Cordiales saludos amable oyente. La Biblia Dice… le da la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Proseguimos con el estudio bíblico del libro de Hebreos. Esta serie lleva por título: La preeminencia de Jesucristo. En esta ocasión, David Logacho nos hablará acerca de la importancia de la disciplina.
Un autor de libros sobre el tema de la familia solía decir lo siguiente: Antes de casarme tenía seis teorías sobre como criar a los hijos. Después de casarme, llegué a tener seis hijos y ninguna teoría sobre como criarlos. Aunque algo así nos hace sonreír, hay algo de verdad en esa declaración. El nacimiento de cada hijo como que echa por tierra las teorías que teníamos para su crianza. Quizá una de las experiencias más traumáticas de la crianza de los hijos, sea la administración de disciplina. No debería ser así, pero lamentablemente lo es. Los que hemos traído hijos al mundo por experiencia sabemos cuán difícil se torna a veces el disciplinar a los hijos en forma correcta. Al analizar el motivo por el cual se manifiesta esta dificultad, llegamos a la conclusión que una de las poderosas razones es la falta de entendimiento del significado y propósito de la disciplina. Los hijos toman mal la disciplina que administran sus padres porque no saben el significado y el propósito de la disciplina.
Peor todavía, los adultos también tomamos mal la disciplina de nuestro padre celestial, porque al igual que los hijos no sabemos el significado y el propósito de la disciplina. Dejemos por tanto que la palabra de Dios nos hable sobre el significado y propósito de la disciplina. Abramos nuestras Biblias en el libro de Hebreos capítulo 12 versículos 5 a 11. Este es quizá uno de los pasajes más claros de toda la Biblia sobre la disciplina, y se aplica tanto a los hijos en su relación con sus padres, como a los hijos de Dios en relación con su Padre celestial. Por hoy solamente estudiaremos el versículo 5 de este pasaje.
Antes de proseguir en el tema de disciplina será necesario diferenciar la disciplina del castigo. Para muchos disciplina y castigo son sinónimos y probablemente esto ha llevado a mucha confusión sobre este asunto. Pero existe una diferencia fundamental entre estos dos términos. Castigo tiene la idea de retribución únicamente. Cuando un criminal por ejemplo es sentenciado a guardar prisión, está recibiendo la retribución por sus malas acciones. Esto es castigo. Pero cuando hablamos de disciplina tenemos que pensar en algo más amplio que castigo. Disciplina encierra tres ideas fundamentales.
Por un lado implica retribución o castigo, por otro lado implica prevención y adicionalmente implica instrucción. Permítame mostrarlo en detalle. Cuando el hijo de Dios peca y se resiste a reconocer su pecado, es disciplinado por Dios y recibe la retribución a su extravío. De esto nos habla por ejemplo 1 Corintios 11:28-30 donde dice así: Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio como y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen” Entre los creyentes corintios había toda una serie de desórdenes, de los cuales estaban conscientes pero se resistían a reconocerlos y como consecuencia recibieron la retribución del Padre celestial en forma de enfermedad, debilidad y aun muerte. La segunda idea dentro de disciplina es la prevención.
Dios a veces nos disciplina no necesariamente porque hayamos cometido pecado, sino como una medida de prevención para que no cometamos pecado. Un ejemplo típico de esta situación lo tenemos en el caso de la vida de Pablo, el apóstol, quien fue disciplinado no por haber cometido algún pecado sino para evitar que cometiera un pecado.
2 Corintios 12:7-9 dice: “Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo” Pablo recibió como ningún otro el privilegio de las revelaciones sobre la Iglesia y este honor podía fácilmente llevarle a una situación de orgullo y jactancia. Para evitar que caiga en este pecado fue disciplinado con una enfermedad que mantenía a Pablo consciente de su fragilidad como humano.
La tercera idea involucrada en el concepto de disciplina es la instrucción. A veces somos sometidos a disciplina por nuestro Padre celestial no porque hayamos cometido algún pecado ni porque estemos siendo prevenidos de caer en algún pecado, sino simplemente porque Dios quiere que aprendamos algunas lecciones sobre él. Este fue el caso de Job.
En Job 1:1 se nos dice que Job era un varón perfecto, recto, temeroso de Dios y apartado del mal, sin embargo de ello fue disciplinado de una forma severa por Dios. Al final de su libro, Job resume su experiencia con estas palabras, en Job 42:1-6 “Respondió Job a Jehová, y dijo: Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti, ¿Quién es el que obscurece el consejo sin entendimiento? Por tanto, yo hablaba lo que yo no entendía; cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía. Oye te ruego, y hablaré; te preguntaré, y tú me enseñarás. De oídas te había oído; mas ahora mis ojos de ven. Por tanto me aborrezco en polvo y ceniza” Ciertamente Job no tenía esta idea de Dios antes de su experiencia de disciplina y Dios usó la disciplina para instruirle.
