Es un gozo saludarle amiga, amigo oyente, Bienvenida, bienvenido a un nuevo estudio bíblico en el Libro de Nehemías. . La obra de Dios es realizada por personas comunes y corrientes, pero con un ferviente deseo por hacer la voluntad de Dios. Sobre esto nos hablará David Logacho en el estudio bíblico de hoy.
Una nación se hace con gente. Dios está particularmente interesado en las personas. Cuando Dios escogió a la nación de Israel, estaba pensando en personas. Un pueblo para su nombre. Nehemías también pensó mucho en la gente. Es así como al llegar a los capítulos 11 y 12 de Nehemías, encontramos una extensa lista de personas, sus nombres suenan muy extraños a nuestros oídos, pero créamelo, para Dios estas personas no eran en nada extrañas. Cada una de ellas jugaba un papel importante en los planes de Dios. Veamos pues algunos detalles interesantes de estas personas. Le invito a abrir su Biblia en el Libro de Nehemías, capítulos 11 y 12. Una vez que se restauraron los muros caídos de Jerusalén y también se restauraron los muros espirituales del pueblo, era necesario organizar a la nación para que continúe subsistiendo como tal. Con esta idea en mente, Nehemías organizó al pueblo en dos distintos grupos. Primero, los que habitaban en Jerusalén y segundo, los que habitaban fuera de Jerusalén. En el capítulo 11 versículos 1 a 19 encontramos a los habitantes de Jerusalén y en el capítulo 11 versículos 20 a 36 encontramos a los habitantes de fuera de Jerusalén. El pueblo que habitaba en Jerusalén estaba básicamente compuesto de tres distintos grupos. Primero, los jefes del pueblo, Nehemías 11:1 dice: «Habitaron los jefes del pueblo en Jerusalén» Jerusalén era como la capital de cualquier país. En la capital reside el gobierno del país, así también en Jerusalén residían los jefes del pueblo. Desde Jerusalén se distribuían las órdenes en cuanto al gobierno de todo el pueblo. Además de los jefes del pueblo, en Jerusalén habitaba el 10% de la población. ¿Cómo se escogió a los que iban a habitar en Jerusalén? Nehemías 11:1 continúa diciendo: «mas el resto del pueblo echó suertes para traer uno de cada diez para que morase en Jerusalén, ciudad santa, y las otras nueve partes en las otras ciudades» Vemos que estas personas fueron escogidas por sorteo. ¿Por qué fue necesario recurrir al sorteo para traer gente a que habitase en Jerusalén? Pues porque no todos tenían el deseo de dejar a un lado sus propiedades fuera de Jerusalén para ir a habitar en Jerusalén. Estaban aferrados fuertemente a su manera de vivir. Se habían acostumbrado a la comodidad de vivir fuera de una gran ciudad. Además Jerusalén había estado abandonada por un buen tiempo, las casas probablemente eran vetustas, quizá había escombros aquí y allá, los servicios quizá no eran de los mejores, etc. Es decir había muchos elementos que hacían poco atractivo el mudarse a Jerusalén. Por esta causa, se tuvo que recurrir al sorteo para ver a quien le correspondía el infortunio, entre comillas, de forzosamente dejar su estilo de vida en el campo para mudarse a la ciudad. Es interesante notar el título que recibe en este texto la ciudad de Jerusalén. Se dice que es la ciudad santa. En el mismo capítulo en el versículo 18 al referirse a Jerusalén se dice la santa ciudad. No hay ciudad en el mundo que tenga este calificativo. Ciertamente que Jerusalén es de especial valor para Dios, una ciudad apartada especialmente par él. Qué triste que muchos judíos en la época de Nehemías no valoraron el privilegio de vivir en la ciudad santa y se tuvo que echar suertes para ver quien tendría que ir a vivir allí por la fuerza. Además de los jefes del pueblo y el 10% de la población, hubo otro grupo que habitó en Jerusalén. Nehemías 11:2 dice: «Y bendijo el pueblo a todos los varones que voluntariamente se ofrecieron para morar en Jerusalén.» De entre el pueblo, hubo algunos que no estaban atados a sus posesiones fuera de Jerusalén. Estos varones, voluntariamente; accedieron a dejar a un lado sus posesiones para ir a morar en Jerusalén. Esta actitud les valió recibir la alabanza del resto del pueblo. Dice el texto que fueron bendecidos por el pueblo. La actitud de estos varones, quienes voluntariamente se prestaron a morar en Jerusalén, es la actitud que todo creyente debería adoptar frente a las posesiones. Lo que poseemos no es sino, algo que Dios, nos ha dado para administrarlo. En realidad no somos dueños de esos bienes, tan solamente mayordomos. El verdadero dueño es el Señor. A veces nos encontramos tan aferrados a nuestras posesiones que parece imposible desprendernos de ellas, y