Es muy grato saludarle, amiga, amigo oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy.
Al ver que los publicanos y pecadores se acercaban al Señor Jesús para oírle, los fariseos y escribas murmuraron contra él diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come. Ante esto, el Señor Jesús pronunció tres parábolas, la de la oveja perdida, la de la moneda perdida y la del hijo perdido. En la parábola de la oveja perdida se ilustra el profundo amor del Señor Jesús por salvar al pecador. En la parábola de la moneda perdida se ilustra el profundo amor del Espíritu Santo por salvar al pecador, y en la parábola del hijo perdido se ilustra el profundo amor del Padre por salvar al pecador. La trinidad toda está involucrada en la salvación del pecador. En esta oportunidad vamos a considerar la parábola de la moneda perdida.
Abramos nuestras Biblias en Lucas 15:8-10. La Biblia dice:
Lucas 15:8 ¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla?
Lucas 15:9 Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, diciendo: Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido.
Lucas 15:10 Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.
La parábola habla de una mujer, esto es figura de la iglesia. La dracma era la unidad monetaria griega representada por una moneda de plata, la moneda perdida es figura del pecador. La lámpara es figura del Espíritu Santo. La mujer buscando la moneda perdida con la ayuda de la lámpara representa a la iglesia buscando al pecador por medio del ministerio del Espíritu Santo. Con esto en mente, miremos algunos detalles hermosos dentro de esta parábola.
Para nuestro propósito dirijamos el haz de luz sobre la moneda. En la parábola notamos un progreso de pensamiento. Primero, la moneda perdida; segundo, la moneda buscada; tercero la moneda hallada.
Vayamos pues a lo primero. La moneda perdida. Lo primero que notamos es que la moneda estaba perdida en el suelo polvoriento de una casa. Esto de suelo polvoriento no se debe a que la mujer era negligente en la limpieza de su casa, sino que en ese tiempo el suelo de la mayoría de las casas era simplemente tierra. La moneda perdida entre el polvo describe muy bien el estado espiritual de todo pecador. Está en lo más bajo, en el suelo y como si esto no fuera suficiente, está entre el polvo.
Lo segundo que notamos es que la moneda perdida estaba inconsciente de su propia situación. Así también es el pecador en un sentido espiritual. Dice la palabra de Dios que el pecador está muerto en sus delitos y pecados y lo peor es que no está consciente de esto. De allí la imperiosa necesidad de la obra sobrenatural del Espíritu Santo por medio de la palabra de Dios para que el pecador tome conciencia de su triste condición espiritual.
Lo tercero que notamos en cuanto a la moneda perdida es que a pesar de estar perdida, sin embargo no estaba olvidada. Es de imaginar que tan pronto notó la mujer que le faltaba una moneda en su monedero, fijó sus pensamientos en la moneda perdida. Pues esto es lo que pide Dios a la iglesia en general. La tarea máxima de la iglesia es la evangelización del mundo. Eso es lo que el Señor Jesús comisionó a la iglesia en varios pasajes bíblicos como Mateo 28:19-20, Marcos 16:15, Hechos 1:8. Así es, el pecador está perdido, pero no olvidado. Dios está muy interesado en encontrarlo. El Señor Jesús dijo que vino a este mundo a buscar y a salvar lo que se había perdido.
Lo cuarto que notamos es que la moneda estaba perdida pero no había perdido su valor. Así es con todo pecador. El pecador es valioso para el Padre y por eso envió a su Hijo para poder salvarlo. El pecador es valioso para el Hijo y por eso murió en la cruz para poder salvarlo. El pecador es valioso para el Espíritu Santo y por eso está buscándole con insistencia. El pecador es valioso para la iglesia, por eso la iglesia está tan interesada en compartir el evangelio con todo pecador.
Ya hemos hablado de la moneda perdida. Nos toca ahora hablar de la moneda buscada. Aquí también existen varias cosas.
Lo primero que notamos es que quien busca a la moneda era su propia dueña. La mujer no encargó la búsqueda a otra persona, sino que ella misma se ocupó de eso. Igual es con el pecador. Es el Espíritu Santo operando por medio de la iglesia quien personalmente está buscando al pecador. Es el Espíritu Santo quien vino para convencer al mundo de pecado, de justicia y de juicio.
