Qué hermoso es estar cerca de Usted a través de este medio de comunicación. Seguimos estudiando el libro de Proverbios en la serie titulada: Proverbios, sabiduría celestial para la vida terrenal. En esta ocasión, David Logacho nos mostrará que la sabiduría toca la puerta de cada corazón, pero cuando la persona no abre la puerta de su corazón a la sabiduría, ella se aleja silenciosamente para nunca más volver, dejando una secuela de terribles consecuencias.
La sabiduría es indispensable en la vida cristiana. La sabiduría tiene que ver con la capacidad de usar el conocimiento para lo que es bueno, no para lo que es malo.
En el pasaje bíblico en Proverbios 1:20-33, el autor de los proverbios va a personificar a la sabiduría, esto significa que la va a tratar como si fuera una persona, de modo que sea más fácil comprender lo que ella quiere enseñar.
En la primera parte del pasaje, versículos 20-23, veremos a la sabiduría acercándose a la gente. En la segunda parte del pasaje, versículos 24-27, veremos que la sabiduría es despreciada por la gente. En la última parte del pasaje, versículos 28-33, veremos a la sabiduría alejándose de la gente.
Desde aquí podemos sacar enseñanza útil para nuestra vida. Es mejor que atendamos a la sabiduría tan pronto toque la puerta de nuestro corazón, no sea que llegue a ser demasiado tarde, y cuando abramos la puerta de nuestro corazón, la sabiduría ya se ha marchado y tengamos que pasar la eternidad lamentándolo.
Vayamos pues a lo primero, la sabiduría acercándose a la gente. Tenemos los lugares desde donde la sabiduría hace oír su voz. Proverbios 1:20-23 dice: «La sabiduría clama en las calles, alza su voz en las plazas; clama en los principales lugares de reunión; en las entradas de las puertas de la ciudad dice sus razones.»
La sabiduría está vivamente interesada en ser escuchada, por eso clama y alza su voz. Se nota una urgencia por comunicar su mensaje. Vemos que la sabiduría no tiene un lugar único desde donde se hace oír de la gente. Las calles son buenos lugares, porque están repletas de transeúntes. Las plazas también son buenos lugares, porque suelen sitios donde se congrega mucha gente. Los lugares específicamente designados para reuniones son mejores todavía, porque allí se discuten los asuntos de común interés de la gente. Las puertas de entrada a las ciudades no se pueden dejar de lado, porque por ellas pasa toda la gente que entra o sale de la ciudad.
¿Qué le dice todo esto? Obvio. La sabiduría hace todo lo posible para ser oída por todos. Luego tenemos el mensaje de la sabiduría. Ponga atención. Proverbios 1:22-23 dice: «¿Hasta cuándo, oh simples, amaréis la simpleza, y los burladores desearán el burlar, y los insensatos aborrecerán la ciencia? Volveos a mi reprensión; he aquí yo derramaré mi espíritu sobre vosotros, y os haré saber mis palabras»
La sabiduría clama con especial interés en tres tipos de personas. El simple. Una persona simple, en el sentido bíblico, es la persona ingenua, la persona que es fácilmente impresionable por cualquier tipo de influencia, tanto buena como mala. Esta inestabilidad hace que el simple sea propenso a ser arrastrado por el mal.
Luego, el burlador. El burlador, en el sentido bíblico, es aquel que se mofa del consejo sabio y trata con desdén a la sabiduría.
Después el insensato. Una persona insensata es aquella que torpemente rechaza toda instrucción y se encierra en su error. Notamos una tendencia degradante en las características mencionadas. El simple está en riesgo de convertirse en un burlador y el burlador está en riesgo de convertirse en un insensato. Pero hasta para el insensato existe esperanza de abandonar la insensatez y por eso la sabiduría toca también la puerta del corazón del insensato.
El mensaje de la sabiduría es sencillo: Pongan atención a mis correcciones y como consecuencia, yo los colmaré de mi espíritu y les daré a conocer mis pensamientos. En este punto es inevitable ver un impresionante paralelismo entre la sabiduría personificada y la persona del Señor Jesucristo.
El Señor Jesucristo también clama y alza su voz en las calles, en las plazas y en los lugares de reunión.
El Señor Jesucristo también busca a los simples, a los burladores y a los insensatos.
El Señor Jesucristo también proclama un mensaje de arrepentimiento.
El Señor Jesucristo también promete el Espíritu Santo a los que creen en él y le reciben como Salvador.
El Señor Jesucristo también promete discernimiento espiritual a los que le reciben.
En segundo lugar, notamos que la sabiduría es desechada. Proverbios 1:24-27 dice: «Por cuanto llamé, y no quisisteis oír, extendí mi mano, y no hubo quien atendiese, sino que desechasteis todo consejo mío y mi reprensión no quisisteis, también yo me reiré en vuestra calamidad, y me burlaré cuando os viniere lo que teméis; cuando viniere como una destrucción lo que teméis, y vuestra calamidad llegare como un torbellino; cuando sobre vosotros viniere tribulación y angustia.»