Así que, amigo oyente, las disciplina de Dios no es siempre porque hayamos cometido un pecado y estamos siendo castigados por Dios. Por medio de la disciplina Dios previene que cometamos algún pecado y por medio de la disciplina Dios puede también instruirnos. ¿Cuál debe ser por tanto la reacción correcta de todo creyente ante la disciplina? Lo primero que debería hace es examinar su propia vida para ir desechando posibilidades por eliminación.
¿Será que hay algún pecado en mi vida por el cual estoy siendo disciplinado? Si ese no es el caso, entonces, ¿Será que Dios está tratando de prevenir que yo caiga en algún pecado? Por ejemplo, es tan fácil dejar de depender de Dios cuando todas las cosas marchan bien, pero cuando Dios nos envía una enfermedad o una calamidad como un despido el empleo por ejemplo, ¿no es cierto que corremos a doblar nuestras rodillas delante de Dios para buscar de él la ayuda que necesitamos? Dios simplemente está utilizando la disciplina para que no caigamos en el pecado de independizarnos de él. Si no hay pecado oculto en nuestra vida, y si no vemos que Dios esté tratando de que no caigamos en algún pecado, y a pesar de ello somos disciplinados, entonces nos queda la última alternativa. Dios está disciplinándonos para que aprendamos lecciones útiles para nuestra vida en nuestra relación con él. ¿Cuál debe ser la actitud correcta cuando somos disciplinado por la causa que fuere? Esto nos trae al texto que estudiaremos el día de hoy.
Hebreos 12:5 dice: “y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él” El autor del libro de Hebreos cita un texto del libro de Proverbios para recordar a sus lectores cual debe ser su actitud ante la disciplina de Dios. Primero, les recuerda que los judíos creyentes son hijos de Dios.
Esto es importante tener en mente cuando estamos siendo disciplinados porque cuando viene el fuego de la disciplina de Dios llegamos a pensar que hemos sido abandonados de Dios, pero recordemos que porque somos hijos somos disciplinados como dice el autor de Hebreos más adelante. Un hijo de Dios, puede llegar a ser infiel, lamentablemente, pero a pesar de eso, Dios permanece fiel, conforme a la promesa de 2 Timoteo 2:13. En segundo lugar, les exhorta a no menospreciar la disciplina del Señor. Lo que se menosprecia es lo que no sirve, pero como hemos visto, la disciplina del Señor es algo muy útil para el creyente y debe aprender a valorarla como algo muy precioso.
Con mucha frecuencia reaccionamos muy mal ante Dios cuando somos disciplinados por él. Casi levantando nuestros puños al cielo reclamamos a Dios por lo que nos está pasando y de esa manera despreciamos algo que es de gran beneficio para nosotros. Notemos también que la disciplina viene del Señor. Cuando estemos siendo disciplinados jamás atribuyamos esa disciplina al diablo o a la mala suerte, entre comillas. No, la disciplina proviene de Dios y Dios sabe lo que hace. De él no puede venir algo que pretenda dañarnos. En tercer lugar, se nos exhorta a no desmayar cuando somos reprendidos por él.
No han sido pocas las veces cuando nos hemos sentido desanimados al ser disciplinados por Dios. Nos ha parecido que todo está en contra nuestra y ello nos ha llevado a la desesperación, pero recordemos esta exhortación al ser disciplinados, no debemos desmayar o desanimarnos porque la disciplina es para nuestro beneficio. ¿Será que Dios espera de nosotros que nos gocemos en el dolor? No, de ninguna manera. El gozo no se produce por el dolor que se experimenta sino por saber que Dios está en control y que ese dolor, en algún momento se va a transformar en una gran bendición para nosotros. Así que, amigo oyente, hemos visto que la disciplina no es sinónima de castigo, sino más bien encierra las ideas de retribución, prevención e instrucción. La responsabilidad del creyente es saber discernir por cual de estos tres motivos está siendo disciplinado.
Hemos visto también que en medio de la disciplina por el motivo que fuere, jamás debemos olvidar que seguimos siendo hijos de dios y que él como un padre amoroso nos disciplina para nuestro bien. Hemos visto que la disciplina es preciosa porque viene del Señor y nuestra respuesta debe ser recibirla con gozo, no menospreciarla. Finalmente, hemos visto que cuando somos disciplinados jamás debemos desmayar o desanimarnos. Que por la gracia de Dios atesoremos estas verdades en nuestro corazón.
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