Lo segundo que notamos es que la búsqueda de la moneda perdida se tornó en asunto prioritario para la mujer. Tan pronto la mujer reconoció que se había perdido su moneda, detuvo cualquier cosa que estaba haciendo y se ocupó en buscar su moneda. Tal vez estaba lavando ropa, pues eso podía esperar, lo prioritario era buscar su moneda. Tal vez estaba por sentarse a la mesa para comer, pues eso podía esperar, lo prioritario era buscar su moneda. Tal vez estaba conversando con su vecina, pues eso podía esperar, lo prioritario era buscar su moneda. Es decir que todo quedó en un segundo plano en relación con lo más importante, el buscar su moneda. Que hermosa lección para la iglesia. Buscar pecadores debe ser tarea prioritaria para la iglesia. No estoy afirmando que la iglesia debe dejar de hacer otras cosas como discipular, enseñar, exhortar, animar y todo lo demás. Lo que estoy diciendo es que evangelizar debe ser lo más importante sin descuidar las otras actividades de la iglesia.
Lo tercero que notamos es que la mujer encendió una lámpara para buscar su moneda. La mujer no dependió de la iluminación normal en la habitación ni de su propia capacidad de distinguir objetos con sus ojos. Para la mujer era indispensable contar con la ayuda de una lámpara. Pues la lámpara representa al Espíritu Santo. La iglesia por sí sola no puede ganar almas para Cristo. Para ganar almas para Cristo, la iglesia debe depender del poder del Espíritu Santo. En Hechos 1:8 se nos dice con claridad: pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.
Así es amable oyente, sin la obra poderosa y maravillosa del Espíritu Santo, es imposible que la iglesia pueda llevar a cabo la gran comisión de ganar almas para Cristo. Pero note que en la parábola, además de encender una lámpara, la mujer buscó una escoba y barrió la casa. Esto ilustra la importancia de limpiarse espiritualmente antes de buscar a los perdidos.
El pecado es un gran obstáculo para la obra evangelizadora de la iglesia. La iglesia que tolera el pecado será también indolente ante la gran responsabilidad de llevar almas a los pies de Cristo. Es necesario barrer la casa, para sacar cualquier pecado, que dificulte hallar a los pecadores.
Lo cuarto que notamos es que la mujer buscó su moneda con diligencia y no dejó de buscar hasta encontrarla. ¿Qué hubiera pasado si luego del esfuerzo inicial por hallar su moneda, la mujer se hubiera desanimado y hubiera dejado de seguir buscando? Pues la moneda nunca habría sido hallada. Qué lección para la iglesia. No es sencillo ganar almas para Cristo. Siempre habrá muchos obstáculos tanto espirituales como materiales. Pero si como iglesia nos desanimamos muy pronto y dejamos de seguir buscando a los pecadores para llevarlos a Cristo, jamás ganaremos a nadie para Cristo.
Aprendamos de la mujer de la parábola, quien dependiendo de su lámpara y barriendo la casa buscó su moneda con diligencia hasta hallarla. Nosotros también, dependamos del poder del Espíritu Santo, limpiemos nuestra vida de cualquier pecado y perseveremos en la dura pero gratificante tarea de ganar almas para Cristo.
Finalmente, en tercer lugar, tenemos la moneda encontrada. El esfuerzo de la mujer produjo el resultado que buscaba. Halló su moneda. El esfuerzo de la iglesia en dependencia del Espíritu Santo, inevitablemente dará su resultado. Los pecadores llegarán a Cristo. Al encontrar la moneda, la mujer se puso muy contenta. Así sucede con la iglesia también. Cada pecador que recibe a Cristo como Salvador es motivo de mucho gozo para la iglesia. Pero la mujer no disfrutó sola, sino que invitó a sus amigas y vecinas para gozarse también con ellas. Se trata de una fiesta de celebración por el hecho que un pecador se ha salvado.
El mundo está lleno de monedas perdidas. ¿Las estamos buscando? ¿Estamos dependiendo del Espíritu Santo? ¿Estamos limpiándonos de pecado para ser efectivos en la obra evangelística? Cuando un pecador deposita su fe en Cristo, nos gozamos con otros con el mismo gozo que hay en el cielo cuando un pecador se arrepiente? Quiera Dios que sí.
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