La sabiduría llama a gritos a los simples, a los burladores y a los insensatos, pero no obliga a ninguno de ellos a recibir su mensaje. Por eso es que siempre habrá algunos que no quieren oír su voz, habrá otros que oyen su voz, pero no le prestan atención, y habrá otros que de frente rechazan su consejo.
Quizá todos los que rechazan a la sabiduría piensan que le están haciendo un mal. Lo que no saben los impíos es que se están haciendo un mal a ellos mismos. Rechazar la sabiduría es en extremo peligroso. Por eso la sabiduría dice: ¡Ya me tocará reír cuando les llegue la desgracia! ¡Ya me burlaré cuando estén muertos de miedo!
No es que a la sabiduría le produce placer la desgracia de los impíos, y por eso se ríe y hasta se burla de ellos. La sabiduría no puede experimentar ninguna mala actitud. Lo que pasa es que los impíos se rieron a carcajadas cuando oyeron la voz de advertencia de la sabiduría y se burlaron de su consejo, pero ahora que saben a ciencia cierta que todo lo que advirtió la sabiduría era real, ya es muy tarde para dar marcha atrás. Como afirma el dicho popular: El que ríe al último, ríe mejor.
La desgracia que se cierne sobre los que rechazan a la sabiduría es de tal magnitud que el proverbista dice que sobre ellos vendrán temores, problemas, desesperación y angustia. Todas estas calamidades sobrevendrán con fuerza tan brutal como un torbellino que todo destruye. Todo esto me trae a la mente lo que dice Gálatas 6:7 donde leemos: «No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.»
Los simples, los burladores y los insensatos sembraron la mala semilla de maldad. La sabiduría advirtió sobre la consecuencia de esta mala siembra, pero los simples, los burladores y los insensatos rechazaron el mensaje de la sabiduría. Lo único que les queda es recibir el fruto de lo que sembraron.
Es probable que alguno de nuestros amigos oyentes esté justamente estos momentos sembrando la mala semilla. Tal vez inmoralidad en el área sexual, tal vez corrupción, tal vez mentira, tal vez hurto, y tantas otras cosas más. Pues la sabiduría dice a personas así: Cuidado, si sigue en ese camino va a cosechar destrucción en su vida. Arrepiéntanse de su mal camino, busquen a Dios, reciban a Jesucristo como su Salvador y Dios mismo se encargará de perdonar su pecado, de enderezar sus veredas y de otorgar vida eterna en lugar de condenación eterna.
La sabiduría se acercó a la gente, la sabiduría fue rechaza por la gente, y por último, en tercer lugar, la sabiduría se aleja de la gente. Proverbios 1:28-32 dice: «Entonces me llamarán, y no responderé; me buscarán de mañana, y no me hallarán. Por cuanto aborrecieron la sabiduría, y no escogieron el temor de Jehová, ni quisieron mi consejo, y menospreciaron toda reprensión mía, comerán del fruto de su camino, y serán hastiados de sus propios consejos. Porque el desvío de los ignorantes los matará y la prosperidad de los necios los echará a perder»
Esto me dice que la sabiduría llama con insistencia, pero si los que son llamados no responden hasta determinado momento, la sabiduría opta por un retiro silencioso. Cuando esto pasa, es demasiado tarde para buscar a la sabiduría. Me llamarán y no responderé, dice la sabiduría. Inclusive los que me busquen de mañana, no me encontrarán.
Todo es resultado de haber rehusado prestar oído a la sabiduría en el tiempo oportuno. Lo único que resta a los que rechazaron así a la sabiduría, es recibir el fruto de lo que sembraron. Sufrirán las consecuencias de su conducta, quedarán hartos de sus malas intenciones. Su descarrío e inexperiencia los destruirán, su complacencia y necedad los aniquilarán.
La sabiduría ha estado tocando la puerta de su corazón amable oyente. Hasta ahora no le ha abierto la puerta de su corazón, por eso está viviendo como un simple, o como un burlador, o como un necio. No siga resistiendo el insistente llamado de la sabiduría. Si lo sigue haciendo es posible que pierda su oportunidad de hallar a la sabiduría y eso signifique arruinar su vida, no sólo en lo espiritual sino también en lo emocional y en lo material.
Ponga atención al versículo con el cual se cierra el primer capítulo de Proverbios. Habla la sabiduría y dice así: «Mas el que me oyere, habitará confiadamente y vivirá tranquilo sin temor del mal»
¿No le gustaría vivir de esta manera? Imagínese, vivir en paz y sin temor de ningún peligro. Si es así, hoy mismo, abra su corazón a la sabiduría. Todo lo que ha dicho la sabiduría, es lo mismo que diría el Señor Jesucristo. ¿Por qué no abre su corazón a Jesucristo y le recibe como su Salvador? Si lo hace, podrá vivir en paz con Dios, en paz con Usted mismo y en paz con otros, y no tendrá ningún temor de recibir la condenación por su pecado.
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