído ligeramente, este versículo parecería indicar que Pablo estaba recogiendo rumores o chismes de la gente. Pero no hay tal. Lo que estaba pasando en la iglesia local en Corinto era público y notorio para todos los habitantes de Corinto. Lo que estaba pasando es que entre los que se congregaban en la iglesia local de Corinto había fornicación. Esta palabra es la traducción de la palabra griega «porneía» de la cual proviene nuestra palabra pornografía.
Porneía o fornicación describe todo uso del sexo fuera del marco establecido por Dios. El sexo es hermoso, puro y limpio siempre y cuando se lo use en la intimidad de una pareja, un hombre y una mujer, quienes previamente se han casado. Pero todo uso del sexo fuera del marco del matrimonio es condenado por Dios y se llama fornicación.
Dentro de esto caen prácticas como prostitución, relaciones sexuales prematrimoniales, homosexualismo, lesbianismo, pornografía, adulterio y tantas otras desviaciones sexuales que existe hoy en día.
Por este amplio significado de fornicación, es que Pablo se ve obligado a señalar el tipo de fornicación que estaba presente en la iglesia local en Corinto. Dice que es una fornicación tan horrenda, tan terrible, que inclusive los incrédulos no se atreven ni siquiera a mencionarla, peor practicarla, pero en la iglesia de Corinto había uno que la practicaba. Esto es monstruoso, pero es la realidad.
A veces ocurren cosas en las iglesias locales que difícilmente ocurrirían en el mundo impío. Luego Pablo identifica el tipo de fornicación del que ha estado hablando. Se trata de un hombre, lamentablemente creyente, que estaba teniendo relaciones sexuales con una mujer que previamente fue mujer del padre de ese hombre.
Es decir que este hermanito, entre comillas, se estaba acostando con su madrastra. ¿Se puede imaginar? Sólo con pensarlo se nos eriza el cabello. Acostarse con una mujer que no es la esposa ya es suficiente malo a los ojos de Dios, ¿cuánto más si esta mujer es la madrastra?
La ley de Moisés condenaba este tipo de relación. Levítico 18:8 dice: «La desnudez de la mujer de tu padre no descubrirás; es la desnudez de tu padre.»
Qué triste que este tipo de cosas suceda al interior de las iglesias locales. Son cosas que echan a perder el testimonio de quien las comete, el testimonio de la iglesia local donde se congrega quien las comete, y lo que es peor, atenta contra el buen nombre del Señor quien nos salvó. Que Dios nos libre de traer afrenta al nombre de Cristo.
A continuación, el apóstol Pablo pasa a mostrarnos la tibia posición de la iglesia de Corinto ante este problema. 1 Corintios 5:2 dice: «Y vosotros estáis envanecidos. ¿No debierais más bien haberos lamentado, para que fuese quitado de en medio de vosotros el que cometió tal acción?»
Pablo hubiera esperado una acción enérgica por parte de la iglesia de Corinto ante este terrible caso de fornicación, pero lejos de ello, la iglesia de Corinto estaba envanecida u orgullosa. Tal vez jactándose de la libertad que tenían en Cristo creían que no había problema con lo que este creyente fornicario estaba haciendo. A lo mejor se escudaban detrás de un malentendido amor y por eso se resistían a reprender al fornicario pensando que si lo hacían iban a lastimarlo.
Pablo por tanto dice: ¿No hubiera sido mejor que lamenten lo sucedido y expulsen de entre ustedes al que hizo tal cosa? Lo que Pablo está enfatizando es que no se puede tolerar en la iglesia local a creyentes que están viviendo peor que los incrédulos. La expulsión de la comunión en la iglesia local es una medida extrema de disciplina y se lo debe hacer en absoluta dependencia del Espíritu Santo, sin omitir los pasos anteriores que aparecen claramente establecidos en Mateo 18:15-17 donde dice: «Por tanto, si tu hermano peca contra ti, vé y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano.»
