Saludos cordiales amigo oyente. Bienvenido al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el tema de la santidad y hemos llegado al asunto de la santidad práctica. Dentro de esto hemos visto que la santidad se manifiesta de diversas maneras. En el estudio bíblico de hoy, David Logacho nos mostrara que la santidad se manifiesta también en una vida quebrantada. Recuerde amigo oyente, que los estudios bíblicos de esta serie sobre la santidad son una adaptación del material escrito por William McDonald y que lleva por título: Sed Santos, el mandamiento olvidado.
Mientras el fuego del avivamiento estaba barriendo Ruanda, el Rev, Kevin Baker fue traído desde Inglaterra por su denominación para capacitar hombres para el ministerio. Una de las prominentes manifestaciones del avivamiento Rwandés era el espíritu de quebrantamiento que se estaba derramando sobre los creyentes nativos del país. A medida que progresaba la enseñanza del Rev. Baker en el Seminario, se notaba que su teología estaba haciéndose más y más liberal. En esencia, estaba poniendo una semilla de duda en la mente de los estudiantes con respecto a la autenticidad de la palabra de Dios. Sin embargo, en la clase donde este maestro enseñaba, había un pequeño grupo de estudiantes a quienes les llamaban los abalokele, que en su idioma significa nacidos de nuevo. Estos estudiantes se levantaban todos los días a las cuatro de la mañana para orar a Dios pidiendo que el Rev. Baker rectifique su enseñanza. Cuando este hecho llegó a oídos del Rev. Baker, se sintió muy ofendido porque después de todo él tenía mucho respeto dentro de su denominación y los estudiantes eran simples nativos ignorantes, al menos así pensaba él. Un día, el Rev. Baker decidió llamar al líder de este pequeño grupo de estudiantes para reclamar el asunto. El nativo, permaneció quieto, sentado en su silla, mientras el insigne maestro descargaba una andanada de frases hirientes y amenazantes. Al final de todo, lo único que dijo el nativo fue: Pero Ud. necesita ayuda. Esto realmente molestó al reverendo. Sin embargo, mientras los estudiantes nacidos de nuevo seguían orando, Dios comenzó a trabajar en el corazón del Rev. Baker. Por primera vez comenzó a reconocer lo mucho que se había desviado de la fe ortodoxa. Finalmente llegó a convencerse que debía recurrir al obispo de la denominación y confesar que sus enseñanzas, aunque aceptadas por la denominación, eran contrarias a la verdad de la Biblia. El obispo se mostró profundamente defraudado por la posición que había adoptado el Rev. Baker y tapando su cara con sus manos musitó: Oh Kevin, ahora nunca llegarás a ser obispo. El Rev. Baker simplemente se dijo a sí mismo: alabado sea el Señor. Mientras el Espíritu Santo continuaba operando en el corazón del Rev. Baker, llegó al convencimiento que debía ir al líder de ese pequeño grupo de estudiantes del seminario para pedir perdón por haberle tratado tan descortésmente. Era algo muy difícil para él. Un respetado profesor del Seminario, pidiendo disculpas a un estudiante negro. Luchó con la idea por un tiempo, pero reconoció que estaba dando coces contra el aguijón. No tuvo paz hasta que definitivamente decidió ir. Totalmente quebrantado, subió a su auto, lo puso en marcha y repasando mentalmente lo que diría se dirigió hacia el joven estudiante. Tan pronto tocó la puerta el líder de los estudiantes nacidos de nuevo le recibió con un Aleluya. Sabía que sus oraciones habían sido contestadas. Fue la primera vez que Kevin abrazaba a un negro, y más aún, la primera vez que Kevin sentía el deseo de abrazar a un negro. Entonces, los estudiantes nacidos de nuevo pidieron a Kevin que les acompañara en las reuniones de oración a las cuatro de la mañana. Eso era algo que Kevin jamás lo hubiera esperado, y sacó unas cuantas excusas para no aceptar. Los estudiantes simplemente oían con paciencia, pero luego dijeron: Qué tal si hace la prueba por una semana. Sin argumentos para negarse, el Rev. Baker no tuvo más que aceptar. Muy pronto experimentó un gozo profundo al orar con esos nativos. Un gozo que nunca antes había experimentado. Cuando la administración del Seminario supo que uno de los profesores estaba reuniéndose con los estudiantes para orar a las cuatro de la mañana, lo tomaron como una sublevación contra el Seminario. La solución fue transferir al Rev. Baker a otro Seminario y prohibir todo tipo de reuniones en el Seminario antes de las siete de la mañana. Los estudiantes nacidos de nuevo, evaluaron