Es motivo de gran gozo amigo oyente, el poder encontrarnos una vez más a través de las ondas de esta emisora amiga. Bienvenido al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el libro de Apocalipsis y en instantes más estudiaremos la primera parte del capítulo 5
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en el libro de Apocalipsis capítulo 5. Lo último que vimos fue a Juan en el cielo, contemplando una alabanza imponente de cuatro seres vivientes que sin cesar, noche y día elevan a Dios su alabanza diciendo: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es y el que ha de venir. Y siempre que estos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias a Dios, al que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se postran delante de Dios y adoran al que vive por los siglos de los siglos y echan sus coronas a Dios, diciendo: Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas. Es la alabanza a Dios como creador, entonada por la iglesia, la cual está representada por los veinticuatro ancianos. Es así como llegamos al capítulo 5. La escena continúa en el cielo. Lo que primero capta la atención de Juan es un libro. Veamos de qué se trata. Apocalipsis 5:1 dice: “Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos” Al mirar este libro escrito por dentro y por fuera y sellado con siete sellos, en la mano derecha del que estaba sentado en el trono, Juan no podía pensar en otra cosa sino en un título de propiedad conforme a la costumbre judía. Apocalipsis contiene varios símbolos que para entenderlos deben ser interpretados a la luz del Antiguo Testamento. En este caso es necesario hacer referencia a Jeremías capítulo 32 en el cual se ve en operación el proceso de lo que se llamaba la redención de la tierra. El fundamento de este propósito fue ordenado por Dios en Levítico 25:23-28 donde dice: “La tierra no se venderá a perpetuidad, porque la tierra mía es; pues vosotros forasteros y extranjeros sois para conmigo. Por tanto, en toda la tierra de vuestra posesión otorgaréis rescate a la tierra. Cuando tu hermano empobreciere, y vendiere algo de su posesión, entonces su pariente más próximo vendrá y rescatará lo que su hermano hubiere vendido. Y cuando el hombre no tuviere rescatador, y consiguiere lo suficiente para el rescate, entonces contará los años desde que vendió, y pagará lo que quedare al varón a quien vendió, y volverá a su posesión. Mas si no consiguiere lo suficiente para que se la devuelvan, lo que vendió estará en poder del que lo compró hasta el año del jubileo; y al jubileo saldrá, y él volverá a su posesión”. De esta manera se garantizaba que nadie se vuelva un terrateniente y que la tierra permanezca en la misma familia de generación en generación. En Jeremías 32, Dios dijo a su siervo, el profeta, que su primo Hanameel vendría a pedirle que redima o compre su campo en Anatot, territorio de Benjamín. Jeremías hizo lo propio y redimió o compró ese campo por 17 siclos de plata. Luego Jeremías escribió los detalles de la compraventa en dos rollos. Uno de ellos era de dominio público. No se lo sellaba, pero el segundo era sellado con siete sellos y guardado en una vasija de barro en el templo. Se lo sacaba de allí solamente cuando aparecía alguien con el derecho para redimir esa propiedad, conforme a las instrucciones que leímos en el libro de Levítico. A la persona con derecho para redimir la tierra se le conocía como el pariente redentor. Si todo estaba en orden, el pariente redentor podía comprar la tierra, para recuperarla y era reconocido como legítimo propietario de esa tierra. Apliquemos todo esto al asunto en Apocalipsis. Cuando Dios creó todas las cosas, dio a Adán el dominio de todo lo creado. Pero Adán perdió dominio de la creación cuando cayó en pecado. Satanás por tanto, llegó a dominar la creación. Pero solo por un tiempo. Solo hasta que aparezca un pariente redentor de Adán. El libro sellado con siete sellos, escrito por dentro y por fuera, que Juan vio en la mano del que estaba sentado en el trono, es el título de propiedad de la creación. ¿Quién será el pariente redentor con el derecho de abrir los sellos de este libro? Pues de eso trata el resto del pasaje. Veamos quien es este pariente redentor. Apocalipsis 5: 2-5 dice: “Y vi un ángel fuerte que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos? Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni aun mirarlo. Y lloraba yo mucho, porque no se había hallado a ninguno digno de abrir el libro, ni de leerlo, ni de mirarlo. Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos.” Mientras Juan miraba atónito el libro sellado con siete sellos en la mano del que estaba sentado en el trono, oyó la voz poderosa de un poderoso ángel. El hecho que Juan hable de un ángel fuerte lleva a pensar que se trataba del ángel Gabriel, porque el nombre Gabriel justamente significa: El hombre fuerte de Dios. Según Lucas 1:19, Gabriel está delante de Dios. Este ángel hace una pregunta penetrante y pertinente: ¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos? En otras palabras estaba preguntando: ¿Quién es el pariente redentor de Adán con el derecho para redimir la creación cuyo dominio cayó en poder de Satanás? Juan debe haberse ilusionado mucho. Por fin la creación será liberada del dominio de Satanás. Pero la ilusión muy pronto se tornó en decepción. Dice el texto que ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra podía abrir el libro, ni aun mirarlo. Esto significa que en el universo entero no había ninguno digno de redimir la creación de Dios. A lo largo de la historia de la humanidad, muchos hombres se han levantado pretendiendo redimir o ser dueños de la creación. Nabucodonosor fue uno de ellos, pero fracasó estruendosamente. Después se levantó Alejando Magno. Se puso a llorar cuando no había más territorio que conquistar, pero en cuestión de un año estaba muerto y su imperio se desintegró. Mas tarde se levantó Julio César, pero su imperio también se evaporó. A él le siguieron Carlomagno, Napoleón, y hasta Hitler. Personas que intentaron dominar la creación. Ninguno de ellos fue digno. Al saber que no había ninguno digno de recuperar el dominio de la creación, Juan se puso a llorar como un bebé. Como es posible que la creación continúe bajo el dominio de Satanás. En eso, se levantó de su trono uno de los veinticuatro ancianos y con ternura dijo a Juan: No llores. Hermosas palabras. Pero lo que este anciano dijo a Juan fue mucho más grandioso. He aquí el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos. Estas palabras deben haber sonado como dulce melodía a los oídos de Juan. Se había hallado a uno digno de abrir el libro y desatar sus siete sellos. Apareció el pariente redentor de Adán. Se trata del León de la tribu de Judá. La raíz de David. Esto significa que no es otro sino el Mesías de Israel, el Ungido, el Cristo. Él es el León de la tribu de Judá, según Génesis 49:9-10. Habla de su fiereza y fortaleza, la cual fue velada en debilidad en su primera venida a este mundo, pero se manifestará en toda su magnitud en su segunda venida. También él es la raíz de David. Es otro de sus títulos. Aparece en Isaías 11:1. Habla de su derecho a ocupar el trono de Israel. Además dice el texto, que Jesucristo ha vencido. Esto se refiere a la victoria que él obtuvo sobre Satanás en la cruz del Calvario. Por todo esto, Jesucristo es el pariente redentor de Adán. Es el que tiene derecho para redimir la creación que por el pecado de Adán quedó bajo dominio de Satanás. Es el único digno de abrir el libro y desatar sus siete sellos. Juan debe haberse sentido tan gozoso. Juan conocía a Jesucristo personalmente. Qué satisfacción debe haber sentido al saber que él ha recuperado lo que el hombre perdió en el huerto de Edén. Si Usted tiene a Cristo como su Salvador, Usted está del lado de la victoria, amable oyente. No importa que por ahora parece que Satanás tiene las de ganar. En definitiva es un enemigo derrotado. Muy pronto perderá el dominio que por ahora tiene sobre la creación.
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