La Biblia Dice les extiende una cordial bienvenida a un nuevo estudio bíblico de la serie sobre la oración. Según cuenta la historia, Jonatán Edwards no probó bocado durante tres días y no pegó los ojos durante tres noches. Una y otra vez se dirigía a Dios con estas palabras: Dios dame Nueva Inglaterra, Dios dame Nueva Inglaterra. Cuando se levantó de sus rodillas y se abrió paso hacia el pulpito, se dice que parecía como si hubiera estado contemplando el mismo rostro de Dios. Según cuentan, aún antes que él abriera su boca para predicar, los asistentes ya podían sentir la convicción que producía su propio pecado. ¿Qué produjo el impacto que este hombre y muchos otros como él han causado en este mundo? Muchos dicen su celo por la Santidad de Dios y su odio al pecado. Pero es posible que a más de esto su poder radicó en su comunión íntima con el dueño de la obra, el Señor Jesucristo. Esta comunión íntima la perfeccionaron en las largas horas de oración y ayuno a las que estaban acostumbrados. En el estudio bíblico de hoy, veremos la relación que existe entre el ayuno y la oración.
Hemos tocado el asunto del ayuno. Ayunar significa simplemente abstenerse de gratificar el deseo de comer. En el Evangelio de Mateo, el Señor Jesucristo confrontó la hipocresía religiosa de los fariseos. Entre sus desvíos se encontraba el deliberado intento de hacer notar a otros que estaban ayunando. Jesús no condenó el ayuno, pero si condenó severamente el esforzarse por aparecer piadoso por el hecho de ayunar. Mateo 6:16-18 dice textualmente: «Cuando ayunéis, no seáis austeros como los hipócritas, porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público». Jesús está haciendo ver cuan absurdo es mostrar que se está ayunando. Los verdaderos creyentes deben ayunar en secreto, esforzándose más bien por no hacer notar que están ayunando. El ungir la cabeza y lavar el rostro era la manera normal de apariencia. Es suficiente con que el Padre vea. Su recompensa es por mucho, mejor que la aprobación de la gente. El ayuno puede ser voluntario como en el pasaje que leímos anteriormente o involuntario como lo que experimentó el Apóstol Pablo, según 2ª Corintios 11:27 donde dice: «en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez». En el NT el ayuno está asociado con la tristeza por una situación determinada, por ejemplo leemos lo siguiente en Mateo 9:14-15: “Entonces vinieron a él los discípulos de Juan, diciendo: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos muchas veces, y tus discípulos no ayunan? Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los que están de bodas tener luto entre tanto que el esposo está con ellos? Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces ayunarán» En este tiempo, Juan el Bautista estaba en prisión. Sus discípulos vinieron a Jesús con un problema, ellos a menudo ayunaban, pero no los discípulos de Jesús. ¿Por qué? El Señor respondió con una ilustración. El era el esposo y sus discípulos los invitados a la boda. Mientras él estaba con ellos, no había necesidad que los discípulos ayunen como una señal de tristeza. Pero en algún momento él iba a ser quitado, entonces sus discípulos ayunarían. Las palabras de Jesús no son ciertamente una orden para ayunar, pero en verdad aprueban el ayuno como una práctica apropiada para los que aguardamos el regreso del esposo. El ayuno, además de estar asociado con la tristeza por determinada situación, está asociado con la oración, por ejemplo Ana, la profetiza en la época de Jesús, según el relato de Lucas 2:37 «no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones» En este texto, el ayuno acompañado de la oración era una señal de la seriedad con que Ana tomó el discernimiento de la voluntad de Dios. El ayuno, no otorga ningún mérito para la salvación. Tampoco otorga al creyente una posición de preferencia delante dé Dios. Nuestra posición delante de Dios no depende de cuánto ayunamos, sino de lo que ya hizo Cristo en la Cruz del Calvario por nosotros. Cierto fariseo por ejemplo, se jactaba de que ayunaba dos veces por semana, sin embargo, no logró lo que buscaba, el ser justificado delante de Dios. Pero cuando el creyente ayuna secretamente, Dios mira y recompensa. Aunque ayunar es algo opcional en el NT, podemos ver que hubo ayuno en varios casos. Por ejemplo, anticipando una tentación especial el Señor Jesucristo se preparo con ayuno. Mateo 4:1-2 dice: «Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre» También hubo ayuno, cuando se hacían los preparativos para alcanzar regiones remotas con el Evangelio. Hechos 13:1-3 dice: «Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé., Simón el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el Tetrarca, y Saulo. Ministrando éstos al Señor y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron» También hubo ayuno cuando se constituyeron ancianos en varias iglesias locales. Hechos 14:23 dice: «Y constituyeron ancianos en cada iglesia, y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído» Otra ocasión en la cual se ve claramente el uso de la oración y el ayuno, fue cuando un padre de familia trajo a Jesús a su joven hijo que era lunático. Previamente había llevado a su hijo a los discípulos de Jesús, pero éstos no pudieron sanarle. Luego de reprender la falta de fe de sus discípulos, Jesús reprendió al demonio, el cual salió del muchacho y éste quedo sano desde aquella hora. Este incidente movió la curiosidad de los discípulos y la pregunta fue inevitable: ¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera? La respuesta del Señor fue: Por vuestra poca fe. Porque esta clase de demonio no sale sino con oración y ayuno. Los discípulos deberían haber podido sacar el demonio, porque Jesús les dio el poder y autoridad sobre ellos, pero de alguna manera perdieron ese poder. Cuando preguntaron a Jesús la razón para tan vergonzoso fracaso, Jesús atribuyó a tres descuidos garrafales. Primero, su falta de fe, después su falta de oración y por último su falta de disciplina, se dedicaron a comer solamente y descuidaron lo más importante, su comunión con la fuente de poder, el Señor. En conclusión diríamos entonces que no es malo ayunar, si lo hacemos de la manera correcta y con la motivación correcta. El ayuno ayuda a disciplinar los apetitos del cuerpo y a mantener en orden nuestras prioridades. Al privarnos de comer, debemos dedicar ese tiempo a la oración y adoración al Señor. El ayuno debe ser realizado en secreto, es algo entre el creyente y Dios. El esforzarnos por hacer notar a otros que estamos ayunando, destruye totalmente el propósito del ayuno. Recordemos que la hipocresía nos roba la realidad de la vida cristiana. Esto sucede cuando cambiamos la reputación por el carácter, cuando dejamos salir meras palabras y a eso llamamos oración, con razón Jesús llamó a los fariseos sepulcros blanqueados, hermosos por fuera, pero podridos por dentro. La hipocresía también nos roba las recompensas espirituales, en lugar de recibir la aprobación eterna de Dios, recibiremos la alabanza vacía de los hombres. Por último la hipocresía nos roba la influencia espiritual que podríamos ser para otros. Los fariseos eran una mala influencia, todo lo que tocaban se contaminaba. Las personas que los admiraban y les obedecían pensaban que estaban siendo ayudados, pero en realidad estaban siendo lastimados por la mala influencia. El primer paso para vencer la hipocresía es ser honestos con Dios en nuestra vida secreta. No deberíamos orar por algo que en verdad no lo sentimos de corazón, si lo hacemos, nuestras oraciones serán palabras huecas. Nuestra motivación debe ser agradar a Dios solamente sin importar lo que digan los hombres. Debemos cultivar el corazón en los lugares secretos. Se ha dicho con sobrada razón que la parte más importante de nuestra vida cristiana es aquella que solamente Dios la ve. Cuando la reputación se torna más importante que el carácter, nos hemos convertido en hipócritas.
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