Fíjese en el orden. Primero, una confrontación en privado, segundo, una confrontación con testigos, tercero, una confrontación ante la iglesia local. Si el ofensor persiste todavía en su pecado, no queda sino ir al último paso que es la expulsión de la comunión de la iglesia local.
En todo caso, la iglesia local no puede quedarse cruzada de brazos sin hacer nada cuando un creyente anda en pecado. La iglesia en Corinto cayó en este error y Pablo les reprendió por eso.
Por último encontramos la terminante postura del apóstol Pablo con respecto al problema en la iglesia en Corinto. 1 Corintios 5:3-5 dice: «Ciertamente yo, como ausente en cuerpo, pero presente en espíritu, ya como presente he juzgado al que tal cosa ha hecho. En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesucristo, el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús.»
La iglesia de Corinto tuvo una tibia posición en el problema, pero en lo que a Pablo respecta fue totalmente diferente. Hablando en primera persona de singular dice: Yo, por mi parte, aunque no estoy físicamente entre ustedes, sí estoy presente en espíritu, y ya he juzgado como si estuviera presente al que cometió este pecado.
Interesante que Pablo dice que ha juzgado al que cometió este pecado. El Nuevo Testamento prohíbe juzgar las motivaciones de otros, pero no hay ningún problema con juzgar las acciones de otros. Esto es lo que justamente está haciendo Pablo con respecto a ese creyente que había cometido ese terrible pecado de fornicación.
Luego Pablo va a dar su veredicto. Para ello, solicita que la iglesia toda en Corinto esté reunida y Pablo estará allí presente en espíritu. Lo que va a decir lleva la autoridad del Señor Jesucristo, porque están reunidos en el nombre de nuestro Señor Jesucristo y con el poder de nuestro Señor Jesucristo.
Hecho este preámbulo, Pablo comunica el veredicto: El tal, es decir el fornicario en la iglesia de Corinto, sea entregado a Satanás. Se trata de una entrega judicial. Por sus hechos, el fornicario ha estado manifestando su deseo de estar bajo el dominio de Satanás. Pues bien, se le va a cumplir su deseo. Está siendo entregado al dominio de Satanás. La Biblia enseña que el mundo está bajo el dominio de Satanás. 1 Juan 5:19 dice: «Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno»
Un creyente que es expulsado de la comunión de una iglesia local queda en el mundo, a merced del amo del mundo, o el maligno, o Satanás. Esto es algo muy serio. Es como si un soldado fuera dejado a merced del ejército enemigo. El enemigo podrá hacer lo que quiera con él.
Esta medida extrema de disciplina tiene como propósito la destrucción de la carne. ¿Qué significa esto? Puede significa dos cosas, primero que el propósito de expulsar a un creyente de la comunión en la iglesia local, es para beneficio de este creyente en pecado. Estando fuera de la iglesia local, y a merced de Satanás y del mundo que está bajo su control, ese creyente podrá despreciar su carne, o su naturaleza pecaminosa y podrá ser restaurado.
Segundo que estando en el mundo bajo el dominio de Satanás, ese creyente será afligido en todo sentido inclusive hasta el punto de morir físicamente. En todo caso, ese creyente, aunque ha ofendido gravemente a Dios con su terrible pecado, y ha sido castigado en su carne, sin embargo, su espíritu será salvo en el día del Señor.
De modo que, amable oyente, la iglesia local debe ser celosa por la santidad y cuando alguien persiste en vivir en pecado se deben tomar las medidas de disciplina que ha ordenado el apóstol Pablo. Esto es beneficioso para todos. Quiera Dios que en nuestras iglesias locales no estemos tolerando pecado.
En Mateo 10:1, Jesús dio a sus discípulos autoridad sobre los espíritus inmundos, pero según Mateo 17:16, los discípulos no pudieron expulsar un demonio de un muchacho. ¿Por qué? Visite nuestra página Web y en la sección PREGUNTA DEL DÍA encontrara la respuesta a esta interrogante y además podrá hacernos llegar sus inquietudes acerca de algún tema de la palabra de Dios, nuestra dirección es labibliadice.org Ha sido un placer estar junto a usted y le esperamos en nuestra próxima edición.
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