la situación y decidieron que era necesario obedecer a Dios antes que a los hombres y continuaron reuniéndose para orar a las cuatro de la mañana. Como consecuencia de esto, fueron expulsados del Seminario poco antes de su graduación. Los estudiantes estaban lastimados pero no amargados. Lo tomaron de una forma muy madura, pero percibieron que el Rev. Baker guardaba amargura en su corazón hacia el obispo de la denominación. Así que le buscaron y le convencieron que arregle el asunto con el obispo. Esta vez, el Rev. Baker no luchó con la idea, fue al obispo, arregló el asunto y experimentó un avivamiento continuo en su vida. Que testimonio tan interesante. De entre todos los elementos de la santidad práctica, el quebrantamiento es uno de los más importantes. Cuando hablamos de un hombre quebrantado, nos referimos a uno cuya voluntad se ha sometido totalmente a la voluntad del Señor. Por tanto manifestará gentileza y mansedumbre ante las circunstancias adversas y las personas irritantes. El hombre quebrantado es aquel que cuando es abofeteado en una mejilla, muestra inmediatamente la otra. Esto es ofensivo a la carne. ¿Cómo es posible sufrir tal humillación? Pero Stanley Jones ha dicho lo siguiente sobre esto: Al presentar la otra mejilla Ud. desarma a su enemigo. El le ha abofeteado en la mejilla y Ud. con audacia moral, le ha abofeteado en el corazón al presentar la otra mejilla. La enemistad de él se ha disuelto, su enemigo se ha ido. Ud. se libró de su enemigo al librarse de su enemistad. El mundo está a los pies del hombre que teniendo todo el poder para devolver el golpe, refrena ese poder y decide no golpear. Este es el verdadero poder, lo máximo de poder. Así es amigo oyente, la disposición a quebrantarse es un rasgo hermoso del carácter, porque resiste el impulso natural a la retaliación, a la búsqueda de venganza, al desquite. Dios está buscando vasijas quebrantadas. Sabemos que no es sencillo llegar a ese estado. La carne se opone con toda su fuerza. El mundo piensa que es una locura, Satanás dirá que es algo descabellado. Eso explica la cantidad de creyentes de dura cerviz que caminan con el cuello erguido por el orgullo y el egoísmo. Si Ud. amigo oyente, desea tener un espíritu quebrantado, le recomendamos que al menos considere estos pasos. Primero, ore al Señor pidiendo quebrantamiento. Dígale al Señor en oración: Oh, Señor, quebrántame. Reconozca que Ud., al igual que todo creyente, necesita cambiar, y en consecuencia ore para que el Señor produzca ese cambio en su vida. Considere sin embargo el costo. El quebrantamiento no es gratis amigo oyente. A lo mejor demanda poner a un lado sus propios planes porque nacieron de su voluntad, mas no de la voluntad de Dios. A lo mejor demanda abandonar una carrera profesional, porque está consumiendo toda su energía y por eso Ud. no tiene nada para dar al Señor. A lo mejor demanda romper una relación amorosa, porque no está ayudando a que Ud. dé lo mejor de Ud. al Señor. A lo mejor demanda reprimir el deseo de riqueza, fama y poder porque el Señor dice que debemos hacernos tesoros en el cielo, no en la tierra. Yo no sé cuál será el costo del quebrantamiento en su caso, amigo oyente, pero lo que sé es que habrá un costo y muy pocos están dispuestos a pagarlo. Segundo, escudriñe su pasado para saber si hay cosas que necesitan restauración. A lo mejor, ofensas que Ud. ha proferido y jamás ha pedido perdón. Ocasiones que ha actuado guiado por su carne y nunca las ha remediado. Tercero, confiese a Dios cualquier pecado y luego pida perdón a las personas que ha ofendido. De alguna manera, es más sencillo confesar solamente a Dios las ofensas que irrogamos a otros, pero no se quede allí, sino de el paso siguiente, confiese su pecado también a las personas a quienes afectó su pecado, solo así podrá caminar con un Espíritu no contristado. Cuarto y último, siéntase en libertad de compartir su experiencia con otros. Esto no tendrá ningún efecto en su propio ego, pero a lo mejor animará a otros a que ellos también busquen la bendición que proviene de un espíritu quebrantado. Dios ama las cosas quebrantadas y las personas quebrantadas. Alguien ha dicho lo siguiente: Se necesita de un terreno quebrantado para que produzca fruto, nubes quebrantadas para que produzcan lluvia, granos quebrantados para que sacien el hambre, frascos quebrantados para que se libere el perfume. Dios busca hombres y mujeres de espíritu quebrantado.
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