cuando por la fuerza tenemos que hacerlo, queda en nosotros la amargura o el dolor por haberlo perdido. Si tan solo pudiéramos reconocer que lo que Dios nos ha dado no es nuestro, no tendríamos ningún problema al deshacernos de ello, cuando Dios por alguna razón quiera quitárnoslo. A veces no son exclusivamente las posesiones o las cosas materiales, pueden ser también personas, como los padres o las esposas o esposos, los hijos, los hermanos de la congregación, etc. No nos sintamos como los dueños de estas personas, nos ahorraremos cantidad de inconvenientes cuando por ejemplo los padres veamos a nuestros hijos como la propiedad de Dios y nos veamos a nosotros, mismos como los administradores de esos bienes. Esta actitud nos librará de vivir aferrados a ellos y si en algún momento la voluntad de Dios es quitarnos estos bienes preciosos, nos dolerá profundamente por supuesto, pero no nos sentiremos amargados delante de Dios, porque total, él como dueño puede hacer con sus posesiones lo que le plazca. En el tiempo de Nehemías, hubo personas que tenían esta manera de pensar y cuando llegó el momento de decidir entre la comodidad de la vida fuera de Jerusalén y la incomodidad de la vida dentro de Jerusalén, no tuvieron problema de ofrecerse voluntariamente a vivir dentro de la santa ciudad. En los versículos 3 a 19 encontramos la lista de los que habitaron en Jerusalén. Qué emocionante es pensar que en esta lista constan algunos nombres de los que voluntariamente accedieron a vivir en Jerusalén. Dejaron de ser terratenientes por unos pocos años, pero sus nombres constan en el Libro de los Libros por la eternidad. Tenemos entonces a los que habitaron en Jerusalén, los jefes del pueblo, el 10% que fueron sorteados y los que voluntariamente decidieron morar en Jerusalén. Luego de esto, en los versículos 20 a 36 encontramos la lista de los que habitaron en las otras ciudades fuera de Jerusalén. Es interesante notar que en toda esta porción, no aparecen nombres de personas, sino solamente, los nombres de los lugares en los cuales habitaron esas personas. Esto es notable. Los que probablemente prefirieron la comodidad, la tuvieron por unos cuantos años, pero engrosaron la lista de los ilustres desconocidos, en cambio los que renunciaron a la comodidad y fueron a habitar en Jerusalén, quizá no disfrutaron de tanta comodidad durante su existencia pero sus nombres han quedado registrados por la eternidad en la Biblia. En el capítulo 12 de Nehemías, versículos 1 a 26, encontramos un listado de los sacerdotes y levitas que subieron de la cautividad con Zorobabel. La genealogía de los sacerdotes era de vital importancia para el sistema religioso de la nación. Por esto vemos que se ha puesto un especial cuidado en definir muy bien a los sacerdotes y a sus descendientes. Tenemos entonces que la nación estaba organizada de una manera ordenada. En la recientemente edificada Jerusalén vivían los jefes del pueblo, el 10% de los judíos y los que voluntariamente decidieron morar en Jerusalén. El resto del pueblo vivió fuera de Jerusalén, cada uno en su heredad. Años antes, Dios levantó un profeta para confrontar el pecado de vivir en comodidad descuidando la obra de Dios. Fue el profeta Hageo. Hageo 1:3-11 dice: «Entonces vino palabra de Jehová por medio del profeta Hageo, diciendo: ¿Es para vosotros tiempo, para vosotros, de habitar en vuestras casas artesonadas y esta casa está desierta? Pues así ha dicho Jehová de los ejércitos: Meditad bien sobre vuestros caminos. Sembráis mucho y recogéis poco, coméis y no os saciáis; bebéis y no quedáis satisfechos; os vestís y no os calentáis; y el que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto. Así ha dicho Jehová de los Ejércitos: Meditad sobre vuestros, caminos. Subid al monte, y traed madera, y reedificad la casa; y pondré en ella mi voluntad, y seré glorificado, ha dicho Jehová. Buscáis mucho y halláis poco; y encerráis en casa y yo lo disiparé en un soplo. ¿Por qué? dice Jehová de los ejércitos. Por cuanto mi casa está desierta, y cada uno de vosotros corre a su propia casa. Por eso se detuvo de los cielos sobre ‘vosotros la lluvia, y la tierra detuvo sus frutos. Y llamé la sequía sobre esta tierra, y sobre los montes, sobre el trigo, sobre el vino, sobre el aceite, sobre todo lo que la tierra produce, sobre los hombres y sobre las bestias, y sobre todo trabajo de manos» Esta sí que es una advertencia severa. Esta advertencia se aplica también para todo aquel que hoy en día busca su propia comodidad y descuida la obra de Dios.
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